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Unidos por el rencor

Capitulo Tres




Ohm ya tenía en brazos a Nicky cuando Fluke llegó al dormitorio.


El niño estaba llorando a pleno pulmón y tenía el adorable rostro todo colorado. El corazón se le encogió a Fluke nada más verlo.


—Deje que lo tenga yo— dijo extendiendo los brazos.


Ohm lo miró casi divertido.


—Yo sé lo que hacer con un niño. ¿Siempre lo deja llorar así?


La furia volvió a apoderarse de él.


— ¡Nunca le dejo llorar!


—En mi casa estaría atendido continuamente las veinticuatro horas del día.


Fluke rechinó los dientes.


—Si lo deja en la cuna iré a calentarle el biberón.


—Me quedaré aquí con Nikos mientras usted vuelve.


Fluke bajó a la cocina maldiciendo a ese hombre insufrible. Estaba furioso porque Ohm Thitiwat tuviera por fin en brazos a su sobrino. No quería reconocer los lazos de sangre que había entre ellos. Ninguno de los dos hermanos tenía derecho a ello, se dijo a sí mismo.


Y, de repente, se vio recordando de nuevo el pasado. Hacía siete meses Damon se había marchado a Grecia por negocios. Él supo entonces que Ollie estaba embarazado y, por lo que dijo su hermano, estaba encantado con la noticia. Ollie le había sugerido que, tal vez, ya fuera hora de que Damon lo presentara a su hermano. Con ese anillo de compromiso en el dedo y el hijo de Damon de camino, ¿no tenía muy buenas razones para esperar un matrimonio rápido?


Damon le había prometido hablar con su hermano cuando estuviera en su casa. Cuando volvió estaba pálido y con cara de asustado. Le dijo a Ollie que Ohm era inamovible y que no quería siquiera conocerlo. Sólo entonces Ollie le contó a Fluke que estaba embarazado. Fue con Damon a contárselo y Fluke tuvo que pasar por una tarde verdaderamente tensa. Había sido increíblemente inocente y no se había dado cuenta hasta entonces de que Ollie y Damon hacía tiempo que dormían juntos. Ni siquiera sabía que su hermano pequeño se había ido a vivir con él, ya que le había dicho que había encontrado un piso más barato junto con unos compañeros de estudios de Oxford.


—En estos momentos no estoy en posición de casarme con Ollie— dijo Damon, cabizbajo.


— ¡Ohm le ha amenazado con dejarlo sin un penique! ¿Te imaginas un melodrama como este en estos días?— intervino Ollie.


Damon no fue capaz de mirar a los ojos a Fluke. Por fin, cuando ya no pudo soportar el silencio por más tiempo, dijo casi suplicante: — No puedo desafiar a mi hermano. Por lo menos, no ahora.


Y entonces el corazón se le cayó a los pies a Fluke. Eso no era más que una excusa, y no demasiado buena, teniendo en cuenta las circunstancias. Ollie se puso histérico y Fluke sospechó que, de alguna manera, había esperado que su hermano mayor tuviera una especie de varita mágica para arreglar la situación. Pero la realidad era que Damon era un hombre mayor de edad. Si él no tenía el coraje para enfrentarse a su tiránico hermano y forjarse su propio camino en la vida, por lo menos hasta que su familia aceptara a su novio, nadie le podía dar ese coraje. Una semana más tarde, Damon se marchó a Grecia casi sin avisar.


— ¿Sabías que se marchaba?— le preguntó Fluke a su hermano.


—No te preocupes... volverá. Realmente quiere este niño— le contestó Ollie sin compartir las preocupaciones de su hermano.


Pero Fluke no pudo dejar de pensar si ese joven griego ya no estaría tan seguro de sus sentimientos por Ollie, pero no quiso preocuparlo con sus temores. Un día un abogado se presentó en la casa que Ollie compartía con Damon en Oxford con una orden de desahucio. Él fue corriendo a casa de Fluke, irritado por lo que había sucedido, pero convencido de que Damon no había tenido nada que ver con ello. Dijo que era un estúpido malentendido con el casero. Se había negado a volver a la universidad, a pesar de los ruegos de Fluke.


