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Aviso: Este libro contiene temas delicados y muy explicitos. Por favor leer con mucho cuidado y si el contenido es delicado para su lectura pueden saltarse los capitulos.
TODOS tienen una estación favorita del año. La mía es el verano. Por cierto, nuestra historia de amor comenzó cuando era niño. Estar tres meses de vacaciones sin nada que hacer, excepto meterse en problemas, la hacía irresistible. Al crecer, descubrí que durante esos largos y calurosos días de junio, julio y agosto, no se esperaba nada de mí. Cuando el verano terminara, siempre habría tiempo para poner mi vida en orden, prepararme para el regreso a clases, Año Nuevo o lo que surgiera. En verano, cualquier cosa era posible.
Cruzaba el estacionamiento cuando me detuve un momento para levantar la cabeza y disfrutar de la cálida brisa nocturna que acariciaba mi piel. Incline Village, donde vivía, al norte del Lago Tahoe, jamás se ponía demasiado caluroso y esa era una de las muchas razones por las que amaba mi hogar.
Seis meses atrás, no hubiera imaginado que volvería a referirme a un lugar con la palabra hogar, pero eso había sido antes de que conociera a Jungkook Church. En tan poco tiempo, había pasado de ser un paria a ser la pareja de un semel, o líder de una tribu, y volver a formar parte de una tribu.
Había nacido hombre pantera y reah a la vez. Si hubiera nacido mujer, mi vida hubiera tenido sentido; pero tal como estaba, mi vida era complicada. Las reahs sólo se aparean con semels, y los semels siempre han sido machos; por lo que, la única pareja que podía tener era un hombre. Para mí, eso tenía sentido; ya que, eran los hombres, y no las mujeres, quienes me fascinaban. Pero la tribu donde había nacido y me había criado, junto con mi familia, había decidido rápidamente que yo era una abominación. A los dieciséis, había sido expulsado de mi tribu y desde entonces sólo éramos mi mejor amigo, Taehyung, y yo, sin un lugar al cual llamar hogar, hasta que conocí a Jungkook Church, mi pareja.
Ahora, al ser reconocido como reah, mi vida ya no giraba alrededor de mi amigo Taehyung y yo, sino que ahora giraba alrededor de mi pareja, su familia y mi nueva tribu. Aún estaba conmocionado; me sentía abrumado, enterrado bajo aplastantes obligaciones, protocolos y exigencias. Era sobrecogedor y, en la última semana, se había vuelto aún más. No tenía idea de cómo comenzaría a explicarle lo sucedido a mi pareja.
Permití que la fragancia de las flores silvestres, el tenue rastro del lago y el cercano olor a carbón quemado, me distrajeran de mis pensamientos. Los olores me rodeaban, mientras caminaba. Por algo se les llamaban acertadamente días de ocio veraniegos. Deseaba holgazanear en una hamaca en algún lugar y olvidar los eventos de la semana pasada. Saludé con la mano a los miembros de mi equipo de trabajo cuando escuché que gritaban deseándome buenas noches. Era agradable que todos extrañaran verme. Administrar un restaurante era difícil, pero lo que hacía que valiera la pena eran las personas; y las mías eran las mejores. Cuando el teléfono sonó y me percaté de que llamaban de casa, me debatí entre si contestaba o no, pero de todas maneras contesté.
—¿Hola?
—Jimin.
Mi corazón se saltó un latido y dejé de caminar. Me quedé inmóvil al lado de mi Jeep. La voz del hombre envió una corriente de calor a mi cuerpo.
—¿Jimin?
—Jungkook…, estás en casa —exhalé con voz temblorosa—.
¿Cuándo regresaste?
—No te oyes contento.
Lo estaba y a la misma vez no.
—Estoy contento. Es sólo que, me sorprendiste. Pensé que habías dicho que estarías fuera diez días, pero sólo has estado siete.
—¿No puedo regresar a casa antes de lo programado?
—Eso no es lo que quise decir.
—Entonces, estás contento de que esté en casa —sonaba incierto.
—Por supuesto que estoy contento —dije deprisa—. Pero,
¿cuándo…?
—Hace apenas unos minutos. Mikhail y yo, nosotros… —se escuchaba distraído; como si estuviera mirando algo que requiriera de su atención—. ¿Dónde estás?
¿Qué podía decirle?
—¿Y dónde están todos? La casa está vacía. Mikhail y yo llegamos a casa y no hay alguien para recibirnos. ¿Cómo es eso posible?
Con doce personas viviendo bajo el mismo techo, once porque Simone se había mudado oficialmente para casarse —aparearse—, era de esperarse que por lo menos hubiera una persona cuando el hombre regresara de su viaje de una semana a Nueva York. Era extraño que no hubiera alguien para recibirlo.
—Quiero verte.
Había una orden implícita en su voz, pero no la expresó como tal; lo cual, afortunadamente, me permitía ignorarla. Era un alivio, porque no había manera de que lo viera en el estado en el que me hallaba.
—Está bien.
—¿Está bien?
—Sí.
—¿Y eso qué significa?
—Significa que puedo estar en casa en un par de días, pero…
—¿Un par de días?
—Sí. Dijiste que no estarías; así que, quería estar fuera también y ahora no puedo romper mis planes.
—¿Por qué querías estar fuera de casa? Amas estar en casa.
Y tenía razón. Amaba estar en casa. Había estado sin hogar por tanto tiempo, además de desempleado, que ahora solía estar todo el tiempo en casa.
—Jimin, ¿qué sucede?
—¿Con qué? —pregunté a la ligera.
—¿Cuáles son esos planes que no puedes cambiar?
—Jungkook…
—¿Con quién estás? Carraspeé.
—Con nadie.
Estuvo en silencio un largo tiempo, como si estuviera pensando.
—Jimin.
