1. HABLA O MUERE
Los Ángeles, CA.
—Estoy tan cansado de ustedes —dijo Maxwell jugueteando con una bala entre los dedos—. Más que familia han sido una carga, una maldita peste —susurró con calma, sorprendiéndolo en su departamento.
Michael había llegado esa noche y se topó con la sorpresa de que su primo estaba dentro. ¿Cómo había ingresado si no tenía llave y los dispositivos de protección eran modernos?
La respuesta llegó rápidamente cuando los miembros de su seguridad fueron traídos ante él con poca delicadeza y sentados en sillas del comedor para ser de inmediato atados con cinta adhesiva negra. Eran dos hombres de aspecto rudo y callado, seguramente eran matones de Bruno, su padre.
Maxwell estaba sentado en una butaca cercana. Llevaba puesto un traje gris a medida, una camisa blanca de la casa de moda de su nonna y zapatos brillantes de un diseñador exclusivo que solo las altas élites conocían. Lucía tan fresco y pulido como siempre. Su cabello peinado de lado con cuidado estaba ligeramente rígido, incluso podía oler su perfume Dolce & Gabbana, era tan típico de él oler bien para atraer a las mujeres.
Los tipos que lo acompañaban, además de atar a los de seguridad, sellaron sus labios con cinta adhesiva gris.
Michael sonrió con desgano para ocultar el miedo que empezaba a crecer en su interior, podía sentirlo en la manera en que aspiraba despacio el oxígeno a los pulmones.
—¿Y por qué sigues en el negocio familiar? —lo cuestionó haciendo tiempo—. Jamás debiste aceptar continuar con mis padres, si tanto me detestas —se aflojó la corbata del traje negro.
—Negocios son negocios —respondió con camaradería, elevando la bala a la altura de sus ojos— y créeme que tolerarte no es tan difícil como piensas —lo miró indolente, con un leve encogimiento de los hombros anchos—, porque simplemente eres poco menos que un microbio —le puso su atención endureciendo la mirada— al que podría pisotear cuando se me dé la puta gana, como en este momento.
Michael se enderezó sintiendo un gran peso en la nuca. Pasó saliva discretamente.
—Siempre dices lo mismo —sonrió con desgano. Esa bala en sus manos lo intrigaba cada vez más—. No me asustas. No entiendo por qué estás aquí.
—Claro que sabes por qué estoy aquí — dijo Maxwell empuñando el proyectil para apoyarse en los descansabrazos y levantarse.
Se alisó el saco y siguió manipulando la bala de alto calibre. Luego la movió entre los dedos de la mano derecha.
—Vine a hacerte unas preguntas —se movió un poco al frente, hacia él—. Dependiendo de lo que contestes podrás ver el nuevo día o no.
Michael se quitó el saco con calma para quedarse solo en camisa y la corbata floja. Nuevamente, pensó que estaba jugando a hacerse el macho. Lanzó el saco sobre un sillón.
Su primo lo observó ir al bar por una copa, mientras se aflojaba la corbata hasta eliminarla, sacándola por la cabeza.
—Pregunta lo que quieras y lárgate —murmuró enfadado.
Maxwell miró a sus hombres. Uno de ellos llegó a su lado y sacó del interior de su saco un arma, enseguida una pieza adicional.
Michael dio media vuelta y sintió que la boca se le resecó al ver la pistola con silenciador. Max la tomó y la armó con calma, fácilmente.
—Maxwell —comenzó a dudar que tuviera ganas de jugar o asustarlo—, no es para tanto. Ya te dije que preguntaras lo que quisieras —fingió armarse de valor.
Max probó la mira. No era la primera vez que usaba un arma y esa habilidad se la debía a Bruno.
—Pregunta número uno —bajó el arma—. ¿Dónde está Celine?
Michael frunció el ceño viendo la pistola descansar a un costado de su cuerpo.
—¿Qué? —dijo sorprendido.
—Tú la ayudaste a salir de casa de la nonna —le recordó un video que vio—. ¿Dónde está?
Michael sonrió nervioso.
—¿Me estás diciendo que en verdad te abandonó?
