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El Reino Nabi poseía a los mejores guerreros, los mejores héroes, las mejores historias y las mejores batallas; con un pueblo que adoraba a su rey, tenían las tierras más extensas y la mejor ubicación. El más rico en oro, el más poderoso en cualquiera de los ámbitos... pero lo que al resto de reinos realmente le interesaba, eran sus preciosos herederos.
El sol ni siquiera había alcanzado su máximo esplendor, pero el salón principal del castillo ya estaba a rebosar de reyes, príncipes, guerreros y alguno que otro descendiente de sangre real que esperaba desposar al siguiente de los príncipes de aquel reino. Todos habían acudido sin dudar cuando escucharon la noticia: el hijo del rey Hyun Su al fin está buscando esposo. Ninguno dudó en tomar sus mejores corceles y escoger el más ingenioso de los regalos para ser los elegidos del rey.
No importaba si aquel príncipe había sobrepasado la edad recomendada por las divinidades para unirse en matrimonio, las mariposas seguían esparciendo el rumor de que era el más bello de los herederos de Nabi. Los hombres lo creían así, aunque ninguno de ellos lo había visto realmente. Los animales guía nunca mentían.
El bullicio se escuchaba detrás de las enormes puertas, incluso si cada uno de aquellos hombres había sido educado con la mejor de las costumbres, seguían siendo una cantidad numerosa, muchos más de los pretendientes que el Reino Nabi había recibido en el pasado para la primera princesa, la primogénita del rey Hyun Su, la ahora reina consorte del Reino Dolgolae.
Los hombres sólo callaban al escuchar el sonido que los sirvientes hacían al abrir las puertas del salón. Todos los ojos curiosos y desesperados por ver el rostro del príncipe doncel de Nabi, a quién su padre había dejado transcurrir veintidós inviernos de pureza antes de entregarlo a cualquiera de ellos, al que mejor le conviniera.
Los donceles de compañía entraban primero, todos luciendo impecables atuendos, pantalones anchos de seda y pequeñas prendas superiores que dejaban al descubierto sus vientres, la joyería no faltaba en sus cuerpos, pero era escasa. El color rojo de su vestimenta dejaba en claro lo obvio. Ninguno de ellos gozaba de pureza. Todos eran sometidos por los hombres del reino apenas el sol se ocultaba. Tenían los rostros descubiertos, no tenían porqué ocultarlos, ninguno de los hombres que esperaban allí los miraría más de la cuenta, no si eran lo suficientemente inteligentes para ser considerados siquiera por el rey.
En cambio, los mentones y ojos se alzaban cuando el príncipe hacía acto de presencia vistiendo un conjunto mucho más precioso que el de sus donceles de compañía. El blanco que reafirmaba su pureza resaltaba mucho más entre la joyería de oro en sus muñecas, aquello siendo lo más revelador que podía mostrar antes del matrimonio, las mariposas representativas de su reino se hallaban bordadas en sus prendas con hilo de oro y su rostro cubierto por un fino velo que dejaba a los hombres decepcionados, incluso si sabían que su rostro sólo sería revelado al ganador, y después, cuando la pureza hubiera sido arrebatada de su cuerpo, cualquiera fuera del reino de origen sería merecedor de observar su belleza reducida.
— El príncipe Tae Hyung de Nabi, segundo hijo del rey Hyun Su.
El silencio abundaba en el salón, pero los hombres se veían obligados a bajar la cabeza en señal de respeto al precioso príncipe doncel y en especial a su padre, el rey.
TaeHyung no podía observarlos mucho detrás del velo, sí, era capaz de ver sus figuras y de caminar con gracia sin tropezar, pero no podía apreciar sus rostros para saber que tan agraciados, jóvenes o crueles aparentaban ser sus numerosos pretendientes. Los pies le pesaban, la tela de su atuendo arrastraba en el pulido piso, sus joyas chocando una con la otra hasta que, con el estómago apretado, llegaba al lado de su padre. El rey Hyun Su tomaba su delicada mano entre las suyas callosas y la besaba con tal delicadeza, como si TaeHyung no fuera la más preciosa de sus mariposas y él no se encontrara contento de entregarlo al mejor pretendiente. Más el rey sonreía porque había notado el reaccionar de los hombres, las simples preciosas manos y piel cálida como el sol de su hijo habían hecho a los hombres reafirmar sus deseos de desposarlo.
Con sus donceles de compañía otorgándole ayuda en la pasada tela arrastrando, TaeHyung tomaba asiento a su derecha, de modo que su madre permanecía quieta y callada a la izquierda de su padre.
