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No le digas a Nadie [LayHo]

Summary

Yixing se lo advirtió cuando iniciaron su extraña relación. “No le digas a nadie, que nos besamos, que nos amamos, que nos enamoramos.” JunMyeon lo repitió hasta el día en que aquel hombre lo dejó. “Creí que era amor y solo fue una relación fingida, todavía se siente como un sueño”

Genre:
Drama / Other
Author:
Vinslob
Status:
Complete
Chapters:
2
Rating:
5.0 1 review
Age Rating:
16+

JUNMYEON

Cuando descubrí de qué iba una relación, me emocioné tanto por encontrar a alguien con quien hacer todas esas cosas. Tomarnos la mano, caminar juntos, ver películas, amarnos a cualquier hora. Deseaba sentarme con esa persona y contarnos todas las historias de nuestras vidas.

Deseaba tanto sentirme amado por alguien, que amara mi cuerpo, mi voz, mis ojos y mis sonrisas. Lo deseaba tanto.

Tanto así que, cuando él llegó a mi vida, todas las nubes nublaron mi percepción de la vida. Me cegué porque lo amaba.

Recuerdo a la perfección el primer día que lo vi. Había asistido a una fiesta de mis amigos, en ella, la cerveza y el alcohol eran el tema principal. Los bailes sensuales, las parejas conocidas o no moviéndose muy cerca, las manos viajando por los cuerpos ajenos y de vez en cuando, los besos intensos en cada rincón del lugar.

Era normal estar en una fiesta así, sin embargo para mi era ruidosa, sin sentido. No puedes acostarte con un desconocido solo porque lo encuentras atractivo. Eso pensé, después él cruzó la entrada principal y la idea de acostarme con un desconocido pareció ser demasiado buena. La chaqueta oscura reposando en uno de sus formados brazos, la ceñida camisa negra que resaltaba su pecho y el six pack en su abdomen, la mezclilla contorneando sus firmes caderas y piernas, el paso masculino que daba cada que sus pies abrían camino entre la multitud; la mandíbula formada y esa sonrisa socarrona y sensual, los hoyuelos en sus mejillas y sus hipnotizantes ojos oscuros. Me atrevo a recordar el perfecto peinado de costado que llevaba ese día, exponiendo su dura frente y alzando más su aspecto varonil.

Estoy seguro que todos suspiramos al verlo ese día.

Como si fuese una novela, nuestros ojos se encontraron y ambos sonreímos. Él por haber encontrado una nueva presa y yo por sentirme avergonzado al recordar las fachas con las que fui a esa fiesta.

A él no le importó que mi prenda principal fuera un suéter holgado de cuadros verdes y amarillos, tampoco que mi rostro estuviera adornado por un par de anteojos. No le importaba porque lo único que quería era tenerme en una cama.

Es prejuicio decir que un hombre se fija solo en la belleza. Él se fijó en la suavidad de mis manos, en lo nervioso que me ponía con él estando a mi lado, en el contorno de mis pantalones y caderas, en la forma de mi boca y en mis ojos soñadores. Aún así, no quita que solo me quería para calentar su cama.

Durante toda la fiesta y después de que él se acercó a hacer plática, pasamos las horas conociéndonos, descubriendo si éramos del gusto ajeno. Sorprendentemente esa noche no sucedió nada. Pero al mes, sí.

Salimos en citas todos los días durante un mes, en todo ese tiempo conocí algunas cosas de él, nos robábamos caricias y un par de besos en las mejillas. Comencé a enamorarme sin poder detenerme.

Los pequeños regalos, las noches mensajeando sobre temas interesantes, palabras bonitas y sonrisas coquetas. ¿Cómo no caer?, ¿Cómo no enamorarse de los pequeños detalles?.




Al mes de conocernos decidimos dar ese paso, como pareja, como compañeros del presente. La emoción era evidente, solo mis amigos más cercanos -por no decir nadie- sabían sobre esa extraña relación, sobre lo feliz que me ponía recibirlo en mi departamento en las noches, lo alegre que era en las mañanas al despertar a su lado, las risas que no faltaban cuando compartimos los alimentos en la mesa de la cocina; los buenos momentos al cocinar juntos.

Era como un sueño, como un cuento perfectamente escrito. Sin imperfecciones, sin bajas, sin obstáculos. Tal cual, una historia soñada, llena de colores y palabras bonitas.

Tan perfecto que esa fue la falla desde un inicio.

No salíamos más que al parque que se encontraba a las afueras de la ciudad, reíamos, sí, pero sólo dentro de las paredes de mi departamento. Las fiestas no estaban en nuestro horario, la excusa siempre fue que no era de ir a ese tipo de lugares. Si queríamos ir al cine, tendría que ser a uno donde nadie nos reconocería, porque:


“Ellos tendrían envidia de nuestra perfecta relación”

“Arruinarían nuestras risas, nuestros momentos de ternura”

“Es mejor disfrutar de nuestra relación, sin meter a nadie más”

“Déjate llevar, JunMyeon, nadie más estará en mi corazón”


Oh, las palabras tienen un gran efecto en la gente. Y escucharlo susurrar sedosamente en mi oído, me hizo caer completamente a él. Creí fielmente en sus deducciones, estuve de acuerdo con sus imposiciones, me enamoraba con cada apodo lindo, con cada gesto disfrazado.

