1. AÑORANZA
Celine lloró por semanas como si alguien muy importante hubiera muerto en su vida. Solo entonces se dió cuenta de la intensidad de sus sentimientos hacia Maxwell.
Hubo momentos en los que deseó, a pesar de todo, buscar una oportunidad de volver a estar a su lado sin importarle en qué condiciones. Especialmente después de ir a la oficina y subir por ése ascensor donde se encontraron tantas veces; donde con solo saberlo a su lado, sin hablar, su cuerpo entero conoció el deseo que arrebataba la razón.
Se rodeaba inútilmente con los brazos buscando consolarse, mientras veía que el ascenso se volvía interminable y el sosiego no llegaba a su vida. Jamás volvería a sentirse en paz.
Era imposible no llorar una y otra vez por un hombre que solamente buscó inducirla al placer más exquisito que había experimentado, con sus caricias y sus labios.
Fueron pocos los encuentros, pero tan intensos, que en momentos de locura se preguntaba qué más pudo haber aprendido con él.
Luego de llenarse nuevamente de deseos venía la tristeza y de inmediato la rabia.
Fué presa fácil de sus apasionados avances, supo mirarla, escucharla, decirle palabras dulces y hacerle pensar que podría ser mucho más intenso de lo que hasta ese momento había conseguido como repuesta de ella.
Su amor por él renacía cada día y cuando oscurecía, en la soledad de su habitación, donde por primera vez probó la droga de su piel, de su sexo, rogaba y suplicaba porque la vida le diera una oportunidad. Ansiaba que Maxwell le dijera que todo lo que pasó ese día y ésa maldita noche fueron tan solo una pesadilla, pero no estaba cerca.
Anne desconocía la razón por la que no se fué con él y pensaba que era por haber decidido quedarse a terminar sus estudios. Cuando le preguntó a Celine, ella se lo confirmó.
Ni siquiera había vuelto al periódico. Sentía vergüenza después de que Harry comprendió lo que pasó entre ellos con esa apasionada despedida en el hospital. No deseaba arruinar su felicidad al lado de la mujer que amaba y con quien esperaba su primer hijo.
A veces la invitaban a su departamento, pero se negaba después de que la primera vez que estuvo allí escuchó a Daniela comentar que Maxwell no era de los que se sentaba a pensar demasiado en aquellas cosas que pudieran afectarle, que era un hombre que había optado toda su vida por simplemente seguir adelante, que solamente le importaban sus metas profesionales; que a pesar de su frialdad era un buen tipo que le daba el valor a las personas mientras estuvieran en su vida, pero una vez que salían se olvidaba de ellas.
—Entonces ¿no crees que se haya enamorado de Celine?
—No lo sé. Max es un tipo perverso en muchos aspectos, algo narcisista. La única vez que creyó estar enamorado y no funcionó, no luchó por recuperar a la persona. Simplemente la dejó ir, creyó que ella no lo merecía, aunque no lo culpo.
—Celine es tan inocente que seguramente se sintió deslumbrada de que alguien como Max se interesara por ella.
—Sí, Maxwell es un tipo abrumador en el sentido que quieras verlo. Sabe lo que quiere, es atractivo, rico, seductor. Celine debió impresionarse demasiado —recordó su tristeza aparentemente invisible para los demás—. Debería tomar una terapia para superar el trauma de haber vivido esa aventura que podría marcarla siendo tan sensible.
Celine respiró profundo. Cerró los ojos con fuerza. Tenía razón, cada día era más terrible. Podía sentir cómo crecía el dolor y el despecho.
—¿Cómo está Max ahora? No he querido hablar con él.
—Finalmente la abuela D’Angelo dejó casi todos los negocios bajo su mando, pero sabes que mientras no cumpla con el requisito de tener una residencia fija en el país no lo heredará en vida. Creo que además hay otra cláusula que exige, pero jamás me ha querido decir cuál es —señaló Daniela pensativa.
—Ha de querer que se case con alguna chica de la élite que le rodea, alguna italiana.
—No lo dudo. Siempre me pregunté de dónde sacó Maxwell los defectos de su carácter. Mientras fuí su terapeuta, nunca me habló de su abuela, pero cuando la conocí fué como estar ante Cruella DevilleyMaléficajuntas.
—¿Tan mala es? —inquirió Harry divertido.