Como siempre.
Callada como cuando TaeHyung le suplicó que no quería casarse con ninguno de los hombres que no conocía, quienes tampoco lo conocían a él. Y no es que estuviera enamorado de alguien. Ojalá así fuera. Ojalá hubiera podido vivir más allá de las crianzas de sus institutrices, más allá de la compañía de sus hermanas y hermanos, así como de sus donceles que sufrían en silencio sin que él pudiera ayudarlos. Tal cual como se imaginaba su madre estaba sufriendo por no poder ayudarlo. Tampoco podía culparla. No es como si su padre fuera a ceder a las peticiones de su reina consorte. La reina que le había dado tres hijas y cuatro hijos donceles antes de por fin dar a luz a su preciado varón, a su esperado heredero, el próximo rey de Nabi.
TaeHyung no odiaba a ninguno de ellos, ni a sus hermanos y hermanas, o a su madre. Ni al heredero real. Su hermanito de ocho años que cargaba con todo el peso de las exigencias de su padre. Pero ni siquiera lo odiaba a él. Entre tanto, tenían momentos agradables, algunos incluso lindos y alegres, pero aquello, lo que estaba sucediendo en ese salón, TaeHyung no lograba comprender el matrimonio.
¿Como es que esos hombres querían casarse con él sin siquiera conocerlo?
Las historias de algo llamado amor que sus mariposas le susurraban por las noches, eran falsas. Todas eran falsas. No había nadie que TaeHyung conociera que lo hiciera sentir amor. No había escuchado nada de un matrimonio con amor.
Todo se trataba del poder.
Entre tantos pensamientos, el castaño príncipe no notaba que la ceremonia había dado iniciado. Cada uno de los hombres que habían llegado ese día estaba presentándose ante él y ante su padre. Estaban un poco más cerca, pero aún así no lograba mirar sus rostros. Aunque, a juzgar por sus voces, todos pintaban ser rudos, hombres fuertes y poderosos. Hombres que presuntamente estaban a la altura de su belleza y de su título como príncipe.
Los regalos eran más bien para el rey, eran ostentosos, exóticos y algunos identificaban muy bien los reinos provenientes de los ofertantes. Pero a su padre no le interesaba nada de ello. En el Reino Nabi lo tenían todo. Cualquier cosa. El verdadero merecedor de su mano debía sorprender al rey con otra cosa, con algo incluso más poderoso que un título de rey o príncipe. Tal cual lo había hecho el rey de Dolgolae para desposar a su hermana.
Es por ello que las lágrimas comenzaban a humedecer su rostro cuando una voz madura y rasposa llegaba a sus oídos.
— Du Sik, rey de Saja.
Los murmullos entre los hombres no se hacían esperar. El Reino Saja era uno de los más fuertes, con los leones como sus animales guía, era imposible que no lo fueran. En realidad, era impresionante que el Reino Nabi fuera el más poderoso con las mariposas como sus animales guía.
Pero todos tomaban en cuenta la fuerza, ninguno la inteligencia ni la evolución.
El regalo que el rey de Saja le otorgaba a su padre era de lo más simple, animales cazados por sus leones especialmente para acudir por la mano del primer príncipe doncel de Nabi. Sí, era una cantidad excesiva y de animales que habitaban más que nada en su región; pero de igual manera los arqueros de Nabi hubieran podido conseguirlos. TaeHyung sabía que el verdadero valor de la propuesta del rey cortejante provenía de su posición. Con la reciente muerte de su esposo y sin haberle dado algún heredero más que numerosas hijas princesas, TaeHyung pasaría a ser el rey consorte de Saja, el encargado de dar a luz al heredero. Trayendo consigo la alianza eterna de ambos reinos.
El plan perfecto.
Si no fuera porque el rey de Saja es tres décadas mayor que él. Ni porque incluso él es más joven que todas las hijas.
Aquello no parece importarle a nadie más que a él.
— ¿Y eso es...? — el rey de Nabi soltaba con desdén al ver el regalo del último de los pretendientes.
— Para la mariposa más bella del reino — el joven príncipe soltaba con firmeza mientras caminaba con precisión a los pies del espacio en alto donde tres de los integrantes de la familia real se encontraban.
TaeHyung respingaba con temor cuando se percataba de la silueta acercándose, sus ojos se cerraban y aunque nadie podía verlo sólo los abría cuando, por órdenes de su padre, uno de los donceles de su corte tomaba el regalo y lo llevaba hasta su regazo. Entonces lo observaba, el color verde del collar deslumbraba sus ojos, la esmeralda cautivándolo tal cual le ocurrió a Cleopatra.
