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1. Carry On (Kookmin Adaptation)

Summary

By Rainbow Rowell Jimin Snow is the worst Chosen One who's ever been chosen. That's what his roommate, Kook, says. And Kook might be evil and a vampire and a complete git, but he's probably right. Half the time, Jimin can't even make his wand work, and the other half, he starts something on fire. His mentor's avoiding him, his girlfriend broke up with him, and there's a magic-eating monster running around, wearing Jimin's face. Kook would be having a field day with all this, if he were here — it's their last year at the Watford School of Magicks, and Jimin's infuriating nemesis didn't even bother to show up. Español Jimin Snow es el peor elegido que jamás haya sido elegido. Eso es lo que dice su compañero de cuarto, Kook. Y Kook podría ser malvado y un vampiro y un completo idiota , pero probablemente tenga razón. La mitad del tiempo, Jimin ni siquiera puede hacer funcionar su varita, y la otra mitad, enciende algo en llamas. Su mentor lo está evitando, su novia rompió con él, y hay un monstruo devorador de magia corriendo, con la cara de Jimin. Kook estaría teniendo un día de campo con todo esto, si estuviera aquí, es su último año en la Escuela de Magia de Watford, y el enfurecedor némesis de Jimin ni siquiera se molestó en aparecer.

Genre:
Fantasy / Adventure
Author:
Miss Piña
Status:
Complete
Chapters:
67
Rating:
n/a
Age Rating:
13+

Capítulo 1




Jimin


Camino a la estación de autobuses por mi cuenta.

Siempre hay un revuelo sobre mis papeles cuando me voy. Durante todo el verano, ni siquiera tenemos permiso de ir a Tescos sin una chaperona y sin preguntarle antes a la Reina. Luego, en el otoño, simplemente firmo mi salida del hogar para niños y me voy.

—Él va a una escuela especial —explica una de las señoras de la oficina a la otra cuando me voy; ambas están sentadas sobre cajas de plexiglás. Deslizo mis papeles de regreso a ellas a través de una ranura en la pared—. Es una escuela para delincuentes —susurra.

La otra mujer ni siquiera levantó la vista.

Cada Septiembre se repite la misma rutina, a pesar de que nunca regreso a la misma institución dos veces.

El Mago me había ido a recoger para llevarme a la escuela la primera vez, cuando yo tenía once. Pero el año siguiente, me dijo que podía llegar a Watford por mi cuenta.

«Has matado a un dragón, Jimin. Seguramente podrás con un largo camino y un par de autobuses».

Yo no había tenido la intención de matar al dragón. No me habría hecho daño, o al menos eso creo. Todavía sueño con ese momento a veces, con la forma en que el fuego lo consumió desde adentro hacia afuera, como un cigarrillo devorando un pedazo de papel con su quemadura.

Llego a la estación de autobuses y espero a mi primer autobus mientras como una barra de Aero Mint. Tengo que tomar otro autobús después de eso, y luego un tren.

Una vez ya dentro del tren, trato de dormir con mi bolsa en mi regazo y los pies apoyados en el asiento frente a mí... pero un hombre un par de filas atrás no deja de mirarme. Puedo sentir sus ojos arrastrándose por mi cuello.

Podría tratarse de un pervertido. O un policía. O podría tratarse de un cazador de osamentas que conoce el precio de mi cabeza... («Es cazador de recompensas» le dije a Penélope la primera vez que luchamos contra uno. «No, osamentas», respondió ella. «Porque eso es lo que guardan de ti si te agarran».)

Me cambio de vagón y no me molesto en intentar dormirme de nuevo. Entre más cerca estoy de Watford, más inquieto me siento. Todos los años, pienso en saltar del tren y hacerme llegar a la escuela con un hechizo, incluso si hacerlo me mandaría a un estado de coma.

Podría lanzar un Date Prisa en el tren, pero ese es un hechizo incierto en el mejor de los casos, y mis primeros hechizos del año escolar siempre resultan especialmente peligrosos. Se supone que debo practicar durante el verano, sólo pequeños pero predecibles hechizos cuando nadie está viendo. Como encender las luces. O cambiar manzanas por naranjas.

—Sube la cremallera de tus pantalones y ata tus cordones con hechizos —sugirió la señorita Possibe—.

Ese tipo de cosas.

—Sólo uso botones —le dije, para después ponerme colorado cuando bajó su mirada a mis jeans.

—Entonces usa tu magia para hacer las tareas del hogar —dijo ella—. Lava la vajilla, pule la plata.


No me molesté en decirle a la señorita Possibelf que cada verano mis comidas son servidas en platos desechables y que las como con cubiertos de plástico (tenedores y cucharas, nunca cuchillos).