Esa noche tenía planificado pensar en una buena excusa, por lo que aún no estaba preparado para hablar con él. Estaba dándole vueltas a la idea de decirle que tenía que ir a Las Vegas a petición de mi jefe o algo por el estilo. Me dolía considerar tener que mentirle a mi pareja, pero la alternativa, decirle la verdad, no era mejor.
—¿Jimin?
—Aquí estoy.
—¿Qué carajo sucede? ¿Dónde están todos y por qué carajo no quieres verme? He estado fuera una semana. ¿No me extrañaste?
Lo había extrañado demasiado, y esa había sido básicamente la causa del problema, según había dicho Abbot.
—Jimin…, amor —su voz era suave y ronca, cargada de sentimiento—. ¿Por qué no quieres verme?
—Quiero… Claro que quiero —traté de evadirlo. ¿Qué se suponía que dijera?—. No quiero que me veas hasta que luzca bien —lo cual era básicamente la verdad, sólo que no toda la verdad.
—Siempre luces bien.
Era lindo que pensara así, pero no siempre lucía bien; mucho menos ahora, después de haber sido lastimado y encontrarme magullado y en proceso de sanación. Al ser hombre pantera, después de haber sido herido, me recuperaba mucho más rápido que una persona común, pero había perdido mucha sangre y tenía muchos cortes; aún lucía mal. En el trabajo, le dije a todos que había estado en un accidente de tránsito. Cuando me presenté al restaurante para colocar el itinerario de trabajo y entregar la paga, me dijeron que no estaban seguros de que yo debería estar fuera de mi cama. De haberles dicho la verdad, que había intentado detener una pelea entre dos hombres panteras, me hubieran mirado como si estuviera loco.
—¿Estás en el trabajo?
—De hecho, estoy saliendo del restaurante —dije, porque en unos segundos saldría del estacionamiento del lugar—. Voy a casa de mi amigo Eddie para…
—Jimin —me interrumpió—. Yo…, ¿qué sucede?
Me quedé callado, porque la conversación iba en una mala dirección. No podía dejar que me ordenara regresar a casa.
—¿Jimin? Mierda.
—Pensé que tenía más tiempo.
—¿Más tiempo para qué?
No podía decir que intentaba salvar la vida de alguien.
—¿Jimin? Suspiré.
—Te vas a molestar.
—Ya estoy molesto —soltó con brusquedad—, porque no me estás hablando e intentas ocultarme algo. Volveré a preguntarte, ¿qué carajo está pasando?
—Verás…, no fue culpa de Abbot.
—¿Qué?
—Es decir, sí lo fue, pero…
—Yo no… ¿Abbot George? ¿Hablas del sheseru de la tribu de Kellen que Yuri está adiestrando?
A petición de Kellen Grant, otro semel, líder de una tribu de hombres panteras, Jungkook había accedido a que su sheseru, su defensor, Yuri Kosa, modelara el carácter del hombre. El anterior sheseru de Kellen había sido asesinado durante un menthuel, duelo, por lo que su hermano, el siguiente en la línea de sucesión, se había convertido en el nuevo defensor de la tribu. Abbot George llevaba un mes con nosotros, cuando Jungkook tuvo que asistir a la ceremonia de apareamiento de Simone en Nueva York.
—¿Jimin?
—Lo siento, ¿qué dijiste?
—Presta atención.
Lo estaba intentando, pero era tan difícil. Estaba demasiado preocupado por lo que pasaría y la voz del hombre hacía que mi estómago se sintiera raro. Tenía cosas revoloteando, dando vueltas y retorciéndose en mi interior, pero en general no era algo malo. Lo había extrañado con locura.
—¡Jimin!
Me quejé, porque su grito me había recordado que él era el dominante en nuestra relación. Era el semel, el líder, y yo era su pareja. La necesidad y el deseo por él invadieron mi sexo.
—¿Qué sucede? Dime.
Su voz era profunda y gruñona. Mis pensamientos vagaron a la última vez que estuvimos en la cama. Él había querido atarme y yo se lo había permitido. Sus corbatas de seda habían actuado como amarres, pero me habían sujetado, porque ambos lo habíamos consentido; ambos deseábamos vivir esa fantasía.
—¿Jimin?
—Te extrañé —susurré.
—Yo también —me dijo ásperamente, con voz profunda y baja—.
Cariño, ¿qué sucede?
Perdido en el sonido de su voz, casi incliné la cabeza. Desde lo profundo, mi cuerpo ansiaba el suyo, me moría por él. Carraspeé, recuperando el control.
—Jungkook, yo…
—Hablas de Abbot George, ¿verdad? ¿El hombre que Yuri está adiestrando?
Estaba adiestrando.
—¿Jimin?
—Sí —dije con gravedad.
Hizo una pausa, como si finalmente comprendiera.
—¿Qué hizo?
—Fue un error.
—¿Qué cosa?
—Sólo recuerda que fue un error.
—Jimin, Dios me ayude, pero si no…
—Estoy bien.
—¿Por qué no habrías de estar bien? —preguntó con voz templada—. ¿Qué intentas…?
—Fue un error.
—Ya lo dijiste. ¿Qué carajo pasó? Sólo dime. Hice una mueca al escuchar la frialdad en su voz.
—Está bien. Pues supongo que como te extrañaba tanto y porque soy tu reah y…
—¡Por Dios, lograr que cuentes algo sin dar tanto rodeo es pedirle peras a un olmo! ¡Acaba de decirme qué carajo pasó!
No estaba molesto conmigo y lo sabía, pero aún así, estaba irritado.
—Las feromonas —suspiré—. No me di cuenta de que… Pero Abbot dijo que era como si estuviera en celo.
—Abbot —dijo bajando la voz, quedándose terriblemente tranquilo.
Un ruido salió de mi garganta.
Escuché un sonido sordo, apagado, y después: —Jimin.