Entonces descubría que el regalo había sido del príncipe heredero del reino de Kobeula.
[...]
Ni el collar de esmeraldas preciosas, armaduras y armas de guerreros importantes habían logrado cautivar al rey para cambiar la decisión que lucía obvia ante todos, nadie dejaría pasar una oferta como la del rey de Saja.
Es por eso que después de un par de semanas, ese día al fin el Reino de Nabi estaba de celebración. Por costumbres y respeto, el rey de Saja estaba obligado a llevarse al príncipe únicamente después de la boda celebrada en su lugar de nacimiento, con el rostro aún cubierto y después de la ansiada noche de bodas, el rostro del príncipe más bello sería revelado en su nuevo reino y coronado como rey consorte.
— Rey de Saja... — revoloteando a su alrededor, las mariposas susurraban en los oídos de TaeHyung.
El príncipe derramaba una lágrima tras otra, sin importar arruinar el arreglo logrado en su rostro. Sólo los habitantes de Nabi conocían su rostro, pero ese día, después de la ceremonia, su próximo esposo también lo conocería.
— Rey de Saja — las seductoras voces de las mariposas continuaban escuchándose a su alrededor, por supuesto acompañadas del revoloteo de sus coloridas alas. — Tae Hyung... Rey consorte de Saja — las risas en eco lo enfurecían.
— ¡Basta ya! — moviendo con rudeza las finas telas blancas, TaeHyung se ponía de pie ocasionando que sus mariposas acompañantes, aquellas que le habían sido otorgadas el día de su nacimiento, se alejaran rápidamente de su lado. — Les he dicho que no se me acerquen — espetaba con el rostro denotando enojo. — Bivaque de mariposas mentirosas.
— No somos mentirosas — una de las mariposas aseguraba volando al rededor de su cabeza. — Las historias de amor son ciertas — decía la segunda mientras se unía al vuelo, TaeHyung alzaba la mirada con un poco de ilusión brillando en sus ojos. — Además, nosotras nunca prometimos que tú vivirías una — la ilusión se rompía ante las palabras de la última mariposa que apenas podía volar cerca suyo, pues el príncipe de nuevo se movía con brusquedad apartándolas de su lado.
— Lo único bueno de esto es que dejaré de verlas — soltaba acercándose hasta la ventana de su alcoba. Desde ahí podía ver perfectamente la cantidad de personas importantes que se reunían en Nabi para celebrar su boda. Aquello más que un momento de felicidad, era un momento para reafirmar relaciones y paz entre los reinos.
— Ahora el príncipe no tendrá un bivaque de mariposas mentirosas a su lado — la aterciopelada voz y el aleteo se escuchaban detrás suyo. — En Saja le otorgarán a su león guía — el castaño sentía los vellos de sus brazos erizándose ante la idea de un feroz león como su fiel acompañante. — ¡Boo!
TaeHyung entonces saltaba sobre su lugar, la magia de sus mariposas lo habían hecho escuchar a la perfección el rugido de un león, aunque seguramente habían dicho cualquier otra cosa.
— Las odio tanto... — mentía, su frente se afirmaba contra la ventana mientras sus lágrimas volvían a correr por sus mejillas. Sus mariposas de nacimiento se posaban a su lado, frotándose contra sus mejillas y descansando en sus hombros. Por supuesto que las extrañaría, él no quería un león, ni tampoco quería ser el rey consorte de Saja.
Ahora se arrepentía por haber despreciado su vida en Nabi. Lo que le esperaba parecía ser mucho peor.
— Ya te dijimos que tienes que escapar — le recordaba una de las mariposas.
TaeHyung negaba con la cabeza.
— ¿Qué se supone que haría? No tendría un lugar a donde ir. Estaría asegurando mi muerte.
— Se supone que deberías confiar en nosotras, por eso estamos contigo.
Aquello era lo último que el príncipe escuchaba antes de que las puertas de su alcoba fueran abiertas de par en par. El olor a océano llenando sus fosas nasales.
— DaHee...
La presencia de la reina de Nabi quedaba en segundo plano cuando TaeHyung corría a abrazar a su hermana, la ahora reina consorte de Dolgolae. Hacía mucho que no se veían, un par de años desde que la habían desposado. Así debía ser al principio, la reina no debía abandonar el castillo mientras sus bebés dependieran de ella. TaeHyung no podía viajar al reino amigo porque su rostro aún no había sido revelado.
