One-Shot
La chica esperaba en el asiento frente al escritorio para reanudar el interrogatorio. Estaba desde hacía una hora atrás contando lo que había sucedido con su abuela. Haber presenciado el asesinato a manos de dos hombres que querían dinero, la dejó aturdida y traumada. Cayó en la cuenta que a partir de aquel suceso, ella era la única que quedaba, porque luego de la tragedia que había sacudido a ambas, se fue a vivir con su abuela y ahora, se había quedado sola por completo. Aquello fue como la gota que colmó el vaso y no sabía qué rumbo tenía que tomar su vida. Siempre fueron las dos para todo, se apoyaban entre ellas pero de un momento al otro, su vida había cambiado por completo.
Sol estaba agotada física y emocionalmente, y solo quería descansar después del terrible momento que habían pasado, pero lo peor se lo había llevado su abuela. Recordó la escena y se le aguaron los ojos, se secó las lágrimas con un pañuelo descartable y esperó por el hombre que estaba a cargo.
Un barullo no muy lejos de donde estaba la despertó de su mundo en el que estaba producto de la conmoción que tenía encima. La voz de un hombre que gritaba por no querer pasar la noche en una de las celdas de la comisaría iba cada vez más en alto volumen, Sol no escuchaba con claridad la discusión pero estaba segura que escucho las palabras, multa y alta velocidad.
El tipo se sentó en diagonal adonde la joven estaba para que alguien lo atendiera.
El hombre tamborileó los dedos contra el escritorio, aburriéndose de tanto esperar y escuchó a alguien soplarse la nariz. Giró la cabeza en su dirección y ella se avergonzó por el ruido que provocó.
Quedaron prendados de los ojos del otro.
—Lo siento —dijo apenada.
—No te preocupes. ¿Por qué estás aquí? Una chica como tú es raro que esté en este lugar.
—¿Como yo? —cuestionó sorprendida y abriendo más los ojos.
—Sí. No eres para este ambiente, pareces buena y eres bonita. ¿Qué te pasó para que terminaras aquí? —cuestionó con interés.
—Asesinaron a mi abuela —la voz se le quebró.
Mason jamás hubiera esperado una respuesta así.
—Perdón, no quise incomodarte.
—No pasa nada —negó con la cabeza.
—¿Cómo fue?
—En la acera, caminábamos con rumbo a la casa y nos interceptaron dos hombres, quisieron dinero, alegando que mi abuela tenía mucho más y como le insistió en que no lo tenía, le disparó en el estómago —se ahogó con el llanto—, el otro me apuntó en la cabeza y no pude hacer nada.
—¿Y qué ibas a hacer? ¿Ser la heroína? —alzó una ceja y la miró directo a los ojos—. No creo que tu abuela hubiera querido que te metieras en el medio.
—Pero la habría defendido aunque me llevara heridas en el proceso.
—¿Te parece que no te las llevaste? —volvió a rematarla—. Tienes golpes en la cara y el labio partido.
La muchacha sintió una punzada en el labio partido y se secó el labio por inercia. Miró el pañuelo y tenía sangre. Volvía a sangrarle.
Casi media hora más tarde, la chica quedó libre del interrogatorio y tomó su abrigo y cartera para salir de allí. Caminó con tranquilidad y las manos en los bolsillos del tapado pensando en lo que había acontecido ni hacía dos horas atrás. Continuó andando por varios minutos cuando un coche de alta gama se fue acercando a ella y bajó la ventanilla del copiloto.
—Sube y te llevaré hasta tu casa.
Sol se dio vuelta para mirar el vehículo y quedó desconcertada.
—Gracias pero prefiero caminar si no te importa.
Mason no quiso insistir y aceptó su decisión.
—En ese caso, te acompañaré con el coche hasta donde vives.
—No tienes por qué hacerlo, no te corresponde.
—Insisto por favor. Lo menos que puedo hacer es acompañarte, sufriste algo terrible y que camines de noche sola por las calles no me gusta nada —comentó desde lejos.
—No tienes una obligación conmigo, puedes irte.
—Aunque no quieras, no te dejaré sola. Soy un caballero, no dejo a una damisela desprotegida.
El comentario tan sincero hizo reír con sutileza a Sol y solo asintió con la cabeza apenas lo miró otra vez.
Al llegar al hogar, ella se acercó y le extendió la mano desde la ventanilla bajada.
—Gracias por todo, hiciste mucho por mí.