Si tan solo hubiera quitado las vendas oscuras de mis ojos, me habría dado cuenta de las tantas imperfecciones en mi relación, de lo tóxico que se volvió salir tomados de la mano, de las acciones disfrazadas de un amor que nunca existió. De la utilidad que mi cuerpo le dio durante dos años, de las caricias que tenían un nombre que no era el mío. De los dulces ojos que aprendieron a disimular un sentimiento.

De haberme quitado la venda antes, sabría que sus palabras tenían un por qué, que su miedo radica en lo que dirán de él, no tanto el hecho de que nuestra relación se viera afectada por terceros.


“No le digas a nadie, JunMyeon. No les digas que nos besamos en aquel callejón”

“No le digas a nadie que nos amamos en la oscuridad del hotel en vacaciones”

“No le digas a nadie que nos tomamos de las manos para no perdernos en aquel paseo”

“No le digas a nadie que te has enamorado de mi”

“No digas mi nombre, nadie debe saber quien es la persona que tanto te ama”


Sus manos recorriendo todo mi cuerpo, tocando perfectamente hasta hacerme sentir descargas en todo mi ser, sus labios dejando marcas en mi pálida piel; todo me hacía olvidar los indicios de mis sospechas.

Los susurros en mi oído, su lengua recorriendo mi cuello y pecho, su hombría abriéndose paso en mi interior, las estocadas duras y llegando al punto exacto. Todo, todo era adictivo, engañoso y también, todo llegó a ser perfecto.




No fue hasta que, después de dos años de una relación oculta, me di cuenta de mi gran error.

Tenía frustración por no poder contarle a nadie sobre él, sobre el hombre que me arruinó y consumió hasta que se aburrió. Hasta que encontró un nuevo juguete. La ansiedad de sentirlo distante, la tristeza de sentir un perfume ajeno en su ropa. La impotencia de no poder ganarle una discusión porque sus brazos ya me tenían prisionero, sus labios callando cualquier disparate, sus manos masajeando mis glúteos; todo se iba por la borda, porque era totalmente mi perdición.

Recuerdo que esa noche tomé valor y lo enfrenté, le reclamé su indiferencia y le expuse mis problemas, le puse en la mesa las cosas que creía no eran parte de una relación, que estar juntos era para disfrutar y decirle al mundo cuanto nos amábamos, no escondernos tras un departamento.

Me confesó sin pizca de arrepentimiento, que todo fue una mentira. Que sus sentimientos no eran sinceros y que todo este tiempo me había estado engañando, desde el primer día que comenzó nuestra extraña relación. Lo único que le gustaba de mi, era mi cuerpo, la sensualidad con la que me movía encima de él, lo excitante que era manejarme a su antojo en la cama.

Confesó que, la única razón por la que me pidió tener una relación, era para disfrutar de mi ronca voz, de mis espasmos y de mi ingenuidad al creer que me amaba.

No me sentía destrozado.

Muy dentro de mi sabía que todo era cierto, que mi relación nunca existió y que todo este tiempo solo tuve un compañero para el sexo. No derramé lágrimas, a pesar de haberme enamorado, sentí que no valía la pena soltar una lágrima por él.

Y entonces, se fue.

Justo al día siguiente de nuestra discusión, dejó el departamento sin despedirse, en silencio. Como si fuera el único que vivió ahí.




Aún recuerdo su sonrisa, sus dulces palabras. Ha pasado un año y aún lo siento rondar por mis lugares frecuentes, siento su mirada cargada de deseo pero no logro verlo por ningún lado.

Sé que estoy alucinando, sé que no está más junto a mi y aún lo siento profundamente en mi ser.

—Escucha, Jun —JongDae es perfecto para distraer mi desdichado ser—, estoy seguro que este tipo es el indicado, después de muchas citas fallidas, sé que Kim Jongin conquistará tu terco corazón.

Kim JongIn, Oh SeHun, Park ChanYeol, Lee HyukHae, Kim Ki Bum, Lee Dong Woo… Ninguno de ellos podría despertar lo que sentí por él, ninguno podría hacer que me olvide completamente de sus besos, de sus ojos oscuros y cargados de un deseo indescifrable… Ninguno podría destruirme como él lo hizo.

¿Podría olvidarlo en unos años más?, ¿Por qué su silueta aún abunda en mi departamento?, ¿por qué las noches se sienten frías sin su compañía?, ¿acaso extraño nuestras peleas nocturnas?, ¿nuestras reconciliaciones al borde del deseo?

Lo escucho decirme “bonito”, susurrándome al oído las vulgaridades disfrazadas de buenas frases. Sabía que nunca fue sincero conmigo, con sus sentimientos, con los míos. Aún así decidí treparme en ese tren de desilusiones.

Porque lo amé tanto que no me importó quedar destrozado.

Tarde fue, que me di cuenta que él tenía una reputación, Zhang Yixing siempre fue un conquistador y yo fui uno más en su lista de presas.

Y no me importó, disfruté tanto de él que ahora, sí lo recuerdo, me quedo con lo salvaje que fue nuestra extraña relación. Si lo pienso, me quedo con los buenos momentos que me hizo pasar.

Porque estoy seguro que caería de nuevo a él o quizá, mi amor propio me ayude a dejarme libre de su sombra.

Nunca le dije a nadie su nombre, nunca comenté los besos robados que nos dábamos, jamás mencioné que me había enamorado.

Creí que era amor lo que sentía, solamente fue una relación fingida y aún así, la viví como si fuera un hermoso y embriagante sueño.







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