Desesperado, Fluke pensó que, tal vez, su deber era enfrentarse con Ohm Thitiwat y tratar de razonar con él.


Ollie ya se lo había pedido anteriormente y decidió que iría a verlo la próxima vez que ese hombre estuviera en Londres. Recordaba muy bien ese día en su oficina. Era algo inolvidable. Ese día sí que lo había intimidado, y desde el primer momento en que lo vio. Él había ido de buena fe, enfadado por lo de Ollie, pero seguro de que, en cuanto ese hombre conociera a su hermano, se daría cuenta de que sus prejuicios hacia él eran irrazonables. Pero Ohm Thitiwat no llegó a conocer a Ollie realmente. Los hizo entrar a los dos en su lujoso despacho y envió a Ollie con sus abogados para centrar su atención solamente en Fluke.


—Creo que usted y yo deberíamos hablar de esto a solas, señor Natouch.— le dijo.


Entonces no cayó en el famoso proverbio de Divide y vencerás. Y eso fue lo que hizo él. Fluke fue tan idiota como para hasta sentirse aliviado de que Ollie no estuviera. Estaba seguro de que lo llamaría cuando pasara la parte más difícil de la negociación.


Ohm se sentó en su imponente sillón y murmuró suavemente: —Tiene usted toda mi atención, señor Natouch.


—Estoy aquí para preguntarle por qué pone tantas objeciones a mi hermano. Y por qué, incluso, se ha negado a conocerlo.


—El que me tenga que hacer esa pregunta indica muchas cosas. No tengo ningún deseo de conocer a su hermano. Simplemente lo quiero fuera de la vida de Damon.


—Pero no ha contestado a mi pregunta.


—Y ¿por qué iba a hacerlo? Su hermano compartió la cama con el mío, eso es todo.


—Damon le pidió que se casara con él.


—Charlas de almohada, ¿qué más? No estamos en el siglo diecinueve, señor Natouch. Damon es griego y tiene la sangre caliente. También es muy joven.


— ¡También lo es Ollie! — exclamó Fluke enfadado—. Y también está embarazado.


—Eso no me lo creo. No creo que ninguno de ustedes sea tan estúpido.


—Ollie está esperando un hijo de su hermano.


—No sé a dónde cree usted que nos puede llevar esto— lo interrumpió él muy secamente—. Esperaba que usted tuviera la inteligencia suficiente como para saber cuándo está vencido. La gallina de los huevos de oro ha volado; señor Natouch... Está de vuelta en Grecia y se va a quedar allí. El asunto que tuvo con su hermano ha terminado.


— ¡Porque usted lo amenazó!


—Yo no he amenazado a mi hermano en toda mi vida. Damon sabe muy bien lo que se espera de él. Y un chico fácil guapo y calculador, con la mirada firmemente fija en su cartera, nunca tendrá la menor esperanza de apartar a Damon de lo que él sabe que es su deber.


Alterado por sus insultos, Fluke empezó a hablar a toda prisa en defensa de su hermano. Entonces Ohm Thitiwat se echó a reír.


—Su hermano, aunque usted no se lo crea, no era virgen. Así que pienso que era bastante pródigo con sus favores mucho antes de que Damon lo conociera. Y no es que fuera tampoco muy fiel cuando estuvo con él.


— ¿Cómo se atreve?— exclamó Fluke poniéndose en pie de un salto.


—Le estoy diciendo que esto es un engaño, señor Natouch. Me maravilla que hayan tenido la osadía de venir aquí. Un consejo, la próxima vez que ayude a su hermano a clavarle las garras a un griego rico, dígale que mantenga la boca cerrada sobre sus anteriores amantes. Los hombres griegos se echan mucho para atrás cuando conocen a un amante tan relajado. Siempre les gusta ser los primeros con su esposo o, por lo menos, que se les haga creer que lo son. Y, si es que quiere ese anillo de matrimonio, dígale que trate de mantener las piernas muy juntas hasta que llegue a la iglesia. Irse a vivir con Damon fue su segundo error y ahora, se puede marchar. Ya he dicho todo lo que tenía que decir.