—¿Qué hice? —formuló él asombrado y aceptando su saludo.
—Estar y ser un caballero —le sonrió de nuevo.
Él esbozó una sonrisa.
—Ha sido un placer, espero que sigas adelante a pesar de esta tragedia.
—Te lo agradezco.
La joven se dio la vuelta, caminó hasta la puerta de entrada, tomó sus llaves dentro del bolso y abrió entrando al interior.
El hombre condujo hasta su departamento.
A partir de allí no volvieron a cruzarse en ninguna otra ocasión.
Cinco años después...
Desde hacía un año y poco más, Sol había arreglado un matrimonio por estabilidad económica y de apariencias porque la hipoteca de la casa y las boletas de los servicios generales la estaban ahogando y lo solucionó con un arreglo marital. Casarse para solventar los gastos y vivir con comodidades. En eso se había convertido Sol en un año, en un centenar de apariencias y superficialidad, prefería eso antes que vivir en la calle.
Estaba a punto de sellar la unión marital con un hombre que no amaba y a pesar de todo, se sentía frustrada y decepcionada consigo misma. Lo estaba haciendo por conveniencia y no por amor. Si su abuela la vería, le hubiera dicho que siguiera su corazón y que no decidiera con la cabeza, porque esta siempre decidía por lógica y no por sentimientos.
Lo cierto era que jamás pudo olvidar al hombre de ojos azules que conoció en la estación de policía la noche del asesinato de su abuela y fue como revivir aquella noche pero de diferente manera. Porque era el hermano de su futuro marido.
Mason quedó derrotado y devastado cuando supo que la novia iba a ser su cuñada, una mujer que durante un año estuvo yendo a su casa para volver a verla y saber de ella. Le había gustado apenas la vio en la comisaría, con su hermosa cara y sus delicados rasgos, tenía unos impresionantes ojos llenos de lágrimas pero no le quitaban lo bonita que le parecía. Si tan solo habría insistido más, era posible que ella se estuviera casando con él y no con su hermano.
En la elegante recepción nupcial, la chica estaba hablando con algunas de las mujeres a las que su marido había invitado también por ser parejas de los clientes que él tenía. Durante todo el año de la relación, Eric le contrató una profesora de buenos modales y saber cómo actuar frente a las personas de su mismo círculo.
Mason se acercó a Sol con lentitud y le tocó el hombro, la joven giró la cabeza parar mirarlo y su rostro cambió drásticamente.
—¿Podemos hablar? —quiso saber al mirarla a los ojos.
La muchacha solo asintió con la cabeza.
Ella se excusó con las demás y se retiró, ambos se alejaron de la multitud de invitados y caminaron hacia el jardín donde nadie iba a molestarlos.
—¿Cuándo me ibas a decir que eras la novia de mi hermano, cuñada? —su pregunta la tomó por sorpresa.
Sol abrió mucho más los ojos.
—Nunca más nos vimos, no creí que tenía que decírtelo.
—Todos los días fui a tu casa para ver si te veía de nuevo, incluso tocaba a la puerta para que me abrieras.
—No te vi más después de aquella noche y... —Se defendió.
—E hiciste lo que te parecía... —Sonó mordaz—, me ocultaste la relación, cuando nos vimos la primera vez luego del año y poco más, en la casa de mis padres, donde Eric te presentó, ni siquiera abriste la boca en decir que me conocías —dijo enojado—. Me gustaste desde que te vi en la comisaría y por eso iba todos los días por la zona donde te dejé esa noche porque quería verte otra vez.
—Lo siento de verdad, Mason —admitió con pena—. Pero... si quieres saber algo, me casé porque lo necesitaba.
—Por dinero, ¿no es cierto? —afirmó y ella calló—. No creí que fueses tan interesada.
Sol agachó la cabeza.
—No podía pagar la hipoteca y los servicios generales, ¿acaso no puedes entenderme?
—Lo quiero entender pero no puedo —negó con la cabeza.
—No quiero que me entiendas tampoco, no voy a obligarte a entenderme —contestó molesta.
—No todo lo que le brilla a Eric es bondad y amabilidad, Sol.
La chica quedó desconcertada.
—¿Por qué me dices estas cosas? —unió las cejas.
—Porque es la verdad. Te deslumbraste por lo que podía darte. Eric es ambicioso y sin escrúpulos. Te casaste con el hombre equivocado.
—Lo he hecho para vivir mejor que antes. No me juzgues.
