Capítulo 1
Había pasado un par de años desde que regresaba a Busan, mi ciudad natal. A pesar de lo mucho que aparecía en las noticias por las diferentes manifestaciones de trabajadores en los campos, aún tenía fe de que el distrito iba a sobreponerse sobre esa fachada cultural de “la ciudad sobrenatural” de la que tanto sus pobladores promocionan. No me malinterpreten, crecí creyendo cada uno de los mitos y pruebas. A decir verdad, mi abuelo se consideraba un “cazador” o así lo conocían por los alrededores, y cuando mi madre pudo estabilizarse económicamente, decidió que era mejor mudarnos a Seul donde logré ver la realidad de las cosas y pude comprender que todo era una fantasía medieval.
Sin embargo, constantemente suelo ir a mi ciudad natal para visitar a mi abuela a quien quiero mucho y estimo. Pero, estos últimos años, a raíz de mi vida universitaria tan complicada, no he tenido el tiempo suficiente para poder visitarla y ayudarla durante el verano. Ella es dueña de una pequeña tienda en el pueblo, muy popular a decir verdad. Acá en Seúl se les llama “tiendas de conveniencia” y aunque no son como las de la capital, mi abuela se esfuerza de poder abastecer continuamente el establecimiento y promocionar la tienda. Recuerdo, en pleno verano, haberme disfrazado para atraer clientes y repartir volantes en la carretera principal. Me gané muchas miradas de burla, pero logré ser tendencia en Twitter. Muchos me consideraron “aparición paranormal” porque se hizo viral una foto mía en traje y detrás un mancha borrosa aparecía, como si una persona corriendo a velocidad estuviera allí. Claramente era editada, pero la “aparición” dio cabida a que varios turistas visitaran la tienda solo para tomarse una foto con el hashtag “#ScaryBusan”.
Mi abuela se emocionó de ver tantos clientes ese verano, yo tenía 18 años, y me preguntaba seriamente si los adultos se creían cada cosa editada que veían por internet. No le di muchas vueltas, pero aparecí en el periódico del distrito y me hicieron una entrevista, ¿pueden creerlo? Fue un tanto caótico porque mi madre aún tiene recortado el pedazo de papel y colgado en el refrigerador. Ella tampoco es fanática de los mitos en Busan, pero siempre me repite que: lo que uno no ve no puede juzgar.
— Queridos tripulantes, les habla el conductor del tren, y es un agrado informales que estamos llegando a Busan dentro de algunos minutos. Por favor, tener en mano sus pertenencias y bajar por las puertas delanteras. Gracias.
Me estiro en mi asiento sin causar mucho movimiento, y tomo mi maletín de mano del suelo, colocándolo en mi regazo. Mi celular indica que es casi mediodía y probablemente mi abuela esté esperándome en la estación desde un par de horas. Muchos pasajeros parecen estar emocionados de regresar al distrito, y puedo ver alguno que otro turista vistiendo esas horribles camisetas con el logo de “cazadores” y la bandera de Busan.
— Patéticos —murmuro entre dientes al verlos pasar al lado mío.
En verano era común que los grupos de cazadores paranormales se juntaran para guiar a los turistas y espantarlos con sus historias y avistamientos. Les vendían mercancía a elevados precios y “pociones” para atraer o espantar a distintos seres. Rodando los ojos teniendo en mente ese pensamiento, me levanto estirando mis piernas y siguiendo a los demás pasajeros en una de las salidas disponibles del tren. Habíamos llegado a Busan, y podía sentir los rayos del sol traspasando las ventanas gruesas en los alrededores.
Me giro al sentir una mano presionando mi hombro, y abro los ojos sorprendido al ver nada más y nada menos que a Kim Seokjin detrás mío y con una sonrisa.
— ¿Jin? —pregunto atónito atravesando la puerta de salida, y él siguiéndome detrás.
— Park Jimin, pensé que no te volvería a ver por Busan.—responde mirándome con curiosidad.— El verano pasado quise invitarte a una fiesta, pero tu abuela me comentó que hace un par de años que no pisabas el distrito.
Nos adentramos a la multitud de pasajeros buscando sus maletas en el consigna del tren. Eran varias puertas laterales que guardaban el equipaje de aquellos que pagaban una tarifa por un peso que sobrepasaba el límite.
— Los estudios me consumen el tiempo, pero...—pauso unos segundos para tomar mi equipaje y dejarlo en el suelo.— He vuelto y planeo quedarme un par de meses por aquí.
Jin asiente con una sonrisa ladeada, y me señala con la cabeza para seguir el camino hacia la estación donde familiares de los pasajeros los esperaban.
— Te entiendo perfectamente.—me dice alzando la mirada y buscando entre las personas.
