Write a Review

🌸Trust in me💐 ||Kookmin||

CAPITULO 3

Nunca había sido una persona mañanera, pero hoy, me levanté con
el alba, habiendo dormido unas pocas horas.

Mientras Nam seguía inconsciente en el sofá, boca abajo, con un brazo hacia el suelo, herví cuatro huevos, los comí, y cogí unas galletas para el camino.

Nam aún no se había movido cuando cerré la puerta detrás de mí.

Llegué al campus, extrañamente temprano por probablemente la
primera vez en mi vida, y me dirigí al edificio.

Una vez dentro de la clase de astronomía, mi mirada inmediatamente comenzó a escanear la habitación. Si yo fuera Pastelito, ¿dónde me sentaría? Probablemente en el fondo de la clase.

Busqué por una cabeza familiar inclinada. En el salón de clases, su
cabello no era tan rojo como a la luz del sol. Por qué siquiera noté eso,
estaba más allá de mí. Y por qué me dirigí directamente hacia el,
tampoco podía explicarlo.

En la secundaria, me enamoré de este chico de mi clase. Se parecía
mucho a Pastelito, pequeño, raramente hablaba, nervioso como uno de esos perros pequeños que se sacudían todo el tiempo.

Pero cuando sonreía, el jodido sol parecía crecer. Nunca me dio la hora del día, pero como un idiota, tenía ganas de verlo todos los días.

Resultó que en la secundaria, a el le gustaban las chicas y no los chicos, lo que probablemente explicaba por qué no tenía absolutamente ningún interés en mí.

Deslizando mi mano por la correa de mi mochila, fácilmente podría
admitir que sería decepcionante si ese fuera el caso con Pastelito.

Me acerqué a Jimin, y el ni siquiera tenía idea de que me hallaba ahí. Sus hombros inclinados hacia delante, la mano derecha jugando con la pulsera en su muñeca izquierda.

Miraba fijamente hacia el frente, la
tensa expresión en su rostro me decía que podía estar físicamente presente, pero no estaba en la habitación.

¿Pastelito nunca se relajaba? No lo parecía.

Miré hacia el frente de la clase, donde las pocas personas que conocía, se habían sentado. Ahí es donde debía ir.

En cambio, hice mi camino hacia otra fila de asientos. Pastelito no había registrado que me hallaba ahí.

—Buenos días, cariño —dije, decidiéndome hacer eso en lugar de
sentarme primero.

Pastelito se estremeció como un gato asustado, retorciéndose en su asiento. Su boca se abrió mientras sus ojos hicieron contacto conmigo. No dijo nada más mientras me deslizaba en el asiento junto a el y me acomodaba.

—Te ves un poco áspero esta mañana —comenté.

Sus labios se fruncieron. —Gracias.

—De nada. Me alegra ver que has llegado a clase esta vez. —Me
deslicé hacia abajo, poniendo los pies sobre el asiento delante de mí—.
Aunque creo que eché de menos todo lo de chocarnos. Proporcionó mucha diversión.

—No echo de menos eso. —Comenzó a rebuscar en su bolso, sacando un cuaderno. No podía recordar la última vez que compré un cuaderno nuevo para clase. Yo creía en el reciclaje—. Eso fue realmente embarazoso.

—No debería haberlo sido.

—Es fácil para ti decirlo. Tú fuiste el chocado. Yo fui el chocante.

Mi boca se abrió cuando una risa quedó atrapada en mi garganta,
pero luego mi mente sucia tomó mal la palabra “chocante”, y tuve que
abrir mis piernas un poco para sentirme cómodo.

Había tantas cosas que podría hacer con ese comentario. Todas se apresuraron a la punta de mi lengua.

Algunas podrían quemar las orejas de las strippers, pero un vistazo a Pastelito me dijo que no le sentaría muy bien.

Su rostro lucía tan rojo como la portada del cuaderno que actualmente miraba fijamente. El pollito... maldita sea, era tan torpe, encantadoramente torpe.

Me pregunté si fue educado en casa hasta la secundaria. Mientras su incomodidad era condenadamente lindo y entretenido, busqué por algo para decir.

—Raphael está genial, por cierto.

Una pequeña sonrisa apareció en aquellos bonitos labios. —Es bueno
saberlo. ¿Se hizo pis en tu mano?

—No, pero estuvo cerca. Te traje algo.

—¿Pis de tortuga?

Me eché a reír, divertido por su rapidez mientras sacaba el plan de
estudios, divisando las galletas que había traído conmigo.

