¿Quien era el monstruo?

Ahí se encontraba solo. Sumido en una oscuridad abrazándolo volviéndose su única compañía ¿Asustado? ¡Claro que no! eso era poco a comparación de cómo se sentía estaba aterrado. Quería gritar. Llorar. Correr. Alejarse lo más rápido posible que pudiera de aquel lugar.

Exhausto así se encontraba había despertado sin saber que le había pasado ya la noción del tiempo la había perdido, podía estar ahí hace horas, días e incluso semanas sin saberlo, ya su mente estaba al límite imaginando miles de situaciones. Pero no estaba preparado ni pensado en aquello.

Un golpe en seco. Su piel poniendo con los pelos de punta. Otro golpe. Su corazón latiendo tan rápidamente de una manera desmedida que parecía que se saldría de su pecho. Su débil cuerpo dio una sacudida tras otra y otra. Si antes estaba atemorizado ahora se encontraba aún más aterrado. Fue entonces cuando todo se volvió claro en su mente y a su alrededor, ahí frente a frente se encontraba aquella persona como olvidarla si fue quien le provoco tantas horas de risa y diversión junto a sus amigos. Aunque su físico y mirada eran distintas a lo que el recordaba.

Se mantenía de pie, observando a cientos de personas diferentes pasar al igual que autos algunos nuevos otros no tanto pero siempre circulando bajo sus ojos. Lo único que podía hacer mientras escuchaba a uno de sus tantas citas del día.

Siempre era lo mismo. Queja tras queja. Llanto tras llanto. Miedo tras miedo. Problemas tras problemas, era una cadena que nunca terminaba. Para en ese momento se encontraba ya harto y cansado, solo quería silencio hasta que tuviera que llegar su siguiente cita.

-Deshazte de aquello que te lastima y atormenta- fue aquello que salió de su boca y mente en una intención de que aquel paciente se marchara.

-¿Perdón?- escucho como contesto su paciente de una manera confusa con aquel pequeño hilo de voz que tenía después de haber llorado por tanto tiempo.

-Como escuchaste mata lo que te atormenta, deshazte de ello. No dejes que te siga doliendo y molestando, córtalo desde la raíz- contesto fingiendo interés esperando que aquel discurso vacío funcionara como las otras veces.

Por primera vez en todo aquel tiempo en el que se encontraban en aquel consultorio giro para ver a su paciente con interés esperando con ansias que aquella idea que le planteo entrara en su cabeza e hiciera que se fuera y así lo dejara solo aunque sea por un tiempo pequeñamente cortó. Por suerte para el no tuvo que esperar mucho tiempo cuando escucho la puerta de aquella habitación abrirse y cerrarse. Sonriendo decidió sentarse en aquel sillón para relajarse hasta su próxima cita.

Lo odiaba. Lo detestaba. Le tenía asco. Quería que sufriera. Que pasara lo mismo que él tuvo que pasar por tanto tiempo. Tenía que doler.

Todo aquel enredo de emociones llegando a él, eran un golpe fuerte. Dolía ¿Pero porque tenía que dolerle? Solo estaba haciendo lo mismo que el paso.

Entonces porque aquel sujeto no se encontraba respirando. ¡Si! si, eso era, un sujeto. No, incluso ese sobrenombre era demasiado, era más bien una cosa. Tal y como dijo el doctor, si era una cosa, entonces no estaba mal el deshacerse de ello.

¡No! Él no era de esa manera o al menos eso creía. Hacer lo mismo que aquella cosa no lo volvía igual a él, ¿o sí? Lo medito por un momento tratando de pensar con claridad si lo que hizo por días era correcto, tenía miedo no por miedo a que alguien lo descubriera, ya le daba igual que alguien se enterara.

Su miedo era algo mucho más importante que el miedo a las consecuencias. Tenía miedo de volverse un monstruo porque eso era esa cosa. Lastimosamente no todos lo verían de esa manera, solo se deshizo de una mala yerba. Una basura. Algo mínimo para la sociedad. Una escoria. ¿Porque sería importante su pérdida?

