† II †
¿Así era eso del sexo?
Porque ni por asomo le gustaba.
Le dolía a horrores.
No sentía absolutamente nada de placer.
Solo notaba cómo entraba y salía de su cuerpo.
Forzándolo.
Para más inri, ni lo estaban haciendo mirándose a la cara aunque para él tanto mejor.
Se aferraba con todas sus fuerzas a la piel del lecho.
Apretaba los dientes y mandíbula.
Deseaba que parara.
No quería seguir.
El dolor no menguaba.
Escocía.
Quemaba.
Notaba los ásperos labios y la barba del mayor acariciando la zona alta de su espalda.
Lo oía gruñir, jadear y resoplar.
Manteniendo los ojos cerrados esperaba a que terminara.
¿Y pensar que debería repetir una y otra vez lo mismo?
Lo único que le reconfortaba era saber que si acababa con un hijo en sus entrañas era que sería su única razón para vivir.
Por y para él.
Lo amaría por encima de todo.
Le daba igual el padre.
Su hijo o hija sería su motor, su empuje y su vida.
Notó que Gerkar empezaba a costarle mantener el ritmo.
Las embestidas se volvían erráticas.
Su respiración se entrecortaba.
Supo que iba a culminar y lo agradeció enormemente en su interior a los dioses.
Con un grito, el vikingo acabó en su interior.
Sin más, dejó de sentirlo dentro para oír como se levantaba del lecho.
Él no había notado nada.
Salvo dolor y malestar.
-Ya puedes vestirte y te vas a tu habitación- despachó el mayor vistiéndose.
-Creí que dormiríamos...juntos, mi señor- repuso Daylhan con inquina en la voz y apretando la piel con sus manos.
-¿Dormir juntos? Ja, ésta sí que es buena- rió con despotismo el vikingo.
Aproximándose hacia el lecho, se sentó a su lado, aferró de su mentón al castaño y sin delicadeza alguna le obligó a mirarle.
Daylhan lo miró con asco.
-El que me haya casado contigo no me obliga a dormir contigo- repuso Gerkar.
Daylhan tragó saliva mientras le miraba desafiante.
Aproximando su rostro al suyo, Gerkar susurró:
-Además, no me gustan los hombres y tengo a tres preciosidades con pechos esperando a que les muestre lo que es un hombre de verdad-
Sin mediar palabra alguna, Daylhan se incorporó en la cama.
Haciéndose con la piel que hacía las veces de manta, se la presionó contra su cuerpo desnudo.
Sin romper el contacto visual con el mayor, se puso en pie, manteniendo la cabeza bien alta, se enrolló la piel a su alrededor y hoscamente dijo:
-Que pase una buena noche, señor-
Sin más se dio media vuelta y abandonó la habitación.
Apenas si hubo salido tres mujeres jóvenes entraron.
Gerkar les sonrió ladinamente.
-Fuera la ropa- ordenó.
Ellas, obedientes, lo hicieron.
No iba a llorar.
No pensaba.
Vio a un par de vikingos que guardaban la entrada del cual sería su habitación.
Los conocía.
A uno más que a otro.
Sabía sus nombres.
Ian y Gydeon.
Ian era el hermano de Johanna y era con quién más confianza tenía.
Él mismo había pedido dos guardias para su cuidado y protección.
Ian se ofreció sabiendo lo mal que su cuñado lo pasaba con solo saber que su hijo ya no estaba en casa en con ellos.
Gydeon era amigo de Ian y estaba casado con la hermana menor de éste y Johanna, Lyanna.
Un año de matrimonio y Lyanna ya le había dado dos varones mellizos.
Ian vio el rostro de vergüenza pintado en el chico.
-¡Daylhan!-
Éste, al oír su nombre, se abalanzó a los brazos del rubio tostado.
Gydheon sintió pena.
Ian abrazaba como lo haría un hermano mayor a su hermano pequeño.
Le acariciaba el pelo intentando consolarlo.
Lo cubría como podía con la piel que llevaba enrollada en su cuerpo.
-Quiero...quiero morirme- suplicó Daylhan.
-No, no, eres joven, muy joven- Ian le asió del rostro con ambas manos y le hizo que le mirara -Aguanta, aguanta todo lo que puedas, Gerkar tiene los cuarenta y cinco, pronto habrá una expedición y...a lo mejor los dioses te lo quitan de en medio y...te quedarías solo y como Jarl de todo-
-Y eso de qué me sirve- sollozó el chico.
Ian le acarició la mejilla.
-Podrás elegir con quién casarte si en un casual, Gerkar muere-
Ayudándole a ponerse en pie, Ian abrió la puerta de la habitación y lo acompañó hasta la cama.
Con mimo, le retiró la piel, le hizo tenderse bajo la del lecho, lo arropó y besó su frente.
-Los dioses son sabios y no creo que quieran que tu destino sea lo que te ha tocado-
Daylhan se limpió los ojos.
-Yo...solo quiero saber lo que tú sientes con Khristina- dijo.
Ian dio un suspiro de pesar.
-Quiero que me quieran, que me traten con cariño y...conocer el placer- gimoteó.
Ian acarició su pelo.
-Estoy seguro que lo acabarás conociendo-
-No mientras esté casado con ese...viejo- escupió.
-Ten paciencia- Ian volvió a besarle en la cabeza -Ten paciencia pequeño-
-Ian- llamó Gydheon.
El rubio se volvió a él.
-Vienen los esbirros de Gerkar- advirtió.
Ian se apresuró a salir de la habitación no sin antes darle un último beso en la mejilla al chico.
-Mega Óðinn sjá um þig og Frejya vaka yfir svefninum-
(Que Odín te proteja y Frejya vele tus sueños)
Rápidamente abandonó la habitación justo en el momento exacto en que dos guerreros de Gerkar aparecieron por delante suya.
Tanto Ian como Gydheon les lanzaron una mirada de odio mientras que los otros dos se rieron en sus narices.
-Algún día los mataré- dijo en voz baja Ian.
Gydheon le miró y sonrió.
-Y yo tendré que ayudarte- bromeó.