Capítulo 2
Camila enderezó su vestido rojo una vez más y respiró hondo. Desdobló abriendo la nota que le habían entregado después de la subasta, rozó la escritura garabateada por billonésima vez y asintió para sí misma. Este era el lugar correcto.
«Diner Noir», un restaurante que estaba al frente de una de las más nuevas tendencias; comer en la oscuridad. Se estremeció. ¿Por qué en la Tierra alguien querría comer en la oscuridad? Tal vez Santa Claus era horrible. Tal vez por eso le había enviado una nota en lugar de encontrarse con ella como todos los demás licitadores. Todo lo que dijo fue que ella se reuniera aquí con él, y eso era todo.
Bajando la mirada a su vestido nuevamente, arrugó la carta y la guardó en su bolso de mano. ¿Qué importaba cómo lucía si iba a estar comiendo en la oscuridad? Sólo esperaba no derramarse toda la cena por encima. Y deseaba poder haber pedido la opinión de su compañero de piso. Había estado fuera todo el día, pero normalmente confiaba en él con su vida. No era el hombre más a la vanguardia de la moda pero siempre se lo diría si tenía un aspecto horrible.
Entrando en el restaurante, Camila se acercó al escritorio y le sonrió a la recepcionista, una mujer de mediana edad atractiva con demasiado maquillaje y cabello negro.
—Hola, estoy aquí para encontrarme con... uh... —sus mejillas se calentaron; no podía creer que iba a decir esto—: Santa. Mi nombre es Camila.
—Ah, sí. Santa dijo que estaba esperando una invitada. ¿Qué comida vas a tomar? Ofrecemos cuatro menús. ¿La sorpresa del chef, el menú de la carne, el menú del pescado y mariscos, o el vegetariano?
—¿No va a ser todo una sorpresa si estoy comiendo en la oscuridad?
—Bueno, sí, pero todo depende de lo sorprendida que desees estar. —Los ojos de la mujer brillaron con diversión.
—Creo que voy a tener la sorpresa del chef. Bien podría ir con todo, ¿no?
—Bien dicho —la recepcionista concordó, su sonrisa aumentando—. Está bien, así que así es cómo funciona esto. Irás al bar y se te pedirá que entregues tu teléfono, linterna, o cualquier cosa que tenga una luz. Tenemos armarios de seguridad para que pongas allí tu teléfono. Normalmente podrías hacer una pausa para tomar una copa pero viendo que tu... uh... cita ya está en el comedor, serás trasladada directamente allí por nuestro guía.
—Correcto. Lo entiendo. Gracias.
—Por aquí entonces. —La mujer retiró la cortina detrás de ella y la hizo pasar a través de ésta, haciendo una seña a una camarera mientras lo hacía—. Por favor, lleva a la señorita Camila a la mesa cuatro.
La joven camarera asintió y le indicó a Camila que la siguiera más allá del bar moderno. Varios comensales bien vestidos estaban sentados en taburetes de plástico transparente. Evidentemente, ellos no estaban preocupados por ensuciar su ropa. Pero eran probablemente menos torpes que Camila.
La camarera se volvió hacia ella.
—Mi nombre es Ali. Si necesitas algo, sólo tienes que decir mi nombre. Si tan sólo pudiera tomar tu abrigo, teléfono y bolso... —Camila le entregó todo y vio como Ali los colocaba en un armario detrás de la barra antes de venir a pararse frente a ella una vez más— Por favor, ponga su mano en mi hombro, Señorita, y sígame. Le pedimos que no se mueva de su silla en el comedor.
—Oh, está bien. —Camila puso su mano en el hombro de la camarera y siguió sus pasos mientras ella la conducía a través de una cortina en un pasillo oscuro, luego a través de una puerta. La completa oscuridad se la tragó.
—Mierda.
La camarera se echó a reír.
—Por favor, sólo sígueme. Descubrirás que tus ojos no se ajustarán, pero será un añadido a la experiencia —aseguró, y luego se detuvo—. Muy bien, aquí está tu asiento. Sólo extiende tu mano a la izquierda.