—No lo haré pero debes saber que... —Mason se acercó más a ella—, no te dejaré tranquila —le susurró al oído.
Sol sintió un cosquilleo recorrer todo su cuerpo.
—¿Qué se supone que es lo que me dijiste? —alzó la vista observándolo con pura atención.
—No te estoy amenazando si piensas eso de mí, cambiaste mucho en un año, Sol. No creí que fueses de esas mujeres engreídas y superficiales —giró la cabeza en dirección al grupo de señoras—, como esas de ahí —hizo una señal con la cabeza para que los ojos de la chica fueran al grupo.
—No soy así.
—Entonces el día que te presentó ante nosotros debiste recurrir a mí si necesitabas dinero, sin la obligación de terminar casada con un hombre al que no amas.
—Tú no podías darme la estabilidad que quería y ni sabes si lo amo tampoco —dijo ardida.
—¿Qué sabes tú de mí eh? —avanzó hacia ella estando molesto—. Que no viva de apariencias no me califica de ser un don nadie. Y nena, sé cuando no te gusta algo, ¿o te olvidas las caras que ponías cada vez Eric te tomaba de la mano mientras estabas con mi familia, o cuando intentaba besarte que le decías que no era momento estando mi familia presente?
Sol agachó la cabeza de nuevo por vergüenza. Era verdad todo lo que él le decía, en el transcurso del año anterior había cambiado casi por completo. Había conocido a Eric por casualidad y porque había aplicado para un puesto de trabajo muy inferior al resto de las secretarias que él tenía. Hasta que se vieron y todo fue por costumbre, él la subió al puesto de secretaria para tenerla en su mismo piso y lo demás fue como pan comido. Un poco de escote y contoneo de caderas, y a Eric lo tenía comiendo de la mano.
Si su abuela estuviera viva, le habría dado un cachetazo y bien merecido lo tendría porque Sol no era de esas chicas que se rebajaban para conseguir cosas pero la necesidad podía más que cualquier otra cosa.
—Tú no sabes si luego de estar con tu familia, yo le comía la boca —arqueó una ceja y le clavó la vista en sus ojos.
—Mis disculpas, señora Bensson —emitió con ironía y dándole una reverencia.
—No te queda bien lo irónico.
—Y a ti tampoco lo selectiva y engreída —respondió ardido.
En el momento del silencio, Eric apareció frente a los dos.
—Te estaba buscando para cortar el pastel.
—En unos minutos estaré contigo —le contestó ella.
—Creo que sería bueno que vinieras conmigo, ahora Sol —su respuesta fue tajante y seria.
—No tienes que ser así, estaba hablando con tu hermano.
—Te hablo como quiero.
—Ya está bueno, ¿no? —manifestó ella intentando calmar la situación.
La muchacha se acercó a su marido y este la sujetó del brazo haciéndole un poco de presión.
—Me dejarás una marca —lo miró atenta a los ojos.
—¿Tú crees que soy imbécil? —cuestionó observándola de reojo—, no seas una ofrecida y menos en el día de nuestra boda.
—No he hecho nada —abrió más los ojos de manera sorpresiva.
—Desde que te presenté en la familia que algo raro veo entre ustedes dos.
—No seas paranoico. No he hecho nada malo.
—No, pero de la manera en cómo hablan y se miran me deja en dudas.
—Suéltame, Eric, me estás lastimando —chilló zafándose de su agarre.
Los novios cortaron el pastel de bodas y comieron las primeras dos porciones, el resto de invitados saboreó la porción que le fue entregada a cada uno.
Mason los miraba desde una distancia prudencial, bebía champaña y comía la porción que le habían servido. Aún se preguntaba cómo pudo ser capaz Sol de terminar así, porque la joven que había conocido aquella noche no era nada parecida a la que veía ahora. Era como un clon, de buena figura y rostro bonito, pero sin sentimientos. Y aunque sabía que no tenía derechos sobre ella iba a intentar que saliera de esa relación porque sabía que en el fondo de su ser, la chica lo quería también.
Al terminar la recepción nupcial y habiendo quedado los padres de los hermanos, Mason y ellos dos, todos se retiraron a dormir en las habitaciones del hotel. Tanta fue la casualidad que la habitación de Mason daba frente a la de la pareja.
Eric y ella llegaron antes y él ya estaba pasado de alcohol, el aliento alcohólico le llegaba a las fosas nasales a la muchacha y sentía que la mareaba, peor se puso cuando la sujetó de nuevo del brazo para sacudirla y exigirle una explicación de lo que tenían ella y su hermano.
