Capítulo 1
—¿Te gustaría sentarte en el regazo de Santa, niñita?
"¡Me encantaría!" pensó Leah Finnegan.
Pero, por supuesto, no estaba hablando con ella. Forzando una sonrisa, se estiró hacia arriba para enderezar su sombrero de duende verde, y luego tomó la mano de la niña en cuestión. Guiando a la pequeña chica rubia hacia el trono de Santa, situado en el medio del centro comercial, y observa a la niña subirse sobre un muslo vestido de rojo.
«Oh, quien fuera capaz de bajar su culo sobre ese sexy muslo». Ella quería gemir ante el mero pensamiento. Sus pechos se estremecieron contra su traje de elfo solo imaginando que el hombre de la blanca barba falsa la llamara a ella.
Se mordió el labio, previendo cómo sería si los dos estuvieran solos, si su sexy Santa la invitase a sentarse en su regazo, y si en su lugar, ella se sentara a horcajadas de él en su gran sillón de color rojo. Su coño se puso húmedo cuando se lo imaginó pasando sus manos por debajo de su pequeño vestido verde, todo el camino hasta sus caderas para descubrir que no se había puesto bragas.
Por supuesto, había usado ropa interior, todos los días que habían trabajado juntos, pero cada vez más esta visión era pura fantasía, «¿por qué no ir hasta el final?»
Santa levantó su vestido por el frente, espiando su coño desnudo, abierto y listo para él, inmediatamente ella metió la mano en esos pantalones adornados de piel, sacado su dura polla, y metiéndolo en su pequeño coño hambriento, tomándolo profundo en su interior.
— ¿Sabes qué? —La profunda voz de Santa retumbó.
Leah se asustó al ser arrancada de su fantasía, sólo para descubrir que aún estaba hablando con la niñita.
—Tú eres la última niña que me dirá lo que quiere en Navidad este año antes de que salte en mi trineo esta noche y empiece a entregar los juguetes.
La niña rubia parecía incierta.
—¿Tendrás tiempo para entregar los míos?
Santa sonrió.
—Por supuesto, con la ayuda de mi leal duende, Leah. —Señaló en su dirección—. Ella es mi pequeña ayudante favorita. —Él le envió un guiño rápido, y Dios mío, incluso eso hizo que su coño palpitara.
Después de convencer a la niñita que conseguiría todo en su lista, él la depositó en el suelo, le dijo que fuera buena, y mostrando una sonrisa que lucía sexy como el infierno, incluso detrás de la nevada barba, le dijo que no olvidara las galletas, ya que necesitaría un aperitivo en el momento en que llegara a su casa.
Cuando la niña salió corriendo hacia su madre que la estaba esperando, Leah lo vio echar un vistazo al gran y ornamentado reloj, suspendido desde el techo del centro comercial. Empujándose sobre sus pies calzados con botas, dio unos pasos hacia ella. Cuando habló, su voz salió un poco menos fuerte y cordial que la voz de Santa, pero el tenor cálido de su voz todavía calentaba su interior.
—Bueno, esa es la última. Parece que puedo colgar mi barba para siempre.
Ella trató de sonar alegre.
—Y yo puedo quitarme mis zapatos puntiagudos de elfos por última vez.
Sabía que tenía que estar contenta por eso, pero no lo estaba. Nunca había soñado que desear tan fuerte a un hombre con un traje de Santa, pero ahora que era la víspera de Navidad y su trabajo de caridad estaba llegando a su fin, un pesado manto de decepción se apoderó de ella. Había esperado verlo todos los días después del trabajo, en esas pocas horas por la noche en que trabajaron juntos haciendo de Santa. Y durante el último mes, los sábados y domingos se convirtieron en sus días favoritos de la semana, si eso incluso significó vestirse de elfo de diez a diez. Ahora, mientras los compradores de última hora se precipitaban pasándolos y los comerciantes comenzaban a bajar sus puertas articuladas de acero, no podía dejar de pensar en lo aburrido que sus noches parecían a partir de ese momento, sin siquiera la esperanza de que él hiciera un movimiento sobre ella. Iba a ser un largo y frío invierno.
—¿Alguna vez mencionó que haces de un lindo duende?
Los latidos del corazón de Leah se triplicaron cuando levantaron la mirada hacia él. Jeon Jungkook había sido su amigo por años y el objeto de su intenso deseo por un mes, y no importaba muchas señales que ella había intentado enviar, ésta era la primera vez que él alguna vez había dicho algo remotamente parecido al coqueto. Bueno, aparte de la noche mas o menos un año atrás, cuando habían estado bebiendo juntos en un happy hour y él había comenzado una conversación sorprendentemente traviesa, preguntando qué clase de cosas estaría dispuesta a hacer si un chico se lo pedía. Pero recientemente había descubierto que estaba pensando en ella como una amiga mujer en esa noche en particular, extrayéndole información sobre los gustos de la chica promedio en la calle.
Claramente no había sido personal.
Ahora, ella sonrió y esperaba que el calor que sentía en sus mejillas no equivaliera a un rubor. Estirándose hacia arriba, ella bajó su barba para echar un vistazo a ese hermoso y masculino rostro, los ojos marrones, la sonrisa sexy y la piel clara.
—Tú eres un Papá Noel muy caliente.
Su sonrisa se fundió a través de ella como jarabe caliente.
—Oye, ¿estás ocupada esta noche?
"¿Qué? ¿Sería que esa última señal efectivamente había funcionado?" Era vísperas de Navidad, por lo que la mayoría de la gente tenía aviones, pero teniendo en cuenta que Leah y Jungkook eran de otra ciudad y no había volado a casa para ver a sus familias este año, la pregunta era lógica y muy bienvenida a sus oídos.
—Um, cenare con una amiga y su esposo, pero después de eso...
Parecía completamente atractivo cuando levantó sus cejas.
—¿Por qué no te pasas por mi lugar de camino a casa? No tengo nada planeado, y no me gusta pasar la Nochebuena solo. Si no hay nada más, estoy seguro de que podemos encontrar al menos una buena película en algún canal del cable... —en una burlona y cantarina voz, además—, tengo licor de huevo. —Como si ese fuera el factor para empujarla sobre el borde.
—Seguro. Suena bien. Sobre... ¿las once?
Él asintió.
—Nos vemos entonces. —A medida que comenzó a marcharse, se detuvo y miró hacia atrás hacia ella con otro guiño seductor—. Tan a menudo como me has visto en este traje de Santa últimamente, espero que todavía seas capaz de reconocerme sin él.