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El autobús, un viaje al corazón

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Summary

¿Cómo empieza una historia de amor? ¿Alguien lo sabe? Todos soñamos con conocer a esa persona especial, en un lugar especial. Pero, ¿y si no hace falta nada más que mirarla a los ojos y saber que es ella? La historia de Cailean y Lía empieza en un autobús. Él regresa a casa. Ella busca conocer un lugar que le apasiona. Cuando se encuentran, algo surge entre ellos. Una conexión que les hace buscarse aún cuando saben que el tiempo juega en su contra. El amor nace cuando nace y donde nace. Nadie lo controla. Tú sólo has de estar dispuesto a luchar por él.

Genre:
Romance
Author:
Sonia López Souto
Status:
Complete
Chapters:
52
Rating:
4.9 53 reviews
Age Rating:
16+

Capítulo 1

El autobús estaba lleno. Debería haber alquilado un coche para llegar antes o al menos con mayor comodidad pero en el fondo no tenía tanta prisa por hacerlo. Todavía tenía tiempo. Hacía varios años que no visitaba a su familia a pesar de que los separaban apenas 250 kilómetros. Se mantenían en contacto telefónico siempre que podían, para él era suficiente. O lo había sido hasta ese momento. La boda de su hermana no era algo que pudiese obviarse con tanta facilidad. Tampoco es que los estuviese evitando a propósito, los quería mucho. Simplemente le gustaba su vida independiente en Edimburgo.

Paseó su mirada por los asientos buscando uno vacío. Que el conductor arrancase antes de poder sentarse, lo obligó a elegir el primer hueco que encontró. En el asiento de la ventanilla había una muchacha menuda con los ojos cerrados. Le habría pedido permiso para sentarse si no estuviese absorta escuchando música. Los cascos en sus orejas la delataban.

Intentando no molestarla, tomó asiento. Ella ni siquiera se movió. Desde luego estaba bastante concentrada. Dudaba incluso de que hubiese notado su presencia. Minutos después, la oyó cantar en susurros y no pudo evitar sonreír. Seguramente no sabía que podían oírla. Cantaba en inglés pero su pronunciación le instaba a pensar que no era inglesa de nacimiento. Ni escocesa, desde luego. Tal vez una turista. Escocia vivía de ellos. Por un momento estuvo tentado de avisarla pero tenía una voz bonita.

La estudió con detenimiento. No estaba excesivamente delgada pero tenía unas bonitas curvas, al menos podía intuirlas. Al estar sentada era difícil asegurarlo. Lo que sí podía atestiguar eran sus espléndidos pechos. Uno podía perderse en ellos y no lamentarlo.

Apartó la vista de ellos y continuó con su escrutinio. No parecía muy alta, no como él que apenas podía meter las piernas en el hueco entre los asientos. Otra razón para haber elegido el coche en lugar del autobús. Pero no le importó. La voz de la muchacha era recompensa suficiente para sus apretadas piernas.

No podía verle los ojos, estaban cerrados, pero las largas pestañas le rozaban las mejillas cada vez que los movía bajo los párpados. Tenía una nariz que encajaba a la perfección en su rostro. Ni grande ni pequeña. Sus labios, en cambio, eran pequeños pero generosos. Parecían tan suaves y dulces que invitaban a saborearlos. Tuvo que apartar también la vista de ellos al sentir un intenso tirón en la entrepierna. Nunca antes había reaccionado así ante unos simples labios. No tan simples, tuvo que reconocer.

Sus pequeñas y delicadas manos jugaban con el cable de los cascos. Por un momento se quedó hipnotizado con ellas, con aquel exótico baile de enredos y desenredos. No tenía alhaja ninguna que le adornase las manos, tan solo un reloj en una de sus muñecas y aún así se sentía atraído por ellas. Había algo especial en aquellos nudillos que se hundían al estirar las manos y en la rebeldía de unos poros demasiado visibles pero que, lejos de afearlas, las hacían más increíbles.

Apenas se dio cuenta de que había cambiado de canción mientras las observaba. Española, pensó. Al menos era el idioma en que cantaba y con una excelente pronunciación. Él solo conocía unas cuantas palabras y pudo distinguir alguna de ellas en la canción. Como había supuesto, era una turista.

En ese momento, la muchacha se enderezó y peinó su cabello con las manos. Abrió los ojos y lo miró. Había sorpresa en su mirada, desde luego no esperaba encontrarlo allí. Un intenso rubor cubrió sus mejillas antes de hablar en un inglés con deje extranjero.

―¿He estado cantando en alto?

