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Priest - KM

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Summary

Jeon Jungkook sólo deseaba ser ordenado al sacerdocio, pero el sacerdote Park le mostró cosas mucho más divertidas... - Déjame enseñarte lo bien que se siente pecar, Jungkook...

Genre:
Erotica
Author:
Dio♡
Status:
Complete
Chapters:
2
Rating:
4.0 1 review
Age Rating:
18+

Capítulo Ùnico

Mi nombre es Jeon Jungkook y tengo 23 años…

Toda mi corta vida la he dedicado a los caminos del Señor. Mis padres son dos personas completamente religiosas que me enseñaron desde muy pequeño a servir a nuestro Dios.

Desde primaria hasta la universidad, todas las instituciones de estudios a las que he asistido han sido religiosas. Me gradué hace poco de la universidad, obteniendo mi título en teología después de cinco años estudiando las escrituras de Dios.

Mi misión ha sido clara desde siempre, desde que nací mi destino ha sido servirle a mi Señor y llevar una vida de adoración a él. Gracias a mi gran devoción, a mi fe en Dios, a los incontables seminarios a los que he asistido y a mi conocimiento exhaustivo en la biblia y la palabra, la iglesia me ha concedido la segunda de las órdenes mayores. Permitiéndome, a mi corta edad, convertirme en diácono.

Era un gran logro, pero yo quería más. Quería estar lo más cerca de Dios como me fuera posible.

Quería convertirme en sacerdote.

Pero no importaba lo que hiciera, no importaba cuantas predicas dirigiera en la iglesia, no importaba bautismos realizara, no importaba cuántas parejas uniera en santo matrimonio… Incluso después de haber cumplido más de seis meses siendo diácono, incluso después de haber tomado todos los seminarios necesarios. El obispo parecía no tener intenciones de ordenarme.

Así que hace dos meses, después de orar mucho por una solución, tomé la decisión de cambiarme de iglesia. Había investigado mucho sobre iglesias e incluso templos que necesitaran diáconos como ayudantes de sacerdotes, podía comenzar por allí.

Y como Dios siempre me escuchaba, encontré una fuera de la ciudad. Una iglesia de una pequeña parroquia, conocida por convertir diáconos en sacerdotes.

El sacerdote que dirigía la iglesia tenía por nombre Park Jimin. Un sirviente del Señor bastante joven. Con tan solo 29 años había entrenado a múltiples diáconos que se habían convertido en sacerdotes de sus propias iglesias al poco tiempo. Como era una iglesia bastante conocida, era visitada habitualmente por obispos de la región, los cuales confiaban plenamente en el sacerdote Park para darle la bendición a los diáconos que tomaba bajo su protección.

Justo lo que necesitaba.

Había estado tan feliz cuando recibí la aceptación del sacerdote Park que no me tomó más de dos días en preparar todo, alistar las maletas y mudarme a su iglesia fuera de la ciudad.

Si iba a estar en entrenamiento, no podía estar tan lejos del lugar. Por suerte para mí, la iglesia contaba con todas las comodidades para recibir a los hijos de Dios hambrientos de conocimientos y llenos de ganas de servirle.

Al principio todo fue de maravilla, el sacerdote Park era como un ángel caído del cielo. Humilde, amable, gracioso y un profesor excelente. Su amor a Dios y a las escrituras brillaba en sus ojos cada vez que lideraba las prédicas. Amado por toda la congregación y admirado por muchos de nosotros que deseábamos llegar a ser la mitad de buenos que era él.

Pero ese era el problema… creo que llegué a admirarlo demasiado.

En las últimas semanas me he descubierto a mí mismo pensando más de lo debido en mi maestro. Me he descubierto a mí mismo intentando estar lo más que pueda a su lado. Me he descubierto a mí mismo mirando por demasiado sus… esponjosos labios.

Todo empeoró el día en que nos vimos obligados a usar algo más que nuestra indumentaria eclesiástica para una visita rápida por la parroquia. El ver al sacerdote Jimin sin su habitual ancha sotana y con unos jeans ajustados color negro que se ajustaban perfectamente a sus delgadas, pero fuertes piernas, adornado con un cinturón de cuero negro que envolvía preciosamente sus caderas. Su planchada camisa que dejaba a la vista esa estrecha cintura. Y sus…

Ese día algo cambió en mí.

Todo lo que siempre había deseado era servir a Dios, pero ahora otros deseos comenzaban a abrirse paso en mi interior. Deseos que estaban prohibidos por las escrituras. Deseos que iban más allá de una simple admiración y respeto. Deseos que me arrastrarían al pecado y me condenarían a una eternidad en el infierno.

Intenté crear distancia, intenté encerrarme en mi habitación la mayor parte del tiempo, intenté no quedarme para las clases más del tiempo necesario, intenté sumergirme en la palabra e incluso aumentar mis horas en oraciones, pero nada funcionaba.

No podía quitarme a Park Jimin de la cabeza, no podía dejar de pensar en sus ojos, sus mejillas y labios abultados, su pequeña nariz, su rubio cabello, su dulce y armoniosa voz, su esbelto… cuerpo.

