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Retando al destino.

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Summary

El fuego siempre quema, arde, enloquece... El amor, hace justo lo mismo. Después de crecer bajo la violencia de su padre, Clarisa, lo único que quiere es confiar; en la gente, en los sentimientos, en el mundo. Lleva en sus hombros una carga que prefiere no compartir con nadie, ha creado una rutina muy bien establecida y ha ocultado todos sus temores, miedos y cicatrices en esa fachada de chica tímida e inocente que le vende al mundo. Nada es sencillo para ella, menos cuando por una equivocación de cuartos conoce al chico del que todo el campus habla últimamente. Zed Allen, “el rey de la carreras”, pero eso no es lo único que se dice de él, pues es arrogante, orgulloso, y lleva un estilo de vida muy peculiar, pero al igual que ella, solo es la imagen poderosa en la que se oculta. El cliché de los clichés: chica buena y chico malo, ¿cierto? Pero, quizás y solo quizás, esta no es la historia de cómo un hombre y una mujer tan diferentes se enamoran perdidamente, tal vez es la historia de dos personas heridas por la vida que, en busca de un romance lleno de locura y placer, encuentran algo más profundo y verdadero. Algo que ha crecido desde lo más hondo de su interior y ha trascendido hasta sus enemigos. Tendrán que enfrentar los mayores retos de sus vidas y este es solo…, el primero. ¿Qué tan malo puede ser enamorarse?

Genre:
Romance / Erotica
Author:
Estela đź’ś
Status:
Ongoing
Chapters:
3
Rating:
n/a
Age Rating:
18+

CapĂ­tulo 1: CLARISA

Estoy perdida en todos los colores que se mezclan en el cielo y forman el atardecer, desde esta habitación de residencia es todo un espectáculo. No puedo evitar pensar cada día desde que tengo esta privilegiada vista, en todo ese tiempo en el que ni siquiera podía ver hacia mi propio patio trasero. Aquello molestaba a mi padre, aunque siendo justa, ese era el menor de los males.

Cierro los ojos unos segundos solo para volverlos a abrir y, como cada tarde, recordarme que ya no estoy en casa y aunque me falta tanto por superar, de alguna forma me siento bastante libre en este lugar. El sonido de la puerta al abrirse y estrellarse con la pared me sobresalta e interrumpe mis cortos minutos de paz. Amber inunda la habitación. Sus gritos y parloteos comunes empiezan y pongo toda mi atención en mi muy extrañamente, mejor amiga.

Recuerdo que cuando la vi el primer año de la universidad, nunca imaginé que seriamos tan amigas como lo somos ahora. Hay un mar de diferencias entre nosotras; ella es un torbellino y yo soy más o menos música relajante para poder dormir. De algún ilógico modo, me complementa, la dejo ser ella y ella me deja ser yo. Creo que ahí está la verdadera magia de la amistad, amarnos a pesar de las diferencias, aceptarnos más allá de lo incompatible y apoyarnos hasta en la mayor de nuestras locuras.

En medio de sus quejas por el calor, y la falta de variedad en la máquina de café que está en la entrada de la residencia, mi teléfono suena, no importa si el sonido es leve o bullicioso, si vibra o simplemente la pantalla se ilumina, siempre me tenso de pies a cabeza, pues creo en primera instancia que se trata de mi padre.

A pesar de que, desde que conseguí la beca para mis estudios y me escapé de casa sin decirle a qué universidad iría, tampoco despedirme, y que evidentemente desde entonces no lo veo, he sido incapaz de bloquear su número, o, mejor aún, cambiar de número telefónico, la consecuencia de ello: sus constantes llamadas.

No puedo ni ver su nombre en la pantalla, todo vuelve a mí, todos esos años, todos sus maltratos, su odio, su aberración por una niña que fue abandonada igual que él, pero que recibió los castigos por las acciones de su madre. Las pocas veces que respondo, el infierno vuelve a quemarme, así que el poco valor que conservo prefiere ignorar las llamadas.

—¿No vas a contestar? —me pregunta Amber dejando sus quejas diarias.

—Creo que…

—Es Marcus —me informa. En cuanto escucho el nombre de mi novio me pongo de pie y tomo el teléfono de la pequeña mesita en donde lo tenía.

Mi tono dulzón hace que Amber arrugue el entrecejo, ella y Marcus no se llevan muy bien, él cree que ella es demasiado para mí, y no es un halago para ella, más bien que no debería de estar cerca de personas como Amber y ella, que no es el indicado. Se respetan, se saludan, pero podrían matarse con sus miradas. Lo cierto es que en el interior sé que, aunque quiero mucho a Marcus no lo amo y creo que, sinceramente, nunca lo haré.

Pero, antes de conocer a mi amiga y a mi novio, yo no sabía nada sobre tener paz, vínculos, tranquilidad. Son lo único estable y verdadero en mi vida, el único cariño honesto que he experimentado y créanme que, cuando tu madre te deja abandonada como si fueras una basura, supones que si la única persona programada para quererte, no te quiso, entonces nadie más lo hará.

Al terminar la llamada, Amber me mira curiosa, algo trama, lo sé.

—¿Han quedado?

—No esta noche.

—¡Perfecto! —chilla—. Noche de chicas.

—¿Te refieres a comida y películas?

—No, me refiero a cosas malas.

—Paso, hacer cosas malas no es lo mío, y lo sabes

—Anda Clarisa, vamos. ¿Hace cuánto tiempo que no salimos a hacer cosas malas? —dice con una sonrisa picarona.

—¿Dónde se supone que iremos?

—A las carreras —habla eufórica.