—Siento decepcionarte pero no. Es un programa de estudios. Lo sé. Es una
emocionante mierda, pero pensé que ya que no viniste el lunes, necesitarías uno, así que se lo pedí al profesor.

—Gracias. Eso fue muy atento.

—Bueno, prepárate. Soy todo tipo de atento esta semana. Te he traído algo más. —Mordió la punta de su bolígrafo mientras sacaba la
servilleta—. Galleta para ti. Galleta para mí.

Lentamente bajó el bolígrafo, y negó con la cabeza. —No tenías que
hacerlo.

No le había traído un anillo de oro. —Es sólo una galleta, cariño.

Negó con la cabeza de nuevo y me miró fijamente.

Se podría pensar que le entregaba su crack o algo así. Suspirando, envolví una de las galletas con la servilleta y la arrojé a la parte superior de su cuaderno.

—Sé que dicen que no debes aceptar caramelos de extraños, pero es una galleta no un caramelo y, técnicamente, no soy un extraño.

Me miró fijamente.

Viéndolo debajo de mis pestañas, tomé un bocado de la otra galleta y cerré mis ojos.

Incliné la cabeza hacia atrás mientras las nuecescubiertas de chocolate danzaban sobre mis papilas gustativas. Gemí, sabiendo exactamente lo que hacía. Mis galletas estaban malditamente buenas, por lo que el siguiente sonido que hice no fue una sobre- exageración.

—¿Realmente está tan buena? —preguntó.

—Oh, sí, está deliciosa. Ya te lo dije anoche. Estaría mejor si tuviera
leche. —Tomé otro bocado—. Mmm, leche.

Siguiendo en silencio, abrí un ojo y luché contra una sonrisa. Me miraba, con los labios entreabiertos.

—Es la combinación de nueces y chocolate. Los mezclas y es como
una explosión de sexo en tu boca, pero no tan complicado. Lo único mejor habrían sido esas pequeñas Reese's Cups.

Cuando la masa está caliente,
dejar caerlos en... De todos modos, sólo tienes que probarlos. Toma un
pequeño bocado.

Su mirada cayó sobre la galleta en su regazo y dejó escapar un
suspiro. Cogiendo la galleta, le dio un mordisco.

No podía parar de mirarlo. —¿Buena? ¿Cierto?

Asintió.

—Bueno, tengo una tonelada de ellas en casa. Sólo digo. —Mi mirada se encontraba fija en el. ¿Quién sabía que mirar a un chico comer una galleta podría ser tan interesante?

Mientras se limpiaba sus deditos, me moví sin pensar.

El calor de mi rodilla rozando con la suya viajó por mi pierna mientras
me giraba en el asiento, me acerqué, y tomé la servilleta de el. —Migas.

—¿Qué?

Con mi mano libre, pasé el pulgar por su labio inferior. Una descarga
de algo zumbó por mi brazo y se fue directamente a mi polla. El se quedó
inmóvil, su pecho subía bruscamente y sus ojos muy abiertos.

Mi mano se demoró más tiempo de lo que debería, pero no tanto como yo quería. Su labio era suave bajo mi dedo, su barbilla delicada contra mi palma. Me forcé a alejarme. No había una maldita migaja en su labio. Era un mentiroso.

Pero quería tocarlo.

—Lo tengo. —Sonreí.

Parecía aturdido. No molesto, pero desconcertado. Traté de sentir
cierto grado de culpabilidad por tocarlo pero no pude. No estaba seguro de lo que decía de mí.

Pero entonces el profesor Drage finalmente entró en la parte delantera de la clase. Drage era un tipo raro. El traje de poliéster era algo básico.

Cuando tomé esta clase por primera vez, mezclaba su vestuario con naranja. Las Vans a cuadros y la pajarita no habían cambiado en años.
Me moví en el asiento, mirando hacia Pastelito. Su expresión no tenía
precio.

Me reí entre dientes. —El profesor Drage es un hombre... muy único.

—Puedo verlo —murmuró.

El profesor Drage dio una conferencia. No estaba seguro de qué
trataba. Honestamente, no le prestaba atención. La mayor parte de estas
cosas ya las sabía y escuchar la mierda otra vez me recordaba mi primer año, algo en lo que no me gustaba pensar.

Una noche había jodido completamente el camino de mi vida.

Empujando eso de mi cabeza, comencé a dibujar. Antes de darme
cuenta, había dibujado a Pie Grande y la clase llegaba a su fin en la típica
manera de Drage.

Comenzó a repartir mapas estelares.

—Sé que hoy es sólo miércoles, pero aquí está su primera asignación para el fin de semana. Se supone que el cielo estará claro como el culito de un bebé el sábado.