Estaba comenzando a hundirme en uno de los siete pecados capitales y ni siquiera los ayunos, las oraciones de rodilla frente a la cama todas las noches y las súplicas por perdón podrían salvarme.

Había incluso llegado a tener sueños que nos involucraban a ambos sobre una cama, desnudos y envueltos en sudor…

Me estaba volviendo loco.

Incluso ahora, durante la cena y rodeado de todos mis compañeros mis ojos no podían evitar recorrer el lugar en busca de mi mayor y al no encontrarlo una mueca de disgusto surcó mi rostro.

Esto se me estaba yendo de las manos.

Faltaban tan sólo semanas para que el obispo visitara la iglesia. Sólo tendría que aguantar un par de semanas más y al fin recibiría la ordenanza y podría ser sacerdote de mi propia parroquia.

Aunque ya no sabía si era merecedor de ello.

– Jungkook… – escuché a mi costado y levanté la vista de mi plato vacío. Hasta ahora me daba cuenta que estaba frunciendo el ceño – ¿Podrías llevarle su cena al sacerdote Park? – pidió la cocinera sonriendo.

En sus manos una bandeja con la misma comida que se nos había servido a nosotros. Miré a la cocinera, después a la bandeja frente a mí y de nuevo a la cocinera. Tragué grueso, había estado evitando estos últimos tres días, de hecho, pensaba hacerlo hasta que el obispo visitara la iglesia.

Ya sin clases de por medio, no había razón para verlo más que durante los servicios dominicales, entre otros. Quizás una última vez no me haría daño.

Me levanté de mi asiento y tomé la bandeja entre mis manos sonriendo a la cocinera. Mi corazón palpitaba emocionado dentro de mi pecho y me odié a mi mismo por unos segundos. No debería desear ver a otro hombre, no debería desear estar cerca de otro hombre, al menos no en la manera en la que deseo a mi sacerdote.

Solo unas semanas más y todo habrá acabado… era lo que me repetía una y otra vez. Balancee la bandeja en una de mis manos y toqué la puerta de madera con mi mano libre, pero nadie contestó del otro lado.

– Sacerdote Park, soy Jungkook, traje su cena – dije mientras llamaba a la puerta, pero de nuevo nada.

¿Estaría fuera?

Pegué mi oreja a la madera, pero ningún sonido parecía filtrarse. Suspiré, cierta decepción alojándose en mi pecho, pero envié esos sentimientos lejos y abrí la puerta. Al menos podría dejar la comida dentro y observar un poco la habitación de mi mayor.

Cuando entré y cerré la puerta detrás de mí, el sonido característico del agua de la ducha llegó a mis oídos. Me tensé y mi corazón latió desenfrenado. La puerta que conducía al baño de la habitación estaba entreabierta y el vapor se escapaba de esta.

Intenté moverme, pero mi cuerpo no respondió. Detrás de esa puerta estaba Jimin tomando una ducha, desnudo, mojado… Mis manos apretaron aún más la bandeja que sostenía y mis dientes rechinaron con la fuerza ejercida por la tensión. La ya conocida dureza que se presentaba cuando pensaba en mi sacerdote se formó debajo de mi dalmática diaconal.

Cerré mis ojos intentando eliminar todo pensamiento pecaminoso de mi mente. Intentando traer alguna oración o rezo que me hiciera abandonar el deseo impuro que comenzaba a formarse en mi vientre bajo. Pero nada llegó a mí, nada más que la imagen de la tersa y blanquecina piel de Jimin cubierta en jabón.

Los orificios en mi nariz se expandieron y una corriente atravesó todo mi cuerpo hasta alojarse en mi entrepierna, haciéndola latir contra mi ropa interior. Prácticamente corrí hasta el pequeño escritorio y dejé la bandeja, me di la vuelta con intenciones de salir de allí, pero un dulce sonido detuvo todos mis movimientos.

Uno que hizo engrosar mi erección al máximo. Uno que hizo que mis pelotas se contrajeran adoloridas. Uno que hizo que mi ropa interior se humedeciera con gotas de líquido pre-seminal.

Un glorioso, agudo y entrecortado gemido.

Mi cuerpo entonces se movió por voluntad propia, queriendo ir hasta la fuente de ese hermoso sonido para escuchar más, para ser la razón de esa exclamación de placer, para apoderarse de cada uno de ellos.

Pero no podía hacer eso.

Mi fuerza de voluntad fue tan fuerte como para detener mis impulsos de entrar y tomar a mi sacerdote, pero no fue lo suficientemente fuerte como para mantenerme alejado de la puerta semiabierta.

Estando lo suficientemente cerca mis ojos pudieron ver en detalle lo que sucedía dentro del cuarto de baño. Mi garganta se secó, mis pupilas se dilataron y mi erección se contrajo adolorida.

Otro hermoso gemido agudo y mi pene saltó al compás de los latidos de mi corazón. Park Jimin, el sacerdote más querido y alabado de toda la parroquia estaba bombeando su grueso miembro mientras se penetraba con sus dedos.

