Schreibe eine Bewertung

Arrodillada

Alle Rechte vorbehalten ©

Zusammenfassung

Valerie se ve obligada a entrar en la vida de un atractivo y millonario hombre con el que llega a un acuerdo. Será completamente suya a cambio de que mantenga a su hermana con vida. Pero el acuerdo no es lo que Valerie creyó que sería, y pronto se ve en manos de un hombre que solo quiere doblegarla y someterla. Claro que lo que no esperaba era desarrollar una inmensa atracción por él que hará de su deseo algo irrefrenable, casi una adicción. Una explosión de deseo imposible de evitar que provocará que Valerie caiga rendida ante él. Pero él guarda un oscuro secreto, uno que podrá lograr que su relación explote cuando ella se entere.

Status:
In Arbeit
Kapitel:
41
Rating:
4.8 26 Bewertungen
Altersfreigabe
18+

Prólogo

Prólogo

Cuando salgo del hospital la luz intensa a ras del horizonte del sol al atardecer me recibe. Miro en ambas direcciones y cruzo la calle, en dirección al metro, y entre un par de edificios se ven sus rayos lumínicos desvaneciéndose poco a poco.

La conversación con el hospital no ha sido agradable. Este ha sido el primer aviso y sé que el segundo no tardará en llegar. Y eso si se molestan en avisarme. ¿Cómo voy a pagar la enorme cuenta que les debo y que he estado acumulando últimamente?

Mi padre no solo causó todo este desastre sino que, además, nos dejó con el culo al aire económicamente hablando. Si ya creía que era un ser despreciable... ahora lo reafirmo.

Me apoyo en una columna a esperar que llegue mi tren y suspiro, abatida. Siento ganas de llorar pero tengo la ligera impresión de que no puedo porque mis lagrimales se han secado de tanto hacerlo.

Mi padre está en la cárcel. Estafó a un montón de gente con promesas de enriquecerlos, enriqueciéndose solo él y, al final, perdió todo su dinero a manos de las mafias. Está en una cárcel de máxima seguridad, constantemente en peligro, y en ocasiones me siento culpable por no sentir ninguna pena por él.

Tuvo la brillante idea de meter a mi hermana pequeña en el coche en el que trató de huir de la policía.

El coche quedó destrozado en aquella huida, como mi hermana, que a día de hoy, casi un año después, sigue en coma después de aquello.

El sinvergüenza de mi padre solo se fracturó la muñeca. Poco le pasó para lo que merecía tras haber metido a mi hermana en su coche para llevársela y huir con ella.

¿En qué cabeza cabe meter a tu hija, además diabética, en semejante horror?

Aún siento escalofríos al imaginar el pánico que debió sentir mi hermana durante esa persecución, y doy gracias de que mi pobre madre no está viva para ver lo que el hombre que eligió como marido ha hecho con su hija.

Los médicos me dicen que no pierda las esperanzas pero, después de un año, cuesta mantenerlas vivas. De todos modos me niego a dejar escapar las pocas que me quedan. No sé cuándo, ni en qué momento, pero mi hermana despertará algún día y ahí estaré yo para abrazarla y prometerle que nada malo le sucederá jamás. No mientras yo respire.

Saco mi teléfono móvil para mirar la hora y, por el rabillo del ojo, me fijo en que un hombre trajeado me está mirando. No parece un chaval, pero es joven. Lleva un traje de tres piezas negro, camisa blanca y corbata gris. Un maletín cuelga de su mano pero, a juzgar por la marca que puedo ver serigrafiada en el dorso, me extraña que esté en el metro. Parece el tipo de hombre cuyo chófer lo espera a la salida de cualquier lugar.

Sus expresivos ojos celestes me miran con intensidad y me siento intimidada.

Sacudo la cabeza y devuelvo mi atención a mi móvil, donde mi amiga Savannah me está llenando el WhatsApp de mensajes de voz. ¡Odio los mensajes de voz! Ella lo sabe y, aun así, si nos comunicamos por WhatsApp es lo único que recibo de ella. Eso y cientos de stickers.

Aun así la adoro. Mi amiga está conmigo en cada paso que doy, siempre me consuela y nunca me deja sola. Por eso, aunque lo odio, escucho sus audios de ocho y diez minutos sin rechistar.

Mi tren llega y accedo a él. Veo un sitio libre y me lanzo sin pensarlo. Me siento, agotada, y me pongo los auriculares para escuchar el audio de Savannah. Me está contando algo gracioso, pero la sonrisa se elimina de mi rostro cuando veo que el tipo trajeado se sienta frente a mí.

