Prólogo.
Hwang Hyunjin conoció a Seungmin William Junseo Kim cuando ambos tenían ocho años. Su primer encuentro no fue bueno.
—Te ves como un presuntuoso —dijo Hyunjin al castañito de ropa extraña.
¿Qué clase de idiota usaba ropa tan elegante en el parque? Los raros ojos mieles del chico raro lo miraban raro, como si Hyunjin fuera el raro.
—Tú te ves pobre —dijo el chico con tono aristocrático, como si ser pobre fuera la peor clase de insulto.
Hyunjin se sonrojó.
Su familia era pobre, y Hyunjin tenía suficiente edad para saber que ser pobre apestaba, pero no tenía suficiente edad como para no avergonzarse por ello. Así fue como Hyunjin se encontró enrojeciendo y tirando al otro niño al suelo. En su defensa, él tenía ocho años. Es correcto decir que la ropa de lujo del chico ya no se veía muy elegante después de los quince minutos que pasaron rodando en el barro, pateando y gritando.
Finalmente, se cansaron y quedaron tirados en el barro, jadeando para conseguir aire y mirándose. El pomposo castaño tenía barro en la nariz y Hyunjin rió.
El chico lo miró furioso.
—¿Qué?
—Ahora pareces un chico normal —dijo Hyunjin sonriendo—. Aunque pelees como una chica.
El niño le tiró una patada y se sentó. Miró a Hyunjin por sobre su nariz fangosa y dijo:
—Los Kim han servido y luchado por el reino de Inglaterra desde el siglo XVI. Debes saber que aprendí esgrima a la edad de cinco años.
Hyunjin parpadeó y se incorporó.
—¿Esgrima? Noticias de último momento: no estamos en el siglo XVI.
El niño abrió y cerró la boca e hizo una mueca.
Hyunjin se rió de nuevo. El presuntuoso castaño lo miró peor, su labio inferior temblando sospechosamente. Hyunjin empezó a sentirse mal. Su hermano mayor le echaría un discurso si se enteraba de que Hyunjin había reducido a un niño al llanto.
Suspirando, Hyunjin estiró su mano y dijo:
—Soy Hyunjin.
El chico dudó antes de apretar la mano de Hyunjin.
—Seungmin William Junseo Kim ó Kim Seungmin, Vizconde de Exmouth.
Hyunjin arrugó la nariz.
—Seung, entonces. ¿O prefieres Minnie?
El chico le dirigió una mirada escandalizada.
—Es Seungmin. Mi padre dice que sólo los plebeyos tienen apodos.
Hyunjin se echó a reír.
—Eres tan raro, Minnie.
—¡Es Seungmin!
Fue el comienzo de una hermosa amistad. Hyunjin no sabría aún, que sería también el comienzo de la relación más confusa de su vida.