La imagen era tan lasciva que pensé que llegaría a correrme allí mismo. Sus ojos cerrados, su ceño fruncido denotando el placer que estaba sintiendo, su rosado miembro erecto e hinchado por el constante roce de su mano, tres de sus dedos penetrando su apretada cavidad anal con una lentitud agonizante. Sus labios entreabiertos dejando escapar jadeos entrecortados y gemidos rotos.

Gruñí por lo bajo cuando la mano que sostenía su pene aceleró sus movimientos. Pude notar como sus piernas comenzaban a sufrir espasmos y escuchar como sus gemidos se volvían más constantes, agudos y rotos. Estaba a punto de alcanzar su orgasmo y mi propio pene se contraía adolorido suplicando que imitara la acción de Jimin y lo acariciara.

Tenía tantas ganas de hacerlo, tenía tantas ganas de ser el que llevara a Jimin al éxtasis, quería ser quien lo tocara de esa manera y quería ser quien llegara con él al orgasmo. Llenar esa apretada y rosada cavidad con mis fluidos…

Estaba tan perdido en su placer sintiéndolo como mío que no noté demasiado tarde cuando sus movimientos se detuvieron abruptamente. Mi cuerpo se tensó antes de levantar la vista y encontrarme con sus ojos dilatados puestos en los míos.

Sentí como mi estómago se hundió y un escalofrío recorrió mi espina. Me giré con la intención de salir de allí lo más rápido humanamente posible, casi pude lograrlo, estuve a solo un giro de la manilla para abrir la puerta cuando su dulce voz me detuvo.

– ¡Espera, Jungkook! – pidió a mis espaldas.

– Lo siento – dije lo primero que se me pasó por la mente, siendo incapaz de voltearme y darle la cara – Me pidieron que t-trajera la cena… y yo… yo…

– Jungkook… – llamó dulcemente y mi piel se erizó – Tú… ¿Desde cuándo estás aquí? – su voz salió lastimera. Mordí mi labio inferior, sabía como debía estar sintiendo en esos momentos.

– Lo s-suficiente… – aseguré y escuché su suave jadeo. Mi erección saltó en su prisión de tela al momento que ese sonido revivió las calientes imágenes de hace unos momentos – Yo… – mordí mi labio inferior y me obligue a calmarme – No le diré a nadie, tampoco voy a juzgarte, yo…

Obviamente no iba a decirle a nadie, no cuando yo había cometido los mismos pecados.

– Tengo que irme – agregué al no saber qué más decir. Giré la manilla de la puerta con intenciones de salir de allí y nunca más volver, pero sus palabras me detuvieron una vez más.

– He visto como me miras, Jungkook… – sus palabras no tenían ni una pizca de reproche o repulsión en ellas, en su lugar, su voz había sonado tan suave y comprensiva que mi cuerpo se sacudió entero.

Solté la manilla y lentamente me di la vuelta, mi cara ardía en vergüenza y mis ojos estaban abiertos de sobremanera. Tragué grueso.

– ¿Q-Qué…? – tartamudeé sin poder creerlo.

Jimin llevaba puesta una bata de baño y agradecí a todos los cielos por eso. Mi pene seguía duro como una roca debajo de mi dalmática y la porción descubierta de sus clavículas no estaba ayudando a nada a que se bajara.

– He visto como me miras – repitió con voz ronca cruzándose de brazos.

– Yo no sé de lo que habla – traté de sonar fuerte, pero las palabras temblaron en mi garganta y la sonrisa ladina en ese hermoso rostro me aseguró que no me escuché para nada convincente.

“Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” – recitó sin apartar sus profundos ojos de los míos.

– Gálatas 5:24 – respondí en automático sin poder apartar la mirada de sus ojos hipnotizantes.

– Dime Jungkook… – dijo roncamente acercándose a mí a paso firme sin romper el contacto visual – ¿Cuáles son tus deseos? – preguntó mirando directamente a mis labios.

Jimin estaba tan cerca que podía oler la vainilla del jabón que había utilizado sobre su piel. Los orificios de mi nariz se expandieron al dar una inhalación profunda, el almizclado olor de su lubricación, de su pre-semen terminó en la punta de mi erección. Sus brazos se levantaron con miedo, pero al ver que no me movía o intentaba retroceder, se envolvieron alrededor de mi cuello.

Pegó su cuerpo más al mío y me estremecí al sentir su calor. Su rostro estaba tan cerca, sus pequeños ojos brillantes y de pupilas dilatadas me tenían en el más exquisito de los transes. Su dulce aliento chocando con el mío propio.

Jimin era la peor y la mejor de las tentaciones.

– Jimin… – susurré quedamente, me sentía mareado, me sentía flotar y me sentía… adolorido.

– ¿Me deseas, Jungkook? – preguntó y un gemido ahogado escapó de mis labios.

Llevé mis manos instintivamente hacia sus caderas, ganándome un estremecimiento de su cuerpo que me hizo sentir poderoso. Abrí mis labios para darle la afirmación que él buscaba, pero no salió nada más que un jadeo cuando Jimin empujó sus caderas hacia adelante, dejándome sentir su erecto miembro contra el mío.