La calmada voz de Mikhail me hizo sentir aliviado. Con él podía hablar. El sylvan de nuestra tribu, el maestro, el consejero, era una fuente constante de sensatez y fuerza. Confesarse con Mikhail era algo que todos hacían, y yo no era la excepción.
—Hola —sonreí de oreja a oreja, y di un profundo suspiro—,
¿cómo estuvo el viaje?
Escuché su profundo y masculino gruñido.
—Te diré todo sobre Nueva York cuando te vea, pero primero necesito saber qué pasó aquí. Mi semel así lo exige, y yo también. ¿Por qué no estás en tu hogar, mi reah, y dónde está tu sheseru?
Por un minuto, pensé qué podía decirle.
—Acaba y dime.
Pero es que todo había sucedido tan rápido. Un minuto estaba en la cocina preparando spaghetti y al siguiente estaba girando para encontrarme a Abbot George, el sheseru en adiestramiento, la pantera de la tribu de Kellen Grant de Selket, parado frente a mí. Como reah de mi tribu, la pareja del líder, él no tenía permitido estar a solas conmigo. Pero en mi casa, mis reglas eran poco estrictas. Si estabas en mi casa, confiaba en ti.
—Hola —le sonreí—. ¿Cómo va el adiestramiento con Yuri? ¿Aún deseas ser sheseru o renunciarás?
Frunció el ceño, acercándose.
—Mi semel, Kellen Grant, tomó a una yareah por pareja, una mujer que eligió él mismo, no una reah destinada para él desde su nacimiento. No tiene a su lado a su alma gemela. No tiene una reah.
—Comprendo —comenté, inclinando la cabeza hacia la estufa—. Mis spaghetti no son tan buenos como los de la mamá de Jungkook, pero están bien. ¿Quieres un poco?
No me contestó; por el contrario, se me acercó más. Me empujó hacia atrás, abalanzándose sobre mí.
—¿Abbot?
—Un sheseru auténtico es el defensor del semel y el protector de una reah, ¿no es así?
—Un sheseru hace lo que su semel le exige —le aclaré—. ¿Podrías dar unos pasos…?
—Leí la ley. Un sheseru es el paladín de una reah.
—Si la tribu tiene una reah —lo corregí—. Si no hay una reah, entonces…
—Un sheseru está perdido sin una reah.
—No, se encargan de proteger a la yareah, en su lugar —no podía concentrarme; me sentía receloso y tenía los nervios de punta—.
¿Podrías… podrías echarte hacia atrás un poco? —sugerí, seguro de que no entendía lo incómodo que me estaba haciendo sentir.
—Un sheseru está destinado a ser el protector de una reah —dijo rotundamente, invadiendo aún más mi espacio personal.
—Detente —dije con gentileza y firmeza.
—Pensé que daba igual —dijo bajando la voz, rozando con sus dedos la parte lateral de mi cuello—, cuidar de una reah o de una yareah… No tenía idea de cuán diferente era hasta que vine aquí.
—Abbot… —comenzaba a hablarle cuando dos hombres, a los que jamás había visto, entraron a la cocina.
—¿Qué están…?
—No es lo mismo. Una reah es… un milagro. Y sólo después de haber estado aquí contigo, una reah real, puedo ver y sentir la diferencia. Debo permanecer aquí, a tu lado. Jungkook debe aceptarme y desterrar a Yuri.
Estaba loco y antes de que sus manos se cerraran alrededor de mi garganta, di un paso hacia atrás, chocando con la encimera detrás de mí.
—Yuri es el sheseru de Jungkook y lo será mientras…
—Desde que Jungkook se marchó, es como si estuvieras en celo — susurró. Observé cuán grandes estaban sus pupilas y el estremecimiento que recorrió su cuerpo. Me pregunté vagamente dónde estaría Yuri—. Pienso que cuando el semel no está, un sheseru debe ocuparse de su reah en todos los sentidos.
Sus enormes y dilatados ojos se tragaban prácticamente la parte blanca. Era espeluznante, casi terrorífico, y ¿qué carajo significaba eso de en todos los sentidos?
—Pienso que me necesitas… Tu cuerpo pide a gritos el mío.
¿Quién habla de esa manera?
—Deberías ir a ver televisión en la sala —le sugerí suavemente, observándolo con los pelos de punta a él y a los otros dos hombres—. Y llévate a tus amigos contigo, a menos que quieran comer algo primero — intentaba con todas mis fuerzas mantener la voz neutral, calmada y animada.
—Jamás había deseado a otro hombre —confesó bajando la voz—.
Pero tampoco había visto a un hombre que luciera como tú, Jimin Rayne.
Me congelé. Y no porque tuviera miedo. Estaba furioso. ¿Cómo se atrevía a tratar así a Jungkook? ¿Cómo se atrevía a violar de esa manera la santidad de su hogar? Era la pareja del semel, alguien intocable, ¿y ahora este hombre pensaba que podía reclamarme? Mi pareja era la pantera más fuerte que hubiera visto, ¿y este hombre pensaba que podía usurpar su lugar? ¿Tomarme? Era un presuntuoso al pensar que necesitaba a cualquiera en lugar de mi pareja. Era obsceno.
—Largo de mi casa —le ordené fría, duramente.
—Reah —me cortó antes de arremeter contra mí, derribando el plato de mis manos al agarrarme el rostro y tirar de mí hacia delante. Aplastó su boca contra la mía, forzando su lengua entre mis labios, mientras me echaba hacia atrás sobre la encimera.
Lo empujé y me resistí, pero era mucho más grande y fuerte que yo. Cuando logré separar mi boca de la suya, sus manos estaban sobre mi cuerpo.
