PREFACIO
Todo estaba negro cuando desperté de nuevo. Si algo había aprendido con Josiah hace años era que no debía hacer que la atención pudiera caer en mí de alguna forma, debía tratar de no levantar sospechas para que pudieran lastimarme por tratar de luchar. Cuando más tranquila estaba, más bajaban ellos sus defensas. Así que eso hice, estuve en silencio y solo escuchando a mi alrededor.
Mientras mi corazón amenazaba con salir de mi pecho, estaba tratando de recobrar mi compostura. Tratando de ver algo a través de la tela que vendaba mi ojos e impedía que pudiera ver a las personas que me estaban secuestrando, pero la atadura que habían hecho era tan fuerte que apenas y podía abrir mis ojos.
Era secuestro, porque no podía llamarlo de otra forma. Habían entrado a mi casa para llevarme a la fuerza. Lo único que podía pensar era que posiblemente era algún enemigo de Ben que quería vengarse, traté de recordar alguna conversación que me hiciera darle una explicación a lo que estaba pasando y de nuevo no encontraba alguna. Ben nunca me había hablado de algún enemigo, y mucho menos de alguien tan peligroso que se atreviera a secuestrarme. ¿Por qué alguien como Benjamín tendría enemigos? Era algo absurdo cada vez que lo pensaba con más intensidad
¿Entonces, quienes eran ellos?
—No, aquí no podemos estacionar.—gruñó el tipo a mi lado, reconocí su voz como la del hombre que había puesto las esposas en mis manos antes.—En el otro, el señor no quiere fallos.
¿A quien se refería este hombre con el señor? La mayor duda que había era para quien trabajan estás personas y que sucedería conmigo.
Empecé a asustarme realmente cuando oí como alguien maldecía en ruso y luego un golpe sordo resonó en algún lugar a mi lado, alguien había lanzado un puñetazo a uno de estos hombres.
—Vuelves a hacer algo como eso y tu novia tendrá que recoger tus miembros en algún basurero de Rusia.—amenazó otra voz, su tono era aterrorador y molesto. Reconocí también su voz, de alguien a quien había conocido, pero no lograba averiguar a quien pertenecía.
La misma pregunta volvió a surgir. ¿Qué harían conmigo?
Agradecí que Kunno no hubiera estado en casa, prefería que no estuviera pasando por esto. Dios mío, prefería mil veces haber sido yo que él.
—Dejen de ser marica y apurate.—bramó otro hombre de voz grave a mi lado.—El señor ya llego al lugar.
Juraba por Dios que si esto tenía que ver con Ben iba a cortar su polla y luego lo mataría, ¿cuantas veces le había dicho que me apartará de sus problemas? Y aquí estaba yo, siendo secuestrada porque seguramente él quiso jugar con gente peligrosa.
—¿Quienes son ustedes?—pregunte en voz baja, tratando de sonar calmada, pero fallando cuando el temblor recorrió mi tono. Estaba aterrada. Mi cuerpo estaba gritando en señales de alarma que podría estar en peligro y mi cabeza estaba tratando de comenzar a vociferar gritos internos sobre lo que podría pasarme.
Nadie respondió, alguien soltó el humo de su cigarrillo y arrugue mi nariz ante la cercanía. Estaba muy, muy cerca de mí. De algo estaba segura, eran cuatro los hombres en el auto y aún no sabía sí habían otros autos custodiándolos a nuestros lados.
El auto frenó con un ruido chirriante, chocando con algo, pero nadie dijo nada. Solo oí las puertas abrirse, incluso la de al lado de mí, para luego ser cerrada de golpe y hacerme saltar sobre el asiento con un grito ahogado. Pero alguien seguía aquí, estaba sola con alguien dentro del auto. Mi pulso se aceleró y tragué el nudo que estaba atascado en mi garganta.
—¿Donde estoy?
Entonces, el hombre comenzó a remover la venda de mis ojos. Relajé mi rostro, enfocando mis ojos a mi alrededor. Intentando enfocar cualquier cosa.
Y cuando lo vi, una parte de mi se asustó aun más, recomendándolo de aquella época y queriendo echarme a llorar repentinamente.
De una cosa estaba segura ahora, que esto no se trataba de Ben. Esto se trataba de la mafia. ¿Para que me quería la mafia?
—Hola, Ainsley.—dijo él, con una sonrisa torcida y supe que no me traía para nada bueno. Su rostro de había endurecido un poco, pero aún me observaba con esos ojos impresionante suyos.—Tanto tiempo sin verte.