– Dilo – ordenó relamiéndose los labios – Dime que me deseas, Jungkook…

– Lo hago – respondí al fin con voz profunda y ronca. Apreté más sus caderas con mis largos dedos y pegué más mi cuerpo al suyo, haciéndole sentir lo duro que estaba por él – Te he deseado desde hace mucho, Park Jimin – gruñí cuando él comenzó a mover sus caderas contra mí.

– ¿Quieres hacerme sentir bien, cariño? – preguntó entre jadeos.

– Quiero hacerte sentir bien – afirmé guiando el movimiento de sus caderas con mis manos, buscando hambriento más de ese exquisito roce.

– Tócame, Jungkook – suplicó con labios hinchados y rojos por sus propias mordidas, suplicó mirándome a los ojos con sus pupilas dilatadas, suplicó restregándose lentamente contra mi adolorida erección – Tócame, bésame y hazme tuyo… – gimió descarado – Déjame mostrarte lo bien que se siente pecar…

Entonces sus labios chocaron con los míos en un beso hambriento y necesitado. Mi cuerpo vibró en respuesta a su palpable necesidad de ser tomado, mi boca inmediatamente se adueñó de la suya, como si siempre me hubiera pertenecido. Me tragué sus chillidos y gemidos cuando mis manos comenzaron a recorrer su esbelta figura.

Me había deshecho de la bata de baño y su tembloroso cuerpo había quedado a mi total disposición. Ya no necesitaba imaginarme qué tan suave sería su piel, porque bajo mi tacto era extremadamente sedosa y la manera en la que se erizaba ante mi toque era exquisito.

El sabor de su boca era lo más dulce que había probado alguna vez. ¿Ha esto sabía el pecado? La suavidad de sus labios, la calidez de su lengua contra la mía me arrastraban lentamente a las profundidades del infierno y lo más extraño era que quería llegar más allá. Quería que fuera más lascivo, más sucio, más… pecaminoso.

Rompí el beso e ignoré los gruñidos disconformes de Jimin. Me separé de su cuerpo y caminé hacia la única cama de la habitación mientras me deshacía de mi dalmática y calado, quedando únicamente en los pantalones negros que solía usar debajo de mi túnica.

Me senté en la orilla de la cama con las piernas abiertas y crucé miradas con mi sacerdote. Jimin no se había movido del lugar en donde estábamos y se veía jodidamente perfecto. Sus labios estaban hinchados y brillantes por los besos compartidos, sus rosados pezones estaban erectos al igual que su hinchada erección. Me relamí los labios y el bulto de mi pantalón se movió.

– Ven aquí – ordené con la voz más ronca que alguna vez tuve.

Jimin acató la orden rápidamente y en cuestión de segundos ya se encontraba de pie frente a mí, su mirada hambrienta y su cuerpo tembloroso esperando la siguiente orden.

Me tomé mi tiempo para admirar su hermoso cuerpo, oler su exquisito aroma y saborear con mi boca la dulzura de su blanquecina piel. Mis manos se deslizaron, en un movimiento ascendente por sus piernas. Subiendo lenta y tortuosamente hasta llegar a sus muy redondos glúteos y apretar con fuerza. Escuché su agudo gemido y sonreí ladino.

Tan necesitado.

Amase la piel suave a mi antojo mientras presionaba mis labios contra su estómago. Su cuerpo tembló y su espalda se arqueó, dejando escapar un suspiro de placer mientras su cabeza caía hacia atrás. Mi lengua salió de mi boca y dejó un rastro húmedo sobre su piel antes de que mis labios se cerraran y succionara a mi antojo.

– Nhgg… Jungkook… – gimió sosteniéndose de mis cabellos.

Di una última lamida a su vientre plano y alejé mis manos de su cuerpo. Jimin abrió los ojos desconcertado y un hermoso puchero se formó en sus labios.

– De rodillas – ordené entrecortado y la rapidez con la que obedeció me dejó sin aliento – Muéstrame… – gruñí – Muéstrame que tan pecador eres…

Jimin gimió y asintió rápidamente sin decir nada más. Sus manos se movieron temblorosas por sobre mi pantalón, pero no le tomó más de dos segundos el desabotonarlo y bajar la cremallera, dejando a la vista mis bóxer negros ligeramente húmedos por sobre la cabeza de mi pene.

Sentí sus pequeños dedos presionar contra el bulto entre mis piernas y un jadeó roto escapó de mis labios. Jimin no era el único sensible. Vi como sus labios formaban una sonrisa ladina y arqueé una ceja.

Estuve a punto de decir algo, pero sus manos fueron aún más rápidas, adentrándose entre mi ropa interior y sacando mi gruesa erección. Gemí de alivio y placer cuando sus pequeños dedos comenzaron a masajear la carne.

Su mano se movía con total maestría, el movimiento era lento y tortuoso, exactamente igual al que usaba sobre su propio pene cuando lo observaba tocarse a sí mismo. Mi pene se contrajo ante el recuerdo y fui testigo de cómo Jimin se relamió sus gruesos labios.