Ollie estaba sentado en la recepción con los ojos llenos de lágrimas, tenía apretado en la mano un talón por una enorme suma de dinero. Fluke se lo quitó, lo rompió en pedazos y lo tiró a la papelera. Luego pasaron horas antes de que su hermano se lo pudiera contar todo.


Pero al principio sí que logró decirle: —Me han hecho sentirme sucio, Fluke. Como si fuera un chantajista.


Después de eso, Ollie siguió escribiéndole a Damon, enfadado por no recibir contestación, pero aún con esperanzas, lo que no dejaba de ser sorprendente.


—Seguro que están interceptándole mis cartas— dijo—. Pero espera a que nazca mi hijo. Entonces será diferente. Nada apartará de mí a Damon.


Fluke volvió al presente y se dirigió al dormitorio. Allí se encontró con una escena completamente inesperada. Ohm estaba tumbado en su cama con su sobrino encima. Le estaba hablando en griego y Nicky ya no estaba llorando. Realmente parecía como si se estuviera riendo. A Fluke se le encogió el estómago. Ohm parecía tan humano. Pero la forma como había tratado a Ollie había sido inhumana y ahora quería a su hijo y esperaba que se lo dieran como si fuera un terreno. ¿Por qué? Nicky era también Nikos, con todo lo que ello implicaba. Era un Thitiwat. Pero, aun así, le sorprendía el interés de esa familia por el niño. ¿O era el interés de Ohm? ¿Era por el miedo a la opinión pública lo que había hecho que Ohm quisiera su custodia?


¿Alguna clase de sentimiento de posesión de índole paranoica?


Ciertamente, no era una cuestión de honor o de conciencia, eso estaba más que claro. Fluke miró al hombre y al niño. A uno lo odiaba y al otro lo amaba. Sí, quería venganza. Y ojo por ojo. Quería, necesitaba hacer daño a Ohm Thitiwat, pero no podía hacerlo. Estaba fuera de su alcance. Nunca lo habría antepuesto al bienestar de Nicky. Sin decir nada tomó al niño de los brazos de Ohm, con mucho cuidado para no tocarlo. Se sentó en una silla y empezó a darle el biberón. Ohm se levantó de un salto.


— Debe usted aceptar que Nikos no pertenece aquí.


Fluke apretó los dientes. Acto segundo, escena quinta. Ahora él iba a volver a tratar de convencerlo de que toda su familia estaba ansiosa por tener ese niño.


—Será mejor para usted y él si me lo da ahora.


¿Qué le iría a ofrecer? Lo había intentado ya con el dinero, con la intimidación, mostrándole a Damon y Androula como los padres perfectos. Y, finalmente, se había ofrecido a sí mismo pero si Nicky terminaba en Grecia, él no podría saber ya qué pasaba con él y cómo lo trataban.


—No tengo mucha paciencia— dijo él.


— Dígame algo que no sepa ya.


Ohm lo miró ferozmente y se quedaron en silencio unos largos minutos.


—No importa lo que me cueste— dijo Ohm por fin—. Le quitaré ese niño.


Fluke había terminado ya de darle el biberón a Nicky y lo dejó en su cuna, tratando desesperadamente de controlar el temblor de sus manos. ¿Cómo se atrevía a ir a amenazarlo a su casa? ¿Es qué él y su hermano no habían causado ya suficiente daño?


Los Thitiwat habían matado a su hermano. Damon debería haberle dicho a Ollie que ya no lo amaba y, en vez de eso, se había escapado, dejando a su pobre hermano en su limbo particular. ¿Qué le habrían hecho esos meses de tensión a su pobre corazón? Y, si Damon hubiera mantenido su promesa de casarse con él, podría ser que Ollie siguiera vivo.


—Escúcheme— lo interrumpió Ohm mientras lo agarraba de un brazo; Fluke se soltó violentamente y empezó a bajar las escaleras.


— ¡No me ponga sus asquerosas manos encima! No soporto que me toque— susurró.


—Mentiroso.


Fluke se volvió de golpe con un furioso torbellino de emociones. Ohm se apoyó entonces en una de las paredes del salón emanando sexualidad por todos sus poros. Él nunca había visto eso en un hombre. De él surgía una sexualidad cruda que hizo que se le rompieran todos los esquemas.