—Es una mujer bellísima, impresionante. Emana autoridad y poder en cada poro. No puedes creer que se trate de una anciana. Es increíble la fuerza que aún tiene.
—La conozco en fotografías. Sin embargo, aún con los defectos que pueda tener, ha sido una gran influencia en él.
—Fué la única que asumió el reto de criar a Maxwell después de la muerte de sus padres, luego de que los tíos no pudieron controlarlo —recordó Daniela—. Tal vez no lo sepas, pero se metió en muchísimos problemas, muy serios gracias a un mafioso.
—¿Hablas de Bruno, su padrino, el miembro de la cosanostra?
—No lo menciones, Max siempre ha puesto distancia entre ellos. Fué un adolescente muy rebelde. De alguna manera el carácter terrible de su abuela lo ayudó a encontrar su camino, tal vez no en lo emocional o amoroso, pero sí como profesionista.
—No entiendo de verdad que pasó. Max es un gran amigo. Siempre directo y leal.
—Es verdad, es el mejor y jamás te va a dejar, pero en la cuestión amorosa es un caso peculiar.
—Lo único que espero es que Celine se olvide de él porque sé que en el fondo aún lo extraña y no dudo que siga muy enamorada. Tanto que se niega a rehacer su vida.
La rubia supo que debía hacer cambios, no quería seguir dando lástima. Tenía que abandonar su mundo mágico, ése que Maxwell se esforzó tanto en penetrar y derrumbar.
Él prometió regresar en diciembre y sabía que los Philips, invitarían a su hermano y a ellas a su viaje de una semana, en donde la odiosa Nicoletta estaría presente, tratando de atrapar a su hermano.
Días después de escuchar esa conversación se encontró sentada en la sala de espera de la revistaStars&Sparks.
Miró frente a ella la entrada a la oficina de Sophia Vitti, la secretaria le estaba abriendo la puerta.
—Adelante, señorita Díaz.
La chica hizo un gesto nervioso con los labios. Era difícil convertirse en una mujer de piedra por causa de un mal amor.
Vió a la distinguida mujer tras el escritorio que se levantó al mirarla. Una gran sonrisa se dibujó en sus labios.
—¡Celine, qué gusto me da verte!
Llegó hasta la jovencita y puso las manos en sus hombros para besarla en ambas mejillas.
Se dió cuenta de que no estaban solas. Había otra mujer que le pareció conocida.
—Hola Celine, por tu cara veo que no me recuerdas. Soy Vanessa Ferragni.
—Una de las amigas de Maxwell —recordó al fin con incomodidad.
—Cariño, no todas las amigas de Maxwell compartimos su cama —señaló Sophia divertida, percibiendo el tono sutilmente amargo en su voz.
—Disculpen, no quise que sonara así.
—Ambas sabemos lo que te pasa —comentó Sophia mirando su aspecto, al igual que Vanessa. Celine se puso inquieta—. Estás nerviosa, linda —agregó aclarando sus pensamientos dándole un respiro—, pero no hablemos sobre eso porque lo que nos interesa es sentarnos a negociar contigo.
Celine se sentó ante el escritorio de Sophia quién volvió a retomar su lugar y a su derecha quedó Vanessa.
—Eres realmente hermosa —dijo la mujer a su lado—. Espero que de verdad logremos interesarte en nuestro plan.
—Desde que te vi en aquella gala de los premios Phillips me dije: esa chica tiene potencial como modelo. Eres alta, delgada, tienes una piel perfecta, porte natural y sumamente hermosa.
—¿De éso se trata el negocio?
—Así es —respondió Vanessa mirándola a detalle, sabía que la incomodaba un poco—. No estoy hablando de ti como modelo de pasarela, aunque tienes muchos atributos para ser una, tal vez más adelante, si así lo decidieras podríamos buscar una oportunidad y sé quién te la daría con los ojos cerrados.
—Un momento, ¿quieren que sea modelo? ¿Modelo de qué?
—Yo te quiero en mi revista.
—Y yo quiero llevarte más allá de las fronteras.
Celine las miró a ambas con desconcierto.
—¿No hay desnudos en esto o sí?
—¿Tienes algún problema con tu cuerpo? —inquirió Vanessa.
Celine se llevó una mano a la oreja derecha y apartó el cabello que la cubría con nerviosismo.
—No pienso, ni deseo desnudarme por cuestiones artísticas, así que no puedo aceptar lo que pueda afectar mi carrera como bailarina en el futuro.