– Chúpalo – ordené entre gruñidos, excitado a niveles inimaginables al pensar en esos pomposos labios rodeando toda mi extensión.

Apreté las sábanas bajo mi mano cuando su rostro estuvo lo suficientemente cerca como para hacerme sentir el choque de su aliento contra mi piel sensible. Me estremecí en oleadas de anticipación. Sus ojos conectaron con los míos, tan profundos, tan hipnotizantes.

Jimin abrió su boca dejándome ver su húmeda lengua, la cual no tardó en darle una corta lamida a la hinchada cabeza. Yo gruñí y él sonrió antes de repetir el movimiento, pero esta vez más largo y lento, dejándome sentir la textura de su músculo hasta que su boca se cerró alrededor de esta.

– Ahhg… – gemí echando mi cabeza hacia atrás mientras Jimin se tragaba todo mi pene – Eso es cariño, mételo todo en tu linda boquita… nhg…

Jimin gimió y la vibración de su garganta sacudió toda mi polla, enviando corrientes placenteras por todo mi cuerpo. La cálida boca de Jimin succionaba mi erección como si de una paleta se tratara. Los lascivos sonidos de las succiones eran música para mis oídos y mis caderas se movían al ritmo de esta.

– Ngggh… – gimió gustoso con mi polla en su boca y puedo asegurar que podría venirme con solo ver lo lascivo que Jimin era.

– Tócate – ordené sin aliento, sosteniendo sus cabellos para disminuir la velocidad con la que su cabeza subía y bajaba tragándose mi polla. Jimin obedeció, pero sus manos iban en dirección a su propia erección – No – gruñí en negativa – Lleva tus dedos atrás, ábrete para mí.

Tener a Jimin de rodillas, chupando mi pene con devoción y penetrándose a sí mismo con sus propios dedos, abriendo su pasaje para recibir mi polla, era más de lo que podía tomar. Un orgasmo inminente se construía en mi bajo vientre, más fuerte, más placentero y más devastador que cualquier otro que haya tenido la oportunidad de tener antes de entrar a esta vida.

Jalé sus cabellos con fuerza y separé su rostro de mi contraída polla. Jimin no opuso resistencia, soltando mi erección con un muy lascivo “pop” y dejando un hilo de saliva que mantenía unido sus gruesos labios con la cabeza hinchada y roja de mi pene.

– Si pudieras verte ahora – dije con la respiración agitada – Eres la perfecta representación del pecado, de la lujuria – gruñí y Jimin tembló, aumentando la velocidad con la que se penetraba con sus dedos.

– J-Jungkook… – gimió agudo – P-Por favor… uhgg…

– ¿Te abriste para mí? – pregunté roncamente y Jimin asintió frenético, tampoco era que necesitara mucha preparación, lo había visto usar tres de sus dedos mientras se tocaba solo en la ducha – ¿Quieres que te folle, cariño? – saqué mi lengua y delinee sus dulces labios.

Jimin se estremeció antes de gritar en un gemido – ¡Sí! ¡Por favor Jungkook, fòllame!

Un grueso gruñido bajo vibró en mi pecho y Jimin tembló de necesidad. Mis labios se curvaron en una sonrisa ladina.

– En medio de la cama, sobre tus rodillas y codos – ordené mirándolo con ojos profundos que prometían el placer nunca antes experimentado.

Por supuesto que obedeció. La rapidez con las que seguían mis órdenes impuras hacían que mi polla se llenara más y más. Necesitaba aliviar el dolor, pero no lo haría hasta hacer a Jimin gritar de placer.

Me levanté de la cama y comencé a quitarme la ropa restante, todo mientras veía a mi sacerdote colocarse en posición. Su cabello húmedo, su piel sudorosa erizada completamente, su hermoso y redondo culo al aire.

Un ángel y un demonio.

– Abre las piernas, cariño. – pedí en un jadeó observando esas preciosas nalgas empinadas para mí – Déjame entrar…

Y así lo hizo, abriendo el suficiente espacio entre sus piernas para que yo pudiera entrar y arrodillarme frente a él. La misma posición que tomaba cada noche para rezar, pero ahora para hacer algo mucho más divertido.

– Separa tus nalgas para mí – añadí con voz ronca – Muéstrame la entrada al infierno…

Jimin gimió y se retorció en su posición. Pegando su mejilla a las suaves sábanas. Llevó sus pequeñas manos hasta sus nalgas, separándolas lentamente y dejando ver su rosado conducto.

– Mírate cariño… – dije con un pequeño gemidos atorado en mi garganta – Incluso después de abrirte para mí luces tan condenadamente apretado…

Mi polla pulsaba sobre mi abdomen, suplicando que me enterrara de una sola estocada en la calidez y suavidad de Jimin.

Llevé dos dedos a mi boca y los humedecí rápidamente con mi saliva. Iba a necesitar todo el lubricante posible para no hacernos daño. Jimin se veía tan apretado que parecía virgen.

Mi polla se contrajo dolorosamente ante tal pensamiento y mi corazón latió acelerado por la probabilidad de que así fuera.