—Detente —dije en tono áspero, intentando no gritar, aterrado por él, por la transgresión que estaba cometiendo. En segundos, había pasado de estar enojado a temer por su vida. Podía transmutar y escapar fácilmente, pero si alguien me veía, se preguntaría por qué necesitaba estar en mi forma pantera dentro de mi hogar. ¿Qué había provocado que transmutara? ¿Por qué necesitaba pelear? Y tan pronto esas preguntas surgieran, mi sheseru, Yuri Kosa, los asesinaría. Por eso no quería que nos vieran o escucharan, pero cuando los otros hombres colocaron sus manos sobre mí, me olvidé de su seguridad.
Limpiaron la mesa de la cocina y me arrojaron con violencia sobre ella de bruces, con las manos estiradas, fuertemente sujetas. Los extraños sujetaban mis muñecas con firmeza, mientras Abbot empujaba su sexo contra mi rabadilla. Tenía las manos en la hebilla de mi cinturón e intentaba torpemente quitármelo. Al principio, había pensado que había tres hombres, pero ahora veía que estaba errado. Había cuatro hombres.
No tenía opción. Como líquido, me transmuté a través de sus dedos. En un pestañeo, mi cuerpo pasó de hombre a pantera. Gritos ahogados llenaron el lugar cuando rodé hacia el suelo, enredado en mis jeans y camisa, liberándome en segundos, contento de haber estado descalzo. No me había percatado del momento en que la veneración de Abbot se había transformado en obsesión, pero él tampoco se había percatado de mi velocidad. Era mucho más rápido de lo que él pensaba, como evidenciaba el hecho de que me hallaba al otro lado de la inmensa cocina antes de que ellos pudieran localizarme con sus ojos.
—Reah —Abbot había perdido el aliento, mientras se desgarraba la ropa en su desesperación por transmutar a su forma pantera.
—Vámonos —uno de los hombres le gritó, mientras otro se lanzaba hacia la puerta trasera.
Fue mi rapidez. Era atemorizante ver algo cambiar tan rápido.
—¡Abbot!
Pero él estaba en medio de su transmutación de hombre a animal.
—¡Dijiste que él quería! ¡Jamás dijiste que se resistiría! —gritó el extraño en mi cocina antes de abandonar a su amigo, huyendo rápidamente por la puerta trasera, desapareciendo en la noche.
—Jimin, ¿dónde… estás…?
La llegada de Yuri a la cocina hizo que perdiera la oportunidad de huir y no tuviera más opción que correr hacia él para protegerlo del ataque inesperado.
La distancia que había entre Yuri y yo era el doble de la distancia que había entre Yuri y Abbot. Pero logré alcanzar a Yuri antes que Abbot lo hiciera y lo tiré al suelo, cubriéndolo con mi cuerpo, evitando que el otro gato pudiera enterrar sus dientes y garras en el pecho de mi sheseru. Por mi arrogancia, por estar vanagloriándome de mi velocidad, no pude evadirlo. Cuando se giró y enterró sus colmillos en mi costado, sentí como si me hubieran dado un puñetazo y una puñalada a la vez.
El calor se extendió por mi costado y, debido a que quedé momentáneamente aturdido, el cabezazo que siguió me tiró al suelo. Afiladísimas garras desgarraron mi costado y descubrí que el rocío de sangre era mío. Escuché el rugido iracundo de Yuri y vi su ropa caer sobre mí cuando se la arrancó para transmutar.
Quedé en medio de la pelea y habiendo perdido tanta sangre, no tenía la fuerza ni rapidez para alejarme. Mi cuerpo fue desgarrado y rasgado, lanzado de un lado para otro como si de un juguete se tratase por dos poderosas panteras, pisoteado una y otra vez, aplastado y magullado antes de que pudiera orientarme lo suficiente como para liberarme de la mortal maraña.
Al ver el salvaje ataque de los dos hombres, comprendí que lucharían hasta la muerte a menos que los separara. Intenté lanzarme hacia delante, pero unas fuertes manos sobre mi nuca evitaron que me moviera.
—Espera —dijo Taehyung parado frente a mí. La voz de mi mejor amigo se endureció al arrodillarse a mi lado—. Estás sangrando —me amonestó—. Me parece que has sido seriamente lastimado. Transmuta para verificar.
No había tiempo para eso.
—Suéltalo, idiota, antes de que Yuri asesine a Abbot.
Cuando a mi derecha apareció Markel, otra pantera y su rival por el cariño de Delphine, la hermana de Jungkook, Taehyung se levantó con un movimiento fluido.
—Jimin es el único lo suficientemente rápido como para interponerse sin salir herido.
—¡Ya está herido! —rugió Taehyung—. Y me importa un carajo si Abbot muere. De todas formas, ya es hombre muerto.
—¿Qué carajo estás diciendo? —gritó Markel, empujándolo con tanta fuerza que despegó sus manos de mi cuerpo—. Somos responsables de su seguridad mientras esté aquí. ¿Crees que su semel va a aceptar que haya sido herido en casa de Jungkook? ¡Piensa!
Taehyung voló hacia Markel sin responder, y cayeron enredados de pies y manos. Cuando segundos después, se pusieron de pie de un salto, arrancándose las ropas, transmuté y les grité que se detuvieran y me ayudaran. O intenté hacerlo, porque lo que salió de mi garganta fue una versión ahogada de mi voz. Tuve que sostenerme de la encimera para no caer de rodillas. Giré la cabeza para ver a Taehyung y a Markel volar uno hacia el otro en sus formas panteras, con las garras y los dientes expuestos en su arrebato iracundo, en un frenesí asesino. Taehyung había comenzado a discutir por mí, pero ahora veía la oportunidad de masacrar a su rival y le sacaría provecho. El animal que vivía en su interior se lo exigía. Cuando moví mis ojos de ellos a Yuri, quien estaba siendo atacado por Abbot y otra pantera, vi lo que mi sheseru no podía ver.
