Capítulo 1
—Lo siento, señorita Turner, el señor Jeon no puede recibirla hoy. Pero puede volver el martes a las tres en punto.
Amy apretó la correa de su bolso, decidida.
—El martes no estaré en Atenas.
El resultado de aquella visita determinaría cuánto tiempo se quedará en Grecia... si aquella mujer dejó que viese a Jeon Jungkook de una vez.
Amy hizo un esfuerzo por no perder la compostura delante de la secretaria, una mujer mayor que seguramente recibiría un buen sueldo por no perder nunca la suya.
—Después de esperar tres horas imagino que tendrá cinco minutos para verme.
La secretaria negó con la cabeza.
—Es viernes, señorita. Debería haber ido de Atenas hace horas.
Amy podía creerlo, pero no tenía intención de marcharse sin protestar. Había demasiado en juego y, respirando profundamente, le dijo:
—No me gusta tener que contarle esto, pero veo que no me queda más remedio. Por favor, dígale que es un asunto de vida o muerte.
La mujer miró a Amy con cara de sorpresa.
—Si es una broma, no tiene ninguna gracia.
—No es ninguna broma —replicó ella, estirando su metro sesenta todo lo que pudo.
Después de vacilar un momento la secretaria se levantó para ir al despacho de su jefe y Amy dejó escapar un suspiro.
Mientras empresarios y ejecutivos iban y venían por los dominios de los Jeon, a ella la habían ignorado por completo durante más de tres horas.
Sólo sabía tres cosas sobre Jeon Jungkook: que a los treinta y tres años era el presidente de la corporación Jeon, una empresa metalúrgica que exportaba aluminio, cobre y plásticos.
Su fuente le había confiado que su vasta fortuna, acumulada durante décadas, produjo ocho compañías y doce mil empleados. La familia Jeon poseía un imperio que se extendía más allá de Grecia.
Lo segundo, y si tenía que fiarse por la fotografía del periódico, que era un hombre excepcionalmente atractivo.
Lo tercero no era de conocimiento público. En realidad, nadie más que Amy lo sabía, pero cuando hablasen por fin, su vida cambiaría para siempre le gustase o no.
La secretaría volvió poco después.
—El señor Jeon tiene cinco minutos para usted, ni uno más.
—Muy bien.
—Su despacho está al final del pasillo.
—Muchas gracias —Amy se dirigió hacia la puerta, los rizos rubios rozando su cara. Pero cuando entró en el santuario de Jeon no vio a nadie.
—¿De vida o muerte ha dicho? —escuchó una voz masculina tras ella.
Cuando se dio la vuelta vio a un hombre muy alto que estaba poniéndose una chaqueta gris. Su ancho torso bajo la camisa blanca era la prueba de que no pasaba todo el día encerrado en una oficina.
—Estoy esperando, señorita Turner.
Amy se quedó sorprendida al ver unos grises ojos rodeados de largas pestañas. Tenía el pelo oscuro, más corto que en la fotografía, y la piel morena. Sus rasgos griegos la fascinaban. En la fotografía del periódico no se apreciaba la cicatriz en la ceja izquierda o las arruguitas alrededor de los ojos que revelaban una vida emocionante.
—No es fácil hablar con usted.
Jungkook se acerca a la puerta del ascensor privado.
—Estaba a punto de irme, así que dígame lo que tenga que decir antes de que me marche —Jeon había entrado en el ascensor y estaba a punto de pulsar el botón. Sin duda tenia un helicóptero esperándolo en la terraza del edificio, listo para tener algún lugar exótico para disfrutar del fin de semana.