† I †
*Jarl: líder de un poblado vikingo, equivale a conde o duque.
El vocerío era tremendo.
Sentado junto a su ahora esposo, observaba a todos y todas cómo les vitoreaban alzando los cuernos llenos de hidromiel o cerveza.
Hace un mes que había dado la muestra clara de que podría parir y su padre, junto a él, hicieron acto de presencia delante de El Thing, la asamblea del pueblo, anunciando que era fértil.
Y entonces su sino fue decidido por ellos;
A finales de mes se desposaría con Gerkar, el Jarl del pueblo.
El cabecilla y líder.
Un vikingo que perfectamente podía ser su padre o incluso abuelo.
Pasaba de los cuarenta y aunque muchas de las mujeres de la aldea decían que era muy atractivo, él no se le veía por ningún lado.
Lo observaba en silencio.
Lo oía reír, brindar y hablar con los demás invitados.
Tragó saliva.
Esa noche sería la primera vez que estaría con otra persona.
Después del banquete, Gerkar tomaría su cuerpo con una única idea;
Hijos.
Sonaba horrible pero así era.
El matrimonio conllevaba esa labor y obligación.
El aumento del pueblo.
Y si hubiera sido una chica, lo más seguro es que ya habría tenido, al menos, cinco hijos.
Miró su cuerno y se lo llevó a los labios.
No había comido demasiado.
Y todavía iba por su primer cuerno de hidromiel.
Tenía el estómago cerrado.
Regresó la mirada a su esposo.
Intentó buscarle algún atractivo...
Pero no logró encontrarlo.
Varió la dirección de sus ojos topándose con su segunda madre y su padre.
Johanna, su madrastra, sostenía en el regazo a su pequeño hermano de cuatro años.
Su padre, Linden, le sonreía al niño y le hacía tonterías.
Ya tenía ganas de verlo así.
Feliz.
No fue culpa de nadie que su madre eligiera tenerle a él para irse con Odín.
Al principio, su padre no quiso ni tocarle por lo que Johanna, que por aquel entonces era una adolescente de doce años, se ofreció a cuidarle.
El roce entre su padre y ella pasó del paternal al sentimental...
Y cuando él cumplió los cinco años, su padre y Johanna se casaron, previa petición de su padre al padre de la chica.
Con seis años le hicieron hermano de un niño, Jordan.
Éste le miraba sentado al lado de su padre.
Apenado.
El castaño mayor le apuntó con el dedo ganándose su atención.
Dándose en el mentón con el dorso de la mano, se levantó su propio rostro golpeándoselo con suavidad, le obsequió con una sonrisa y pudo ver cómo su hermano se la devolvió.
Su otro hermano, Ryan, de ocho años y junto a Joanna, también le hacía tonterías al pequeño Noah.
Se dio cuenta como una mano de su padre acariciaba, con dulzura, el leve abultamiento que la castaña mostraba.
Estaba embarazada de cuatro meses y pocos días.
Se alegró mucho de que su padre hubiera encontrado la felicidad junto a la joven.
Probablemente aquel sería el último embarazo de Johanna.
La mujer ya tenía treinta años, casi las edad en la que su padre lo vio venir al mundo.
Él y su madre habían sufrido mucho para tener hijos y cuando lo consiguen, nace él, un chico "diferente" a todos, su madre elige que viva él, su padre lo culpa por ello...
Hasta que Johanna apareció en sus vidas.
Padre e hijo se miraron.
Linden pudo ver la tristeza en los ojos de su hijo mayor pero solo pudo murmurar un "Lo siento".
-No es tu culpa, papá- susurró el castaño.
O se casaba o lo entregaban en sacrificio a los dioses.
Cosa ilógica cuando Gerkar y unos pocos de su camarilla querían abrazar esa nueva "religión" donde solo había un dios.
¿Cómo diantres podía haber uno solo?
¿Quién entonces se encargaba del Hell?
¿Quién ayudaba a los enamorados a tener una vida plena y satisfactoriamente sexual?
¿Quién ayudaba a que los matrimonios tuvieran hijos?
Y lo más raro...
¿Quién se encargaba de que hubiera tormenta y se oyeran los truenos?
No.
Definitivamente esa religión no le gustaba a él.
Un solo dios era mínimo para poder vigilar, cuidar y proteger a todas las personas.
A él le gustaba darle pequeñas ofrendas a Frejya de frutos o animalillos que encontraba al borde de la muerte.
A éstos esperaba que la diosa los recibiera para que vivieran felices y en un bosque más seguro y bonito.
En ese momento sintió que una mano algo áspera le acarició la suya.
Girando la cabeza, vio el rostro de su esposo.
No le agradaba mucho la expresión que mostraba.
Sus ojos brillaban de lujuria.
La sonrisa que le obsequiaba era perversa.
-¿Ansioso?- resolló.
El castaño tragó saliva.
Manteniendo la cabeza en alto, respondió:
-¿Debería estarlo, mi señor?-
Gerkar varió su mano hacia el regazo del joven...
Y comenzó a acariciar su muslo.
Por encima de la ropa.
-Yo lo estoy- alegó con socarronería el mayor.
Con elegancia pero denotando desagrado, el chico le obligó a retirar su mano.
-Le pido educación y discreción, señor-
Gerkar arrimó su boca a uno de los oídos del castaño.
-Estoy impaciente por verte desnudo, Daylhan- rezumó.
Daylhan se contuvo en no escupirle a la cara.
-Siento mucho decir que yo no, señor- contestó.
Sin pudor alguno, Gerkar regaló un beso en su mejilla, provocando a Daylhan sufrir arcadas.
Por el contrario, oyó la enhorabuena y vítores de la gente al mismo tiempo oía decir:
-¡Vivan los novios! ¡Un beso, que se besen!-
Notó cómo los dedos del mayor le asieron del mentón...
Y acabó cara a cara con él.
-Habrá que darles lo que piden- rezongó Gerkar.
Daylhan pudo ver, por el rabillo del ojo, como su hermano Jordan se tapaba los ojos, su padre le miraba consternado, Johanna con impotencia (nunca le gustó que Linden aceptara casarlo con Gerkar hasta que supo que si no lo hacía, Daylhan debería ser sacrificado), Ryan a punto de llorar y el pequeño Noah con un puchero.
Daylhan cerró los ojos.
-Cuando guste, señor-