—Ves cosas donde no las hay, Eric. No puedes ponerte así porque hable con él —dijo nerviosa—. Es mi cuñado, nada más.
No estaba nerviosa porque él pensara que lo estaba engañando sino por la forma en cómo se estaba comportando. De una manera violenta que le estaba dando miedo. Eric no era así, salvo cuando bebía de más. Y cambió su esencia por buena posición, dejando de lado lo más importante, el amor.
—Hablas con él como si siempre lo hubieras conocido y no me gusta ni un poco. Tú eres mi esposa y no la suya —alzó la voz y le apretó más el brazo.
—Soy tu esposa, pero debes respetarme también, empezando por soltarme el brazo —no iba a ser una cobarde—. Y ya te dije que no pienso dejar de hablarle porque a ti se te ocurren cosas que no son ciertas. Nunca te puse los cuernos.
Eric le dio una cachetada y Sol trastabilló. La joven quedó petrificada ante la humillación que obtuvo de él.
Mason dio la vuelta para ir hacia su habitación cuando vio la escena, su hermano estaba a punto de pegarle una patada en el estómago de no ser por el grito que ella emitió y él también. Corrió hacia los dos y se puso de cuclillas para levantarla del piso.
—¿Te volviste loco o qué mierda? —escupió con furia en su voz.
—Siempre estás cerca de ella, me comen los celos y no soporto que alguien más esté cerca, sobre todo tú que todas las veces que tuvimos reuniones familiares estabas hablando como si se conocerían.
Sol quedó muda, solo pensando que el haberse casado había sido un tremendo error, un error que le costó caro porque si bien Eric se enojaba, nunca habría esperado de él que la golpeara y la gota derramó el vaso lleno y levantó la cabeza para enfrentarlo.
—Creí que eras un hombre serio pero con sus enojos normales como cualquier persona y no como el que veo, que estando borracho se pasa de la raya —su voz le tembló—. No pensé que me golpearías y esto de ahora no te lo voy a permitir —lo miró con frialdad y luego clavó los ojos en Mason—, conocí a tu hermano mucho antes que a ti. Fue en una circunstancia de la vida pero no lo vi más hasta el día en que me presentaste a tus padres y a tu hermano —lo confesó con calma y sintiendo que el peso que llevaba encima se le había ido de repente—. Por eso creías que algo teníamos, no tenemos nada más que ser conocidos, él nunca se aprovechó de mí y yo de él tampoco. Pero... lamentablemente te usé para mi propio beneficio. Te hice ver lo que no era en verdad, me cambiaste cuando acepté que me contrataras una profesora de modales y no soy así.
—¿Acaso eres una puta? —demandó con rabia—, porque eras tú quien me mostraba el escote y movía las caderas en la oficina para llamarme la atención.
Sol quedó resentida por esas palabras y apretó la boca llena de enojo.
—Lo hice para poder tener algo más en la vida, quería bienestar, después del asesinato de mi abuela no me quedó nada, lo que trabajaba no me ayudaba para pagar todo lo que se debía.
—Hasta que entraste a mi empresa y como un idiota te vi.
—Tú no eres mejor que yo —negó con la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Tú eres peor que yo, porque golpeas y minimizas a las personas, te lo he visto muchas veces cuando tus empleadas se dirigían a ti, eres un hombre despreciable que su carácter solo se controla golpeando a los demás —su labio superior se levantó por inercia de la rabia acumulada que sentía en esos momentos.
Eric levantó la mano una vez más y Mason se interpuso.
—Ni se te ocurra volver a golpearla, porque yo te doy lo que te mereces —frialdad salió de su voz.
El hombre bajó la mano de inmediato y Sol volvió a hablar.
—Quiero el divorcio —le informó con valentía—. No me importa lo que hagas, puesto que firmé un acuerdo pre-nupcial, así que, si te lo pido, estamos en las mismas que antes.
—¿Y crees que es tan fácil? —interpeló a carcajadas—. Me vas a pagar lo que gasté de esta boda, por tu imprudencia te lo haré pagar en cuotas.
—Yo te daré el dinero y dejarás de joderla, Eric —le dijo su hermano.
—Más confirmo que tienen algo los dos.
—Que quiera pagarte algo que le correspondería a ella no significa nada, Eric. No alucines. Estás ebrio y abusas en diferentes aspectos.
