ÚNICO
El frío azotó mi cuerpo, y no pude hacer nada más que guardar mis manos en mis bolsillos. La puerta aún seguía cerrada y la impaciencia me tomaba con fuerza, y más que nervios, me sentía incómodo por todas las miradas clavadas en mi. Y sí ¿Qué estaba haciendo yo en la puerta de Min? Buena pregunta.
Respiré profundo, las inmensas ganas de querer abrir la puerta me tomaron, entonces apoyé mi mano en el picaporte, pero en segundos, YoonGi apareció en mi campo de visión, conectando miradas conmigo y luego con toda la gente que nos observaba algo interesados al parecer.
Tomó de mi brazo y me adentró a la habitación sin decir nada. Su mandíbula estaba apretada, estaba tenso, lo sabía. Y molesto aunque no me lo dijera.
— ¿Qué te dije de apare~
Lo abracé.
No quería bancarme otro sermón; suficiente ya tenía con tantas responsabilidades y presiones.
— JiMin. — Mi nombre parecía resbalarse con firmeza en sus labios hasta mis oídos. Y Dios, su calor; su maldito calor. Su cuerpo caliente como estufa, su aliento en mi cuello como esencia, su respiración en mi oído como el viento.
Oh... Por favor, Dios. No me castigues de ésta manera.
— JiMin...
— Déjame tocarte... — Susurré casi en súplica. Queriendo recorrerle.
— JiMin... No lo hagas más difícil. — Soltó. Yo simplemente le tomé de las mejillas y levanté mi cabeza hasta cruzarme con su mirada, sus ojos avellanas parecían negros con la poca luz de su habitación. — Hablemos.
Lo ignoré.
— Última vez... — Pedí, como si fuera la primera vez que le digo lo mismo. Él se quedó estático, mirándome, parecía pensarlo con cuidado, ¿qué tanto pensaba? — La última. — Puse mi dedo en sus labios y acaricié. — Lo prometo. — Su mano fue bruscamente hasta mi muñeca, alejando mis dedos de sus labios, mirándome con frialdad y sequedad, tragué duro. Mi pecho comenzó a subir y a bajar, mi respiración se hizo acelerada y la desesperación era la que me azotaba como si fuera un tsunami aplastándome.
— ¿La última? — Su voz baja, grave y ronca; rasposa.
— La última. — Reafirmé.
Me lancé con ligereza, encontrándome con sus delirantes labios.
Rápidamente deslicé mi mano por su nuca y presioné con fuerza, adentrando mi lengua en su boca con brutalidad, dejando que él soltara un gruñido y me tomara con fuerza de las caderas.
Retrocedió, retrocedió hasta quedar sentado sobre su cama cuando lo empujé. Respiré profundo, queriendo tomar más coraje en el aire. Me quité mi campera, y deslicé con nervios mi mano hasta el cinturón de mis jeans. Él me observaba con descaro, mientras bajaba su ropa interior y lo dejaba a un lado, sus piernas se separaron un poco y se apoyó sobre sus codos, inclinándose hacia atrás, en ningún momento me quitó la vista. Con una de sus manos, comenzó a masajear su falo, apretándola entre sus dedos, presionando.
Mis oídos se endulzaron con su respiración agitada. Se tocaba, se tocaba para mí, viéndome, él me quería, me necesitaba, y yo no era la excepción ante sus deseos.
Mis pantalones cayeron y quité por último mis medias, dejándolas por algún lado de allí, y caminé lento hacia él, tembloroso, asustado y excitado. Me senté sobre él, tomando con mis manos sudadas y temblorosas sus mejillas.
— Tómame... — Murmuré. Había esperado tanto tiempo en decir eso, en decir que me comiera y no solo con la mirada, no como siempre, lo quería distinto, más, más intenso, que me besara con toda la pasión que tenía, que me haga de su joya preciada y me cuidara como si de su novia se tratara.
— Shh... — Posó su dedo sobre mis labios, acariciando estos por unos segundos como yo lo había hecho con los suyos minutos atrás. — Yo mando. — Su voz dominante infectó mis oídos y luego sus manos fueron las que se clavaron en mis caderas, ayudándome a levantarme un poco y colocarme hacía más adelante, hasta sentir su glande en mi agujero. Respiré profundo. — Móntame. — Ordenó autoritario. Y no dude ni por un segundo en negarme a su petición.
Lo dejé entrar, lo dejé enterrarse en mí, dejé que sus oídos fueran quienes escucharan mi gritó sobre su oreja, dejé que mi mentón cayera sobre su hombro, dejé que me folle, como nunca lo había hecho. De forma bruta.
