PRÓLOGO
Llevaba el traje azul marino; ya que era su favorito, con la camisa azul claro; porque cuando ella miraba las mangas, éstas tenían una línea delgada de color que le recordaba a sus ojos. Durante veinte minutos, revolvió y rebuscó en el armario tratando de encontrar la corbata que ella le había regalado la navidad pasada, pero sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo ver nada.
Alguien; quizá su cuñada Suji, llegó y le dijo que la limusina estaba esperando abajo. Él no se dio la vuelta, no estaba prestando atención a lo que decía. El dolor en el centro de su pecho le aterrorizaba y no pudo encontrar su voz. Finalmente se dio por vencido en la búsqueda de la corbata y se conformó con una azul con pequeñas hojas verdes.
Caminó hacia el espejo, y comenzó a atarse la corbata con esmero para no ver su propia cara. Se fijó en un punto aleatorio; la cabecera de su cama, y de repente cayó en un hoyo que había estado evitando desde que ella había muerto.
Hacía menos de una semana, él y Hayi se habían acostado juntos, disfrutando de un raro momento de quietud. Tiempo adulto. Llegaba tarde a casa; como siempre, y la encontró ya dormida, acurrucada en su lado de la cama. Cuando él se deslizó detrás de ella, vio que llevaba su descolorida camiseta del USMC (Cuerpo de Marines de EEUU). Y nada más.
─Mmm, bebé. ¿Qué hice para merecer esto? ─preguntó, apretando la boca en su pelo rubio alborotado.
Ella se dio la vuelta, y se frotó los ojos todavía cerrados, una sonrisa ensoñadora cruzó su rostro.
─¿Tú? ¡Oh no, cariño, esta es mi recompensa!
Se había reído en voz baja con facilidad. Tomándose el tiempo para hablar sobre su día, con las manos acariciándolo por todo su cuerpo. Ella le contó una historia tonta sobre sus aventuras y el coche y terminó con:
─¿No te parece que merezco algo especial?
La mirada traviesa en los ojos color avellana fue su perdición, y se inclinó para besarla profundamente. Después de casi veinte años de amistad y quince de pasión física entre ellos, no hubo muchas sorpresas cuando hicieron el amor. Pero de alguna manera, el placer vino de los ritmos, gestos y caricias no aprendidas, más que compensado por cualquier misterio que les faltara.
Al final Jimin hundió el rostro en su cuello, respirando su olor y exhalando sus gemidos. Él sintió su rigidez y levantó la cabeza para mirarla. Ella se mordió los labios y se arqueó contra él, en silencio. Siempre en silencio.
─Oh Dios ─murmuró, terminando rápido. Se habían abrazado, le susurró cosas dulces de ida y vuelta, demasiado íntimas para compartirlas a la luz del día. Jimin se levantó para ponerse de nuevo sus pantalones cortos, y Hayi le entregó su camiseta. Fue a la cocina para su ritual del vaso de agua “post-coital”, como lo expresó Hayi graciosamente. Cuando volvió, estaba acurrucada de nuevo, en su lado, durmiendo profundamente. Se metió en la cama, envolviéndose alrededor de ella.
Y tres días más tarde... Tres días más tarde, su teléfono sonó en la comisaría y ella había muerto.
El servicio duró seis dolorosas horas. Jimin pasó todo el tiempo sentado en la primera fila, y por lo menos uno de sus hijos se acurrucaba a su lado en todo momento. Estaban febriles de dolor, inquietos y aturdidos por el llanto. Sabía que debía levantarse y circular alrededor de la habitación llena de gente, pero sus piernas no cooperaban. Y aunque apenas podía manejar la charla, se vio obligado a hacerlo cuando alguien llegó. Miró a los invitados de rodillas ante el ataúd de Hayi. Conjeturó acerca de cómo se veía, tan maravillosa, tan joven y hermosa. Nunca hubiera adivinado que ella tuviera treinta y cuatro años, madre de dos adolescentes y de dos un poco más pequeños.
Nunca hubiera imaginado que un imbécil con una licencia suspendida hubiera conducido su camioneta saltándose una señal de alto y golpeando el lado del Explorer familiar; matándola al instante. Entonces ellos se acercaron a los Han, sus padres; Jongsu y Miyeong, y a su única hermana; Suji y, finalmente, pasaron por delante de Jimin, expresando sus condolencias y cariño.
Él sólo quería que todos se fueran.
Al mediodía, la multitud había disminuido un poco. La misa en sábado por la tarde significaba cosas que hacer en ese momento, supuso. Suji llevaba a los niños por la calle hasta el restaurante para el almuerzo. Jongsu Han salió a la calle a fumar. Jimin y Miyeong Han se sentaron uno frente al otro; estaban tratando de tragarse los sollozos que pugnaban por salir, su suegra estaba rezando su quinta novena del día.
