ÚNICO
Sostuve mi mirada sobre la pantalla; los resúmenes de psicología que me había pasado JungKook me servían y sin embargo, me frustraba lo poco que me alentaba a querer leerlos. No deseaba volver a hundirme, pero... Pero era frustrante como cada pincelada a aquella maqueta de YoonGi.
Lo había ayudado a pintar, con delicadeza y por primera vez se sintió bien haber sido cauteloso a la hora de mojar el pincel. Él estaba ahí, desplomado en el sofá cansado. Lo podía entender, trabajaba, estudiaba, iba a ensayar con su banda y llegaba a casa para ordenar, limpiar y encima acostarse tarde para hacer las maquetas para arquitectura. Tenía que ayudarlo, y me gustaría decir que lo hacía por amor pero no es así. Lo estaba haciendo porque aún sentía que le debía algo.
— Va quedando bien... — Dijo, pasando sus brazos al rededor de mi cintura, dejando un beso a mi costado. Traté de que el pincel estuviera lejos para no manchar nada sin querer. Me gustaban las cosas perfectas. No iba a arruinarlo. Ésto no.
— Si, me faltan algunas paredes pero ya casi está. — Anuncié. Sintiendo su mano acariciar lentamente mi vientre. Sonreí vago. ¿Acaso era real? ¿Cómo hacía para sacar tanta energía? Era yo quien debería estar corriendo un maratón y no desplomandome en cansancio por hacer algo que de cierta forma, me agradaba. — Si me dejas terminar. Podría ya haberlo terminado. — Carraspeé. El rió ronco, mandando a mi sistema un cumulto de emociones vivas. Pocas veces habia salido con hombres mayores, pero definitivamente, éste valía la pena.
YoonGi era cariñoso, era sincero, era seguro de si mismo y me consentía bastante. Era como si por primera vez sintiera que éramos dos en una misma burbuja, cómo si el cariño fuera tan a la par que me sintiera así de seguro a la hora de hablar después de tanto tiempo.
A veces tengo miedo, de ponerme obsesivo y crear algún tipo de dependencia. No quería eso, no lo deseaba ni para mí, ni para él. No nos iba a condenar a esa mierda.
— ¿Y si lo terminas en otro momento? — Una sonrisa se apoderó de mi con más valor, quizás esa sonrisa ya estaba, pero, sin embargo, había algo que aún me retenía. Tenía miedo, tenía ésta ansiedad apuntandome con la espada y mi mismo reflejo en ella. Me sentía como ese color opaco directo a hacer cemento mi alma.
Fue tanto que ni siquiera me daba cuenta de sus labios sobre mi cuello. Me sentía tenso, como piedra. Él me quitó el pincel de las manos. Entonces lo seguí, con el corazón a mil y el respirar alborotado. Mientras íbamos sonrientes por el pasillo hasta la habitación como unos jóvenes. Como si el calor por devorarnos fuera tan fuerte que hasta me palpitaba la locura.
No. Debía retenerme.
Sus labios fueron a los míos, un beso cruel, duro y presionado, mientras retenía mis manos contra el colchón, ahogando mis jadeos y gruñidos en su boca cuando chocaba contra mi sin manejo.
¿Así se sentía? El deseo, ¿era así?
Me tomaba con fuerza y me sentía saciado. Incluso si solo nos dimos un pequeño beso. Algo estaba mal, algo realmente estaba mal en mi. Entonces lo entendí cuando frenó, cuando solo me dió besos, uno tras otro, cuando apoyó su cabeza sobre mi pecho, aún entre mis extremidades, con la respiración agitada y las manos entrelazadas.
— Disculpa. — Es lo único que me limité a decir. Apagado como la mierda.
— No te disculpes. — Dijo él, acariciando mi pecho con los dedos, casi tan suave que me sentía estremecer a grandeza. — Creo que ya sé que podemos hacer. — Mis ojos brillaron al escucharle, atento, mientras lo veía levantarse del colchón y buscar una carpeta y un par de crayones que estaban sobre la mesa en la sala. Prendió la luz. — Dibuja.
— No sé dibujar. — Era absurdo.
— Entonces pinta lo que sientas, ésto no es una de mis maquetas, no tenes que limitarte.
¿Era eso? ¿Me sentía preso? ¿De qué, de sentir? ¿Del miedo? ¿Del prejuicio? ¿De mi imperfecto ser? ¿De qué más era preso?