Cuando mis dedos estuvieron totalmente empapados los llevé hasta sus pliegues, acariciando superficialmente, sintiendo el cuerpo de Jimin tensarse y después relajarse con un suave jadeo de satisfacción.

– Oh no, bebé. Mantén tus nalgas separadas para mí – ordené cuando sus fuerzas disminuyeron.

– J-Jungkook… uhg… – gimió moviendo descaradamente sus caderas hacia atrás, tratando de empalarse en mis largos dedos.

Sentía su músculo apretarse ante mis caricias de manera tan necesitada. Sonreí. Empujé mis dos dentro en su interior y mi recompensa fue un agudo gemido y el magnífico arqueo de su espalda sudorosa.

Usé mi mano libre para azotar sus preciosas mejillas. Quejándome silenciosamente de que las haya soltado para aferrarse a las sábanas. Jimin sólo gimió más fuerte. Descarado.

– Shh, no quieres que nos escuchen ¿Verdad?

Mis dedos se movieron hábiles en su interior. La estrechez de sus paredes me estaba volviendo loco, no pude dejar de imaginar cómo esa calidez y humedad de su interior envolvía todo mi miembro. Un hilo de líquido pre-seminal se deslizó por toda mi longitud.

Con una lentitud castigadora, comencé a buscar su glándula, ese delicioso punto que tendrá a Jimin gritando mi nombre.

– ¡Jungkook! ¡ahgg! – gritó cuando lo encontré.

Sólo lo acaricié por unos segundos y detuve mis movimientos, pero el temblor en las piernas de Jimin fue tan exquisito que por unos segundos pensé en mandar todo a la mierda y enterrarme en el tan profundo hasta perder la conciencia.

Presioné mis dedos nuevamente haciendo un movimiento circular y luego me detuve. Jimin volvió a estremecerse y las súplicas en forma de lloriqueo no tardaron en llegar.

– ¡P-Por favor, Ju-Jungkook! – pedía con voz rota mientras movía sus caderas buscando más de esa exquisita fricción a su punto dulce.

Miré hacia abajo y sonreí cuando vi el precioso hilo brillante de líquido pre-seminal conectando la polla de Jimin con las suaves sábanas de la cama.

Sentí que había sido suficiente, así que le di lo que quería. Ingresé un tercer dedo y comencé a follar su hermoso culo con movimientos veloces. Todos dirigidos a estimular su glándula.

– ¡Sí! ¡Uhggg! – cantó maravillado entre gemidos mientras su cuerpo no dejaba de sacudirse.

Jimin intentó llevar su mano hasta su hinchado miembro, pero no se lo permití. Jimin gimoteó aún más.

– No puedes tocarte – mi ceño se había fruncido – Te vendrás sólo con mis dedos en tu precioso agujero.

– N-No pu… ahgg… no pu-puedo…

– Tu placer es mío, Jimin – aseguré con voz profunda y ronca – Puedes hacerlo – aumenté mis movimientos y presioné mi pulgar contra su perineo – Vente para mí…

Y ante mi orden, él obedeció tan sumisamente que me dejó sin aliento. Sus músculos se apretaron tanto contra mis dedos que me imposibilitó El movimiento, haciéndome casi llegar al orgasmo con él sin haberme tocado.

Su gritó de placer con mi nombre en él fue lo ama glorioso que alguna vez escuché. Su cuerpo convulsionado entre intensas oleadas de placer era un orgasmo visual. Los hilos de blanco semen siendo disparados de su palpitante polla era lo más caliente que había visto nunca.

Mi mano libre acariciaba lentamente mi polla, esparciendo toda la lubricación que había soltado al ser testigo del placer de mi sacerdote.

Minutos pasaron cuando Jimin pudo volver a tomar el control de su cuerpo.

– Eso fue… – jadeó él intentando regular su respiración. Su cuerpo brillaba por el sudor y su polla medio dura colgaba entre sus piernas – ...Único.

– Pero esto aún no termina, cariño – sonreí ladino y llevé mis manos para separar nuevamente sus nalgas.

Jimin tembló y sus hermosos gemidos regresaron cuando di la primera lamida a sus pliegues. Mi boca produciendo la saliva suficiente para que mi lengua humedeciera todo a su paso.

¿Cómo no hacerlo? Jimin era como la fruta prohibida. Tan deliciosa y tan… mío.

Con mis dedos me ayudé a abrir su apretada entrada, metiendo mi lengua lo más que podía, lamiendo a mi antojo toda la suavidad del interior.

Tuve que llevar mis manos a las caderas de Jimin, evitando que siguiera moviéndose y me dejara saborearlo entero. Las suyas propias fueron hasta las mías y se sostuvieron de allí para regalarme una hermosa curvatura de su espalda. Separándose del colchón y empinando más su culo, permitiendo que mi lengua entrara más profundo.

– ¡Oh por Dios, Jungkook! – gimió él con los ojos fuertemente cerrados. Su polla dura una vez más contra su bajo vientre.