Maxwell aspiró profundamente cerrando los ojos, dándose una paciencia que se terminó una semana atrás. Levantó el arma para apuntar.
—Olvidé decirte que por cada respuesta estúpida te daría una lección.
Michael frunció el ceño, enseguida gritó cuando le disparó y rompió el vaso de licor que sostenía, rozándole el dedo índice con la bala.
Saltó a un lado nervioso, mirando la sangre que corría por su mano.
—¡Maldito idiota! ¡Mira lo que hiciste! —le reclamó asustado de verdad—. ¡Me disparaste!
—Perdón —contestó Maxwell fingiendo pesar—, fallé —dijo descansando los brazos a los costados.
Michael, que había estado de lado cuando le disparó, lo enfrentó solo para ver con terror que Maxwell levantaba el arma para soltar otra bala.
Michael gritó más fuerte cuando le dio en la rodilla.
—¡Maldita sea! —. De inmediato, se dobló al sentir que le rompió el hueso cuando lo atravesó.
Maxwell se le acercó dando unos cuantos pasos. Su gesto era tan frío, tan vacío, que por primera vez Michael comenzó a preguntarse si debió parar en algún momento.
—¿Dónde está, Celine? —lo cuestionó sin perder la serenidad.
—¡No sé! —respondió alterado, quejándose ante el ardor que lo quemaba cada vez más.
Max acercó la pistola a su cabeza y le disparó rozando su mejilla. Su primo gritó llevándose las manos al rostro, sin imaginar que de inmediato recibiría otra bala una vez más en la rodilla.
Michael gritó entrando en pánico total.
—¡Maldito capo, hijo de perra! —gritó temblando—. ¡No sé dónde carajos se metió! —exclamó exaltado—. ¡Hace unos días llamó a Vicky y le dijo que la dejara en paz, que ya no quería saber de nosotros! —estaba rojo de dolor y coraje—. ¡De nadie, ni de su familia!
Maxwell vio que lo tenía por fin donde deseaba: siendo honesto.
—Anne dijo que no ha hablado con ella desde que se fue contigo y la imbécil de tu novia —señaló su voz grave y amenazante—. ¿Dónde está, Celine? —insistió y le rozó la cabeza herida con la punta del arma—Te lo pregunto por última vez —se inclinó hacia él.
Michael tenía la cabeza agachada.
—Jamás volverá contigo —lo empujó, mirándolo con un gesto de triunfo que hirvió la sangre italiana de Max.
—Ay primo —cortó cartucho y le apuntó a la sien.
—¡Nicoletta sabe dónde está! —gritó entrando, cayendo en la desesperación total. Se cubrió la cabeza con las manos y cayó sentado sobre un costado del cuerpo.
Maxwell tensó la mandíbula.
—Gracias por la información.
Iba a retirarse cuando apareció Vicky y soltó un grito al ver la sangre al lado de Michael.
—¡Michael! ¡Maxwell! ¿¡Qué hiciste!?
Corrió hacia el hombre herido, pero antes de llegar fue detenida bruscamente por un guardaespaldas.
Maxwell la miró con indiferencia.
—Así que tú eres cómplice de Michael.
Vicky lo desconoció por completo. Su rostro parecía de piedra, no había emoción, no había ningún gesto al hablar que delatara su pensar.
—¡Eres un desgraciado! ¡Cuando le cuente a Celine lo que hiciste te va a odiar más!
Su llanto desesperado no le importó.
—La desgraciada eres tú que te hiciste pasar por su mejor amiga durante todos estos años y lo único que lograste es que se alejara de mí por causa de un malentendido que no me dieron tiempo de aclarar.
—¡Sigo siendo su mejor amiga! —aseguró la pequeña castaña alterada y envalentonada.
Maxwell apretó sutilmente los labios. Cómo deseaba tomar su pequeño cuello y apretarlo hasta que dejara de respirar.
—Una buena amiga —dijo con voz ronroneante y peligrosa —jamás te aparta del amor de tu vida —dio un paso hacia ella aun sosteniendo el arma—, una buena amiga —llegó a la chica que veía cómo movía la mano armada— no le llena la cabeza de miedo a su amiga —le apuntó en la sien, paralizándola—, no la incita a que se vuelva una mierda como lo eres tú, como lo es él —apuntó a Michael y soltó un disparo haciendo saltar a ambos—. Son tal para cual.