Transmuté a mi forma pantera, atravesé como una flecha el lugar y me tiré sobre la espalda de Yuri, golpeándolo duro, tumbándolo debajo de mí, protegiéndolo del ataque de una tercera pantera. Esta enterró sus dientes en mi cuello y sus garras en mi costado. Un calor agudo, abrasador, me recorrió cuando fui arrojado al horno al rodar con la pantera, soltando a Yuri en el proceso. Por una fracción, los dientes de Abbot no acabaron enterrados en mi yugular. Antes de que pudiera asestar el segundo golpe, fue separado de un tirón. Yuri estaba ahí, manteniéndolo lejos de mí, aunque la otra pantera enterró sus garras en mi espalda. Me recorrió un dolor similar a una descarga eléctrica, constante y creciente. La fuerte y penetrante mordida en el hombro me hizo dar un alarido de dolor.
Me recorrió un estremecimiento antes de que mi cabeza diera duro contra el suelo. Por un segundo, todo dio vueltas alrededor de mí, antes de que el peso que me aplastaba fuera apartado. Al voltear la cabeza, vi a un hombre a mi lado con la garganta destrozada. Al morir, transmutamos instantáneamente a nuestra forma humana, revelando quiénes éramos.
De repente, Yuri estaba sobre mí. Su pelaje dorado bañado en sangre. Comprendía que estaba mirando a mi salvador, mientras me aterraba. ¿Dónde estaba Abbot? ¿Dónde estaban las otras panteras? Una había salido corriendo por la puerta antes de que comenzara la pelea y una estaba muerta; lo que significaba que Abbot y la cuarta estaban vivas. Cuando Yuri se apartó de un salto, tuve mi respuesta. Observé cómo las dos panteras salían corriendo por las puertas batientes de la cocina, a la vez que Taehyung lanzaba a Markel por la ventana panorámica que Jungkook había puesto el mes anterior. Ellos habían estado peleando, completamente ajenos a mi lucha de vida o muerte, cuando pudieron haber sido capaces de prestar su ayuda en cualquier momento, pero ninguno se dio por enterado. Por el contrario, se encargaron de destrozar algo que Jungkook Church amaba. Él había creado un espacio en la cocina sólo para nosotros dos, un rincón tranquilo, un refugio en el que desayunábamos juntos, con una ventana que daba hacia el bosque. Atesoraba ese lugar por su intención al construirlo, y ahora había desaparecido.
Al transmutar, ahora que el peligro había desaparecido, me encontré solo, desnudo y temblando de dolor. Intenté levantarme y, en ese momento, me aterré. Estaba sangrando y la temperatura de mi cuerpo descendía rápidamente. En esos breves segundos, temí morir.
—Espera.
No sabía en qué momento había comenzado a hablar. Mientras repasaba en mi cabeza lo ocurrido, había pasado del pensamiento a las palabras. Pero al escuchar la rotunda voz de Mikhail, supe que había hablado demasiado.
—Déjame ver si entiendo —dijo y, en su voz, había una quietud que jamás había escuchado—. Fuiste atacado en tu hogar por panteras de la tribu de Selket.
—Al principio, eran cuatro; al final, sólo tres, pero… sí —suspiré.
—¿Lo sabe Kellen?
—No sé.
—¿Cómo que no sabes?
—Dejé a cargo al papá de Jungkook.
—¿Por qué? Tú eres la reah.
¿Qué podía decirle? —Necesitaba… descansar.
—Descansar —repitió—. ¿Tú?
—Sí.
—Sanas más rápido que cualquier pantera que conozco.
—Así es —carraspeé. No deseaba entrar en detalles con él.
—¿Está muerto?
—¿Quién?
—Abbot, por supuesto.
—No.
—¿Dónde está?
—Con Avery, probablemente.
—¿Avery? ¿Avery Cadim, el sheseru de Christophe?
—Sí.
—¿Por qué? ¿Qué tiene que ver la tribu de Pakhet en esto?
—Taehyung dijo que Abbot y el otro tipo, no sé su nombre, se refugiaron con Avery en Reno y pidieron asilo hasta que llegara su semel. No sé dónde pueda estar el tercero. Huyó antes de que todo comenzara.
—Espera. ¿Kellen Grant viene para acá?
—Sí.
—¿Cuándo?
—No sé.
—¿Qué quieres decir con que tú no… —se detuvo abruptamente; sabía que era porque no deseaba gritarme—. ¿Dónde está Yuri?
—Lo envié a cazar a las montañas con Ivan y el otro khatyu.
—¿Por qué?
—Porque no quería que organizara una partida de caza y entrara al territorio de Christophe.
—Hubiera estado en su derecho como sheseru de esta tribu que persiguiera y asesinara al hombre que osó poner sus manos sobre…
—No quiero que haga eso.
—No me importa. La vida de Abbot le pertenece ahora a Jungkook.
Jimin, tú…
Ambos escuchamos el rugido al mismo tiempo. Sin que tuviera que explicarme, sabía que Jungkook había entrado a la cocina y visto la destrucción.
—Mikhail —suspiré, entrando al Jeep, prendiéndolo—, sólo dile a Jungkook que lo llamaré en la mañana y…
—Jimin, ah, espera…
Sabía que no debía esperar; por lo que, colgué. Si Jungkook me ordenaba que regresara a casa, si me exigía como semel de mi tribu que me presentara ante él, entonces no tendría más opción que obedecer. Yo era su reah, su pareja, y su palabra era ley. Su dominio sobre mí, sobre todos nosotros, era absoluto. Pero si no hablaba directamente con él, entonces no tenía que hacer lo que él dijera. Era una cobardía, pero funcionaba.
Seis meses atrás, mi mundo había sido puesto de cabeza cuando conocí a Jungkook Church, el líder de la tribu de Mafdet. Las panteras, los gatos, no se aparean de por vida, excepto el líder de la tribu y sólo si, o cuando, encuentra a su alma gemela, su pareja verdadera, su reah.