—Creo que le gustaría si yo lo tocara— afirmó él.


Completamente confundido, Fluke retrocedió. Tenía la piel caliente y el cuerpo le pesaba extrañamente. Pensó que esa sensación era miedo. Él lo asustaba.


—Es usted un animal —susurró estremeciéndose.


Ohm lo obsequió con una sonrisa triunfal. Fluke pensó que llamarle animal había sido un insulto para ellos. Pero él debía estar en una jaula. Estaba claro que ese tipo pensaba que era irresistible.


—Desafortunadamente, cuando le dije que podría darle todo lo que quisiera— dijo él sin dejar de sonreír insolentemente—, no me estaba incluyendo a mí en la oferta. Cuando me meto en la cama con alguien tiene que gustarme. Eso es lo mínimo que le pido.


Si Fluke hubiera tenido un cuchillo en la mano lo habría apuñalado allí mismo. Realmente, se maravillaba de que ese tipo hubiera llegado a los treinta y tres años sin que ninguno de los amantes que habían pasado por su vida le hubiera hecho nada. ¡Había tenido la osadía de decir que él lo encontraba atractivo! Entonces se separó de la pared y él se estremeció.


Lo hacía sentirse tan... tan violento. Ese hombre era una incitación andante al crimen pasional. Le había dicho que le ofreciera un precio por Nicky y que él se lo daría. Aun así, no parecía como si fuera a pasearse voluntariamente por el borde de un precipicio. Pero entonces él se dio cuenta muy claramente de cuál sería el mejor de los castigos para ese hombre. Lo que más le podía hacer daño. Se le escapó la risa por un momento. Estaba claro que él no iba a aceptar, pero era una venganza perfecta.


Era una idea loca, pero, ¡cielos, qué fantasía más bonita! Y, ¿por qué iba a tener que ser una fantasía?, se preguntó, Podía decírselo en serio y así se libraría de él de una vez por todas. Una mirada oscura y fría se cruzó con la suya.


—Me alegro de que encuentre algo divertido en esta situación. Le confieso que yo no.


Fluke le dedicó una mirada envenenada.


—Me dijo que le pidiera un precio por Nicky, ¿no?


—Me preguntaba cuánto tiempo tardaría en abandonar el papel de tío amante— le dijo Ohm mirándolo con disgusto—. ¿Por qué me ha hecho perder el tiempo con eso?


Fluke nunca antes había conocido a nadie cuyas reacciones fueran tan difíciles de predecir. Hablaba como si fuera a dar cualquier cosa, o hacer lo que sea, para conseguir a Nicky. Fluke respiró profundamente.


—No le va a gustar mi precio.


Luego esperó un momento, deseando que él explotara. Le encantaba ver cómo trataba de mantener el autocontrol.


—No me importa lo que me vaya a costar con tal de que usted desaparezca de la vida de ese niño para siempre— le dijo fríamente.


—Pero, ya ve, no sería así. ¿Cuánto quiere a Nicky, señor Thitiwat? Verá usted, lo único que yo quiero es lo que no permitió que tuviera mi hermano...


Él entornó los párpados, pero era evidente que no lo había comprendido todavía.


—Vaya al grano.


—Es un poco... delicado.


Fluke estaba electrificado por la sensación de poder que él le había dado.


—Usted no es una delicada violeta— dijo él, impaciente.


—Quiero que se case conmigo. Quiero ser su esposo y ostentarse de ser un Thitiwat. Solamente de apellido, por supuesto— añadió de una forma irónicamente amable—. Puede que lo encuentre difícil de creer, pero lo encuentro altamente resistible. El inmenso sacrificio de tumbarse en la cama y pensar que lo va a hacer por la mayor gloria de Grecia no le será requerido.


Cuando Fluke dejó de hablar no se pudo creer que, realmente, le hubiera dicho eso a él. Pero su quietud poco natural y lo colorado que se estaba poniendo le confirmó que sí lo había hecho. Ese hombre estaba como trasfigurado.


— Cristos... ¿Se cree que me voy a casar con usted?— le preguntó ferozmente.


—Un destino peor que la muerte, pero tan dulce como una venganza. ¿He de dar por hecho que soy incluso menos aceptable que mi pobre hermano pequeño? Bueno, usted me dijo que le pidiera lo que quisiera...