―Me temo que sí ―le sonrió sin poder evitarlo.

Su sonrojo le parecía adorable. Y adorable era una palabra que no solía utilizar, así que estaba tan sorprendido como ella en ese momento.

―Lo siento ―el rojo de sus mejillas se intensificó, si aquello era posible.

―No deberías. Tienes una voz muy bonita.

―Gracias pero eso no me consuela mucho.

―¿Eres española?

―Se nota, ¿no?

Su sincera sonrisa lo deslumbró. Le iluminaba la cara y le confería a sus rasgos un aire de seducción incapaz de ignorar. Si le había parecido bonita con los ojos cerrados, después de verla sonreír le parecía la mujer más atractiva que había visto en mucho tiempo.

―Un poco ―carraspeó al notar su voz tan ronca― ¿Estás de vacaciones?

―Algo así. He venido a pasar una temporada con un amigo. Ha prometido enseñarme lugares increíbles, aunque creo que cualquier lugar de Escocia me va a encantar. Siempre he querido venir a conocerla.

Inexplicablemente sintió una punzada en el pecho al oírla nombrar a ese amigo. No podían ser celos, ni siquiera la conocía. Tal vez fuese por el interés que había generado en él. Igual le habría gustado mostrarle su tierra él mismo. Pero no podían ser celos. Imposible. Tampoco es que importara mucho, en cuanto se bajasen de aquel autobús no volverían a verse.

―Deduzco entonces que es tu primer viaje a aquí.

―Deduces bien.

―¿Y cómo conociste a ese amigo tuyo? ―no lo pretendía pero la ironía tiñó sus palabras.

―Aunque no lo creas, por el tradicional método de las cartas en papel ―rio y aquella risa le pareció celestial―. Me ha estado ayudando a recopilar información sobre la historia de Escocia para un libro.

―¿Eres escritora?

―Lo intento.

―¿Qué clase de historia quieres escribir?

―Todavía no lo tengo decidido pero quiero conocer los lugares donde la ubicaré, de primera mano. Espero que la historia se vaya formando en mi mente mientras descubro Escocia.

―Y tu amigo te ayudará.

―La verdad es que le debo mucho ―sonrió al recordarlo y él sintió de nuevo ese extraño dolor en el pecho―. Me ha ayudado mucho en sus cartas. No quería pedirle más pero insistió tanto que no pude negarme. Es un encanto.

Encantador hasta que se te tire encima, pensó. Al momento desechó la idea, después de todo no era asunto suyo. Ni siquiera sabía por qué le afectaba tanto. No volverían a verse.

―Y tú, ¿viajas por placer o por negocios? ―le gustó su risa coqueta―. Qué tópico.

―Regreso a casa ―le sonrió―. Para la boda de mi hermana.

―¡Qué bien! Adoro las bodas ―lo miró en silencio antes de continuar―. No pareces muy contento con la idea.

―Hace años que no los veo.

―¡Oh!

Su mirada lo estaba poniendo nervioso. No es que lo estuviese juzgando, para nada era así, pero él sentía la necesidad de justificarse. No le gustaba esa sensación. Él mismo se había recriminado en más de una ocasión la separación que se había impuesto pero tampoco había hecho nada para remediarla.

―El trabajo me ha tenido demasiado ocupado. Sé que suena a excusa pésima.

No comprendía por qué era tan importante para él que aquella muchacha que no conocía entendiese sus razones. La observó mientras hablaba, buscando algún signo de reconocimiento en su rostro.

―Nunca es tarde para rectificar ―le sonrió―. Siempre que uno quiera.

―Supongo.

―La familia es importante. Deberías tenerla siempre presente en tu vida ―había cierto dolor en sus palabras.

―Eso ha sonado bastante triste.

―Bueno, mi familia ya no está por más que yo quiera ―permaneció tanto rato en silencio que creyó que no volvería a hablar. Tampoco él se atrevía a preguntar―. Un accidente de tráfico. No hubo supervivientes. Yo debería haber ido con ellos, pero llegué tarde por culpa del trabajo.

―Lo siento.

―Fue hace mucho ―sacudió su cabeza y sonrió―. Ellos no querrían que estuviese triste. Ahora vivo al día, disfrutando al máximo.

―Nunca había pensado en que pudiese no volver a ver a mi familia.

―No es algo que se nos pase por la cabeza hasta que ocurre.

El silencio se apoderó de ellos. Pero no era un silencio incómodo. Vio como observaba por la ventana y sonreía. Sintió la necesidad inexplicable de atraerla hacia él y robarle un beso pero se contuvo. No tenía derecho, por supuesto.

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