—Si estaría tan ebrio ni siquiera podría mantenerme en pie y coordinar las palabras —anunció con enojo.
—Cometí el error de casarme con el hermano equivocado —admitió con sinceridad Sol—, y lo voy a pagar toda la vida.
Los dos la miraron con fijeza, más Mason que quedó desconcertado.
—Nunca quise a Eric —su voz se quebró—, creí que iba a quererlo con el tiempo pero cada vez me hundía más en la confusión, siempre me quedé pensando en el hombre de ojos azules que conocí en la comisaría esa noche pero cuando te volví a ver sabía que era tarde. No podía hacerle eso a Eric después de todo lo que me había dado.
—Y bien desagradecida que fuiste —escupió con seriedad.
—Nunca me acosté con él —negó con la cabeza.
—Y tampoco conmigo porque estás enamorada de mi hermano.
La joven quedó sorprendida ante las palabras de Eric y se avergonzó aún más.
—Si quieres el divorcio te lo daré, al fin y al cabo no vales la pena, y ya que estamos, debo decirte que yo sí te engañé —afirmó con mordacidad—. El lunes mismo te haré llegar los papeles del divorcio.
Sin más que decirle, se dio media vuelta y entró a la suite nupcial.
Sol y Mason quedaron de piedra mirando la puerta cerrada.
La muchacha tragó saliva y levantó las cejas, se quitó el velo y se lo puso encima de los hombros y caminó con dirección al ascensor.
Estaba decidida a volver a la casa de su abuela, y comenzar una vida nueva, después de todo lo que había pasado, Mason ni siquiera se merecía alguien como ella por más que estuviera enamorada de él. Entendía que había ciertas cosas que no pasaban dos veces en la vida y lo aceptaba.
Cuando el elevador dio su pitido, Mason caminó con ligereza para alcanzarla pero tomó las escaleras para ir directo al subsuelo y sacar su coche de la playa de estacionamiento del hotel.
Las personas miraban a la chica que iba hacia la salida y bajaba las escalinatas de la entrada con desconcierto, era raro ver a una novia escapar de esa manera en su noche de bodas. Sol no miró a nadie, solo continuó caminando hacia la parada de taxis para tomar uno y pagarle apenas la dejara en su casa.
Mason salió del subsuelo rechinando las llantas y se acercó a ella como la primera vez.
—Sube, no seas terca como la vez que nos conocimos. Ahora no tienes excusas —gritó desde el interior del vehículo y con la ventanilla baja.
—Ya déjame tranquila, Mason. Pega la vuelta y haz tu vida, después de todo lo que pasó, ni ganas tendrías en querer hablarme o incluso invitarme a tu coche.
—No haré lo que hice esa noche. No me quedaré esperando —confesó.
El hombre interceptó su coche en el medio de la acera bloqueándole el camino y se bajó.
—Ésta vez haré más que ir a tu casa y esperar para verte —la tomó de las mejillas y le dio un beso en los labios—. No estás más atada a Eric, el lunes te da el divorcio, ¿no crees que te mereces ser feliz de verdad? —preguntó sin dejar de sostenerla de las mejillas y ella quedó sin saber qué decirle.
—Pero... ¿Cómo puedes estar tan seguro de cómo soy?
—Tú misma me dijiste que no eras mala, y la chica que conocí en esa comisaría era la auténtica, eras hermosa y reflejabas bondad. Y pienso que ciertas cosas te llevaron a hacer esto de hace un rato.
—Tus padres me odiarán.
—No pienses en eso, Eric ya es un hombre difícil, mis padres están acostumbrados a su comportamiento violento cuando tiene copas de más encima.
—Fue verdad lo que dije ahí dentro, que me equivoqué en casarme con el hermano que creí correcto.
—El lunes te divorcias, y puedes casarte conmigo si quieres —admitió—, siempre fuiste como un pendiente en mi vida, porque estaba seguro que iba a volver a encontrarte. Eres como esa clase de personas que son difíciles de olvidar y que anhelas verlas de nuevo.
—Y lo hicimos cinco años después —comentó con pena.
—Por lo menos nos volvimos a encontrar.
Mason le dio un beso en la frente y la miró a los ojos.
—Te quiero, Sol.
—Y yo también, Mason.
El hombre la besó una vez más con pasión y luego la ayudó a subirse al coche, él bordeó la trompa del vehículo y se subió también, condujo hacia su departamento para empezar una nueva vida juntos.