La probabilidad de que un semel encuentre a su reah es muy remota, tan remota de hecho que quizá uno en un millón lo logra. Desde luego, cuando viajé de mi trabajo en King Beach a la casa del semel en la montaña de Incline Village, jamás hubiera imaginado que tan pronto viera al hombre mi corazón le pertenecería. Resultó que mis conceptos sobre amor, compromiso y pertenencia eran equivocados. Estar enamorado te hacía fuerte, no débil, y pertenecer a otro hombre me hacía sentir que podía volar. Pero había problemas, diferencias, que necesitábamos limar; además de otras situaciones que provenían de quienes me rodeaban.
Necesitaba tiempo para pensar en qué podía hacer sobre el triángulo amoroso en la casa. Delphine, la hermana de Jungkook, no parecía ser capaz de decidirse entre mi mejor amigo, Taehyung Adams, y el ex sheseru de la tribu de Menhit, Markel Kovac. Delphine necesitaba decidir cuál hombre aceptaría que la cortejara, uniera sus manos con las de ella y, eventualmente, si se enamoraban, aparearse. Era más que obvio que no podían continuar como estaban. Mi hogar no sobreviviría. Ya habían destrozado mi ventana panorámica; no quería imaginar qué sería lo próximo.
En lo personal, no comprendía por qué ella dudaba en decirle a Markel que Taehyung era el escogido. Los dos hombres no podían compararse. Markel era melancólico y oscuro, frío y áspero. Taehyung, por el contrario, era cálido, amoroso y amable. Tan pronto entraba a un salón, lo iluminaba. Que fuera hermoso sólo era otro punto a su favor. Markel era pequeño, tenía menos músculos y era más delgado. No encontraba algo atrayente en el hombre, pero Delphine sí. Debo admitir que tampoco me tomaba la molestia de observarlo realmente; apenas lo miraba.
Cuando mi teléfono sonó, mientras conducía hacia el apartamento de mi amigo Eddie, miré la pantalla y vi el número de Taehyung. Necesitaba asignarle un tono del timbre distinto a cada uno para no tener que mirar la pantalla cada vez que entraba una llamada. Eso estaba tan abajo en mi lista de pendientes que dudaba que llegara a tener tiempo para hacerlo.
—Hola —lo saludé inquieto, irritable, deseando más que nada ver a Jungkook, estar entre sus brazos—. Me alegra que finalmente me llamaras,
¿dónde estás?
Ignoró mi pregunta.
—Suenas molesto.
—¿Dónde estás? —repetí.
—Estoy en casa —gruñó—, y tú no.
Me dio un ataque de risa. No pude evitarlo.
—¿De todos los días posibles decidiste regresar hoy?
—Mierda.
—Es algo gracioso —resoplé—. El día que escogiste, es decir.
—Sé a qué te refieres.
—Te largas, abandonándome por una semana y no…
—¡No te abandoné! Me sentí… sentí como un maldito idiota. Se supone que soy tu mejor amigo y, más importante aún, soy tu hombre. Soy el beset de una reah, pero cuando me necesitaste, ¿te protegí?
¿Estaba preocupado por ti? No, coño, lo que me preocupaba era asesinar a Markel. Pudiste haberte desangrado en el suelo de la cocina, y jamás me hubiera enterado. Ni siquiera se me ocurrió revisar cómo estabas. Si Yuri no hubiera estado allí…, si Russ no hubiera estado en casa a cargo de alimentarte y mantenerte hidratado…
—Está bien —le dije, interrumpiéndolo—. No me importa nada de eso. Sólo quería que volvieras a casa.
—Deseo concedido —dijo sarcásticamente—. Estoy en casa.
¿Dónde carajo estás tú?
Me reí.
—Escogiste un mal día para regresar, imbécil.
—Carajo.
Se escuchaba tan miserable, que tuve que reírme.
—Dios, Jimin, lo siento tanto —su voz sonó áspera.
—Lo sé, pero si pudieras dejar de martirizarte y volver a ser mi amigo, te lo agradecería. Necesito que dejes de lloriquear como niñita.
—Yo…
—Si pudieras comportarte como un hombre, sería bueno.
—Jódete.
Solté una risotada.
—Mucho mejor.
Compartimos ese cómodo silencio que sólo vives con tu mejor amigo; ese en el que no tienes que preocuparte sobre qué decir.
—¿Y qué? —después de varios minutos, suspiró—. ¿Vienes de camino?
—¿Qué?
—No me vengas con “qué” —me gruñó—. Sólo dime si ya estás por llegar, ¿sí o no?
—No, no exactamente.
—¿Por qué?
—Tengo mis razones.
Esta vez el silencio fue más prolongado.
—¿Qué sucede contigo? —preguntó perceptivamente. Por haberse criado conmigo, me conocía mejor que cualquiera. Sabía discernir los diferentes matices de mi voz tanto como el significado de mis silencios—. ¿Qué ocurre?
—Jungkook está en casa. Dio un profundo suspiro.
—Sí, ya lo sé.
—Llegó tres días antes de lo programado.
—Y está molesto. Delphine y Markel llegaron justo después de mí. Te diré que tan pronto puse un pie en la casa, me abacoró. Mikhail está interrogando a Markel ahora mismo.
—¿Ya regresó Russ?
—¿Regresar de dónde? —preguntó confuso.
—No importa.
—¿A dónde fue Russ?
—Los Ángeles —le contesté.
—¿Para qué?
—Una entrevista de trabajo.
—¿Cuándo…?
—¿Domin está en la casa? —pregunté, interrumpiéndolo.
—Sí, ya regresó de dónde sea que estuviera.
Di un profundo suspiro. Mi segunda preocupación era lo que fuera que estuviera ocurriendo entre Domin, el maahes de la tribu, y Koren, el hermano menor de Jungkook.