Además, no me molesté en practicar mi magia este verano. Es aburrido. Y no tiene sentido. Y no es como si ayudara. La práctica no me hace un mejor mago; solo me hace explotar.

Nadie sabe por qué mi magia es como es. Por qué explota como una bomba en vez de fluir a través de mí como un maldito arroyo o como sea que funcione con el resto del mundo.


—No lo sé —había dicho Penélope cuando le pregunté cómo se sentía la magia para ella—. Supongo que se siente como un pozo dentro de mí. Tan profundo que no puedo ver o siquiera imaginarme el fondo. Pero en vez de subir la magia con una cubeta, pienso en ella subiendo por su cuenta para mí. Y luego está ahí, cuanta magia necesite, mientras permanezca concentrada.

Penélope siempre permanecía concentrada. Además, era poderosa.

Agatha no lo es. No como Penélope, de todos modos. Y a Agatha no le gusta hablar de su magia. Pero una vez, en Navidad, mantuve despierta a Agatha hasta que ella se sintiera tan cansada y estúpida para decirme que para ella la magia se sentía como flexionar un músculo, manteniéndolo de esa forma.

—Como un croisé devant, ¿sabes? —dijo ella. Negué con la cabeza.


Ella estaba tirada sobre una alfombra de piel de lobo al frente de la chimenea, toda acurrucada como un gatito bonito.

—Es ballet —dijo—. Es como si tuviera que mantenerme en una misma posición por todo el tiempo que pueda.


Kook me dijo que para él, es como encender un cerillo. O tirar de un gatillo. Él no había querido decirme eso. Fue cuando estuvimos luchando contra una quimera en el bosque durante nuestro quinto año. Nos tenía acorralados, y Kook no era lo bastante poderoso para luchar contra una quimera por sí solo. (El Mago no es lo bastante poderoso para luchar contra una químera por sí solo).

—¡Hazlo, Snow! —Me gritó Kook— Hazlo. Ataca al maldito. Ahora.

—No puedo —intenté decirle—. No funciona así.

—Claro que sí, demonios.

—No puedo simplemente encenderlo —le dije.

—Inténtalo.

—No puedo, maldita sea.

Yo blandía mi espada en el aire, ya era muy bueno con la espada a los quince años, pero mis habilidades con ésta importaron muy poco porque la quimera no era corpórea. Vaya suerte la mía, tan pronto empecé a llevar una espada conmigo, todos mis enemigos resultaron ser niebla y telaraña.


—Cierra tus ojos y enciende el cerillo —me dijo Kook. Ambos estábamos intentado escondernos detrás de una roca. Kook estaba lanzando hechizos uno tras otro; estaba prácticamente cantando.

—¿Qué?

—Eso es lo que mi madre solía decir —dijo él—. Enciende un cerillo dentro de tu corazón, y luego aviva el fuego.

Todo es fuego con Kook. No puedo creer que aún no me haya incinerado, o quemado en la hoguera.
Le gustaba amenazarme con un funeral de vikingo, cuando éramos del tercer año.


—¿Sabes qué es eso, Snow? Una pira funeraria, ardiendo a la deriva en el mar. Podríamos hacer la tuya en Blackpool, así todos tus pobretones amigos Normales podrían asistir.

—Vete a la mierda —le diría, y trataría de ignorarlo.

Ni siquiera he tenido amigos Normales, pobretones o de otra manera. Todos en el mundo Normal huyen de mí si pueden. Penélope dice que pueden sentir mi poder y que, instintivamente, huyen. Como los perros que no pueden hacer contacto visual con sus amos. No es que esté diciendo que soy el amo de nadie, no es eso a lo que me refiero.

De todos modos, trabaja al revés con los magos. Ellos aman el olor de la magia, por eso me esfuerzo mucho para hacer que me odien.

A menos que se trate de Kook, porque él es inmune. Tal vez ha desarrollado tolerancia hacia mi magia. Después de todo, hemos sido compañeros de dormitorio durante los últimos siete años. Esa noche en la que estábamos luchando con la quimera, Kook continuó gritándome hasta que mi magia se disparó.

Ambos despertamos horas más tarde en un agujero ennegrecido. La barrera en la que nos habíamos estado ocultando, era polvo. Y la quimera, era vapor. O quizás sólo se había ido.

Kook estaba segurísimo de que había quemado sus cejas, pero para mí, él lucía bien... sin un cabello fuera de su lugar.


Típico.


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Algo importante antes de empezar es que Jungkook (normalmente llamado Kook en este libro) se va referir a Jimin como “Snow” la mayoría de las veces.
Solo para que recuerden mientras leen
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