Escuchando la seriedad de Miyeong murmurando una oración junto a él, Jimin pensó en su propia familia. O al menos lo que quedaba de ella. Su padre se había largado; así como los padrastros que conjeturó, estaban muertos ahora, el vejestorio de madre que tenía estaba en un hogar de ancianos al norte del estado, perdiendo un año de su memoria cada día. Él no había traído nada de su historia familiar a su matrimonio, no había historias cálidas; nada de tías, ni tíos, mucho menos primos. Sólo pesadillas y demonios que Hayi con ternura y calma se los llevaba a mitad de la noche. Todo lo que había creado, se había filtrado a través de Hayi, a través de su infancia feliz, a través de sus sueños de una gran familia.
─Tus amigos están aquí, Jimin ─dijo Miyeong suavemente a su oído.
Jimin parpadeó y se volvió hacia su suegra. Su cara, la cara de Hayi en algún lugar, en una línea de tiempo que ya no existía, estaba a escasos centímetros de la suya. Apenas podía escuchar su voz.
─Tus amigos, querido. De la fuerza policial. ─Miyeong señaló al grupo. Taeyeon Kim, Namjoon Kim, Jonah Moses y Kalee Jensen, todos vestidos formalmente, todos vestidos con sus siempre presentes gabardinas.
Namjoon hizo la señal de la cruz y se arrodilló para rezar. Taeyeon se frotó los ojos y respiró hondo antes de dirigirse hacia donde estaba Jimin y sentarse junto a Miyeong.
Jimin se levantó y aceptó el abrazo de oso de Taeyeon.
─Hey, compañero ─le susurró al oído─. ¿Cómo lo estás llevando?
Se encogió de hombros con la barbilla apoyada en su hombro. Nadie; excepto sus hijos, lo habían tocado de ese modo en estos días, y era lo más cerca a abrirse.
─Sólo deseo que esto termine ─le susurró él.
«Ojalá esto nunca hubiera sucedido», pensó.
Taeyeon se retiró lentamente del abrazo, manteniendo sus manos firmemente en sus brazos.
─¿Me necesitas para algo? Cualquier cosa, todo lo que tienes que hacer es decirlo.
Negó con la cabeza.
─No. Creo que me encuentro bien en estos momentos. Si necesito algo, te lo haré saber... De verdad. ─Fue amable, ella dejó pasar la mentira sin decir nada─. Uh, Taeyeon, ésta es la mamá de Hayi, Miyeong Han.
─Mamá, ésta es Taeyeon Kim, mi compañera.
La mujer movió sus manos.
─Sí, la recuerdo del hospital. Es muy amable de su parte haber venido.
Oh, verdad, el hospital.
Corriendo con ansiedad por el pasillo, mostrando su placa, tratando de obtener algunas respuestas. Taeyeon lo siguió, negándose a que él fuera solo.
─No conocía a Hayi muy bien, pero... sólo quiero decir que me siento terriblemente mal por su pérdida, señora Han.
─¿Señor Park? Por aquí por favor.
─Gracias, señorita Kim.
─Hicimos la identificación inicial con la información encontrada en la escena.
─Señora Han, este es nuestro capitán, Namjoon Kim.
─Gracias por venir, capitán.
─Necesitamos que usted identifique a su esposa, Hayi Park.
─Sé cómo te sientes... por lo que estás pasando, Jimin. Si necesitas hablar...
Jimin asintió sombríamente, apretando su agarre a la mano de Namjoon. En todos los años que habían trabajado juntos, él nunca imaginó que esto era algo que tendrían en común.
Fría y pálida en la camilla de metal, con la sábana limpia colocada sobre ella. Se había borrado la mayor parte de la sangre. El lado izquierdo de su cráneo estaba aplastado. Todo el aire de sus pulmones se le fue a Jimin en aquel instante. Un médico de urgencias le dijo en voz baja... Que ella había estado en D.O.A... Probablemente murió en el impacto. (D.O.A: Término médico utilizado cuando el paciente ya ha fallecido antes de llegar a los servicios de asistencia médica).
─Gracias, Namjoon.
Moses y Jensen flotaban silenciosamente en segundo plano hasta que Jimin se dio cuenta.
Otra ronda de presentaciones. Otra ronda de ofertas de ayuda por su bienestar. Jimin cortésmente les dio las gracias a todos, un agradecimiento tácito, no podía aceptar lo que ofrecían. El pequeño grupo se sumió en un silencio incómodo después de que la charla usual se agotó. Gracias a Dios, los niños y Suji regresaron de comer y su atención fue desviada hacia ellos.
Ellos le dejaron tocar su mano y besar sus helados labios. Absolutamente no se sentía como Hayi, y sintió que la estaba engañando por estar de duelo por ese cadáver.
Taeyeon y Namjoon se quedaron el resto de la misa, para pasar a sentarse detrás del hombro derecho de Jimin una vez que la multitud se fue. Deseaba poder hacerles saber lo reconfortante que era para él.