— ¡Ah! — Gemí alto, cuando tocó mi punto. Mis ojos se humedecieron y sus labios fueron a mi cuello, lamiendo, chupando y succionando, como si nada, como si nada ya importara.
Marcó mi piel, marcó como una bestia, mordió como si se clavara y se alimentara de mi dolor. Me tomó fuerte de los glúteos y me levantó para dejarme nuevamente caer con brutalidad.
Una embestida salvaje, una que me hizo chillar, gritar alto, una que me hizo perder la razón y la noción del tiempo. Me sentí perdido, moribundo en mis pensamientos inexistentes y apagados.
Ahora no importaba, no me importaba en absoluto que nos escucharan, que supieran de ésta situación, tan profunda y carnal.
— ¡YoonGi! — Lloriquee. Alzando mis caderas y dejándome caer.
— Vamos. Grita, grita mi nombre, cariño. — Solté un gemido. — ¡Grítalo, carajo! — Dijo fuera de sí sobre mi oído. Y volví a saltar, una, dos, tres veces más. Grité como él me pidió, lloré, sentía como si me rompiera a la mitad. El dolor era inmenso, pero YoonGi sabía como hacerlo bien, sabía como me gustaba, sabía como dar en mis puntos débiles y hacerme enloquecer y caer en los infiernos más sabrosos, donde me estaba tentando a pecar, y yo era de los peores.
— ¡YOONGI! — Exclamé. Él me tomó del cabello y tiró hacia atrás, haciendo que soltara un jadeo, atacando mi boca como una bestia, mordiendo mis labios, mordiendo mi lengua, mordiendo mi mejilla y apretando con su otra mano y clavando sus uñas en mi espalda baja la remera, arañando.
— No lo aguanto. — Avisó antes de empujarme, haciéndome caer al piso, yo lo miré incrédulo, confundido, perdido pero asustado, se tiró sobre mi, el piso estaba helado, podía soportarlo, podía, quería. Carajo, lo necesitaba.
Mi polla dolía como una puta mierda y sus dedos estaban entre medio de mis glúteos, tocando mi ano adolorido, mientras me miraba con una sonrisa bastante terrorífica. Mi corazón bombardeaba como un motor.
— ¿Qué es lo que JiMinnie quiere? — Arrogante, soberbio y engreído.
— JiMinnie quiere ser cogido.
— ¿Y cómo le gusta a JiMinnie? — Cada palabra era como filo sobre su lengua, dejándome aquella sensación de picoteo en mis oídos.
— Fuerte.
— ¿Cómo le gusta? No te oigo.
— Fuerte. ¡Fuerte, duro! — Exclamé.
— ¿CÓMO?, ¿CÓMO ES CARAJO? — Gritó con enojo.
— ¡BRUTO, CÓGEME DURO! — Exclamé, y de un momento a otro me encontraba boca abajo, él tomó mis caderas con fuerza, con posesión, para luego mover mi remera un poco hacia arriba, quedando ésta en mi espalda baja.
Y se inclinó.
Se inclinó hacia delante, enterrándose nuevamente con brutalidad, entregando una gran embestida como una puta bestia, rompiéndome en un solo movimiento animal.
— ¡Joder! — Lloré, mi ano dolía mucho, y su piel contra la mía quemaba como la leña en el fuego.
Y si, ¿a quién engañaba? Era adicto a Min, era adicto a su brutalidad, a sus besos, a sus manos, a sus caricias, a sus toques, a sus caprichos, a él. Porque si, yo no era gay, pero él... Él parecía no solo corromper mi cuerpo, sino, mi cabeza, mi sexualidad, mis deseos y mi vida.
Sus ojos, sus malditos ojos como un demonio en los míos, sus uñas en mis caderas clavándose, entrando una y otra vez sin piedad en mi.
— ¡Vamos putita! Gritá... — Gimió grave, volviendo a mover sus caderas hacía delante, haciendo que su pelvis de con fuerza contra mis rojas nalgas maltratadas.
— ¡Ah!, ¡YOON! — Y caí completamente al suelo, su cuerpo sobre el mío, dando con fuerza, sin parar, como si nunca perdiera fuerza, sino, como si ella creciera en descontrol.
— Tu culo, lo amo. — Dijo sobre mi oreja antes de morderla. Chillé cuando dolió tanto que sentí el ardor; me lastimó.
— ¡Más! — Exclamé. — ¡Más, YoonGi! Más~ — Y volvió a enterrarse. Escuchándose el sonido del chapoteo de nuestras pieles, acompañado de nuestros gritos de animales, mi aguda voz contra la más grave.
