01
—Has arruinado tu vida como hizo tu madre con la suya —dijo Spyros Manoulis.
Mia miró a su abuelo, griego, con sus ojos color mar. Estaba muy nerviosa, pero había ido a suplicarle algo y, si dejarle que se metiera con ella lo ponía de mejor humor, soportaría cualquier ataque.
Esbelto y fuerte para sus setenta y tantos años, el canoso anciano paseaba por la lujosa suite del hotel de Londres.
—¡Mírate, aún soltera con veintisiete años! Sin marido ni hijos. Hace diez años, yo te abrí mi casa y traté de hacer lo mejor para ti...
Cuando se detuvo para respirar, Mia supo lo que iba a continuación y se puso más pálida.
—¿Y cómo me pagaste mi generosidad? —continuó el anciano—. Tú deshonraste el apellido de mi familia. Me hiciste caer en desgracia, destruiste tu reputación e insultaste de manera imperdonable a la familia Jeon.
—Sí...
Mia estaba lo suficientemente desesperada como para suicidarse incluso si con eso calmaba a su abuelo y le daba la oportunidad de rogar por la causa de su madre.
—¡Vaya un matrimonio que te conseguí... Y en su momento estuviste muy agradecida por tener a Jeon Jungkook! Lloraste cuando te dio el anillo de compromiso. ¡Recuerdo muy bien esa ocasión! Y luego lo tiraste todo por la borda en un momento de locura. Me avergonzaste a mí y a ti misma...
—Diez años es mucho tiempo...
—¡No lo suficiente como para que yo lo olvide! Sentía curiosidad por volverte a ver. Es por eso por lo que accedí a hacerlo cuando me escribiste. Pero deja que te diga ahora, para no perder más el tiempo, que no recibirás ninguna ayuda económica de mí.
Mia se ruborizó.
—No quiero nada para mí... pero mi madre, tu hija...
Spyros la interrumpió antes de que ella pudiera mencionar el nombre de su hija.
—¡Si mi hija te hubiera criado para ser una joven decente, de acuerdo con las tradiciones griegas, tú no me habrías deshonrado!
Ante esas palabras, Mia decidió que no iba a permitir que su madre pagara por sus pecados, así que levantó la barbilla decididamente.
—Por favor, déjame hablar...
—¡No! ¡No te voy a escuchar! Quiero que te vayas a casa y pienses en lo que has perdido para ti y tu madre. Si te hubieras casado con Jeon Jungkook...
—¡Lo habría castrado! —exclamó ella sin poder contenerse.
Su abuelo levantó las cejas sorprendido y ella se ruborizó.
—Lo siento.
—¡Por lo menos él te habría enseñado a mantener la lengua quieta cuando te está hablando un hombre! Ahora solo te puedes ganar mi perdón casándote con Jungkook.
—¿Y por qué no me pides también que escale el Everest?
—Ya veo que te haces a la idea.
—Si yo pudiera hacer todavía que se casara conmigo, ¡tendría acceso todavía a la fortuna de la familia Manoulis?
—¿Qué estás sugiriendo? ¿Hacer que se case contigo? ¿Jeon Jungkook, al que insultaste tan gravemente, el que puede tener a cualquier mujer que desee...?
—Pocas mujeres pueden ofrecer una dote tan grande como la que tú ofreciste como compensación hace diez años.
—¿Es que no tienes vergüenza?
—Cuando tú trataste de venderme como uno de tus petroleros, yo perdí todas mis ilusiones. Y aún no has respondido a mi pregunta.
—¿Pero a qué viene una pregunta tan tonta? —exclamó el anciano.
—Solo lo quiero saber.
—Yo le habría pasado el control de la empresa familiar a Jungkook el día de vuestra boda, ¡y todavía lo haría con gusto si fuera posible! Mi único deseo era dejar en buenas manos el negocio al que le he dedicado toda mi vida. ¿Era eso mucho pedir?
Mia decidió que aquello no tenía sentido, así que empezó a dirigirse a la puerta, pero entonces, pensó que debía hacer un último intento.
—La salud de mi madre no es buena...
Spyros gruñó algo en griego y Mia lo miró echando chispas por los ojos:
—¡Si ella muere en la pobreza, espero que la conciencia te castigue hasta la tumba y más allá, porque eso es lo que te mereces!
Él la miró por un segundo con ojos inexpresivos. Luego le dio la espalda.