—No puede decirlo en serio... ¡Está bromeando! No me puede pedir semejante cosa en serio...


— Puedo.


Ohm Thitiwat en ese estado de alucinación era una visión gloriosa.


— ¿Qué clase de persona es para pedirme esto a mí?


—Así que, al parecer, usted no es un hombre tan de palabra como dice.


—Eso está fuera de discusión. Pero, si es posible, lo desprecio más aún por pedirme semejante cosa.


A Fluke incluso le divirtió esa respuesta. ¿Es que él se imaginaba que le importaba lo más mínimo lo que pensara de él? Salió entonces del salón, dando por hecho evidentemente que ya era hora de que él se marchara de esa casa.


—Adiós— le dijo Fluke secamente.


Sin previo aviso, él lo agarró y lo hizo mirarlo.


— ¿Me ha pedido el matrimonio por el niño? — le preguntó de repente.


Realmente había logrado alterarlo. Sin su habitual aura sardónica, parecía tremendamente serio.


— ¿Qué cree usted?


La pregunta de Ohm lo había intrigado, ya que él sólo estaba jugando al pedirle lo único que él no le iba a darle.


—Que la venganza es un arma de dos filos.


Momentos más tarde él vio cómo se alejaba la limusina. Luego se metió en la cama, totalmente agotado. ¿Cómo podía haberle pedido que se casara con él? ¿Lo había hecho para verlo inundado de sudor frío ante la perspectiva de verse atado a un pobretón poco elegante y malicioso?


La opinión que tenía de él era de lo más bajo, se dijo. La reacción que había tenido a su propuesta había sido muy divertida. Pero entonces, se preguntó, por qué no se estaba riendo...


La semana siguiente, Fluke volvió al trabajo para completar las dos semanas que necesitaba para recibir el salario completo de un mes. Y no se podía permitir perder ese dinero, así que dejó a Nicky al cuidado de una vecina. A Fluke no le gustó nada la idea de tener que dejarlo cada mañana.


—Puedes venir y trabajar para mí en la tienda— le dijo Gina mientras desayunaban un día al final de la primera semana.


Fluke lo miró extrañado. Gina, que era propietaria de una floristería, siempre se había mostrado muy orgullosa de emplear sólo a gente preparada.


—Pero yo no sé nada de flores...


—Puedes aprender, pero también podrías empezar con el papeleo. Puedes llevarte a Nicky y dejarlo en su cesta en la trastienda.


—No sé qué decir— murmuró Fluke—. Te lo agradezco mucho.


—No te ayudé nada con Ollie— dijo Gina suspirando—. Pero creo que lo podemos llevar muy bien juntos esta vez. Me está gustando eso de tener compañía en la casa y, a pesar de que todo está un poco alterado ahora que Nicky es tan pequeño, pronto se

tranquilizará. Estará yendo al colegio antes de que nos demos cuenta.


—¿Crees que estoy haciendo lo correcto al quedarme con él?


—Creo que estás haciendo lo que tienes que hacer. De todas formas, ahora les toca mover a ellos, ¿no?


— ¿Cómo?


—Bueno, más tarde o más temprano, Damon aparecerá en la puerta y, si me aceptas un consejo, dejarás que vea a Nicky sin rechistar. El niño tiene derecho a conocer a su padre.


Fluke se puso tenso y se mordió el labio inferior. Estaba claro que Nicky tenía derecho a conocer a su padre. Pero Gina pensaba que Damon estaría encantado de conocerlo a él y de eso no estaba tan seguro.


Esa misma mañana, más tarde. Fluke oyó como el murmullo que normalmente llenaba la oficina donde trabajaba subía de tono de repente para acallarse inmediatamente. Él estaba en la sala de archivo, donde se pasaba la mayor parte de su jornada laboral. Alguien se aclaró la garganta. Se volvió y se encontró de cara con un ejército de altos ejecutivos mirándolo como si tuviera monos en la cara. Su mirada se fijó entonces en el director, el señor Soames.


— ¿Señor Natouch...?— dijo él un poco dudoso.