—¿Eres bailarina? —inquirió Vanessa asombrada.
—Una magnífica bailarina, dijo Maxwell.
Ese nombre causó estragos en la chica. Su rostro se tensó duramente.
—Si, y soy maestra de ballet —volvió a relajarse—. Trabajo con niños.
—Wow qué interesante —musitó Vanessa—. ¿Y tienes tu escuela de danza?
—Aún no. Primero debo prepararme académicamente lo mejor que pueda.
—Eso me agrada —dijo Sophia—. Una cara hermosa y un cerebro detrás.
—Creo que nos vamos a entender muy bien —aseguró Vanessa con una sonrisa—. Ahora escucha nuestras propuestas, después te irás a casa, las analizarás y en verdad deseo que lo tomes en cuenta si quieres lograr tu sueño.
—Si pagan bien y no tengo que desnudarme no creo que haya mucho que pensar.
Las mujeres se miraron la una a la otra descubriendo que la chica solo tenía cara de niña buena, porque su mente estaba bien plantada.
Maxwell hizo una mueca odiando estar tan lejos por caprichos de la abuela. Logró engañarlo todo el tiempo fingiéndose enferma cuando en realidad estaba más sana que nadie que conociera. Solo se sometió a estudios de rutina.
Faltaban tres meses para Navidad. Nicoletta le dijo que invitaría a Joseph a pasar los días con ellos, aún cuando sabía que insistiría en llevar a su odiosa hermana, quien había estado saliendo con Michael después de que se recuperara y saliera del hospital. La noticia estuvo a punto de hacerlo regresar, pero no quería acabar con su primo. Tal vez era una exageración de Nicoletta. Tenía que serlo.
—Mina, sei la peggior nonna del mondo...—dijo Maxwell, mientras cenaba con ella en un lujoso restaurante de Roma. La veía sentada ante él, tan tranquila y deslumbrante como siempre. Era sin duda la envidia de muchos en ese lugar.
—Ediventiognigiornopiùdeboleemanipolabile.Seiinnamorato,miodemone?
(Y tú te estás cada día más débil y manipulable. ¿Estás enamorado demonio mío?)
—Solo estoy cansado. Entre tu negocio y el mío no he parado de viajar.
—Ya te prometí tu semana de descanso en Navidad. ¿Irás con Philippa? ¿A pesar de lo que pasó con Michael? Me intriga tanto interés por volver cuando hace un año juraste que no lo harías más.
—Tengo algo pendiente que arreglar.
—¿Quieres que le pida el favor a Bruno? Con gusto te quitará ese dolor de cabeza.
Maxwell se rió.
—No hablo de Michael. Lo odio ahora como nunca, pero no para matarlo. Aunque a veces lo deseo.
Mina sonrió tomando su copa.
—Yo lo haría. Ese idiota no ha entendido que no debe meterse contigo.
—Nonna,seifamiglia.
—Mía no. Es un miserable.
—Michael es tan... —le costó trabajo hallar las palabras.
—Poca cosa... —señaló por él.
—Si, y a la vez es tan dañino que quisiera pisotearlo para acabar con él, pero me detiene Philippa.
—¿Qué te hizo ésta vez? ¿Otra mujer? —Maxwell guardó silencio.
—Una chica... una muy joven... muy especial... —dijo pensativo, saboreando su recuerdo.
—¿Te la quitó?
—No lo sé, por éso quiero regresar.
—Mmh mio demone, estás enamorado.
Maxwell la miró tenso.
—No lo sé ahora. Sabes que nosotros, tú y yo, no nacimos para atarnos a nadie.
Mina sonrió satisfecha.
—Así es. Me alegra que lo tengas tan claro.
—Tal vez me frustra porque no pude cumplir mis planes con ella. Tenía tantas ideas —mencionó apasionado, terminando la frase con un toque de amargura y frustración.
—Ideas sucias, supongo.
Maxwell se rió sarcástico.
—Hubiera sido perfecto, pero me hice demasiadas ilusiones. Ella jamás dejará de ser una niña y lo más paradójico es que por ese mismo motivo me encanta. Es simplemente un pecado hecho mujer, es tan... —se mordió los labios quedándose sin palabras.
—Esa niña necesita una lección.
Maxwell tomó su copa y brindó con su abuela. Chocaron las copas y bebieron.
—Y así será nonna.