—¿Claro como el culito de un bebé? —murmuró Jimin.

Me reí entre dientes.

—Quiero que busquen la Corona Borealis en el cielo, el real, honesto,
hasta la bondad, cielo nocturno —explicó el profesor Drage—. No
necesitan un telescopio. Usen sus ojos, gafas, lentillas o lo que sea. Pueden
verla el viernes o el sábado, pero el viernes parece que el tiempo será
inestable, así que elijan sabiamente.

—Espera —dijo alguien de la parte delantera—. ¿Cómo se utiliza este
mapa?

Le entregué a Pastelito un mapa y las hojas cuadriculadas.

El profesor Drage se detuvo y miró al chico con una mirada que preguntaba si es estúpido. —Mirándolo.

El estudiante resopló. —Entiendo eso, pero ¿lo sostenemos hacia arriba contra el cielo o algo así?

—Claro. Podrías hacer eso. O podrías mirar a cada una de las constelaciones, ver cómo se ven y usar tus ojos y cerebro para encontrarla en el cielo. —Drage hizo una pausa—. O usen Google. Quiero que todos empiecen a familiarizarse con el estudio de las estrellas...

—Me perdí en mis pensamientos durante la mitad de lo que decía, regresando en el final—. Así que pónganse por parejas y elijan una hora. Me devolverán la cuadrícula el lunes. Eso es todo por hoy. Buena suerte y que la fuerza del universo esté hoy con ustedes.

—¿Pareja? —dijo Jimin, mientras miraba frenéticamente toda la
clase—. ¿Cuándo elegimos las parejas?

—El lunes —expliqué, cerrando mi cuaderno y empujándolo en mi
mochila—. No estabas aquí.

Pastelito parecía que estaba a punto de desmayarse mientras se
inclinaba hacia delante en su asiento.

—Jimin.

Respiró profundamente varias veces, como si estuviera aplazando un
ataque de pánico.

Arqueé una ceja. —Jimin.

—¿Qué? —espetó, fulminándome con la mirada.

—Somos pareja.

Un profundo ceño se formó entre sus cejas. —¿Eh?

—Nosotros. Somos. Pareja. —Suspiré—. Al parecer, Drage hizo que la
clase escogiera a sus compañeros justo al principio de la clase del lunes. Entré después y al final me dijo que me emparejase con alguien que se
uniera a la clase el miércoles o estaría desemparejado. Y como no me gusta la idea de no tener compañero, tú y yo somos pareja.

Me miraba fijamente como si hubiera hablado en latín.

—¿Tenemos la opción de hacer esto solos?

—Sí, pero ¿quién quiere salir solo a ver el cielo por la noche? —

Levantándome, me colgué la mochila al hombro y comencé a caminar
por la fila—. De todos modos, conozco un sitio perfecto en el que podemos
hacer la tarea. Tiene que ser el sábado, porque el viernes tengo planes.

—Espera. —Corrió detrás de mí—. Yo sí.

—¿Tienes planes el sábado? —Espera. ¿Qué podría estar haciendo el un sábado por la noche? No podía abandonarlos el viernes, pero...—.
Bueno, podría...

—No. No tengo planes el sábado, pero no tenemos que ser compañeros. Puedo hacerlo solo.

Me detuve frente a las puertas, sin saber si había oído bien. —¿Por
qué quieres hacer todas las tareas, y si te fijas en el esquema de sus clases
hay muchas, solo?

Dio un paso atrás. —Bueno, realmente no quiero hacerlo. Pero no tienes que ser mi pareja. Quiero decir, no me lo debes ni nada.

—No entiendo lo que estás diciendo.—Honestamente, en serio, al cien por cien, no entendía lo que decía.

—Lo que estoy diciendo es que... —Se detuvo, sus cejas uniéndose en una profunda V de nuevo—. ¿Por qué estás siendo tan amable conmigo?

Mi boca formó las palabras “qué mierda”. —¿Es una pregunta seria?
Pastelito bajó la mirada. —Sí.

Lo miré fijamente y esperé a que dijera que bromeaba, pero no lo
hizo. Un nudo se formó en mi pecho, viniendo de la nada. De repente era
dolorosamente obvio para mí, quiero decir dolorosamente.

Pastelito no sólo estaba incomodo, era evidente que no tenía muchos amigos, y no sé por qué eso me afectó. No debería haberlo hecho.

Apenas conocía al chico y conversar con el era tan fácil como desarmar una bomba con los dientes, pero me molestó.

El síndrome del perdedor ataca de nuevo.

Tomé una respiración profunda.

