Prólogo: El Hombre que Perdió al Mundo
“Es impresionante la manera en que desperdicias mi poder. Mírate. Luces peor que una rosa marchita. Llegaste a ser el señor de todo, y lo perdiste con suma facilidad. Tenías el mundo a tu merced y lo perdiste…. “El Hombre que perdió el mundo”. Desde hace tiempo existe una duda que carcome mi curiosidad. ¿Cómo se siente mi espíritu corriendo a través de tus venas? Ya te lo hizo saber mi padre alguna vez, “Pagaras con la vida de ellas” ¿Recuerdas el pasado?, ¿A tus padres?, ¿Cómo era que vivían gracias a nosotros? Pues todo aquello regresará. Tendremos, una vez más, el maldito planeta a nuestra merced. Todo lo que has construido. Todo lo que has hecho, fue gracias a nosotros. Creíste, de manera ilusa, que tu vida había cambiado en el momento en que tus padres murieron. Cuando pasaste todo años en aquella prisión. Cuando te casaste. Cuando nació tu hija. Incluso cuando murió tu esposa. Tu vida no ha cambiado en absoluto, Aurel. A pesar de todo este tiempo sigues siendo el mismo niño asustado que corre por aquel bosque. Disfruta la libertad mientras puedas. Disfrútala hasta el momento en que traigas de regreso a mi padre y a mis hermanos. Y cuando lo hagas, porque lo harás, te obligaremos a ver el mundo que crearemos. Te mantendremos con vida el tiempo suficiente para que la culpa te destruya lentamente. Y al final de todo, cuando creas que al fin te libraras de tu miseria, la mataremos a ella. Justo frente a tus ojos. Aurel, en ese preciso momento será cuando comiences a vivir. Ahora, te voy a pedir un favor…. Di mi nombre.
-Bethuz-. Le contestó sin titubear a aquella enorme bestia.