Write a Review

Mantente Salvaje

All Rights Reserved ©

Capítulo 1

Normandía, primavera de 1818.

―¡Maldito mares! ―gruñó William mientras intentaba mover el cuerpo borracho y malherido de John―. No debí confiar en tu palabra ―Se inclinó un poco más para poder acomodar el cuerpo de su compañero sobre sus hombros―. ¿No dije que pasáramos desapercibidos en este puerto? ―continuó su monólogo― ¿Acaso pensaban que saldríamos indemnes de este lío? ―John intentó hablar pero sus sonidos se asemejaban más a un gorgoteo que a palabras reales―. ¡Ya cállate! ―gruñó― Ni siquiera lo intentes.

Continuó arrastrando el cuerpo casi inerte de su amigo. Maldijo su debilidad por las mujeres de pechos enormes y la inconsciencia de su tripulación. Desde que habían abandonado el último puerto, sus hombres obtuvieron órdenes claras: deberían pasar desapercibidos en Normandía; era la única manera de atravesar el canal y estar de nuevo en casa sin problemas.

Se preguntó si Inglaterra podría llamarse «casa». No lo creía; los corsarios como él solo aceptaban las yeguas como hogar. Ninguna mujer, por más bonita que fuera, convenciólo de abandonar sus aventuras. Sus hombres pensaban igual.

rubias, morenas, pelirrojas; de pechos enormes y curvas pronunciadas; pálidas princesas orientales o deliciosas bellezas de las indias occidentales… Ninguna pudo con él.

Claro que en cada puerto alguna aventura tenia. No era un ser de piedra. Además, su fama siempre lo precedió. A lo largo de las costas ―que van desde la imperial China hasta la majestuosa Gran Bretaña― mitos sobre él se levantaban. Que si era un amante tierno, que si después de pasar por su cama ninguna mujer volvía a ser la misma, que si… que si… que si.

Algunas historias ―las más descabelladas― contaban acerca de una princesa del nuevo mundo que se quitó la vida al saber que le había perdido. Así pues, su fama siempre despertó curiosidad en las mujeres y le aseguró noches de desenfreno y tibieza entre sus sábanas.

Toda fémina que lo conocía, admiraba su belleza exótica: largos cabellos dorados, ojos turquesas con mirada de gato, cuerpo robusto bronceado ―debía dar gracias a los mares por ello― y la picardía de un desenfrenado y sensual amante. Todo ese hombre fue hecho para tentar y ninguna, hasta ese momento, se había resistido ante su presencia; tampoco lograron que abandonen el mar.

Esa noche, William se perdio entre los suculentos pechos de Loretta, una belleza normanda que regenteaba un burdel y dejaba sus clientes solo por ir a satisfacerlo. La conocí cuando tenía dieciséis años y, con el correr del tiempo, ella se convirtió no solo en su amante sino que pudo traspasar aquella barrera que él puso con las mujeres. Así pues, Loretta se había convertido en su única amiga.

La corpulenta blonda mostró su valor cuando, en una noche de alcohol, el corsario confesó su triste y violento pasado. Ella lo escuchó en silencio y lo contuvo entre sus brazos. Jamás reveló ese secreto.

Así fue como, luego de varios meses de oler a pescado y hombres sucios, el perfume de Loretta se sintió como un pedacito de cielo. Planeó disfrutar de su amiga hasta el amanecer; sin embargo, los gritos que llegaron desde el salón, lo hicieron saltar de la cama y salir a medio vestir.

―¡Mierda! ―había gritado, al ver cómo su segundo al mando era atacado por un par de parroquianos tanto o más alcoholizados que su propio hombre.

Saltó desde el mismo balcón interno del burdel, con la daga apuntando hacia el cuello de uno de los atacantes. La sangre brotó de inmediato y el parroquiano cayó contra una mesa antes de finalizar en el suelo mugriento del local.

Alguien silbó y William giró el cuello. Su espada era lanzada con puntería absoluta. Sonrió al cogerla en el aire, guiñó un ojo hacia Loretta y se centró en continuar con vida.

La rubia se encargó de rescatar a sus chicas, al tiempo que los corsarios se enfrentaron a sus enemigos.

―¡Por nuestro honor! ―gritó alguien a lo lejos.

William no estaba tan seguro de que aquellos canales tuvieran honor a algún pero, ¿qué más podía hacer? Eran su tripulación.