Y se acomodó de nuevo, alzando mis caderas y tomando su postura antes de azotar.
— ¡YoonGi!
— Vamos... Vamos JiMin. — Dió otra embestida brutal, tocando mi punto con fuerza y haciendo que sienta el cosquilleo en mi parte baja. Su ritmo de movimientos de cadera había bajado la velocidad, y su líquido espeso y viscoso blanquecino se deslizaba por mis piernas. — Vamos... — Volvió a chocar mi próstata, haciéndome gritar y dejando que un gran gemido saliera de mis labios malgastados por los suyos. Y como él lo pidió, me vine, me corrí en el suelo. Sintiendo mis piernas temblar más que antes cuando él comenzaba a salir de mi interior. Me sentí vacío, cansado, destrozado y golpeado.
Mi cuerpo fue girado, y él se puso sobre mi, con mis piernas a su alrededor, atacando mi boca y besándome lento, suave y acariciando mis cabellos, acariciando mi remera, acariciando mi espalda bajo esta. Besando mi cuello con cuidado.
— Te amo. — Susurré. No tuve respuesta a cambio, de hecho, lo único que tuve fue un beso en mis labios acompañado de un "Ultima vez" haciéndome recordar que esa era la última vez que sentiría sus labios, haciéndome recordar que sería la última vez que sentiría su piel contra la mía. Haciéndome saber que cuando salga por esa puerta, yo ya no existiría más.
Y la nostalgia me tomó por completo.
Desnudo en el frío suelo, mirando como éste se colocaba su ropa y se sentaba en su cama, observándome sin tener ni siquiera pena por mi. Me sentí desnudo aún teniendo mi remera que gracias a Dios era lo único que me servía psicológicamente de escudo.
— JiMin... — Ahogué otro llanto. — Tu me atraes. — Soltó grave y crudo. — Pero no puedo amarte.
Y me levanté, pasando mi brazo por mis ojos y secando mis lágrimas con mis mangas.
— Perdona... — Su tono tan falso...
Yo era quien lo conocía, yo era quien se sabía sus gustos, quien le daba atención, quien le daba todo lo que quería, quien le cumplía todos sus caprichos, quien le entregaba el cuerpo sin peros.
¿Qué quieres, YoonGi?
— ¿Qué es lo que quieres de mí? — No respondió. — ¡CARAJO! Fuiste vos quién me llamó ayer para que viniera. ¿QUÉ ES LO QUE MIERDA TE PASA?
— ¡Te llamé para hablar, no para follarte! — Exclamó. Y se levantó, quedando frente a mí y sosteniendo una fuerte mirada sobre la mía, hasta chocar nuestras frentes. — ¿Qué es lo que mierda me hacés, JiMin? ¿Qué es lo que no entendes? Aléjate de mi.
— ¿Por qué? ¿Por qué intentas alejarme? — Lo empujé débil, no veía con claridad, mi vista era nublada y el ambiente era oscuro.
— ¡Porque no puedo controlarme, JiMin! Carajo ¡PIERDO EL CONTROL! Mírate, te lastimo.
— Puedo soportarlo... — Susurré con desespero. Tomando sus mejillas entre mis manos.
— Estás loco... — Dijo con su vista clavada en mi hombro, yo miré de reojo, aquel color rojo se hizo presente. Mi oreja... Sangraba. — ¿Ves de lo que hablo? Carajo, JiMin. Soy una bestia. Aléjate... — Sus dedos sobre mi remera, mientras tiraba de mí y tocaba mi piel.
Y lo abracé, me abrazó, y besó mi cuello, hasta deslizar su lengua hasta mi oreja, succionando, chupando.
Solté un pequeño quejido antes de acariciar su nuca y luego sus cabellos sudados.
— Por favor... Ámame.
— JiMin.
— Por favor.
Hubo un silencio sepulcral.
— Te amo. — Mintió. Yo sonreí con impotencia.
Yo era quien sabía la cruda verdad, YoonGi no era humano, YoonGi no era de éste mundo, YoonGi no sabía que era amar, YoonGi solo se sentía atraído hacia mí, de una forma loca a la qué él le llamaba cariño, de una forma enfermiza para cualquiera. Pero era mío y yo de él.
Él era un demonio, una bestia. Y yo sería quien le sacie la sed, quien daría hasta el último aliento para mantenerlo junto a mi. Porque lo amo. Porque estoy loco. Y porque él... Es mío.
Scarypark;
Espero que lo hayan disfrutado.
Besito. ♥️♥️♥️