Camila realizó lo que se le instruyó y la curvó alrededor de la parte posterior de lo que debía ser una silla. Sus ojos se sentían ridículamente amplios y el corazón le martilleaba. Personas charlaban y cubiertos raspaban contra la porcelana pero su cita había permaneció en silencio. Sabía que no podía verla, pero todavía se sentía cohibida.
La camarera la guió a la silla y ella se sentó con cautela, sintiendo el bode de la mesa.
—Sus comidas estarán con ustedes pronto. Hay una copa de vino justo frente a cada uno de ustedes. ¡Disfruten!
Camila buscó a tientas su vino y tomó un gran trago inestable.
—Me alegra que vinieras, Camila —una voz ronca flotó a través de la mesa.
Camila tosió y escupió. A pesar de que sabía que estaba allí, él todavía la hizo sobresaltar. Tosió de nuevo para eliminar el vino blanco alojado en su garganta.
—Ah... sí, por supuesto. Un gusto... uh... conocerlo, Señor... eh...
Él se echó a reír.
—Llámame Santa.
—¿Tu nombre realmente es Santa?
—¿Es Camila tu nombre real? —argumentó.
—Por supuesto.
—Un nombre hermoso. Muy adecuado para tan linda jovencita.
¿Por qué sentía como si su cita acabara de eludir su pregunta?
Se sentía extraña, estaba sentada frente a un desconocido; que había pagado una fortuna para estar con ella en la oscuridad total.
Tomó otro sobo pequeño de vino, sintiendo que la calidez comenzaba a relajarla. ¿Tal vez esta noche no sería tan mala?
—Así que... umh... —Dios, sólo tenía que preguntar—. ¿Cómo es que hace una oferta tan alta para una cita conmigo?
—¿No es obvio? —Se rió de nuevo y por alguna razón eso provocó que su estómago se retorciera. Le recordaba algo, pero no estaba segura de qué. De alguna manera la hacía sentirse más relajada.
—En realidad no.
—Eres hermosa, Camila, pero también sabía que serías una compañía maravillosa.
Manos cálidas rozaron los dedos de Camila y se fueron. Ella se sacudió ante el toque inesperado, pero sintió una verdadera punzada de decepción de que no hubiera aferrado su mano durante más tiempo. Lo cual era una locura. ¡Ella ni siquiera conocía al hombre!
Recuperándose, sonrió, a pesar de que él no sería capaz de ver su sonrisa.
—¿Cómo sabes que soy buena compañía?
—Te conozco mejor de lo que piensas —respondió enigmáticamente.
Por alguna razón, la forma en que lo dijo no lo hizo sonar acosador o espeluznante. Sonaba extrañamente tierno.
—¿Eres un habitual en SinSity entonces?
—Te he visto un montón de veces.
—¿Nos conocemos? —Era extraño pensar que no sabía cómo lucía este hombre.
—Sí, nos hemos conocido.
—Está bien. —Eso le provocó cierto alivio—. Porque en la subasta no vi tu aspecto sin el traje de Santa.
—Sí, eso fue una especie de desafío. Pero debo admitir, tu traje de elfo definitivamente me llamó la atención.
La forma en que lo dijo hizo que su corazón revoloteara un poco. Algo acerca de este hombre era increíblemente atractivo. Si tan sólo supiera qué. Su voz no era particularmente sexy. Aunque su colonia era agradable. Limpia, fresca, masculina. Y sus dedos de habían sentido ligeramente ásperos. Como si hiciera más que revisar papeles para ganarse la vida. Santa tenía que ser rico, así que, ¿qué hacía que le reportaba tanta ganancia y todavía le permitía trabajar con sus manos?
—No estaba destinada a ser subastada —admitió—. Fue una cosa de última hora. Normalmente no hago este tipo de cosas.
—Voy a admitir que normalmente no compro citas.
Camila parpadeó, tratando de trabajar a través de la oscuridad para verlo. Era muy frustrante, pero al mismo tiempo, algo sensual. Podía oír a los otros clientes hablando, pero la falta de luz la obligaba a concentrarse en su voz, en su olor. Algo sobre él realmente picaba su curiosidad y no sólo por lo misterioso que era.