— Estás hermoso — ella decía acariciándole las mejillas, las lágrimas del doncel perdiéndose entre sus delgados dedos.
TaeHyung sonreía al verla, quizás lo único bueno de aquel evento era que podía abrazarla una vez más.
— Lo harás increíble, serás un gran esposo.
Pero, tal como lo temía, DaHee estaba muy cambiada.
— No quiero ser un esposo, al menos no del rey de Saja — su voz salía apretada con las lágrimas escapando de sus ojos.
— Sé que estás asustado, pero es lo que debes hacer — su hermana se acercaba de nuevo a él, sus manos deslizándose por los delgados brazos del doncel. — Esta es una gran oportunidad. No debes preocuparte, papá no te dejará solo, él ha hecho que mi esposo me trate bien aún cuando ya no pertenezco al mismo reino.
TaeHyung juntaba sus cejas denotando una combinación entre enojo y confusión.
— Él nos ama.
No, no era así como sus mariposas describían el amor.
— Estás loca si crees que eso es una prueba de amor — soltaba con asco. — Tú no sabes lo que es el amor.
Su hermana suspiraba.
— ¿Y tú lo sabes? ¿Conoces el amor?
El príncipe callaba otra vez, en cambio sus ojos se dirigían a la reina, quien ya se encontraba perfectamente arreglada entre telas moradas.
— Mamá...
— TaeHyung. Basta, por favor — soltaba acompañado de una fuerte exhalación. — Por más que ruegues y ruegues, no puedo hacer nada.
— Pero y si le digo a papá q-...
— ¡Ni se te ocurra! — la mujer lo tomaba del brazo con firmeza. TaeHyung nunca había visto tanta determinación en ella. — Mi lugar como reina está pendiendo de un hilo, tengo que darle otro varón, un remplazo por si algo le ocurre a tu hermano. Si le dices algo sólo avivarás sus ganas de desecharme de una vez por todas. No querrá que le dé otro doncel tan problemático como tú.
Las mariposas del príncipe revoloteaban alrededor de la reina hasta que la seducción de sus aleteos hacían efecto en ella. Sólo entonces soltaba el brazo de TaeHyung.
— ¿Entendido? — la reina cuestionaba más relajada, sus propias mariposas también habían acudido a su respaldo.
— Confía... — el susurro de sus mariposas se escuchaba en su mente, la voces de las mariposas sólo se escuchaban en la cabeza de a quien iba dirigido el mensaje.
— Entendido — TaeHyung respondía más que a la interrogante de su madre.
Minutos más tarde, el príncipe abandonaba su alcoba con el rostro cubierto por el blanco velo. Esta vez no habían hilos de oro dorado, toda su joyería era de diamantes. Era hermoso a excepción del diente de león que colgaba ahora de su cuello. No se suponía que portara nada de Saja hasta no estar casado con el rey, pero de alguna forma u otra, su padre había accedido.
Por primera vez, sus donceles vestían de un color discreto para no opacarlo, aunque con su vestimenta, aquello sería imposible. Caminaba en compañía de ellos hasta el gran salón donde sería desposado. A las afueras de este lo esperaba su padre, y dentro, su futuro esposo. Las flores en sus manos temblaban, pero no por lo que los bellos donceles a su lado creían. No estaba preocupado por sangrar o no esa noche, ni porque su primer bebé fuera un varón, ni mucho menos por el trato del hombre al que debía obedecer de ahora en adelante.
Estaba nervioso por su futuro.
Necesitaba más tiempo para tomar valor, pero sus mariposas no esperaban. En la siguiente vuelta, casi llegando al lugar de su boda pero lo más cerca posible de la salida del castillo, el bivaque se esparcía entre el príncipe y su corte de donceles creando una barrera. Los primeros en fila no giraban, pero los últimos se incomodaban ante la cantidad de mariposas y el incómodo sonido y sentir de su aleteo. Es así como los gritos desesperados llegaban a los oídos del rey de Nabi y los soldados que esperaban junto a él.
— ¡El príncipe desapreció!
Los donceles palidecían, estaban muertos. Si el príncipe no aparecía, serían culpados de traición, de ayudarlo. Ellos ni siquiera sabían del plan.
Pasando sin cuidado entre ellos, los soldados corrían entre los lujosos pasillos del castillo.
— ¡Encuéntrenlo! — la furia del rey hacía a todos los donceles bajar la cabeza, ninguno movía un sólo músculo.