Kim Seokjin era hijo de una familia muy adinerada en el distrito. Nos hicimos muy amigos en la escuela durante la primaria y secundaria. Se podría decir que éramos como uña y mugre, y me llevaba muy bien con sus padres. Asistí sus fiestas de cumpleaños y uno que otro evento que su padre organizaba para su empresa de aceite, que a decir verdad, ha tenido un éxito rotunda y se ha expandido por todo el país.
— ¿C-Cómo has estado? Lo último que escuché de ti es que te graduaste de la universidad, y no pude felicitarte porque ese verano no estabas aquí.
Pregunto observando sus delicadas facciones, y me percato que está vestido de pies a cabeza en un traje formal. Pareciera que ha salido de una revista de modas o que llega tarde para una reunión ejecutiva.
— Sí, me gradué hace unos años. Ahora soy miembro de la junta ejecutiva en la empresa familiar.—levanta su mano en el aire— Tengo una responsabilidad enorme encima y como sucesor, decir que estoy bien, parece más una mentira piadosa que un grito de desesperación—agrega en un tono burlón.
Me río dándome cuenta que aún su personalidad no ha cambiado a pesar de los años. Él es un año mayor que yo, pero por su experiencia, pareciera que nos llevamos muchos más.
— ¿Jimin, hijo?
La voz de mi abuela me hace girar sobre mis talones, y corro a abrazarla olvidándome por completo de mi acompañante y amigo de toda la vida.
— Nana, dios, cómo te he extrañado...—murmuro en sus brazos.
Mi abuela no era joven, cabe resaltar, pero tampoco eran tan anciana. Tenía un par de canas en su cabello castaño, pero como toda coreana, su piel reluciente y bien cuidada le quitaba unos cuantas años y parecía más una madre estresada que una anciana retirada.
— Estás todo guapo y fortachón—me separa mirándome de pies a cabeza— Ahora tendrás fuerza para cargar todas esas cajas del almacén.
Río por sus ocurrencias, y escucho a Jin acercándose a nosotros. Me giro sonriéndole.
— Nana, ¿te acuerdas de Jin?
Ella me mira alzando una ceja.
— ¡Claro que me acuerdo!—exclama mirando a mi amigo— Un muchacho tan guapo como el tuyo es imposible de olvidar.
Jin ríe y niego la cabeza todo avergonzado por su comentario.
— Señora Park, muchas gracias por el cumplido. No sé si sea mucha molestia pero, ¿les importaría que los llevara a casa? Mi chófer debe estar por aquí buscándome.
Niego con la cabeza y estoy a punto de negar la oferta por mucha molestia, pero mi abuela asiente pellizcándome el brazo. Hago una mueca de dolor y ella señala las maletas.
— No creas que te ayudaré a cargarlas hasta el taxi—murmura viendo que mi amigo se giró.
— No podemos aprovecharnos de su generosidad, además parece estar apurado por llegar a algún lado.—comento tomando mis maletas y colocándolas a cada lado de mi cuerpo.
Toma mi mano y le da unas leves palmaditas.
— Claro que podemos, hijo.
Hay un cartel con el apellido de la familia “Kim” moviéndose por el aire, a espaldas de Jin y alzo la mano haciendo contacto visual con el que supongo es el chófer.
— Jin, creo que es para ti.—le indico señalando entre la multitud.
El cartel se desplaza entre los pasajeros con rapidez, al parecer dándose cuenta que llegaba uno minutos tardes, y cuando está frente a nosotros no logro evitar observar su rostro. Sus facciones me parecían muy similares a las de un conocido, y el chófer parece darse cuenta de mi penetrante mirada que logra hacer contacto visual conmigo.
Mi corazón se detuvo por unos segundos.
— Jungkook, pensé que no vendrías.—comenta Jin caminando hacia él para envolverlo en sus brazos.
— Disculpe joven Kim, su padre me pidió de último minuto que lo llevara a una junta importante.— informa moviendo las llaves en su mano.
Jin asiente, y con un gesto nos indica seguirlo. Mi abuela se agarra del brazo de mi amigo y camino con las maletas arrastrándolas durante el camino. ¿Jeon Jungkook ha crecido tanto?, me cuestiono mirando su espalda gruesa y la forma en la que su traje formal se arrugaba en los hombros por la fuerza que ejerce al empujar el carro maletero.
Conocí a Jungkook un verano muy caloroso, cuando Jin me invitó a pasar la noche en su recámara para ver películas animadas y jugar videojuegos. Ambos éramos pequeños, recuerdo que al día siguiente tenía una prueba importante y mi única preocupación era vencer a Jin en Mario Kart. Estuvimos un par de horas riendo y charlando, hasta que la puerta de su pieza se abrió lentamente y la madre de mi amigo apareció con una sonrisa cálida y un niño a sus espaldas.
Rápidamente bajé los pies de la cama y me acomodé en el filo de la cama, como si me sintiera avergonzado de estar echado en el colchón de mi mejor amigo. La señora Kim toma de la mano al pequeño y nos sonríe a los tres.
