Prólogo
No iba a llorar. Aunque deseara hacerlo, no iba a llorar para que el odioso Jeon Jungkook no se enterara del daño que le había hecho.
Cindy Smith se tapó la boca con la mano para contener los sollozos. Desde el coche, veía el paisaje borroso a causa de las lágrimas. Cada vez se alejaba más del hombre al que amaba.
Jeon Jungkook estaba sentado a su lado, mirando a la carretera. No miró a Cindy ni una sola vez, y ella sabía que a él no le importaba que tuviera el corazón roto.
Cada músculo de su cuerpo reflejaba poder. Desde su rostro arrogante hasta las manos fuertes con las que agarraba el volante.
Para él, el control era muy importante. Estaba muy enfadado porque su hermano pequeño, Jimin, había elegido a una chica corriente para casarse. Así que se encargó de destruir el compromiso. Y lo hizo con total eficacia.
Aunque tenía tan solo veintitantos años, su rostro notaba autoridad. Su familia vivía en Jeon Manor desde hacía varias generaciones, controlando las fincas de los alrededores. Jeon Jungkook era el último dueño.
La chica que estaba a su lado no era del mismo estilo. Solo tenía dieciocho años, era de constitución delicada y su rostro reflejaba indefensión. Durante su corta experiencia de vida, había conocido la pobreza, pero no la maldad. Su primer enfrentamiento con una fuerza implacable la dejó destrozada.
—Llegaremos a la estación dentro de cinco minutos —dijo Jungkook—. Con tiempo de sobra para que tomes el tren.
—No tienes derecho a hacer esto —dijo ella enojada.
—Ya lo hemos hablado —dijo él con tono de aburrimiento e impaciencia—. No habría funcionado. Hazme caso, Jimin no es el marido adecuado para ti.
—Porque él es un Jeon y mi madre solía limpiaros el suelo —dijo en tono amenazante.
—Mira, no...
—Decidiste romper nuestro compromiso en cuanto Jimin nos presentó, ¿verdad?
—Sí, más o menos. Pero no hagas una tragedia de todo esto. Tienes dieciocho años. Tu corazón sanará pronto.
—¡Para ti es tan fácil! —gritó ella—. Tú das las órdenes y todo el mundo ha de obedecerte. Pero yo no te obedecí. No acepté tu dinero ni escuché tus razones sobre por qué no era la mujer adecuada...
—Solo intentaba...
—Así que como no pudiste hacer otras cosas, tú... —de repente perdió el control—. ¿Cómo pudiste hacerlo? —gimoteó—. ¿Cómo puedes ser tan cruel?
—Hemos llegado —dijo él deteniendo el coche—. No montes una escena. Ya sé lo que opinas de mí y no me importa.
—No te importa nada, solo deshacerte de mí.
—Sin duda estaré mucho más contento en cuanto te subas al tren.
Cuando llegó el tren, él metió la maleta y apremió a Cindy para que subiese.
—No llores, pequeña —dijo en tono amable—. E intenta no odiarme. Créeme, es lo mejor —cerró la puerta.
El jefe de estación tocó el silbato. Cindy abrió la ventana y se asomó para mirar a Jungkook fijamente.
—Pero te odio. Te odio porque pisoteas a la gente y no te preocupas por sus sentimientos. Te has deshecho de mí porque consideras que no soy lo suficientemente buena. Voy a demostrarte que estás equivocado. Volveré.
—No vuelvas —contestó él con dureza—. Mantente alejada de esta familia.
El tren comenzó a moverse.
— ¿Has oído? —gritó ella—. Algún día volveré.
El no contestó, pero se quedó mirándola hasta que el tren desapareció.
Cindy creyó ver una expresión de sorpresa en su rostro.
Había jurado que regresaría. Pero solo por orgullo. ¿Cómo iba a regresar al sitio de donde la habían echado con tanta crueldad?
Pero ocurrió.
Seis años más tarde, la enfermera Elinor Lucinda Smith regresó a Jeon Manor. Era la última esperanza de su enemigo, Jeon Jungkook, que estaba ciego, lisiado y solo...