— Pinta algo. — Volvió a decir. Yo tracé mis dedos por la áspera hoja, la sentí suave. — Lo que sea. — Agregó, sentándose en el borde de la cama. Pensé que iba a ponerse con el celular, quizás ir a hacer otra cosa mientras yo lo hacía pero no, YoonGi estaba mirándome, esperando por mi. Oh Dios, él me esperaba, ¿valía la pena esperarme?
— Está bien. — Acepté. Agarrando varios crayones. Después sentí que no íbamos a ninguna parte. Porque me sentí únicamente cómodo con el negro, era como si saliera la tinta desde lo más profundo de mi centro, como un pulpo, como un gran lago de... Por el amor de Dios, ya comenzaba a delirar demasiado. — No es lo mío. — Objeté frustrado, tirando la hoja en un impulso. YoonGi la agarró y me miró, tenía unos ojos negros y profundos como la misma noche y ahora... Ahora solo me miraban pero no estaba juzgando; solo miraba.
Tragué duro.
— Hagamos algo que sea más como vos. ¿Querés?
— ¿Algo cómo qué?
— Algo como escribir. Decime como sos. Si querés, escríbelo si te es más cómodo.
— No sé como soy. — Dije, evadiendo el tema. Tratando de que se me ocurriera algo para salir del rollo. Pero no había nada; cómo siempre.
— Creo que sí sabes. No lo tomes personal. Solo... Solo dime cómo es JiMin. — Apoderó. — El original, ese que está dentro y que no sale. Dime como es.
— No existe tal cosa. Soy lo que ves, YoonGi. — Respondí, siendo lo más honesto que podía. Porque, ¿qué otra cosa habría dentro de mi? Últimamente todo el mundo me decía que no era el mismo; la gente cambia, ¿no? Ya deberían de saberlo. — Lamento si te di esa impresión.
— Dime como es JiMin. — Insistió. Pensé que me reclamaría como mamá y me diría que no era el mismo como el de hace unos años.
— Soy...
— No. Vos no. Dime como es JiMin.
Okey. Comprendía su punto. Ésta aprecia ser la peor terapia del mundo.
— JiMin es... Él es gracioso. — Empecé, apretando mis labios antes de soltar una risa sin humor.
— ¿Y qué más?
— Es estúpido.
— Lo estás juzgando. — Señaló. — ¿Cómo es JiMin?
No íbamos a ir a ninguna parte. ¿Por qué me la estaba haciendo difícil?
— JiMin es terriblemente impulsivo. Si estaría en ésta situación, ya se hubiera ido hace rato.
— Sigues acá. ¿Cómo es JiMin?
— YoonGi, ésto es estúpido. — Dije, alzando mis hombros incómodo. Sus ojos parecieron mirarme con algo de decepción. Fue tanta la culpa que sentí que me rasqué el brazo con fuerza aunque no me pícara.— JiMin es impulsivo, es terco y defiende sus ideas hasta que la consideren; persistente. Jamás espera a que hagan las cosas por él. Es independiente, confiado y a veces muy iluso, muy ingenuo y suele vivir más en sus fantasías que en la vida real.
— ¿Qué te duele?
Mi risa estalló en la habitación, casi que terminé desplomado nuevamente en el colchón, mirándole juguetón. Tapando mis inmensas ganas de llorar y comprimir ese nudo.
— Todo. Incluso no me creo que me quieras. No me cuadra nada. — Dije, ya más suelto. Cómo si lo que dije tomara más poder en mis acciones. — Nadie lo hizo, ¿por qué tú lo harías?
— Tu familia te quiere.
— No hablo de ese tipo de cariño.
Nuestros ojos se martillaron. Sentí su mandíbula apretarse al comprender tantas cosas. Si había algo que me gustaba de YoonGi, era su maldita y atractiva inteligencia, su increíble razonamiento y la rapidez para atar cabos en su cabeza.
— ¿Quién fué?
— No importa quien. — Dije. Alzando mis hombros como si le quitara importancia y pesar a todo. — Importa que ya pasó.
— Pero no pasó. Porque te duele y jamás lo hablaste. Así que dilo.
— Es qué, mira. — Señalé, acercándome, tomando su mano con gentileza. — Nosotros ahora estamos saliendo y todo lindo. Pero en algún momento todo se apaga y nos volveremos como extraños.
