1. Introducción
El fin de semana soñado, la noche más esperada, la discoteca dónde solo gente famosa y millonarios pueden entrar...
¿Qué puede salir mal?
A perspectiva de mis dos mejores amigas y yo; todo va según lo planeado.
El Edén es el club más importante de la ciudad, entrar aquí nos ha sido fácil gracias al vigilante de la entrada, un enorme gorila que hemos conocido en el restaurante donde trabajamos.
Sabina siempre ha sido coqueta, la única que ha perdido la virginidad con un novio del instinto... La ha dejado hace unos meses, él es muy tóxico y ella muy... ¿Cómo decirlo sin ofender?
Mejor dejémoslos en que él es tóxico.
Megan es más bien la más sensata de las tres, ya sabéis lo que quiero decir, es de aquellas personas que piensan muy bien las cosas antes de hacerlas, por lo que este viaje no sería lo que es, de no ser por lo bien que lo planea todo.
Y yo...
Soy Jun, tengo diecinueve años y esta es la primera vez que mi madre me deja pasar un fin de semana fuera de casa.
Los gritos de las chicas al llegar a nuestro privado se mezclan con la música que inunda todo el espacio. Sabina levanta la botella de whisky, yo le acerco las copas, brindamos, reímos, nos emborrachamos, y todo se vuelve tan a nuestro alcance, que bailar entre millonarios y famosos se vuelve un sueño real.
Sabina se pierde en la pista, Megan y yo nos quedamos a bailar, rechazamos invitaciones y solo disfrutamos el momento. Hemos venido a pasarlo bien y no a ligar con nadie.
Hace tanto que no me siento libre, que cuando Sabina aparece con una nueva botella de alcohol, soy la primera en beber a morro.
Se siente diferente cuando no se mezcla con una gaseosa, y el subidón es euforia en su máximo esplendor.
El alcohol me hace perder la noción del tiempo, así que cuando volvemos al privado y somos más tres...
Bailo con el tipo que me presentan, me divierto, disfruto y pierdo toda cordura...
***
Algo truena en mi mente, como un reclamo, una advertencia...
Abro los párpados, el sabor a alcohol todavía persiste en mis papilas gustativas...
¡Espera!
Detallo el espacio, no reconozco el lugar, ladeo el rostro y...
¿Qué coño he hecho?
¡Dios mío!
Ni siquiera sé quién es el tipo que yace desnudo en la cama, pero no paso por alto la magnitud de la erección que tiene... Subo la mirada a su rostro, tiene una brecha en la ceja, otra el labio superior, aun así parece demasiado guapo para ser real...
¡Estoy soñando!
Levanto un poco la sábana, y me percato de que estoy completamente en bolas.
«¡Mierda, Jun! Es por esto que no te dejan salir de casa».
Salgo de la cama sigilosamente, camino de puntillas buscando mi ropa, la cual me coloco en el baño. Tomo mis zapatos en la mano, y doy con la salida.
Respiro hondo cuando reconozco el pasillo del hotel, bajo de la última planta a la segunda, me doy prisa en encontrar la tarjeta de mi habitación.
—¡Abre maldita puerta!
Por más que lo intento, no consigo abrirla, hasta que la puerta anexa se abre, Megan me mira con el ceño fruncido.
—¿Se puede saber qué haces?
Observo el número de la tarjeta, luego me percato de que me he equivocado.
—Creo que sigo borracha...
—No me extraña... ¿Y dónde coño estabas? —me reclama. —¿Y dónde está Sabina?
Me encojo de hombros, más bien me apresuro a acceder a la habitación y cerrar a la mayor brevedad.
Tomo asiento en el sofá, intento hacer memoria, pero apenas recuerdo nada.
Nada de nada.
—Creo que me he acostado con alguien... —murmuro.
—¿De verdad? —se sorprende.
—¡He amanecido desnuda con un tipo que ni conozco!
—Sabi y tú os pasasteis con el alcohol, luego desaparecisteis y me dejasteis sola... —suena resentida.
—¡No es un buen momento para tus reproches! ¡Acabo de tener mi primera vez y ni siquiera lo recuerdo!