¿Qué pretende? ¿De verdad quiere intimidarme? Porque lo está consiguiendo.

Giro la cara y el cuerpo y sigo escuchando a Savannah, que está preocupada porque Kitty, la gata de su vecina a la que está cuidando por unos días, ha vuelto a vomitar. Está de camino al veterinario y no sabe cuándo volverá a casa.

Vivo con Savannah desde que me echaron de mi piso. Duermo en el sofá de su pequeño estudio cerca de Lennox Hill, donde se encuentra el hospital en el que está ingresada mi hermana desde hace unos meses, cuando tuve que cambiarla de hospital porque el actual era lo mejor para ella dada su situación.

Las paradas se suceden y siento la mirada de ese hombre clavada en mí.

Detesto el pánico que a veces nos provocan algunos hombres a las mujeres.

Es un hombre guapo y bien vestido pero con esa manera de mirarme me está provocando mucho rechazo.

Mi parada llega y me bajo a toda prisa con unas cuantas personas más. Echo la vista hacia atrás y, aterrada, descubro que el hombre del maletín de marca cara me está siguiendo, de modo que acelero mis pasos.

Mi corazón late tan fuerte cuando veo que él también aumenta la velocidad de sus pisadas que creo que está a punto de darme un infarto.

La calle, afortunadamente, está llena de gente. Pero sé que se aproxima el callejón que debo cruzar para llegar a la casa de Savannah y no me apetece nada.

Localizo una cafetería conocida y me meto en ella.

Mi respiración es un caos, pero baja unas décimas cuando entro en la protección del local.

Grace, la camarera, me saluda y me ofrece un café, que acepto gustosa. Me siento en una de las mesas y, cuando también me ofrece algo para cenar, me niego porque no me lo puedo permitir.

Miro nerviosamente al exterior de la cafetería por las grandes ventanas pero no veo a ese extraño desconocido. El café llega y, con el primer sorbo, sigo sin verlo.

¿Habré conseguido despistarlo? No lo creo. Estaba demasiado cerca pero, igual, al ver que he entrado aquí, ha desistido en su persecución.

¡Qué mal rato!

–¿Tu hermana está mejor? –me pregunta Grace cuando vuelve a pasar por mi lado.

–Sigue igual –respondo con pesar.

Ella me mira intentando disimular su lástima.

–Vaya. Verás que pronto se recupera.

Las lágrimas pican en mis ojos pero, de nuevo, no salen.

–Gracias, Grace.

Su sonrisa me reconforta un poco y me apego a mi café, del que doy sorbos ansiosamente hasta que Grace se mueve, apartándose de mi campo de visión, y entonces lo veo.

¡El hombre del maletín!

Paralizada, me quedo sentada en mi asiento mientras él se acerca tranquilamente hasta donde yo estoy.

Me quedo estupefacta cuando estrecha su mano ante mí y se presenta.

–Matthew Blackburn –dice –. Eres Valerie ¿verdad?

Trago saliva.

–¿Cómo sabes mi nombre?

–No te asustes, por favor –me pide con seria serenidad –. ¿Puedo?

Señala el asiento frente a mí y yo no hago ni digo nada. Estoy paralizada y él, al verlo, esboza una media sonrisa y, a pesar de mi silencio, toma asiento.

–Me gustaría hablar contigo sobre un asunto que podría interesarte.

Vuelvo a tragar saliva, solo que ahora me cuesta un poco más.

–No te conozco. Y me estabas siguiendo.

–Sí –admite sin ninguna intención de disimularlo –. Lo siento. No pretendía asustarte.

–¿Y qué pretendías siguiéndome así?

Él se limita a encogerse de hombros.

–Lo siento –repite.

Me aferro a la taza de café como si fuese mi tabla de salvación. Miro a Grace y ella me sonríe, ajena a que este tipo acaba de abordarme de un modo que me asusta.

–¿Qué podría interesarme de ti? No te conozco de absolutamente nada.

–De mí no –aclara. Frunzo el ceño –. Conozco a alguien que está al tanto de tu situación y que podría ayudarte.

–¿Mi situación?

–Tu situación económica. El hospital de tu hermana –añade, tensando cada músculo de mi cuerpo –. Las deudas y demás... ¿entiendes?

Aprieto los labios y me muestro comedida. Que haya mencionado a mi hermana no me gusta ni un pelo, pero que haya dicho que puede ayudarme capta toda mi atención.