— Jiminah, te presento a Jungkook.—dice acariciando los cabellos negros del niño.— Es hijo de una de las empleadas aquí, y lo traigo para que compartan con él.
Jin rueda los ojos cogiendo el mando de la Play, y su madre se retira dejándonos en un silencio sepulcral. Lucía menor, algo alto para su edad, pero miraba el suelo tímidamente y esperando a que lo invitáramos a lo que sea que estuviésemos haciendo.
— Soy Park Jimin.
Decido romper el silencio y muevo mis pies de lado a lado algo nervioso por la incomodidad.
— No gastes tu tiempo en hablar con él, Jiminah.—Jin murmura mirándome— Lo único que hace es llorar.
Luego de decir aquello, sus ojos negros se llenan de lágrimas y sale de la pieza gimoteando y llamando a su mamá entre hipeos. Me preocupo al instante, y decido ir tras él, pero mi amigo me detiene.
— Es algo raro, papá dice que su familia nos ha ayudado durante mucho tiempo y siempre me pide que sea amable con él.—dice y agrega— En verdad trato, pero es que es menor que yo y solo llora sin decir absolutamente nada.
A los meses Jungkook apareció en nuestra escuela e iba a clases. Se rumoreaba que era muy inteligente para su edad, pero también se burlaban por los constantes episodios de lloriqueo en el salón. Era muy tímido y pequeño, aún con 10 años parecía que lo único que sentía era la necesidad de alejarse y derramar lágrimas a donde sea que vaya. Cuando crecimos y cumplí los 16 años, Jungkook y su familia habían dejado de trabajar para los Kim y según Seokjin, se mudaron a otro distrito por temas familiares.
La última vez que lo vi tenía 14 años, su mirada era tan profunda que podía sentir cada entraña en tu cuerpo vibrar y los lloriqueos habían cesado. Nos cruzamos varias veces fuera de la escuela y la casa de Jin, y él simplemente atinaba a ignorarme o pasar de mí, lo cual no me afectaba, pero de alguna u otra forma esperaba que mi compañía lo hiciera sentir seguro. Sobre todo porque los demás niños lo seguían tildando de raro.
Ahora verlo parece casi irreal. Sus cabellos negros alborotados por el apuro de llegar a tiempo al aeropuerto, los centímetros de más que rebosaban los míos y la masa muscular en su cuerpo. Me sentía muy cohibido en su presencia, y eso que estaba detrás suyo. Es tan raro pensar cómo cambiamos con los años, pero es aún más impresionante saber que alguien tan frágil como era él se ve tan poderoso y temerario ahora.
— Al menos acepta que extrañabas el sol cálido de Busán.
Es Jin quien me despega de mis pensamientos para darme cuenta que estábamos parados frente al auto con un Jungkook guardando las maletas en la cajuela.
— Por supuesto, en Seúl el sol parece camuflarse con las nubes.—expreso colocando las mías en el suelo.
Mi abuela nos sonríe a ambos.
Seokjin abre la puerta trasera del lujoso auto y ayuda a mi nana a subirse. Me concentro en tomar las maletas y ayudar a Jungkook, pero mi amigo me detiene.
— Deja que él se encargue.— murmura.
Quiero objetar, pero la mirada insistente de mi amigo me hace darme por vencido y asiento tomando el lugar junto a mi abuela en el auto. El asiento es cómodo y huele a menta con canela. Es como oler el mismísimo bosque. Mi nana me toma de la mano y le da un ligero apretón, apoyando su cabeza en mi hombro.
Seokjin y Jungkook parecen hablar por unos minutos, y ambos toman sus asientos en la parte delantera. El coche arranca en pocos segundos y veo como nos alejamos del aeropuerto y el sinfín de personas entrando y saliendo del lugar apresuradamente.
— ¿Algún lugar en especial que decidas visitar en tu estadía Jiminah?
Cuestiona Jin, y una vaga sonrisa se plasma en mi rostro al escuchar ese antiguo apodo.
— ¿Qué tal “Colmillos Afilados”? He escuchado que a los turistas les regalan pociones mágicas.—digo y agrego.— Me vendría bien convertirme en un hombre lobo o un vampiro guapo.—me burlo sacudiendo la cabeza.
Mi abuela me pellizca el brazo en son de reproche, pero la mirada de Jungkook por el retrovisor toma mi atención. Solo por unos segundos, que para mi parecieron eternos, logro ver un destello en sus ojos, y sé que es el sol reflejándose en ellos, pero por un instante, es rojo lo que veo.
Espero les haya gustado el cap, es mi primera vez publicando en esta plataforma. Tengo algunas historias Kookmin en Wattpad con el mismo username (adri_universe) por si desean chequearlas. ¡Tengan un bonito día!