Tres meses atrás, Domin había regresado de Nueva York, mientras Koren había decidido quedarse con Simone y ser su chaperón hasta la ceremonia de apareamiento. Me sorprendió que Koren se ofreciera, pues sabía bien que ella no era de sus personas favoritas. Cuando interrogué a Domin a su regreso, y antes de que se marchara de nuevo a Las Vegas para reunirse con sus amigos, me confesó que él y Koren necesitaban tiempo para pensar. No dijo más, ni me contó la razón de esa separación impuesta, pero podía adivinarla. Domin no era un hombre paciente; estaba seguro de que le había dado un ultimátum a Koren y cuando este no le había dado una respuesta inmediata, Domin se había adelantado y sacado una conclusión apresurada y airada. Podría asegurar que no le concedió a Koren el beneficio de la duda; en cambio, había tomado decisiones para el resto de su vida a partir de la introspección o necesidad de más tiempo de parte de Koren. Había interpretado su silencio como un rechazo; en lugar de lo que probablemente era, tiempo de reflexión. Había intentado que Domin se quedara, para apoyarlo y hablar con él, pero no había aceptado.
—Jimin.
—Lo siento, estaba pensando en Domin. ¿Cómo está?
—Está bien. Es Domin, solo… ¿Dónde estás?
—Jungkook va a estar tan molesto por la ventana destrozada —dije, volviendo a cambiar de tema.
—Está mucho más que molesto. Quiere que Markel y yo paguemos a un carpintero para que venga y la repare.
—Es lo correcto —estuve de acuerdo.
—Jimin, es una ventana hecha a la medida.
—Sí, lo sé.
—Lo que sea —dijo, exhalando—. ¿Dónde estás?
—Voy camino a casa de Eddie.
—Eddie —repitió—. Eddie… Te refieres al conserje en The Lakehouse Inn?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque si Jungkook me ve como…
—¿Cómo qué?
Dejé de hablar. Por un minuto, había olvidado que él no me había visto, porque no lo había dejado. Siete días atrás, habíamos hablado brevemente a través de la puerta del baño, que me había rehusado a abrir.
—¿Jimin?
Di un profundo suspiro.
—Estoy un poco lastimado.
—¿Qué quieres decir? —bostezó.
Ladeé la cabeza una y otra vez, pensando cómo decirle.
—Parece que estoy más herido de lo que te dije el lunes.
—¿Qué quieres decir?
—Olvídalo.
—Jimin —su voz tenía un tono preocupado—. ¿Cuánto más herido? Hice un ruidito.
—Jimin —bajó la voz.
—Estoy bien.
—Mierda. Sabía que debí haber hecho que salieras del baño y me mostraras.
—No eres mi mamá.
—No, soy mejor que ella —dijo bruscamente.
No podía rebatirle eso. Mi madre me había dado la espalda cuando descubrió que era gay; pero mi mejor amigo no.
—Estoy bien.
—Pero le había dicho a Russ que me llamara si…
—Russ tenía que ir a Los Ángeles —le expliqué. El futuro del hermano más pequeño de Jungkook me preocupaba tanto como la vida amorosa de Koren. Apreciaba muchísimo a los dos hermanos de Jungkook.
—Pero él iba a asegurarse de que comieras y…
—No —dije, sonriendo al doblar en una esquina—. Me quedé con
Yuri.
—Pero Ivan y Yuri fueron a cazar. Ivan llegó antes de que
Delphine y yo llegáramos. Dijo que Yuri volvería después, a la… noche… para… carajo —dio un largo y profundo suspiro.
—Estoy bien.
—Mierda.
Gruñí al entrar en el estacionamiento.
—Déjame ver si entendí —fue alzando la voz—. Enviaste a Russ a Dios sabe dónde…
—No lo envié a ningún lado. Tenía que ir a una entrevista de trabajo en Los Ángeles, como te dije. No seas dramático.
—¡Jimin!
Mi gruñido estaba cargado de la exasperación que sentía.
—¡Lo enviaste lejos, pendejo!
—¿Y qué si lo hice?
—Enviaste a Yuri a las montañas a cazar con Ivan y otros más; me enviaste a buscar a Delphine; enviaste a Markel con Peter, el papá de Jungkook, a hablar con Christophe; Domin se había marchado ya; y Jungkook estaba con Mikhail y Koren en la ceremonia de apareamiento de Simone… ¿Quién exactamente cuidó de ti? ¿Eva?
—No, la mamá de Jungkook aún está visitando a su hermana en Pittsburgh.
—¿Qué carajo? —soltó—. Jimin, ¿qué hiciste…? ¿Has estado yendo a trabajar?
—No, me reporté esta noche. Llamé a Ray y le dije que había estado en un accidente de tránsito.
Su respiración salió en pequeños tartamudeos.
—Tú… Jimin…
—Ray no espera que regrese en un mes, ya que había pedido tiempo libre para ir con Jungkook al festín y…
—¡Jimin!
—Todos me creyeron —dije con una sonrisa—. Owen dijo que me veía como si me hubiera arrollado un camión.
—Caray —dijo, tosiendo—. Jimin, ¿sabe Yuri que te dejó solo?
—No —dije, saliendo del auto y cerrándolo antes de caminar hacia las escaleras del otro lado del estacionamiento—. Le dije a Yuri que me estabas cuidando.
—Sí, pero…
—Te dije que Russ me cuidaría; le dije a Russ que Markel lo haría; le dije a Markel que Delphine lo haría.
—¡Jimin, hijo de puta! ¿Por qué estás actuando como un maldito mártir?
—No es eso. Sólo necesitaba que todos se calmaran y no estuvieran unos sobre los otros. Era lo único en lo que estaba pensando.
—¿Por qué mentirle a Russ?