Claro que nada es gratis en esta vida y sé que no debería fiarme.

–¿Cómo podría ayudarme?

–Saldando tus deudas y asegurándose de que tu hermana nunca quede desamparada por causas económicas en el hospital. También estamos al tanto de su enfermedad. Es un asunto delicado el suyo ¿no es así?

Nerviosa, doy un trago al café.

–¿Y quién es esa persona?

–No puedo decírtelo a menos que aceptes llegar a un acuerdo.

–Explícate, por favor.

Él asiente y, en ese momento, Grace se acerca a la mesa ofreciéndole café. Le sirve en una taza y se marcha, mientras ella me mira como si creyera que estoy teniendo algún tipo de cita con este tío.

Qué equivocada está.

Todo esto es tan extraño.

¿Estoy soñando acaso? ¿Es esto una mala pesadilla? ¿O es cuestión de suerte? ¿Algún buen samaritano que quiere ayudarme por razones que desconozco debido a lo mal que lo estoy pasando?

No creo en eso último. Yo nunca he tenido suerte. Jamás. Sigo pensando lo mismo, y es que nada es gratis ni nada suele ser lo que parece, ni siquiera cuando parece tan bueno para ser cierto.

–¿Qué quiere de mí? –pregunto en cuanto Grace está lo suficientemente lejos.

El tal Matthew ladea cautelosamente la cabeza y, sin dilación, lanza la bomba.

–A ti.

El aire se me escapa y no soy capaz de retenerlo.

–¿A mí? –pregunto, desconcertada.

–Verás... esto es un poco complicado de explicar. Pero tengo entendido que eres una mujer inteligente.

Si está incómodo no lo demuestra. Pero yo, a juzgar por lo que acaba de decir, me incomodo mucho. Muchísimo. No sé si me gusta el cariz que creo que va a tomar la conversación.

–Pues vas a tener que ser más claro. ¿Qué quieres decir con que me quiere a mí? ¿A qué te refieres?

–Te quiere a ti como mujer –especifica.

Mis sospechas que no creía posibles se confirman y un bufido ahogado brota en mis cuerdas vocales.

–¿Qué clase de broma es esta? –le espeto, ofendida –. ¿Te has vuelto loco?

–En absoluto.

Su contundente seriedad no es más que una mera certeza de que no bromea. De ninguna manera. Habla totalmente en serio.

Noto que la sangre me abandona un instante y, cuando regresa a mi torrente sanguíneo, me mareo.

Miro con mala cara al tal Matthew y noto que me tiembla la garganta.

–¿Tu amigo quiere pasar una noche conmigo a cambio de... de pagar mis deudas y el hospital de mi hermana? –pregunto casi sin aliento.

Él niega con la cabeza. Mi desconcierto aumenta. ¿Qué he entendido mal, entonces?

–No exactamente una noche.

–¡Ah! –exhalo nerviosamente –. ¿Más?

–Sí.

Bufo, indignada.

–¿Es que quiere que sea su puta de cabecera o algo así? Pero ¿por quién me habéis tomado? Si esto es una broma ¡no ha tenido ninguna gracia!

Me levanto de la mesa y, sin pensarlo, lanzo el café a la cara de ese desvergonzado.

–Dile a tu amigo que se meta su ayuda por el culo –le gruño con los dientes apretados. Está tan sorprendido por cómo acabo de arrojarle el café ya tibio a la cara que no mueve ni una pestaña –. No soy ninguna prostituta ¿me oyes?

¡Valientes cerdos! Serán... ¡serán cabrones! Y, encima, es tan cobarde que me manda a su amigo. Ni loca aceptaría algo así. A saber qué harían conmigo y, entonces, ¿qué sería de mi hermana?

Si me ocurriese algo entonces quedaría totalmente desamparada y eso sí que no me lo puedo permitir.

Ante la mirada atónita de los clientes y de Grace por lo que acabo de hacer, salgo apresuradamente de la cafetería. Me echo a correr. Corro sin mirar atrás hasta que me duelen los gemelos y, cuando cierro la puerta del portal del edificio de Savannah detrás de mi espalda, suspiro, sabiéndome, al menos por el momento, a salvo.

¿Qué ha sido eso?

¡Es surrealista!

Entro en el pequeño estudio de Savannah y me tiro en el sillón, mi cama habitual cada noche desde hace casi un año. Entierro la cara en las manos y sufro sin remedio por los hechos que acabo de vivir.

Maldito dinero.