Podría estar así toda la vida. Con mi lengua enterrada en lo más profundo de su ser, pero mi polla clamaba por su turno con la preciosa cavidad, celosa de mis dedos y mi boca.

Y por todos los cielos e infiernos. Yo no podía esperar más. En un rápido movimiento, con una mano, regresé el cuerpo de Jimin a la cama. Levantando con la otra aún más sus caderas.

Presioné mi cuerpo sobre el suyo, restregando mi dura y adolorida polla contra sus nalgas. Hice un recorrido de besos por sus omóplatos hasta llegar a su nuca y parte de su cuello. Mordí el lóbulo de su oreja y susurré con la voz más ronca que tuve alguna vez.

– Te voy a follar, Jimin… – aseguré restregándome contra él – Serás mío… y de ahora en adelante sólo te arrodillar ante mí – gruñó simulando una estocada.

– Jungkook… – gimoteó empujando sus caderas hacia atrás.

– Dilo, Jimin – ordené separándome de él y amasando sus suaves baldas mientras esparcía mi líquido pre-seminal sobre toda su hendidura.

– Soy tuyo – gimió con lágrimas de necesidad en los ojos intentando llevar mi polla hasta su necesitada entrada – Mi cuerpo te pertenece… fóllame, por favor, Jungkook… ¡Lo necesito!

– Lo haré, cariño – aparté sus manos y llevé la cabeza de mi polla hasta su agujero, sintiéndolo contraerse en anticipación – Seré yo quien te enseñe lo bueno que es pecar…

Y dejando las palabras de lado, escupí sobre su rosado agujero y mi gruesa polla. Mis caderas se presionaron hacia adelante y yo acompañé el gemido de Jimin en un precioso coro.

Tan caliente, tan apretado, tan húmedo, tan perfecto.

Mis ojos se cerraron y mi boca se abrió en un jadeo. Estar dentro de Jimin era mejor de lo que alguna vez pensé que sería. Sus paredes me envolvían tan perfectamente que podría venirme con sólo estar en su interior.

Apreté mis dientes cuando mis ojos bajaron a nuestra unión. Ver su carne contra la mía, su agujero tragándose toda mi polla y sus blancas nalgas adornándola. Era la imagen más caliente de la puta vida.

Tomó todo mi autocontrol no comenzar a moverme y follarlo con todo lo que tenía. Así que amasé sus enrojecidas nalgas mientras esperaba que se acostumbrara a mi tamaño.

Jimin por otro lado tenía el ceño fruncido y gruesas lágrimas salían de sus hermosos ojos. Su labio inferior estaba aprisionado por sus dientes y sus manos estaban cerradas en apretados puños. Pequeñas gotas de sudor se deslizaban por su frente y su cuerpo se estremecía en pequeños espasmos.

Era perfecto.

Ahogué un gemido cuando sus caderas me sorprendieron haciendo movimientos circulares contra mi apretada polla. Lo dejé hacer, viendo hasta dónde podía llegar en busca de su placer.

Los movimientos circulares pasaron a ser ascendentes y descendentes. Alejándose de mi polla hasta sólo dejar la cabeza adentro, para después empalarse por completo en esta con un rápido movimiento certero.

Haciéndome gemir y gimiendo él con más fuerza. Me estaba llevando al límite de la locura.

Lo tomé por la cintura y detuve sus movimientos. Él gimoteó desesperado, pero cuando comencé a follarlo con desespero no pudo más que gemir mi nombre.

Empujé mis caderas con deseo, deseo de enterrarme tan profundo como me fuera posible. Entrando y saliendo de él en un exquisito vaivén que nos tenía gimiendo sin pudor alguno. El sonido de nuestras pieles sudorosas chocando comenzó a ser más audible, pero a la mierda todo.

Lo único que quería era aumentar la velocidad, aumentar la profundidad. Quería que Jimin gritara de placer, que llorara por más y que pronunciara mi nombre una vez más mientras el orgasmo se apoderaba de él.

– ¡AHG! – gimió sonoro y su cuerpo tembló debajo de mí.

Jimin intentó decir algo, pero solo balbuceos incoherentes entre gemidos era lo único que salía de su boca. Sonreí ladino, no necesitaba que me lo dijera para saber que había encontrado de nuevo su punto de placer.

Cambié el ángulo de mis embestidas y los gemidos rotos de Jimin aumentaron, así como las sacudidas involuntarias de su cuerpo.

No me detuve en ningún momento. No podría. Estaba disfrutando al máximo el placer que el cuerpo de Jimin me estaba dando. Orgulloso de ver las lágrimas de placer de Jimin bañar su rostro, encantado de la saliva que escurría de su boca con cada gemido y jadeó. Maravillado de ver sus ojos tornarse blancos con cada estocada profunda y certera.

Apreté mis manos más a sus caderas, presionando mis pulgares en esos dos hermosos hoyuelos de Venus en su espalda baja. Mi polla palpitando en su interior, el placer acumulándose en mi vientre, anunciando la llegada del más potente orgasmo de mi corta vida.

– Voy… uhgg… kook voy a… ¡AHG!