Al final, la impasibilidad que lo caracterizó, se hizo con el control. Luchó sin descanso y cuando vio llegar hasta un malherido John, lo sacó del lugar.

Mientras continuaba cargando a su amigo, la vida que compartieron pasó ante sus ojos. Él era lo más cercano a una familia que tenía. Desde aquel trágico incidente que cambió el rumbo de su existencia, John se convirtió en su aliado. El pelirrojo lo había puesto bajo sus alas, cuidándolo a cada momento; entonces, no podía dejarlo morir esa noche.

Excepto John y Loretta, nunca nadie supo que sucedió realmente antes de llegar hasta el puerto de Devonhill y ser embarcado en una vieja carabela mercantil.

Quizás ocurran los recuerdos de aquel primer encuentro con la muerte y la decisión de John por dejarlo todo para salvarlo o, tal vez, ocurran los años subsiguientes ―en los cuales se convirtieron en su cuidador―, los que le dieron fuerza para apurar sus pasos .

La brisa fria de la noche ayudo a aclarar su mente, el alcohol iba remitiendo poco a poco. Las callejuelas olían a ratas y orín, nada nuevo para alguien como él.

Algunas mujeres deambulaban por debajo de las farolas del puerto, en busca de marineros dispuestos a perder su dinero entre sus piernas. Risas fingidas y voces lascivas hacían eco debajo de las estrellas.

―¡Estúpido idiota! No debías emborracharte esta noche ―murmuró.

―Lo…sien… ―alcanzó a decir John.

―¡Que te calles! ―bramó Will.

―¡Mier…da! ―continuó John― hice enfurecer al duque implacable ―comentó con gran dificultad.

Si la situación hubiera sido otra, se hubiera reído. Nadie conocía la verdadera razón de aquel tan particular nombre, excepto John. William sabía que un hombre no logra respeto absoluto o ser llamado El Duque implacable sin motivo alguno. Su fiel amigo tuvo todo que ver con ese alias. Una risa triste cruzó por sus labios.

Y ahora me dejo solo .

Un escalofrío, ante la veracidad de sus pensamientos, recorrió su espalda.

―Un poco más ―susurró―. Estamos cerca.

La adrenalina, mezclada con el miedo, lo volvió más fuerte. Alzó la mirada cuando las profundas risas borrachas cortaron sus pensamientos. ¡Al fin estaban cerca!

Los gritos que salieron de su boca, alertaron a su tripulacion. Entonces, todo fue un gran alboroto. John fue cargado hasta su camastro, al tiempo que William continuaba dirigiendo a sus hombres para partir en breve. No se puede continuar en tierra. No, cuando no estaba seguro de quiénes eran sus adversarios. Algunas veces, el enemigo se vestía de parroquiano y resultaban ser mucho más que eso. La prueba de ello fue el enfrentamiento que tuvo con el maldito sultán de Sanabria.

Suspiró al recordar aquella desgracia. ¿Cómo iba a imaginar que la fortuna lo llevaría al mismo burdel donde el sultán frecuentaba? De haberlo sabido, jamás hubiera contado lo satisfecha que quedó la Sultana luego de su picaresca visita.

Desde ese momento, esas tierras exóticas quedaron en el olvido. Podía ser aventurero pero amaba más a su miembro que las mujeres; ellas abundaban y su «amigo» era único e insustituible.

―¿Destino, mi capitán? ― preguntó uno de sus secuaces. William levantó la vista al cielo y respondió― Es tiempo de volver a casa, JP

Ya no habían razones para posponer sus aviones. El Reino de Portugal le dio todo aquello que necesitaba; había vendido tanta mercancía que consiguió la dote suficiente para regresar a casa y conseguir una esposa…

Salvo que los piratas no tienen «casa» ni aspiraban a tener una esposa. ¿Para qué casarse y ligarse de por vida con una mujer odiosa cuando las suaves curvas de las cortesanas calentaban sus sábanas cada vez que lo requería?

Sus dotes amatorios, junto a su apariencia exótica, le aseguraron las mejores compañías en cada puerto. Sí, él era feliz a su manera… salvo por la existencia del duque de Perciavale.

Continue Reading Next Chapter

About Us

Inkitt is the world’s first reader-powered publisher, providing a platform to discover hidden talents and turn them into globally successful authors. Write captivating stories, read enchanting novels, and we’ll publish the books our readers love most on our sister app, GALATEA and other formats.