Si tuviese dinero no tendría que estar pasando por estas cosas ni soportar que imbéciles se crean que pueden comprarme con él a cambio de... de... Dios... qué horrible ha sido.

Me echo a llorar. Después de tantas semanas, al final, mis ojos ceden y lloro como hacía semanas que no lo hacía.

¿En qué clase de mundo vivimos que un hombre se atreve a hacerle semejante proposición a una mujer? Joder, me considero una persona decente. Y tengo dignidad. ¿En qué cabeza cabe que me prestaría a semejante historia?

Confío en mí. Confío en la vida y sé, que aunque me ha tratado mal y nunca he tenido suerte, estoy a tiempo de encontrar una solución. Tiene que haber una solución.

Mañana tengo un par de entrevistas y... en fin. A quién quiero engañar. Lo más probable es que mi vida siga hundiéndose como el Titanic aquella noche de 1.912.

Meto la mano en mi abrigo para sacar mi teléfono. Necesito llamar a Savannah y contarle lo ocurrido. Necesito que mañana me acompañe a trabajar.

¿Y si ese loco sigue ahí fuera, esperando para tratar de convencerme?

Sin embargo, me detengo al notar algo extraño en mi bolsillo. Hurgo y saco algo. Un papelito. Una nota.

Este es mi número de teléfono. Llámame si cambias de opinión, por favor. Es un acuerdo beneficioso para ti, Valerie. Recuerda que la vida de tu hermana depende de ti; Matthew Blackburn.

Temblando, más lágrimas salen de mis ojos. ¿Cómo se atreven a utilizar el delicado estado de mi hermana para chantajearme emocionalmente para que acceda a sus caprichos?

No pienso ser la puta de ningún maldito desgraciado, quizás algún viejo horrible que necesita recurrir a este tipo de tretas para acostarse con jovencitas, de ninguna manera.

Me seco las lágrimas y me quito el abrigo. Guardo la nota a buen recaudo. Como ese tipo se atreva a acercarse a mí de nuevo lo pienso denunciar ante las autoridades.

Me doy una ducha y, cuando llega Savannah, le cuento lo ocurrido.

Esa noche duermo con ella, en su cama, mientras me acurruca y me consuela.

Mi amiga es mi bálsamo.

Mi vida... una desgracia.

Weiterlesen Nächstes Kapitel
Weitere Empfehlungen

Michelle Joan: Excellent Read so excited for the sequel

Mharms: It is nice that it is a serial of stories, book to book. The storyline is fast moving through history.

Mharms: I like the storyline following in the numbered books. This makes an interesting narrative. All adults would enjoy reading.

Mharms: I liked that the story line is in continuous book to book form. It makes a compelling history to follow. Very interesting.

Tammy L: It was really good. Short and sweet.

annizimmermann: Ich finde die Handlung und die Charaktere großartig beschrieben. Man hat die einzelnen fiktiven Personen schnell lieb gewonnen. Den Schreibstil der Autorin finde ich auch sehr gut. Bis auf ein paar kleine Flüchtigkeitsfehler, die man ihr aber gerne verzeiht, finde ich diesen Roman alles in allem,...

Kaytlynn Shamhart: This book had me crying and throwing things around

camila andrea: en general me a gustado todo desde la trama asta como se desenvuelve todo y creo que me encanto y que la autor/a tiene una muy buena imaginación 🤭🤭 y yo se lo recomendaria a mis amigas para que se entretengan y se envuelvan en esta trama que me parece buena y que me quede asta las 2 de la mañan...

Betty: Très beau livre .j adore je suis à fond dedans

Weitere Empfehlungen

Jennifer Leigh Anne Ciliska: Wow!! Loved it!! Thank you for sharing your story with me

Madlen: Bitte ich möchte mehr lesen ,je frecher und geheimnisvoller desto besser

Jessie Dean: This was a very touching book. The writing was great and I loved the characters and plot.

marilyn: It's awesome to hear about all these shifters finding their fated mates. I can't wait to hear more about them. I also want to hear about the cubs. And for Daryl to find his mate.

Über uns

Inkitt ist der erste lesergesteuerte Verlag der Welt und bietet eine Plattform, um verborgene Talente zu entdecken und sie zu weltweit erfolgreichen Autoren zu machen. Schreibe fesselnde Geschichten, lese bezaubernde Romane und wir veröffentlichen die Bücher, die unsere Leserinnen und Leser am meisten lieben, auf unserer Schwester-App, GALATEA und anderen Formaten.