Mia abandonó la suite y se metió en el ascensor, donde se derrumbó. Minutos más tarde, ya había recuperado el control y salió a la calle. Pensó que, si tuviera dinero, haría que raptaran a Jeon Jungkook y ella misma se encargaría de torturarlo, ya que realmente odiaba a ese hombre. Lo odiaba de verdad.
Aunque ya era inmensamente rico, la avaricia lo había hecho comprometerse a los diecinueve años con una chica regordeta que no tenía otro atractivo para él más que ser la heredera de la fortuna de los Manoulis. Jeon Jungkook le había roto el corazón, destruido su orgullo y se había asegurado de que Spyros no la perdonara nunca ni a ella ni a su madre.
Pero tal vez su madre hubiera nacido bajo una estrella desafortunada. Durante los primeros veintiún años de su vida, Irini había estado inmersa en un mundo de dinero y privilegios. Luego había cometido el error fatal de enamorarse de un inglés. Se encontró con una fuerte oposición familiar, pero ella se fue a Londres para reunirse con él. El día antes de su boda, el padre de Mia se había estrellado con su moto y se había matado.
Poco después, Irini había descubierto que estaba embarazada. Desde entonces no había habido vuelta atrás, estaba esperando un hijo y estaba soltera y no sabía hacer casi nada en la vida. Aun así, había criado sola a Mia y a lo largo de su infancia ella solo podía recordarla con cara de agotamiento. Todos esos años de agotador trabajo físico habían arruinado su salud y debilitado el corazón.
Cuando Mia fue lo suficientemente mayor para trabajar, las cosas fueron mejor. Durante unos años, habían sido felices en un pisito que les había parecido un palacio a las dos Pero bacía año y medio, la empresa para la que trabajaba quebró y, desde entonces, ella solo había podido conseguir empleos temporales e incluso eso les estaba fallando recientemente. Habían tenido que marcharse del piso y sus ahorros habían desaparecido hacía ya tiempo.
El ayuntamiento las había realojado en un suburbio. A su madre le daban tanto miedo las pandillas de jóvenes desocupados que ya no se atrevía a salir de la casa y era como si se hubiera rendido y no quisiera vivir más.
Mia creía que se estaba muriendo poco a poco. Siempre estaba pensando en el pasado, ya que el presente era demasiado desagradable.
Un apartamento barato y ruinoso en el que no se podían permitir tener calefacción ni teléfono ni televisión. Nada.
Si ella hubiera podido predecir el futuro hacía diez años, ¿habría tomado la misma decisión? ¡Seguramente ahora estaría casada con un magnate! Su madre podría haber disfrutado de nuevo de la seguridad y comodidades, antes de que su salud se viera arruinada del todo. Ahora sabía que, si hubiera tenido esa bola de cristal, se habría casado con un monstruo por su madre.
¿Y qué si Jungkook había tonteado con una preciosa modelo italiana no lejos de ella?
¿Y qué si Jungkook le había dicho a su prima segunda, Katerina, que ella era gorda, estúpida y asexuada, pero que valía su peso en oro?
¿Y qué si él fuera a serle infiel durante todo el matrimonio y se dedicara a ser un cerdo arrogante con el que fuera insoportable vivir?
¿Y qué si le dijo a la cara la mañana después de esa noche famosa que ella era una zorra y que él, Jeon Jungkook, se negaba a casarse con las sobras de otro hombre?
Se detuvo delante de un escaparate y pensó que Jungkook debía de estar en Londres por la misma razón por la que estaba su abuelo. Había leído en la prensa que se iba a producir una reunión de magnates griegos con intereses en negocios británicos. Al contrario que Spyros, Jungkook tenía unas grandes oficinas en la City, donde debería estar en ese mismo momento.
¿Qué tenía ella que perder? Él seguía soltero. Y Spyros Manoulis nunca bromeaba con el dinero. Su abuelo pagaría millones de libras por verla casada con Jeon Jungkook. Las personas no contaban para nada en eso, lo primero era unir los dos enormes imperios económicos. Y con eso, incluso ella podía ser capaz de hacer la última oferta. ¿Estaba loca? No, se lo debía a su madre. Irini había sacrificado mucho por ella.
Miró su reflejo en el escaparate. Una mujer morena de altura media, con una falda gris y una chaqueta vieja. Incluso con lo poco que coima, nunca sería delgada. Debía de haber heredado sus generosas curvas de su padre, ya que su madre era muy delgada. Bueno, pero valía su peso en oro, se recordó a sí misma. Y, si había algo en lo que Jungkook sobresaliera, era en su capacidad para aumentar sus ya importantes riquezas.