Fue entonces que un sonido molesto a comparación del ambiente tranquilo en el que se encontraba lo interrumpio y saco de sus pensamientos. Giro su cabeza buscando el responsable de aquella molesta melodía. Fue entonces que lo encontró, ahí en una de las esquinas de aquella habitación.

Aquella habitación que contenía una escaza iluminación, una mesa llena de distintas herramientas algunas algo sucias de polvo, saliva, sangre y otras simplemente no tuvieron la oportunidad de ser siquiera utilizadas. Ahí sobre todas las pertenencias de aquella cosa en una de las bolsas de su pantalón se encontraba el responsable, un teléfono celular. El cual se encargaba de hacerse resaltar a todo lugar.

-Vaya al parecer ese monstruo no era lo único molesto- Fue aquello que le hizo saber a la nada, nadie lo escuchaba hablar pero le gustaba hacerlo saber. Tal vez así se sentiría un poco menos solo.

Fue entonces cuando se quedó estático y un gran escalofrió recorrió toda su columna vertebral. Ahí frente a sus ojos la brillante pantalla deslumbraba en letras grandes un Princesa seguido de un gran y rojo corazón al final. No, no eso no podía estar pasando ¿Verdad? Que ese número estuviera guardado de esa manera no quería decir que esa cosa tuviera una pequeña hija. Giro su cabeza en dirección a donde se encontraba la cosa manchando su piso con su sangre sucia.

-No puedes tener una hija ¿Verdad? Quien tendría a una pequeña hermosa y delicada con un monstruo como tú- Soltó aquellas palabras con todo el desprecio que aún quedaba en su cuerpo, a pesar de todo lo que hizo con él no lo dejo satisfecho no como creia que pasaria.

El dispositivo en su mano volvió a sonar insistentemente, ya cansado y lleno de ansiedad decidió contestar sin hablar dejando que la persona en la otra línea hablara primero.

-Hola, ¿Papá? ¿Porque no respondías mis llamadas? Te extraño mucho- fue lo que se escuchó por parte de la línea contraria una pequeña voz infantil que llamaba.

No necesito escuchar nada más, con sus manos temblorosas termino la llamada. Ante el enojo y miedo en un momento de estrés termino lanzando el dispositivo directo al muro. El termino siendo igual a aquella cosa, dejando a una pequeña sin un padre. Sin poder contenerse más de sus ojos brotaron gruesas lágrimas de arrepentimiento. Miedo. Culpa. Todo aquello que él creía que nunca sentiría por aquella cosa lo estaba sintiendo. Todo por culpa de aquella niña que no sabía que su héroe. Su padre. Su cuidador. No llegaría a casa ni en unas horas, ni en días ni nunca.

Sentado en la mesa de la cocina, estaba concentrado escribiendo todo lo que él había realizado durante meses. La plática con su doctor. Sus motivos. El plan. El espionaje. Como lo atrapo. Como lo hizo sufrir. Como se sintio. Todo hasta el más mínimo detalle no dejo nada fuera de aquella carta, lo había decidido, tenía que pagar lo que había hecho.

De nuevo sentado frente a la mesa termino de cenar por última vez, se aseguró de dejar todo limpio y en orden para esa noche la cual era lluviosa, un clima que siempre le agrado. El llorar se volvía más ameno cuando el cielo lloraba junto a él y le daba un abrazo con su frio viento.

Frente a la puerta de entrada ya estaba listo, sentado y arreglado para su castigo fue entonces cuando con una sonrisa y sus ojos cerrados dirigió el arma a su corazón, aquel corazón que sufrió tanto. Termino con su vida cuando el reloj marco el fin de su vida a las doce en punto marcando el término de un día y el inicio de otro.

Fue entonces que murió con una sonrisa y un solo pensamiento en mente

¿Quién era el monstruo?

Aquel pensamiento que no tuvo una respuesta.