CAPITULO 1
Agosto 2022, Buenos Aires.
Misma rutina todos los días. Levantarse por la mañana ya no era algo que la entusiasmaba, no desde hace un año cuando una mañana había acabado con sus pocas ganas de vivir, sepultándola en un agujero profundo gracias a una de las personas que consideró, en aquel entonces, una de las más importantes de su vida.
Paz o Pachu, como le decían sus más allegados, se preparaba para ducharse cuando su despertador sonó, ya era normal para ella despertarse antes que sonara. Casi no dormía, casi no comía, los casi ya formaban parte de su rutina habitual y así lo aceptaba y no se oponía.
Sus noches estaban llenas de pensamientos y recuerdos que la consumían. La oscuridad en su cuarto la protegía. El estómago vacío formaba parte de su vida, era tan normal eso en ella que lo sentía propio. Al principio fue algo de unos pocos momentos para luego convertirse en algo rutinario y ahora verlo como un propósito de aferrarse a algo. De sentir algo. De sentirlo.
Esa mañana después de ducharse tomo un rápido te, agarró una manzana que puso en su bolso y salió rápido del piso en el que vivía con su madre en Belgrano. Quien seguramente ya se encontraba en su oficina en Microcentro, y después, por lo que le había dicho ayer, saldría por un viaje de trabajo y no llegaría hasta el jueves.
Su madre Carmela era manager en una multinacional de telecomunicaciones. Tenía un cargo importante donde mucha gente dependía de ella y por lo que no sólo le consumía los días de semana sino inclusive los fines de semana, estando en su casa no paraban las llamadas o reuniones. Por lo que Paz compartía con su madre tal vez un sábado a la noche o un almuerzo de domingo, si ella ya no lo tenía comprometido con su actual novio. Él era un hombre de unos cuarenta y tantos años al igual que su madre, tenía un excelente porte y tranquilamente lo podías confundir con un actor con su sonrisa amplia y sus perfectos rasgos. Su nombre era Carlos Ruiz. Una persona adinerara que tenía una cadena de restaurants en Puerto Madero y Carmelo, Uruguay.
Paz se dirigía a tomarse el subte que la llevaría a la universidad. Estaba cursando su segundo año de Economía y aunque no fue la carrera que eligió si lo había hecho la madre por ella, aconsejándola que podía conseguirle un trabajo en la empresa y prácticas de forma rápida. Paz lo aceptaba sin oponerse, al principio después de la secundaría cuando le planteo a su madre que quería estudiar tecnicatura en cerámica su madre se le rio en la cara. Eso para Carmela no era una carrera era un hobby, un capricho pasajero, que no le traería ningún tipo de retribución económica.
Por lo pronto, Paz aceptaba sin objetar lo que su madre le decía con tal de que no discutieran, y su madre no se le opusiera a que concurriera a sus cursos de cerámica los fines de semana, como ya lo había hecho tantas veces luego de peleas y gritos que su madre lanzaba contra ella. Las peleas que tenía con su madre nunca eran provocadas por Paz, su madre tenía una fuerte adicción al trabajo lo que muchas veces su frustración o cansancio la hacían agarrarse contra ella, denigrándola o haciéndola sentir poco competente por sus bajas notas o por no querer realizar las practicas que le conseguía.
Esa mañana, Paz tomo asiento en el aula, la materia que le tocaba era Estadística I. Como cada comienzo de cuatrimestre y cada materia nueva era también compañeros nuevos que veía por cuatro meses y luego si no le tocaba de nuevo una materia juntos no los volvía a ver. Había hecho muchas amigas de otras materias que guardaba su celular y cada tanto le escribían para ir a un bar a tomar algo.
Paz no era muy abierta a las personas y si las mismas no le daban charla a ella le costaba tomar confianza, así era ella tímida pero sin embargo disfrutaba de su soledad y de estar con ella misma.
Muchas veces en plena clase se ponía a pensar en él, lo extrañaba no lo podía negar a pesar del daño que le había hecho. Sus mente viajaba por los recuerdos que aún tenía muy presentes, pero que dolían un poco menos.
Al principio fue electricidad, esa que te recorre por todo el cuerpo y hace que tu piel se erice; luego fue necesidad, esa que te sacia la sed y las carencias de amor; luego fue seguridad, esa que te protege de tus demonios internos y te hace intentar salvarlo a él; luego desilusión, esa que te hace caer muy hondo.
Octubre, 2021
Estaban jugando en el parque de la casa de él con Salva, el Ovejero Alemán de él. Cuando en un impulso, extasiado Salva se lanzó contra paz lamiendo toda su cara y haciéndola caer. Paz no dejaba de reír y a él que estaba a su lado, mirándolos, le pareció la melodía más hermosa y más dolorosa por lo que eso implicaba.
-Qué pasa?- preguntó ella aún tumbada en el pasto, pero sin Salva encima, cuando sintió su mirada fija en ella.
Él se removió un poco incomodo y dejó de mirarla, mirando a Salva que estaba jugando con un nuevo juguete que le había llevado Paz.-Es sólo qué no quiero dejar de verte reír, nunca.- La volvió a mirar y entonces no pudo más. Se acercó a ella, tomó su nuca y la besó.
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