Capítulo 2
Patrullamos toda la mañana y no encontramos nada irregular en el cuadrante.
—Me extraña que todo esté tan calmado —frunzo el ceño.
Ruíz se pone a mi lado.
—Quizás se cansaron de hacer delincuencia.
—Las personas con mal corazón no desaparecen de la nada, Ruíz —le recuerdo.
—Tienes razón, jefecita, pero ya vete a la reunión. Es hora —asiento.
Le doy una última mirada y entro en la jefatura. Voy de camino a la sala de juntas y me encuentro con una escena algo sospechosa. Un hombre está saliendo de la oficina del General y se guarda algo en los bolsillos. Tomo mi arma y sigilosamente le apunto, está de espaldas a mí.
—Quieto, arriba las manos —me voy acercando.
Al sentir el metal en su espalda me hace caso.
—No es lo que piensa, baje el arma...
—Voltee lentamente y mantenga las manos donde pueda verlas —me hace caso.
Se da la vuelta y lo reviso con la mirada, descubro que lleva un arma en los bolsillos y frunzo el ceño.
—Deja el arma en el suelo y lánzala.
—A ver, puedo explicarlo, esto es un mal entendido.
Pone el arma en el suelo y me la lanza. Sin dejar de verlo y apuntarle, la recojo.
—Eso se lo dirás al agente ahora que te tome la declaración.
—No me estás entendiendo, preciosa... —lo miro a los ojos.
—No me llame así, manos en la cabeza —hace caso y me acerco.
Le doy la vuelta y lo toco para revisar que no tenga más nada.
—Oye, no tengo más nada, no es necesario que me requises. No estaba haciendo nada malo.
Saco las esposas y se las pongo en las muñecas.
—Eso a mí no me consta y es mi deber hacer esto. Cierre la boca.
—Preciosa, no sabes quién soy yo, estás cometiendo un error.
Guardo el arma y comenzamos a caminar hasta la área de detención.
—Sé muy bien quién eres; un amigo de lo ajeno que está buscando lo que no se le ha perdido.
—Yo soy...
—Teniente Medina, ¿qué está haciendo? —escuchamos la voz del General Cárdenas.
Me detengo y hago que el sujeto también se quede quieto. Tenemos todos los ojos de los oficiales del comando puestos en nosotros.
—Este sujeto estaba hurgando en su oficina de forma sospechosa —mira al hombre.
—¿Cuántas veces te he dicho que si vas a venir al comando traigas tu uniforme oficial? —frunzo el ceño.
—Lo siento, papá, no me dio tiempo.
¿Papá? No puede ser.
—Teniente, quítele las esposas, por favor. Él es mi hijo y precisamente esta reunión es para hablar sobre él.
Siento mi rostro caliente y le quito las esposas al sujeto. Él no deja de mirarme, levanto la mirada y me sonríe.
—Te dije que era un mal entendido, preciosa —me susurra.
—Esa no es manera de salir de la oficina de tu padre —se encoge de hombros.
—Me gusta ser misterioso —me guiña un ojo —. Adrián Cárdenas —me tiende su mano.
—Teniente Medina —respondo y tomo su mano.
—Pero que seriedad. Ahora que sabes que no soy un ladrón puedes sonreír, seguro te ves aún más hermosa —ruedo los ojos.
—No sea payaso y guarde silencio. Todos nos están mirando.
Sonríe y me mira directo a los ojos. Los de él son de color miel. Le sostengo la mirada.
—Por favor, entren a la sala.
—Cómo ordene, mi general —respondo sin dejar de mirarlo.
Me percato de que nuestras manos siguen unidas y me suelto de su agarre. Su sonrisa se hace más grande y se voltea.
—Primero las damas —hace un ademán y me deja pasar primero.
Me siento dos sillas después de Ismael y me mira de una forma que no me gusta, siempre que me lanzaba esa mirada era para reclamarme algo, le devuelvo la mirada para después poner toda mi atención en el general.
—Seré breve porque el crimen nunca nos da cuartel... Los reuní aquí para presentarles a mi hijo, el Teniente Adrián Cárdenas, quién a partir de mañana comenzará a trabajar con nosotros en este comando —su mirada se conecta con la mía.
Siento vergüenza, porque acabo de arrestar a uno de mis colegas, inmediatamente mis mejillas se calientan; también siento la mirada de Ismael puesta en mí.
—Para ser más específicos trabajará con usted, Teniente Medina. Necesito que lo ponga al tanto y le enseñe como es el manejo en esta comisaría.
Su hijo me sonríe.
—Como ordene, mi general.
—No era necesario traer a otro teniente, mi general. Medina es capaz de trabajar sola, es eficiente en su trabajo y le basta con tener a Ruíz con ella —habla Ismael.
Lo fulmino con la mirada. ¿Quién se cree él para hablar por mí?
—Lo traje para una tarea en especifica, Capitán Núñez. Además, yo sé cómo mover al personal en este comando. Mi hijo está aquí por una razón, Cayetano Fish alias «El Gordo», volvió a delinquir y se han registrado varias denuncias de mujeres desaparecidas en los últimos días —mi bello se eriza.
Siento que el aire me falta y mi corazón se acelera.