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Justicia

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Capítulo 1

Termino de arreglar mi uniforme.

Miro la placa que reposa en mi mano y la ubico en su lugar correspondiente. Cuando voy a tomar mi arma reglamentaria tropiezo el portarretratos de mi mesa de noche y hago malabares para que no caiga en el suelo.

—Mierda —exclamo y suspiro de alivio cuando veo que no le pasó nada.

Observo la foto de mi hija y siento que se me cierra la garganta. Hago todo lo posible por no llorar, pero no lo logro; de mis ojos salen varias lágrima.

Flashback

Llegamos al colegio y antes de cruzar por el portón Valentina se voltea.

—Te amo, mami —sus ojitos me miran con admiración.

En mi boca se dibuja una sonrisa y me agacho hasta llegar a su altura.

—Yo te amo mucho más, mi niña —beso su frente.

Me rodea con sus bracitos y me da un beso en la mejilla, para después entrar corriendo a la institución.

Fin del flashback

Hoy se cumplen dos años de su muerte y aún me duele como si hubiese sido ayer.

Ser policía ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en la vida, con cada caso siento que vale la pena seguir. Sin embargo, también me ha traído muchas lágrimas y el peor dolor que he podido experimentar, después de la muerte de mi mamá.

Mi hija murió y no pude hacer nada para salvarla, pero aún respiro por ella y por mi mamá, necesito hacerles justicia para estar tranquila.

El sonido de mi celular me saca de mis pensamientos.

—Bueno.

Hija, ¿cómo estás? —escucho la voz de mi papá.

—Sabes que día es hoy, no te puedo decir que estoy bien —lo escucho suspirar.

Lo sé, cariño. ¿Te esperamos para cenar? Sabes que es importante en esta fecha. No me gusta que estés sola.

—Está bien, papá. Allá estaré.

Te amo.

—Y yo a ti —cuelgo.

Me limpio las lágrimas y dejo el retrato en su lugar. Tomo el arma, las llaves, mi celular y salgo de la casa. Me subo en el auto y manejo lo más rápido posible hasta llegar a la jefatura.

—Acaba de llegar el alma de esta jefatura —dice Héctor al percatarse de mi presencia.

—Hoy no es un buen día, Ruíz —él hace una mueca y yo suspiro.

—Quería recibirte con el mejor de los ánimos, de todos modos. Ismael también está de mal humor, nos tiene al trote —hago una mueca.

—Entiendo que esté así.

—¿No quieres visitarlo a ver si su humor mejora? —alzo una ceja y él sonríe —. De todos modos vas a tener que ir a verlo.

—Cállate, Héctor.

—No puedo, soy el alma de esta jefatura.

—¿Esa no era yo? —alzo una ceja.

Él se ríe.

—Me encanta ese sentido del humor —niego con la cabeza.

—Andando —me sigue.

Toco la puerta de Ismael y cuando nos da el paso, ambos entramos.

—Buenos días, mi Capitán —decimos a unísono.

Los ojos de él se dirigen a los míos y le sostengo la mirada.

—¿Cuál es el reporte de hoy? —pregunto.

—Te toca hacer revisión del sector en compañía de Ruíz. Tenemos reunión de oficiales después del almuerzo —asiento.

—¿Yo también debo asistir? —Ismael lo mira seriamente y yo ruedo los ojos.

Ese tono de voz lo conozco, parece que Héctor amaneció muy bromista hoy.

—Sabes que no, los intendentes no asisten a esas reuniones, ¿se te olvida cuál es tu cargo? —frunzo el ceño.

—No, mi Capitán.

—Sal de mi oficina —le hace caso.

Cuando cierra la puerta miro a Ismael.

—No le tenías que hablar así, solo estaba bromeando y tú lo sabes —suspira.

—No estoy para bromas y él también lo sabe —me mira a los ojos.

—Sé que para ti tampoco es un buen día, pero no tienes que tratar mal a tus amigos —se recarga en la silla.

—¿Cómo estás? —me encojo de hombros.

—Viva y ¿tú? —suspira.

—Tratando de ser fuerte... te extraño. Sería más fácil de sobrellevar si estuvieras conmigo —trago saliva.

—No, lo de nosotros se fue por el precipicio después de la muerte de nuestra hija. Ella era lo único que nos unía.

—¿Ya no sientes nada por mí?

—Siento cariño, porque fuiste el papá de mi hija, nada más.

—Yo te quiero, Ana —suspiro.

—No lo demostraste cuando te necesité —va a hablar y lo interrumpo —. No sigas, ya lo de nosotros fue y no hay nada que hacer. Lo único que nos une es hacerle justicia a Valentina.

Hago amague de salir, pero su voz me detiene.

—Si Valentina estuviera viva, ¿estarías conmigo?

Trago el nudo que se forma en mi garganta. Lo miro.

—No lo sé, Ismael. Yo te dejé de amar y aunque ella estuviera con nosotros, nuestra relación no iba para ningún lado —respondo y salgo de la oficina.

Derramo una lágrima. Yo tampoco quería que nuestra familia se desintegrara.

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