Hace una mueca, toma asiento a mi lado y me acurruca entre sus brazos.
—¿Cómo te sientes?
—¡No lo sé! ¿Cómo he podido acostarme con alguien que no conozco?
Me siento decepcionada de mí misma... Ni siquiera Sabina es tan irresponsable como yo, la cual aparece a los pocos segundos.
Su expresión es muy distinta a la mía, porque seguramente ha follado sabiendo con quién y por qué... Yo ni siquiera recuerdo; por qué demonios le he entregado mi virginidad a un desconocido.
—¿Ha muerto alguien?
—Jun lo ha hecho...
A Megan no le da tiempo a dar toda la información cuando, Sabi se abalanza sobre mí.
—Siento llegar tarde, pero es que ese hombre no quería soltarme...
—No recuerdo al tipo, o sea; no sé quién es.
Se miran, hacen una mueca de lamentación y vuelven a acapararme en un nuevo abrazo.
—Yo es que ni sabía volver al hotel...
—Yo, después de que desaparecierais, volví al hotel.
—Se hospeda aquí, está en el último piso.
—¿De verdad? ¡Podrías haber empezado por ahí. ¡Levanta el culo y averigüemos quién es ese tipo!
En medio del drama, la sinvergüenza de Sabin, me obliga a levantar y a caminar, accedemos al ascensor, es ella la que le da al botón, mientras que Megan solo me acurruca entre sus brazos.
—Hueles a perfume caro —me susurra.
—Y a sudor —musita Sabin. —Hay que bañarse después de follar.
—No la atosigues, que bastante tiene con lo que ha hecho...
Y aquí es donde todo empieza a torcerse, cuando el ascensor se abre y se deja ver a una decena de hombres, los cuales nos impiden el paso nada más salir del elevador.
Megan y yo retrocedemos, pero Sabin se hace paso discutiendo con ellos. Intento reconocer al tipo entre todos ellos, pero no está.
—¡El tipo que ha desvirgado a mi amiga está ahí dentro! —le reclama.
Todos clavan sus ojos en Megan y en mí, intento alisar mi expresión, llevada por el bochornoso momento. Empiezan a murmurar entre ellos, y finalmente: le extienden un sobre.
—Por las molestias —le dice. —Ahora largo o te meterás en problemas.
Es Sabin, ¿Qué sabe ella de problemas?, nada. Está dispuesta a pelear por mi virginidad, como no lo ha hecho por la suya...
—Por favor, haz que pare —le pido a Megan.
Acude a sacar a Sabin de entre los gorilas que la rodean, aun así, grita a los cuatro vientos como una maldita loca.
—¡Solo queremos verle la cara a ese cobarde!
Después de eso, todas las expresiones se endurecen, lo que hace que Megan tome la decisión de arrastrarnos hacia el interior del ascensor y bajar de nuevo.
Nos quedamos las tres en silencio, incómodas, decepcionadas... Yo más que ellas.
—Me escuece la vagina... —me quejo.
—¿Has usado condón?
—¡Sabi, ya ha dicho que no se acuerda! ¡Déjala en paz!
Agradezco la discusión absurda que se desata entre ellas, hasta que se hace el silencio y me veo obligada a mirar.
—¡Qué es esto! ¡Jun, mira esto!
Saca los billetes del sobre, miles de dólares que le devuelven la alegría a su rostro y angustian el mío.
He perdido la virginidad con a saber quién y encima, me paga como a una prostituta.
—Debe ser alguien importante —determina Megan.
—Alguien que me ha tomado por una puta.
—Míralo por el lado positivo, a mí no me dieron nada...
—Eso no tiene nada de positivo —lamento.
Nuevamente, se acercan a mí, me envuelven en un abrazo de tres, cosa que me hace suspirar.
—No lo recuerdas, así que es como si no hubiera pasado, ¿verdad, Megan?
Megan asiente, pero sé lo que piensa; soy una irresponsable. Nunca debí venir a la ciudad, ni ir a esa discoteca, ni salir de casa... Ni acostarme con ese tipo.