—Porque Russ tenía planificado ir a esa conferencia de reclutamiento en Los Ángeles y si se quedaba en casa cuidándome, se la perdería.
—Por Dios.
—Él tenía que ir. Quiero que tenga el trabajo que desea.
—Jimin, ¿estás…?, ¿puedes…?
—Si Jungkook me ve así, podría violar las reglas territoriales e ir tras Abbot en la tierra de Christophe. No quiero causar una guerra entre dos tribus sin razón.
—¿Cómo que sin razón? Christophe es responsable de…
—Christophe estaba con Jungkook en la ceremonia de apareamiento de Simone en Nueva York. Él no sabía lo que hacía su sheseru. Y lo que Avery hizo fue concederle asilo a un par de panteras; no sabía lo que habían hecho cuando los aceptó. Ahora que Christophe ha regresado, cuando hable con Avery, lo más seguro es que le envíe ambas panteras a Jungkook. Pero quería que él tuviera la oportunidad de tomar esa decisión.
—¿De qué carajo estás hablando?
—Si Jungkook traspasa el territorio de Christophe…
—No, lo sé. Sería su culpa, aunque no estaría haciendo algo malo.
—Exacto.
—Pero…
—Jungkook y Yuri necesitan mantenerse alejados de la tierra de Christophe sin importar lo que Avery haya hecho.
—Eres la pareja del semel y fuiste atacado. Creo que olvidas el…
—Pero estoy bien. Sólo estoy un poco machucado.
—¡El hecho de que sobrevivieras no reduce la ofensa! —terminó gritándome-. Kellen, Avery, Abbot… ¡todos ellos han olvidado convenientemente que eres la reah de tu tribu! Por ley, ¡Jungkook puede asesinarlos a todos!
—Estás olvidando la ley —suspiré—. Sólo el semel paga por los crímenes de sus panteras, a menos que haya habido un asesinato o violación; entonces, y sólo entonces, el individuo es castigado o asesinado.
—¡Jimin!
—Taehyung —lo calmé—. Abbot era…
—Espera.
Pero era más listo que ellos y colgué antes de escuchar la voz de Jungkook ordenándome regresar a casa. Me moví rápido, recordando que le había dicho a Taehyung dónde estaría y como no quería volver a hablar con él, subí las escaleras aprisa hasta el apartamento de Eddie para guardar mi ropa y las pocas cosas que tenía en el baño.
Otra vez en mi Jeep, decidí pasar la noche en un motel que conocía en Truckee. Me detuve a comprar agua porque mi cuerpo aún estaba en proceso de sanación y necesitaba una gran cantidad de líquido. Al salir de la tienda, me encontré de frente a Isaac y Dmitry, dos de los khatyu, luchadores de Yuri.
—Mi reah —Isaac me saludó con voz entrecortada y ojos enormes.
—Reah —Dmitry sonrió tímidamente—. Es bueno verte. Mierda.
—Lo mismo digo, chicos —dije deprisa, pasándoles por el lado, caminando hacia mi Jeep.
—¡Reah!
Me volteé y me encontré con Artem Varda, otro de los hombres de Yuri, caminando con aire resuelto. Era alto y musculoso; tenía el cabello marrón oscuro y ojos más oscuros aún. Era la mano derecha de Yuri, el segundo después de mi sheseru, y tomaba su trabajo, su posición en la tribu, con seriedad. Cuando se me acercó, noté que el vello facial, que no me atrae, lucía bien en él. Me gustaba su barba de candado y bigote; iba bien con su ondulado cabello marrón que caía sobre su espalda ancha.
Me mantuve firme mientras se me acercaba. No había más personas en el estacionamiento o jamás me hubieran llamado por mi título; en su lugar, hubieran usado mi nombre.
—Mi reah —dijo Artem con veneración, deteniéndose frente a mí, dando un profundo suspiro, inhalando mi aroma—. ¿Estás herido?
—Estoy bien —le mentí, dando un paso para pasar por su lado. Bloqueó mi camino.
—No luces bien.
Mis ojos se movieron rápidamente hacia él.
—No hueles como cuando estás bien. Sonreí forzosamente.
—¿Qué están haciendo aquí?
—Nos detuvimos por unas cervezas. Fue una casualidad que nos topáramos contigo.
Era un pueblo pequeño; tenía que concederles eso.
—Me parece que debemos seguirte a casa para asegurarnos de que llegues bien.
—¡Reah!
Ambos nos volteamos buscando quién había gritado. Vimos a Nico, otro de los hombres de Yuri, haciéndome señas para que me acercara, al mismo tiempo que se inclinaba hacia el interior del coche.
—¡No está respirando!
Me lancé hacia el coche y vi en el asiento posterior a un chico un poco más joven que el resto de los khatyu de Yuri. Este tendría unos quince años como mucho. Me incliné hacia el chico e inhalé profundamente. Aún estaba respirando, pero se había desmayado.
—Reah, ¿deberíamos…? —comenzó a decir Artem.
—¿Dónde vives? —le pregunté, interrumpiéndolo.
—Ese es mi hermano menor, Roc…
—¿Dónde vives? —le grité. No le había preguntado quién era el chico.
—No vivo cerca, pero mi mamá vive al final de la calle. Él vive con ella.
—Vamos —dije, entrando al coche, sentándome al lado del chico inconsciente.
Nadie me cuestionó; los cuatro hombres entraron al vehículo. Artem puso el coche en reversa tan pronto cerraron las puertas, aceleró y salió volando del estacionamiento, catapultándonos en la carretera.
No dije ni una palabra. Él estaba aterrado por su hermano y no necesitaba que le gritara que si nos matábamos no estaríamos ayudándolo. Por el contrario, permanecí en silencio, tranquilizándolo con un apretón de hombro que significaba que todo estaría bien.
Cubrió mi mano con la suya y apretó con fuerza, dejándome saber que agradecía y necesitaba mi consuelo.