Afortunadamente, el rey regresaba a su posición inicial, bastante seguro de que TaeHyung no llegaría lejos. Con una de sus propias mariposas guía posada en su hombro, regulaba su respiración y regresaba a su lugar en las puertas del salón.
Nadie podía enterrarse de que el príncipe había intentado escapar.
Pero para TaeHyung aquello no era un intento, sus piernas corrían tan rápido como el momento ameritaba. Siempre había recibido clases de lira, de flauta y otros instrumentos dulces, incluso de danza, aunque en aquello no era tan bueno, nada que requeriría esfuerzo físico le asentaba bien. Pero ahora parecía el mejor de los corredores, sus manos rasgaban con fuerza las telas de su ropa. El velo, la extensión de tela que arrastraba su cintura y todo lo demás quedaba tirado por las calles de Nabi. Su delgado cuerpo ahora se movía con más agilidad, sus piernas cubiertas por su ancho pantalón de seda y una de las prendas pequeñas como las que sus donceles utilizaban dejando a la vista su abdomen.
Los habitantes lo miraban sin poder creer lo que sucedía, conocían su rostro, por supuesto que sí, pero ninguno lograba entender la razón de su escape. Todas las chicas y donceles que no tenían sangre real, desearían estar en su lugar. No sabían nada acerca de la vida como heredero.
De ser otro el objetivo, alguno de los soldados ya hubiera arremetido contra él. Con una simple lanza o un disparo en arco. Pero debían regresar al príncipe sin rasguño alguno. Las mariposas seductoras tampoco eran ayuda. Los cantos en sus mentes los hacían correr mas lento y la vista parecía nublarse para ellos.
Es así como perdían el rastro del doncel.
Adentrándose entre los puestos de frutas, TaeHyung veía a los soldados siguiendo de largo, mientras el resto de habitantes no quería ni verlo. Nadie quería problemas, ayudar o no ayudar al príncipe, ambas cuestiones parecían traer problemas. Así que lo ignoraban.
El castaño subía por una de las edificaciones vacías, todo estaba lleno de polvo, pero una de sus mariposas estaba consigo.
— Necesito... — sus manos se posaban sobre su pecho para respirar, el aire apenas llegaba a sus pulmones.
La mariposa morada volaba hasta posarse en una de las ventanas, así que el príncipe se sentaba en el marco de esta en busca de aire, pero sus ojos aún estaban sobre su guía que se alejaba. La mariposa se movía hasta el cielo y TaeHyung se reclinaba más para poder seguir viéndola, el canto de ella jugaba con su mente como nunca le había sucedido.
¿Por qué su mariposa guía usaba los cantos seductores con él?
— ¡Aaah!
Cayendo de espaldas, el grito del doncel era lo último que se escuchaba por todo el reino, los pueblerinos juntándose de inmediato para mirar qué sucedía.
No obstante, para TaeHyung la caída no llegaba pronto, en cambio, las nubes negras lo consumían. Pero el destello morado de su mariposa guía continuaba ahí.
Habían pasado horas o un par de segundos, no estaba seguro, pero cuando despertaba, un animal lamía su rostro.
— ¡Aaah! — el doncel gritaba levantándose de la acera, un enorme perro parecido a los lobos lamía su rostro. — ¡No puede ser! ¡El rey de Neugdae me robó! — creyendo que su esfuerzo había sido en vano, el castaño rompía en llanto, mientras que el perro al frente suyo continuaba moviendo la cola contento.
Su mariposa guía tampoco estaba a su lado, ahora ese lobo parecía ser su guía.
— ¡Copito!
TaeHyung moderaba su llanto cuando escuchaba una segunda voz. Al azar la cabeza se encontraba con una mujer mayor y... con vestimenta extraña.
— ¿Estás bien cariño?
Mirando a su alrededor, todo lucía extraño. Las personas en ese reino vestían muy diferente a cualquier cosa que había visto. Y sostenían objetos en forma de cuadriláteros sobre sus orejas o al frente suyo mientras caminaba observándolos.
Ese no parecía ser el reino de Neugdae, ni Saja o ningún otro.
— ¿Copito te hizo daño? — la viejecita preguntaba con preocupación haciéndolo saltar sobre su lugar.
— ¿Qué...? — TaeHyung hablaba con miedo aunque la mujer no parecía ser amenaza.
— Copito — ella repetía señalando al "lobo". — Es mi perrito ¿Te asustó? — el castaño asentía. — Lo lamento, es muy juguetón...
