Prefacio
Era un día de verano hermoso, el jardín de la familia Ülker estaba decorado con globos de colores por todas partes, era el cumpleaños número once de su hijo menor, el príncipe rebelde, como lo llamaba su madre, pero para mí era mi ángel guardián, mi protector, mi mejor amigo.
El sol se imponía radiante en el cielo, calentando mis mejillas mientras corría con la adrenalina recorriendo mis venas; debía esconderme muy bien antes de que Ekrem comenzara a buscarme. Me oculté detrás de unos árboles en el jardín y me quedé en silencio, esperando que viniera por mí.
Siempre amé esa sensación de saber que por mucho que lo intentara, Ekrem siempre me encontraría, porque no había lugar en el mundo en el que pudiera ocultarme de él y eso me hacía sentir bien, porque él era mi persona favorita y nadie quiere estar lejos de su persona favorita.
En medio de la soledad y el silencio, interrumpido solo por el trinar de los pájaros, unas voces comenzaron a hacerse audibles.
—Entonces, ¿qué opinas, Murat? ¿No te parece la manera perfecta de finalmente unir nuestras familias y afianzar los negocios? Piénsalo, nos haríamos indestructibles, todo Estambul sería nuestro.
Esa era la voz de mi padre.
—Pues, qué te puedo decir, Ferit —respondió el papá de Ekrem—; hemos sido amigos y aliados comerciales durante muchos años y ver a nuestros hijos casados, la verdad. me parece una idea maravillosa. Además, sabes que quiero a tus hijas como mías y Azra es un ángel, estoy seguro de que será la esposa perfecta para mi hijo.
No entendía muy bien lo que ocurría pero de repente mi corazón inocente se hinchó de felicidad con esa idea.
¿Ekrem y yo nos casaríamos?
¿De eso hablaban nuestros padres?
Era apenas una niña, no sabía nada del amor ni del matrimonio pero pensar en que algún día Ekrem, mi mejor amigo, mi protector, sería mi esposo, dibujó una sonrisa en mi rostro, pero esa felicidad duró muy poco.
—¡Excelente amigo! —exclamó mi padre—. Entonces, no hay nada más que decir, cuando llegue el momento lo haremos oficial y los chicos se comprometerán. Azra y Kerem se casarán. Burcu estará muy feliz con esta noticia, ella fue la de la idea.
Y fue así como todo se detuvo...
¿Puede una niña de diez años sentir un corazón roto?
Pues bien, eso fue exactamente lo que sentí, como mi corazón se rompía en mil pedacitos.
Yo no quería eso, no quería casarme con Kerem. ¿Cómo podía mi padre decidir así por mí? ¿Acaso mi opinión no importaba, acaso no importaban lo que yo quería, mis sentimientos?
Cuando estaba sumergida en mis cavilaciones, una mano cubrió mi boca.
—Te encontré —susurró en mi oído.
Me giré, vi sus ojos color avellana y como siempre me perdí en su mirada, esa mirada que me hacía reír y que me hacía sentir segura, como si nada malo pudiera pasarme mientras estuviera así, mirándolo.
—¿Qué pasa, grillito, por qué estás llorando? —preguntó preocupado. Ni siquiera noté cuando las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos— ¿Qué te hicieron? Dime quién fue para golpearlo.
Estaba enojado, Ekrem siempre odió verme llorar.
—Tu papá... —sollocé.
—¿Mi papá? No entiendo, ¿qué te hizo mi padre?
—Tu papá y el mío dijeron... ellos dijeron... —Las lágrimas salían sin control y las palabras se ahogaban en mi garganta—. Dijeron que nos vamos a casar... Cuando seamos mayores, tu hermano y yo nos vamos a casar.
Colocó la palma de su mano en mi mejilla y yo me acuné en ella, mientras secaba mis lágrimas con sus pulgares.
—Tranquila grillito eso no va a pasar, tú no te vas a casar con mi hermano, porque tú te vas a casar conmigo.
La sonrisa se volvió a dibujar en mi rostro, amplia, genuina, inocente.
—¿En serio Ekrem, lo dices en serio?
—¡Claro que sí! —afirmó con una seguridad poco usual en un niño de once años—. Solo tenemos que esperar a ser mayores, solo eso. ¿Me vas a esperar, grillito? —preguntó mirando fijamente a mis ojos—. Prométeme que vas a esperar por mí.
Me perdí nuevamente en su mirada y con toda la sinceridad y la inocencia que había en mi corazón se lo prometí:
—Te lo prometo, sapito, te prometo que siempre esperaré por ti.
—Y yo te prometo que siempre cuidaré de ti, grillito; nadie te va a lastimar porque yo siempre estaré contigo, siempre te protegeré de todo y de todos.
Y así lo hizo...
Durante siete años estuvo conmigo, no se separó de mí; me defendió de los niños que se burlaban de mí en la escuela, fue mi refugio durante las peleas constantes de mis padres, me defendió de todo y de todos como había prometido.
Hasta que un día no pudo protegerme de lo único que realmente podía destrozarme...
No pudo protegerme de Él...