—Está bien, supongo que soy un
buen tipo. Y obviamente eres nuevo, un estudiante de primer año. El lunes
parecía que estabas un poco desquiciado y luego saliste corriendo, ni siquiera viniste a clase y yo...

—No quiero tu compasión —dijo con un sonido chillón.

Fruncí el ceño ante la insinuación. —No tienes mi compasión, Jimin. Sólo digo que parecías estar un poco perdido el lunes y pensé que
deberíamos ser compañeros.

La duda cruzó su rostro.

—Puedo ver que no me crees. ¿Tal vez fue la galleta? Bueno, te negaste a probar mis galletas anoche y honestamente, iba a comerme la
otra galleta, pero te veías tan cansado y triste ahí sentado, que imaginé
que necesitabas la galleta más que yo.

Lo que podría haber sido una mentira. Había muchas posibilidades
de que hubiera traído dos galletas porque Pastelito podría hacer acto de presencia. En realidad, puedo estar interpretando mucho de esto.

Me observaba como si fuera un rompecabezas, y honestamente, no
era tan complicado.

—Y eres lindo —añadí.

Parpadeó. —¿Qué?

Tratando y fallando de ocultar mi diversión, me di la vuelta y abrí la
puerta, guiándolo hacia el pasillo.

—No me digas que no sabes que eres
lindo. Si es así, estoy a punto de perder la fe en la humanidad. No querrás ser responsable de eso.

—Sé que soy lindo, quiero decir, eso no es lo que quise decir. —Hizo
una pausa, gruñendo—. No creo que sea feo. Es sólo que...

—Bien. Ahora hemos aclarado eso. —Tirando de su bolsa, lo conduje hacia las escaleras—. Cuidado con la puerta. Puede ser complicada.

—¿Qué tiene que ver el comentario de que soy lindo con eso?

—Me preguntaste por qué soy amable contigo. Es mutuamente
beneficioso. Pastelito se detuvo completamente detrás de mí.

—¿Eres amable conmigo porque piensas que soy lindo?

—Y porque tienes los ojos marrones. Soy un fanático de los pequeños
ojos marrones. —Reí—. Soy un chico superficial. Oye, ayuda que seas lindo.
Saca a la luz al chico bueno que hay en mí. Me hace compartir mis galletas contigo.

—Así que si fuera feo, ¿no serías amable conmigo?

Girándome, la enfrenté. —También sería amable contigo si fueras feo.

—Está bien.

Sonreí mientras inclinaba mi barbilla hacia abajo, acercando
nuestras bocas.

—Simplemente no te habría ofrecido ninguna galleta.

Se cruzó de brazos. —Estoy empezando a pensar que “galletas” es
una palabra en clave para otra cosa.

—Tal vez lo es. —Tiré de su bolso de nuevo mientras bajaba un escalón—. Y sólo piensa en ello. Si galleta fuera una palabra en clave, sea lo que sea que simbolice, ha estado en tu boca, cariño.

Por un momento, me miró fijamente y luego se rió. El sonido era
bisoño y ronco, como si no se riera a menudo, y eso causó que ese extraño
nudo en el pecho palpitara. —Eres realmente...

—¿Increíble? ¿Impresionante? —Quería escuchar su risa de nuevo—.
¿Asombroso?

—Iba a decir extraño.

—Bueno, diablos, si tuviera sentimientos eso realmente me habría
dolido.

Sonrió, y eso significaba que nos acercábamos a una sonrisa de nuevo. —Entonces supongo que es bueno que no tengas sentimientos, ¿cierto?

—Supongo que sí. —Salté al rellano—. Será mejor que te des prisa o
llegarás tarde a tu próxima clase.

Sus ojos se ampliaron, y me reí, apartándome para que Pastelito no
me atropellara mientras se precipitaba escaleras abajo.

—Maldita sea, si te hubieras movido tan rápido por mis galletas, sería un hombre feliz.

—¡Cállate!

—¡Oye! —Me acerqué a la parte superior del siguiente tramo de
escaleras—. ¿No quieres saber para qué es la palabra clave galletas?

—¡No! ¡Dios Santo, no!

Incliné la cabeza hacia atrás y reí mientras las últimas hebras de
cabello cobrizo desaparecían de la vista.

No sabía quién era Park Jimin, pero era mejor que el niño tranquilo en la escuela media que resultó que le gustan las chicas.

Mucho mejor.

Continue Reading Next Chapter

About Us

Inkitt is the world’s first reader-powered publisher, providing a platform to discover hidden talents and turn them into globally successful authors. Write captivating stories, read enchanting novels, and we’ll publish the books our readers love most on our sister app, GALATEA and other formats.