TaeHyung apenas escuchaba las palabras, mientras se ponía de pie.
— ¿Dónde estamos?
— Oh — la mujer interrumpía sus propias palabras. — Esta es la calle 22 — señalaba un letrero en la esquina. — ¿Buscas algún lugar en especial?
— Necesito un refugio — respondía abrazándose a sí mismo. Seguro los soldados le estaban pisando los talones. Ni siquiera sabía dónde estaba y su rostro estaba al descubierto.
— ¿Refugio...? Oh, ya veo, necesitas un departamento — la viejecita sonreía tomándolo de la mano. — Estás de suerte, he visto un letrero por aquí, hay un par de departamentos libres.
TaeHyung apenas podía comprender el término usado por la mujer, pero aquello parecía un lugar extraño al que los soldados no entrarían, así que aprovechaba que un hombre abandonaba el lugar para ingresar a su lado.
Se encontraba con un par de personas apenas ingresaba, un hombre con un sombrero extraño y una especie de arma en la cintura lo ponía nervioso, pero lo cierto es que este ni siquiera lo notaba. En realidad, el guardia de seguridad del edificio prefería mirar su celular y mascar la goma en su boca. La recepcionista tampoco miraba mucho al chico que recién ingresaba, tan sólo lo veía pasar de largo hasta las escaleras.
— ¿Vestimenta de la princesa Jazmín? — soltaba para sí misma mientras subía los pies al mueble de recepción. — El viejo del departamento 15 si que tiene fetiches raros.
Mientras, TaeHyung caminaba con miedo, pero también con rapidez, cuando menos lo esperaba se encontraba en el último piso, el diez.
La alfombra bajo sus pies era morada, parecía sucia pero le recordaba a la última de sus mariposas que había visto.
— ¿Dónde están? — preguntaba en voz baja mientras veía las puertas blancas con formas raras en ellas. — Ya sé que dije que las odio pero no es verdad... — sus ojos amenazaban con cristalizarse. — Estábamos bien... ¿Por qué una de ustedes me hizo caer de la ventana? — sus piernas se movían con lentitud, parecía que toparía pared y de nuevo no sabría qué hacer. — ¿¡Dónde est-...!?
Entonces el impacto llegaba, el doncel caía en un sentón sobre la sucia alfombra.
— ¡Ay, no! ¡Perdóname!
Acto seguido, las manos de TaeHyung eran tomadas por las del extraño desconocido que lo jalaba hasta ponerlo de pie.
— ¿Estás bien? Discúlpame pero estoy yendo muy tarde.
TaeHyung dejaba que sus ojos fueran vistos por aquella persona desconocida, se sentía extraño ser observado por alguien que no fuera habitante de Nabi, pero la mirada de la primera mujer no parecía ser tan potente como la del joven que lo miraba curioso.
— Tú debes ser la persona que han mandando para ayudarme — el chico pelinegro extendía la mano hacia él. — Soy JungKook, pero seguro ya sabías — decía tomando un segundo la del castaño para estrecharla entre la suya.
TaeHyung apenas reaccionaba cuando ya estaba siendo arrastrando hacia una de las puertas.
— No hay mucho que hacer, sólo limpiar y sacudir, pero supongo que no debo decirte como hacer tu trabajo — JungKook hablaba dándole un ligero e involuntario empujón hasta que por fin TaeHyung estaba dentro de su departamento. — Ahora, en serio estoy yendo tarde. No me tardaré, por favor no te robes nada — decía con la mirada fija en su reloj. — Puedes tomar agua y fruta porque realmente no tengo nada más ¡Adiós! — agregaba cerrando la puerta después de marcharse, aunque esta se abría inmediatamente después. — ¡Ah! También puedes usar a Alexa para escuchar música o lo que sea.
Entonces la puerta volvía a cerrarse con más fuerza.
— ¿Alexa? ¿Música?
Entonces una bolita blanca se iluminaba con una línea azul.
— Aquí tienes Spotify.
Los ojos de TaeHyung se agrandaban con susto al escuchar aquella extraña voz.
— ¡Aaah!
[...]
Los reinos tienen nombre de animales en coreano.
Nabi = Mariposa
Dolgolae = Delfín
Saja = León
Kobeula = Cobra
Neugdae = Lobo
Aunque bueno... TaeHyung ahora está en otra época. De todas formas, debo aclarar que todo lo narrado respecto al lugar de origen de TaeHyung es ficticio, no me estoy basando en una época en específico;)
— dianaLovesV ⏳