Aunque lo conocía, nunca había hablado con él. Los ejecutivos se hicieron a un lado como el Mar Rojo con Moisés cuando otra figura se adelantó.


—He venido para invitarlo a almorzar— dijo Ohm Thitiwat.


—No... no es mi hora del almuerzo.


Casi no daba crédito a lo que estaba viendo. El señor Soames se puso pálido.


—Eso es una tontería, señor

Natouch... puede irse cuando quiera. Tómese el día libre si quiere— dijo el hombre con una sonrisa angustiada.


Fluke miró a Ohm.


Era el único de todo ese grupo que no parecía estar descalzo sobre unos clavos de punta. Era el que dominaba la situación. Llevaba un traje azul marino perfectamente cortado y tenía una especie de esplendor exótico innegable. Por un momento sus miradas se cruzaron y él no pudo ni respirar ni moverse.


—El señor Natouch ya no trabajará más aquí— murmuró él—. Le tengo preparado otros deberes.


—Es un empleado realmente excelente— se apresuró a afirmar el director.


¿Qué demonios estaba pasando allí?


Fluke fue a preguntarlo, pero antes de que pudiera decir nada, Ohm le puso una mano en la espalda y lo obligó a salir de la habitación.


— ¿Tiene cosas que recoger?


—Sí, pero...


Ohm volvió la cabeza hacia los asombrados ejecutivos y dijo: —Que le limpien la mesa al señor Natouch y le envíen sus posesiones a casa.


Alguien respondió: —Sí, señor.


Cuando entraron en el ascensor él estaba en un estado de furia como nunca en su vida.


— ¿A qué demonios está jugando?


—Me lo estoy llevando de aquí.


Ohm lo miró y continuó: —Tiene un gusto extraño con la ropa.


— ¿Qué me ha sacado?


—Soy el dueño de esta compañía y con respecto a su peinado...


— ¿Que es el dueño de esta compañía?


—He venido sólo para invitarlo a almorzar, pero me paró el portero. Alguien me reconoció y entonces se produjo un pánico total porque nunca antes había estado aquí.


De repente, Ohm extendió una mano y le deshizo de la trenza con la que se sujetaba el cabello antes de que él pudiera siquiera suponer su intención.


— ¿Es que se ha vuelto loco?


—Me niego a ser visto en público con alguien que parece un funcionario de prisiones de uniforme.


— ¡Cerdo machista! En un momento me está diciendo que me está llevando, luego que me invita a almorzar. ¡No comería con usted ni, aunque estuviera muerto de hambre!


—No me tiente...


—Y usted está perdiendo el tiempo con esto. De todas formas, ya me iba. Y no se moleste en despedirme, ya he buscado otro trabajo.


—Me resulta difícil pensar en usted diciendo algo con flores que cualquiera en su sano juicio no querría ni oír.


— ¿Cómo ha sabido que voy a trabajar con Gina?


—Porque ella misma me lo dijo.


— ¿Cuándo?— le preguntó Fluke cuando por fin llegaron a la calle y una de las puertas giratorias casi le da en la cara. Se detuvo en seco y lo miró. — ¡Sus modales son atroces!


Él se paró también y lo miró sonriendo y divertido, de una forma que transformó por completo sus habituales y secos rasgos. A él se le secó la boca y por primera vez, pensó que Gina podía tener razón. Él era extraordinariamente atractivo.


—Me ha llamado machista y sólo un machista le abriría la puerta.


Fluke se metió en el asiento trasero de la opulenta limusina. ¿Qué querría él esta vez? Tal vez tuviera pensado ponerle un par de zapatos de cemento y tirarlo al Támesis. Eso lo pensó en broma, pero se estremeció. Ese hombre bien podía ser capaz de cualquier cosa. Era completamente impredecible.


— ¿Quiere beber algo?


Fluke agitó la cabeza.


— ¿Ni siquiera para celebrar su triunfo?


Fluke lo miró suspicazmente.


— ¿Qué triunfo?


—Pagaré su precio— le dijo él mirándolo fijamente con sus ojos negros.


— ¿Qué precio? Entonces se calló y notó un nudo en la garganta.


Lo miró sorprendido y él dijo: —Me casaré con usted.

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