El cierre del ataúd fue la peor parte del día. Para ese momento, los familiares de Hayi habían terminado sus despedidas, los niños habían aparecido rápidamente con aquellos lloros histéricos. Una vez que los niños dijeron sus dolorosas palabras de despedida, Jimin se quedó débil.
Jongsu y Miyeong Han parecían sentir su desconcierto. Ellos gentilmente llevaron a los niños lejos de él esperándolo en el coche. Sólo permaneció Suji, pero ella se mantuvo fuera de la puerta de la sala del velatorio con el padre Deckard, dejándole a Jimin privacidad.
Se arrodilló para hacerle frente a su esposa. Miró a la representación pálida de la mujer fuerte y vibrante que había amado durante veinte años. Recordó la primera vez que la vio, en la secundaria. Recordó como cayó tan profundamente enamorado de ella, tan fuerte que había caído en obsesión. Probablemente sería una sorpresa que la gente supiera que nunca había besado a otra mujer, nunca había sentido el cuerpo de otra mujer. Siempre habían sido él y Hayi, unidos desde los catorce años, permaneciendo en su corazón unos largos veinte años. El pánico se apoderó tan rápidamente de él que no se dio cuenta que estaba llorando, hasta que su frente tocó las manos entrelazadas de Hayi, cuidadosamente dobladas sobre su libro de oraciones. ¿Qué se suponía que debía hacer? Ella lo era todo en su vida.
Su amiga, su amante, su ancla. Ella hizo de todo algo estable para él.
─Oh Jesús, Hayi. Oh nena, lo siento mucho. Debí haber permanecido más tiempo en casa, debería haber hecho más. Oh, lo siento. Por favor, perdóname, Hayi. ─Lloró y lloró hasta que sintió que todo su ser se dividía en dos. Sentía que moriría ahogado en el dolor y sólo el pensamiento lejano de sus hijos, le hizo recordar tomar aire.
Suji lo estuvo abrazando hasta que regresó a la realidad, todo volvió a su mente. Ella le acarició el pelo e hizo ruidos suaves cerca de su oído.
─¿Jimin? Cariño, sólo respira, ¿de acuerdo? ─Oyó decir algo al Padre Deckard.
─...Asegúrese de que los niños no vengan aquí. Ellos no deberían ver esto.
─Oh Dios.
Se obligó a recomponerse, tenía que estar de nuevo en una sola pieza. Este no era él, esto no ayudaría en nada. Tenía hijos a quienes cuidar. En algún momento tendría que volver al trabajo. «Bueno, Jimin. Esto es lo que eres. Sé un hombre. Hayi se ha ido, pero todavía tienes responsabilidades. Vamos. Levántate y di adiós».
Suavemente le restó importancia a Suji. Se tambaleó sobre sus pies y se inclinó sobre el ataúd, esta vez presionando sus labios sobre la frente de Hayi. Él rezó por su alma inmortal. Le pidió a Dios que cuidara de ella, porque ella merecía que alguien la cuidara para variar. Había sido la mejor esposa y madre, y él la amaba tanto que quería que se fuera en paz. Amén.
Jimin se secó los ojos con la manga y se alejó del ataúd. No miró hacia atrás. No podía.
El Padre Deckard hacía ruidos en su dirección, pero Jimin siguió caminando. Nunca había sido muy creyente; él y Dios tenían una relación difícil. Los niños fueron criados en la Iglesia por el bien de Hayi, y eso no iba a cambiar.
Él salió de la sala del velatorio, a través del vestíbulo decorado con buen gusto por la funeraria... Los niños estaban amontonados en el asiento trasero de su sedán. Seongjin y Nayeon habían cedido ante el agotamiento y las otras dos niñas no parecía que fuesen a durar mucho tiempo.
─Gracias, mamá, papá. Los veré mañana en la iglesia.
─Jimin, por favor, podemos llevar a los niños a un lugar mejor...
─No. Les veo mañana. ─Besó a Miyeong, estrechó la mano de Jongsu y se subió al auto.
Mientras se alejaban, él escuchó la voz de Yubin desde el asiento trasero.
─¿Papi?
─Sí, ¿cariño?
─¿Qué haremos ahora? Me refiero... ¿Qué pasará con nosotros?
El “sin mami” pesaba en el aire.
Jimin respiró hondo, y aprovechó la última reserva de su fuerza.
─No lo sé exactamente, Yubin. Voy a ser honesto contigo. Pero haré mi mejor esfuerzo para asegurarnos de que estemos bien. Te lo prometo.
Esto pareció calmar a su hija lo suficiente. Ella apoyó la cabeza sobre el hombro de Hana y cerró los ojos. Jimin atrapó los ojos de su hija mayor en el espejo retrovisor. Compartieron un momento de cansancio y luego Hana cerró pesadamente los ojos también.
Y luego Jimin estuvo solo con su dolor.