— ¿Siempre eres tan pesimista?
— Soy realista.
— Ese realismo no te deja vivir.
Mis manos dejaron de acariciarle la mano. Me sentí... ¿Vulnerable?
— No soy lindo. — Solté, cuando me sentí incómodo con su mirada.
— Eres lindo.
Éste hombre deliraba el triple que yo. Tenía que buscarle una explicación, una razonable.
— Ahora sí, porque soy joven y porque quizás te guste o puede que desarrolles algún tipo de enamoramiento. Pero es como la fiebre, cuando se te pasa, todo termina. — Expliqué. Él me miró inexpresivo. Yo mordí mi lengua. — Para querer a alguien, hay que tener huevos.
Supongo que ahora me comprendió. Yo no sabía a dónde iríamos, si manaña nos peleabamos y mi argumento ganaba puntos. Pero él había insistido por mi. Supongo que algo le atrajo, ¿no? Después de todo, algo debo tener además de ser nadie y nada a la vez.
— Pareces confiado pero eres muy inseguro.
— Dime algo que no sepa. Por favor.
— Me gusta tu intensidad. Me gusta que estés conmigo, me gustan tus manos pequeñas, tu voz que es chillona pero que anhelo escuchar cuando llego de trabajar. Amo tu cabello sin color, así marrón y común. Me gusta tu dientes torcidos, tu piel áspera, sus vellos, tus codos, tus labios. Me gustas así, con todo lo bueno y lo malo, siendo un humano común y corriente. Incluso si a veces te obsesionas con hacer las cosas bien por miedo a fallar todo el tiempo. — Mencionó. — No tienes porqué tener la aprobación de nadie. Si lo sentís, hacelo. Y si alguna vez alguien te juzgó al grado de que te retuvieras tanto... Entonces alegrate de no tenerlo rondando en tu vida.
Sonrojarse era poco. De eso estaba seguro, muy seguro. Porque entre besos, me sentí como quería sentirme. Libre, juguetón, emocionado e intenso. Me sentí como un animal revolcandome en el pasto, como un niño que aún no comprende como se maneja la sociedad. Uno que no tiene presiones, que no tiene miedo a que lo miren o a salir de casa ni a romper las expectativas de otro.
Ahora le debía más, mucho más de la cuenta.
— ¿Cómo te fue? — Mi pregunta pareció sorprenderle cuando le asusté detrás de la puerta.
— ¡Juro que te voy a matarte! — Dijo, sobresaltado. Regalándome una sonrisa poco después. — Bien. Gracias por los colores. — Halagó. Provocando un choque entre los labios, hasta que envolví mis brazos por su cuello, refregandome como un gatito sediento de su tacto.
Jamás nadie me había dado tanto afecto como me lo daba él. Por más tonto que fuera un simple abrazo.
Ya no dolía tanto.
Un rompimiento puede destruirte, incluso por años como a mi me había costado. Puede hacerte sentir asqueroso, usado y desvalorizado. Puede hacerte sentir que incluso todo en ti estaba mal; tu cuerpo, tu personalidad y el simple hecho de existir. Te puede bajar la autoestima cuando amas a alguien que no siente lo mismo o cuando su egoísmo puede más. Puede incluso provocarte una muy gran falta de afecto. Porque así me sentí yo con YoonGi. Sentí que llenaba cada hueco, que desinfectaba cada herida en mi espalda que no alcanzaba a curar. Porque si, a veces está bien necesitar a alguien. A veces está bien no hacer todo solo.
Solo hay que ser honestos.
Jamás sabré dónde terminará mi historia con YoonGi. Pero de lo que si estoy seguro. Es que no quiero quedarme con las ganas de haberlo experimentado. Ahora no estaba solo, ahora estaba acompañado.
.
Scarypark. Douh
Es un Os inspirado un poco en “Nadie”.
Quiero confesar que me fue medio difícil poner a JiMin como principal transmisor, es alguien que aún está inestable pero en buenas manos, diría yo. Quise darle más presencia, un lugar más apropiado al yoonmin como pareja. Incluso formé a un YoonGi muy reflexivo, abierto e intuitivo; me encantó. Ay 🤧💚
A parte, si no escribía algo lindo (según yo) en cualquier momento me tiraba de un puente escuchando la gasolina de D.Y. Ahr JAJAJA EN FIN, ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO.
Dibujo de la V de JiMin al principio de la obra. 👀