Vicky gritó aterrorizada.
—¿Y tú qué eres? ¡Maldito matón!
Su mirada cargada de miedo y una falsa rabia reafirmó el desprecio de Maxwell por ella.
—Vámonos, ya me cansé de esta peste.
—¡Te hice una pregunta, Maxwell! —gritó Vicky poniéndose frente a él.
—Mi único delito fue no alejarla a tiempo de todos ustedes.
—¡Le mentiste, la engañaste!,
¡Quisiste usarla como vía para conseguir la herencia de los Philips y tu abuela! ¡No tenías ningún derecho de lastimarla así!
—Ladrón —susurró Michael adolorido.
Maxwell lo miró con náuseas.
—Yo al menos sé de dónde provengo: Una puta y un capo. En cambio, tú...
Michael lo miró con infinita amargura. Era verdad. Desde que lo supo se volvió un dolor que jamás superó y cuando llegó Maxwell a su casa, con los que creyó eran sus padres, después de sentirlo como un rival y provocarlo hasta llegar a los golpes, Filippa le confesó que era adoptado, él y Nicoletta, quien ni siquiera era su hermana. Odió darse cuenta de que era aún menos que Max.
Cuando Maxwell fue enviado a un internado, su odio se centró en Nicoletta. No hubo un solo día en que no la hiciera llorar o la menospreciara por ser igual que él, los hijos de nadie, a los que nadie quería realmente.
Sin embargo, cuando la nonna decidió hacerse cargo de su primo, la mujer se enteró de la situación de Nicoletta que nunca dejó de tener contacto con Max y por quien desarrolló un amor filial que hasta la fecha la hacía considerarlo casi un Dios. Razón para odiarlo más.
Cada día que pasó vio con envidia como ese don nadie crecía en simpatías y la confianza de Calvin. Ante todos aparecía como un hombre perfecto, a pesar de su tendencia a la vida lascivia, estilo de vida en la que él lo metió, con la intención de desviarlo de su perfección. Tan solo consiguió que se volviera el amante con el que sus conocidas soñaban. Era tan detestable.
—Mejor ladrón y no cobarde —espetó Max haciendo a un lado a Vicky con el brazo.
—¡Lárgate Maxwell! —gritó Vicky llorando.
—Ya me voy. Mmm... pero antes de hacerlo te aviso pequeña miseria, que... —la recorrió con desagrado—. No tiene caso. Seguramente ya sabes que Michael jamás va a heredar a sus padres y que además fue el causante de que Johan intentara abusar de tu mejor amiga.
Michael sintió la mirada desorientada de Vicky.
—¿Qué?
—Oh, por cierto —dijo Maxwell entregando la pistola a uno de sus hombres, mientras se encaminaba a la salida arreglándose el saco—. Johan está muerto.
La noticia hizo que el rostro de Michael se desplomara. Fue peor que recibir un baldazo de agua helada.
—No...
Escuchó un sollozo y enseguida los pasos de Victoria yendo hacia él.
—¿Es cierto lo que dijo? ¿Tuviste que ver en el atentado contra Celine?
—¡Lárgate de aquí! —gritó Michael, llorando, manoteándola. No podía creer que Johan estuviera muerto.
—¡Contéstame Michael!
—¡Sí, sí fui yo quien incitó a Johan para que abusara de ella!
Maxwell escuchó un golpe sordo. Vicky abofeteó a su primo.
—¿A dónde vamos, señor? —preguntó el chofer cuando subió al auto de lujo blindado.
—Saldremos del país. Necesito visitar a mi prima Nicoletta.
El chofer asintió.
Maxwell supo entonces que la intención de su prima al guiarlo hacia Michael fue con la idea de que acabara con él. La conocía demasiado. Solo que hasta ahora entendía que su insensible prima había desviado su atención para evitar ser descubierta. Lo único que deseaba era que esa loca no le hubiera hecho daño a Celine. Jamás debió mentirle y si se atrevió a lastimar a su pequeña fugitiva, lo pagaría muy caro.