Capítulo 1
Camila se ajustó su pequeña falda verde ribeteada de piel e inspiró un suspiro tembloroso. Dios, ¿realmente iba a seguir adelante con esto? Una de las artistas, Grace, le palmeó el brazo y le dio una sonrisa.
—No te preocupes, Camila. Es sólo una cita. ¡No es como si estuvieras vendiendo tu cuerpo!
Miró a la mujer de pelo oscuro usando un vestido corto de cuero.
—Lo sé, pero solo soy una camarera. ¡No sé nada acerca de salir con multimillonarios!
—Eres sensual e inteligente. No necesitas saber cosa alguna. Es todo por una buena causa.
—Tienes suerte, te las arreglaste para quedar fuera de esto ahora que estás comprometida.
Grace se sonrojó.
—Sí, bueno, digamos que a Jett no le habrá hecho demasiada gracia si me vendía a otro hombre.
Camila se rió. Jett tenía esa presencia oscura y amenazadora y ella imaginaba que nadie querría cruzarse con él. Había habido rumores de que era un verdadero sádico en la cama, pero Grace le había dicho que era un Dom increíble. Por supuesto, el hecho de que salvara a la hija de Grace de ser secuestrada cambió la opinión que todos tenían de él. Ahora Jett y Grace estaban comprometidos y por lo que Camila podía ver, profundamente enamorados.
Camila bajó la mirada a su pequeño traje de elfo. Medias rayadas y un pequeño top verde, también ribeteado en piel, completaba el atuendo. Se ajustó su sombrero, se asomó desde detrás de la cortina hacia el escenario e hizo una mueca.
—Realmente no estoy segura de que pueda hacer esto.
—Cariño, no has estado en una cita durante todo el tiempo que has trabajado en SinSity. ¿Qué es lo que no te atrae de ser invitada a cenar por un hombre atractivo, y rico?
Gimiendo interiormente, Camila se inclinó para ajustar sus medias. Grace estaba en lo cierto. Camila apenas había salido en citas desde que había empezado a trabajar en el más prestigioso club BDSM de Londres. Su cuidadoso equilibrio de la universidad y el trabajo significaba que no tenía tiempo para perder en absoluto, pero a los veinticinco años, estaba en peligro de convertirse en una reclusa. La única persona con la que pasaba tiempo en estos días, fuera del trabajo, era su compañero de piso.
Sin embargo, ser “vendida” a alguien en una subasta de caridad no era su idea de diversión. Los ricos clientes de SinSity eran fuertemente investigados por lo que ella no tenía miedo y las reglas eran estrictas. Nadie, ni siquiera las artistas, se esperaba que durmieran con los ofertantes. Sin embargo, todavía no le apetecía ir a una cita con un desconocido.
Desafortunadamente, una de las artistas se había reportado enferma en el último minuto y Camila, son su figura curvilínea y largo cabello castaño parecía encajar, y el traje de elfo sexy le quedaba perfectamente. Así que ahora estaba a punto de ser vendida a un extraño...
En algún lugar en la distancia, Camila escuchó su nombre ser exclamado.
—Ve —siseó Grace—. Y sonríe. Te ves increíble. Se van a pelear por ti.
Camila hizo una mueca. No estaba tan segura. El traje era bastante halagador para sus enormes pechos y culo curvilíneo pero en algunas ocasiones se sentía un poco... demasiado redonda. Los chicos amaban sus senos; más que a ella, y la hacían sentir consciente de sí misma. Ella hacía un gran trabajo encubriendo eso al ser extrovertida, pero aun así la frustraba que nadie pareciera conocer su verdadero yo. Sólo su compañero de piso sabía que podía ser bastante tímida e intelectual. La mayoría de la gente pensaba en ella como la chica tonta y divertida con grandes pechos.
Cuadrando los hombros, caminó hacia el escenario, haciendo todo lo posible para no tropezarse con los tacones que eran demasiado altos para ella. El resplandor de las luces del escenario la hicieron hacer una mueca, pero eso significaba que no podía ver a la mayor parte de la multitud de hombres ricos ocupando las mesas frente a ella. Gracias a Dios.
Mirando hacia adelante, se acordó de sonreír y apoyó una mano en su cadera cuando Lilly, la supervisora y subastadora de la noche, la anunció desde su posición en un lado del escenario.
—Aquí tenemos a la sensual y deliciosa Camila. Normalmente encontrada con la cabeza en sus libros, hoy la hemos traído especialmente para ustedes, hombres afortunados. No encontrarán a una más guapa castaña para tener en sus brazos esta Navidad. ¿Empezamos la licitación con mil libras?
Las náuseas amenazaron con levantarse en su garganta mientras Camila esperaba la primera oferta. ¿Y si nadie la quería? ¿Puede haber algo más humillante que estar vestida como una maldita duende sexy, puesta en el escenario, para luego ser ignorada?
De repente, alguien gritó:
—Mil libras.
Camila dejó escapar un suspiro, pero no podía ver de dónde provino el grito. Conocía a muchos de los clientes por su nombre, después de haber trabajado en el club desde hacía dos años. Algunos eran amables y simpáticos, otros no tanto. Ninguno la maltrataría, pero una gran cantidad de hombres de negocios, en su experiencia, esperan que estés a su entera disposición. Estaban tan acostumbrados a tener todo a su manera, y a su ritmo, que se confundían por cualquier persona que pusiera rebelarse contra eso. Y Camila no podía evitar sentirse un poco rebelde a veces. Así es como era. Si alguien la empujaba en una dirección, ella presionaba en otra. No era un gran rasgo en una camarera, pero era muy agradable y siempre hacía horas extras por lo que eso aún no había conseguido meterla en problemas.
Para su sorpresa, otra voz sonó.
—Dos mil.
—Tres mil.
—Cinco mil.
Camila lanzó su mirada alrededor, con sorpresa. Delineado por el resplandor de las luces, un tipo en un gran traje de Santa había ofertado. Se encogió por dentro. No sabía quién era, pero tenía un enorme vientre; lo suficientemente grande para hacer de Santa, ¿y quién sabía lo que ocultaba la espesa barba? El hombre podría ser cualquiera.
—Diez mil —otra oferta llegó y Camila tuvo que luchar para evitar que el asombro se mostrara en su rostro. ¿Quién quería pagar diez mil por ella?
—Quince mil. —Era el primer hombre.
—Veinte mil. —Santa de nuevo.
Esos dos fueron de ida y vuelta, y Camila mantuvo oscilando su mirada desde el lugar oscuro, de dónde provenía la primer voz y el tipo en el atuendo de Santa. Cuando la licitación alcanzó cincuenta mil, pensó que iba a desmayarse. Hubo un silencio entonces y ella asumió que Santa se había rendido, hasta que gritó:
—¡Cien mil!
Sus piernas temblaron bajo ella y contuvo el aliento en espera de la respuesta del otro apostador. La habitación quedo totalmente en silencio. Todo lo que podía oír era su corazón latiendo en su pecho.
—¿Más ofertas? ¿No? ¡La sexy Camila va a ser vendida a Santa Claus por cien mil libras! Y creo que todos podemos estar de acuerdo ¡ella vale cada centavo! —declaró Lilly—. A la una, a las dos... ¡Vendida a Santa!