Callé sus balbuceos con otra certera estocada. Su entrada apretándose contra mi miembro haciéndome ver estrellas. Abrí sus nalgas para mí, quería venirme con la imagen de su culo tragándose mi polla.

– Demuéstrame lo bien que te hace sentir mi polla – jadeé cuando Jimin se apretó más a mi alrededor – Demuéstrame tu placer… Córrete con mi pene en tu apretado culo – gruñí.

No hicieron falta más de dos estocadas para que Jimin se cerrara por completo a mi alrededor y su cuerpo se decidiera de manera casi violenta.

– ¡JUNGKOOK! – gritó en medio de un agudo y sonoro gemido. Derramando toda su esencia sobre el colchón es espasmos del más puro placer condenado.

– ¡Mierda, Jimin! – gruñí sin aliento cuando me enterré lo más que pude en él, llenándolo y marcándolo por completo con mi esencia.

Jimin suspiró entre espasmos involuntarios, succionando mi polla hasta sacar el más mínimo placer de ella con su apretada cavidad.

Llevé mis caderas atrás y empujé de nuevos en un lento movimiento, intentando que permaneciéramos ambos por más tiempo sobre esa nube de delicioso placer.

No fue hasta que Jimin lloriqueó por la sobre-estimulación que no me detuve y salí de mi nuevo lugar favorito. Encantado de ver como toda mi esencia escurría por sus blanquecinos muslos y sonriendo complacido.

Nos acomodé a ambos sobre la suave cama. Llevando el cuerpo lánguido de Jimin más cerca del mío, envolviéndonos en un cálido enredo de extremidades.

El dulce suspiro que escapó de sus labios me aseguró que le encantaba estar así. Bien follado y cuidado. Besé sus húmedos cabellos y acaricié su espalda con movimientos lentos y cariñosos.

Los latidos de su corazón habían vuelto a la normalidad y su respiración se había vuelto acompasada. Pensé por unos segundos que había caído en los brazos de Morfeo, hasta que sus palabras me demostraron lo contrario.

– No falta mucho para la visita del Obispo… – susurró dibujando figuras invisibles en mi pecho desnudo.

– Lo sé… – afirmé acariciando sus caderas. Sabía la dirección de sus pensamientos incluso antes de que los manifestara.

– Serás un buen sacerdote – mencionó con voz queda, escondiendo su rostro en mi cuello y abrazándose a mi cintura. Como si no quisiera dejarme ir.

Mi corazón se estrujó.

¿En una sola noche puedes dejar de desear lo que quisiste durante toda tu vida?

Pues en mi caso, así sucedió. Porque mi nuevo deseo llevaba nombre y apellido.

Park Jimin.

– Creo que todavía me falta mucho por aprender – susurré con una sonrisa – No creo que pueda aceptar la ordenanza – aseguré con emoción indescriptible.

Jimin me dejó ver su hermoso rostro y conectó sus ojos con los míos. Podía ver las más hermosas estrellas brillando en ellos, avivadas por las lágrimas que comenzaban a caer.

– ¿Estás seguro? – preguntó intentando ocultar su emoción, pero le fue imposible – Pensé que deseabas ser sacerdote más que nada en el mundo.

– Pues… – acerqué más mi rostro al suyo, quedando a sólo milímetros de sus hinchados labios – Me enseñaste que puedo desear más… me enseñaste mucho más…

«Me enseñaste lo bien que de siente pecar»

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Mina: Estoy atrapada en esta historia tan deliciosa. Me encanta y me y me súper urge actualices.

bwhit1230: Wow!!! That was a good read!!! Thanks for sharing ❤️

Mark: Me gusta la capacidad de la autora para crear historias con tan buena trama, hacen que te quedes esperando por un capítulo más, y uno más, hasta que sin darte cuenta lo terminas de leer.Me gustan mucho todas sus historias en general.

island_girl: Not my style of book to read and I can assure you this was by far a refreshing, catching me of guard kind of book. I should have read it sooner 😊 Fast pace but short and sweet from the start. I giggled at the characters and pictured them exactly how you describe the bikers, thank you author!!

Jopartner: I will be checking for additional books about the characters in this one.

funseniorduo: What a wonderful, hot story. Makes me wish it could actually happen. Warm, sexy, tender, raw. This story has it all. A few typos, but not enough to interrupt the flow.

Diana: Me gusta la trama mucho , es muy interesante.

Luciano: Me gusta la trama y por ahora lo q no me gusta es como se manifiestan estos problemas

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Carolyn Russell: A delightful sweet romance with a lovely happy ending.

1970wildchild: The storyline and the plot are wonderful, a lot of grammar errors. Also found some sentences seemed like they had words omitted.

miny27550: Me gusta mucho el desenlaceLa rec de la historia la recomiendo mucho

Sarah New: Would recommend this story it’s beautiful

Gladys: I cried a little and laughed. Great story

RaineyDayz: 5 🌟 It's so cleverly punny and oh so freakin 🔥🥵 One minute I was laughing and the next I was squirming in my seat. Who knew Santa could be so damned sexy 😋🤤 Can't wait for the rest of Sylas and Melody's story ❤️‍🔥

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