—Sabes que esas carreras de coches son ilegales, ¿cierto?

—Exacto, necesitamos hacer cosas ilegales. La última vez que hicimos algo loco fue hace meses —insiste.

A veces intento ser como los demás, trato a toda costa de olvidar mi pasado. Me repito que, si hago cosas que normalmente los jóvenes hacen, entonces todo quedará atrás, será como un recuerdo vago. Pero esta noche no me apetece mucho fingir que soy normal.

—¿Por qué no hacemos algo más tranquilo como ir al cine? —sugiero.

—Clarisa, tienes diecinueve años, casi veinte, pasas encerrada en este cuarto todo el día. Sabes que nunca he tratado de cambiarte, que adoro esa alma anciana y anticuada que vive en ti, creo, incluso, que ya no podría vivir sin ti, pero, un día terminarás la universidad y te enfrentarás al mundo. Esa inocencia que hay en ti, debe terminar y debes conocer todo lo que hay afuera.

—Que hayas elegido periodismo es sensacional, todo eso de improvisar discursos te sale de maravilla.

—Oh, vamos… Por favor, debes abrir tus alas.

—No lo sé…

—Clarisa Morgan, si aceptas ir conmigo a las carreras, juro solemnemente hacerme cargo de la limpieza de la habitación durante una semana entera —propone recta como un soldado y la mano derecha en el pecho. Es una oferta muy tentadora, tomando en cuenta que es la persona más desordenada que he conocido en mi vida.

—Que sean dos —digo finalmente cerrando el libro que estaba leyendo, Amber grita como si fuese el fin del mundo.

Me miro en el espejo y decido cambiarme de ropa, pues traigo puesto el pijamas. Trato de hacer algo con mi cabello, y darles más luz a mis ojos gatunos. Un poco de color en la ropa también me ayuda, no hay un color exacto para mi piel, soy tan blanca que a veces creo que, si me mezclo con la nieve, nadie me vería, aunque el hecho de que mis mejillas se tornan rosadas casi todo el tiempo de forma natural, me ayuda a no tener que usar tanto maquillaje.

Amber se desespera más de lo que ya está por mi tardanza. ¿Qué tienen de interesante unas carreras de coches ilegales? No entiendo cómo es que siguen existiendo, desde el primer día que pisé el campus me enteré de las carreras, todos hablaban de ellas. Es extraño que la policía no se dé cuenta aún, o que estudiantes se crean los reyes del mundo por participar en ellas. Es absurdo.

La reciente obsesión de Amber por esas carreras es un nombre en específico, un nombre que no tiene rostro, ni edad, ni datos relevantes, no tenemos idea de quién demonios es, y mi amiga se ha dejado llevar por todos los comentarios que rondan los pasillos de la universidad de B.E.X. De todos los comentarios que hemos escuchado, hay uno que, sin duda, tiene que ser real, este tipo arrasa con las chicas y no lo dudo porque, al parecer, participar en esas carreras, es orgásmico para la mayoría de las mujeres, no para mí.

Esperamos el taxi del campus y Amber le da la dirección del lugar al que nos dirigimos, inmediatamente la sonrisa del hombre que conduce me transmite inseguridad y empiezo a respirar más rápido de lo que debería. Intento tranquilizarme enviándole un mensaje de texto a Marcus, a quien le miento un poco diciéndole que he salido a comer y no a las carreras. Marcus jamás aprobaría que yo hiciera tal cosa. Me ha dicho cientos de veces que no me crea lo que se dice de esas carreras, que son peligrosas y que, aunque nadie habla de redadas; existen.

Vuelvo a fijar mi vista en las calles y cada vez nos alejamos más del centro y nos acercamos a áreas que no son muy seguras en la ciudad.

—Amber, ¿conoces estos rumbos? —susurro algo nerviosa, nunca había estado en esta parte de Boston.

—Relájate, esto es emocionante Clari.

Música, gritos y aplausos de cientos de personas pronto acaparan toda mi atención. El lugar está abarrotado. Ni siquiera en la única fiesta a la que he asistido en mi vida había tanta gente. Mis ojos se abren más al percatarme de todas las luces y la impactante carretera que parece, no tiene fin.

Bajamos del taxi y luego tenemos que seguir unos cuantos metros caminando, para poder llegar hasta donde está la multitud. Amber se pavonea en medio de la gente y yo la sigo viendo hacia el piso.

Miro al fin hacia arriba y me doy cuenta de que Amber saluda casi a todo el mundo, la mayoría me mira como si fuera un insecto extraño; es obvio, seguro que todos los que están aquí hoy, suelen venir con frecuencia y ya se conocen unos con otros. Mi amiga consigue cerveza para ambas, apenas y le doy un sorbo.

Llegamos a donde se acumula la mayorĂ­a de las personas y subimos a una fila de asientos improvisados. Vaya que esto sĂ­ que me impresiona, estamos en plena calle pero han montado todo el teatro, como si fuesen carreras profesionales.

—¡Inicien sus apuestas, la carrera empieza en diez minutos! —escucho decir a un chico que se me hace conocido, a través de un megáfono, lo veo pasar en las filas de personas que tenemos frente a nosotras y entre más se acerca, más conocido me parece y simplemente no consigo recordar de dónde le conozco.

La gente se empuja y grita, mientras él recolecta el dinero y escribe en una pequeña libreta quién sabe qué. Otros sacan dinero de sus carteras para apostar lo suficientemente ansiosos como para averiguar que, esto es más que una carrera tonta e insignificante, pareciera que están dejando la vida en ello o que su fanatismo por los corredores va más allá de lo normal.

El tipo que se me hace conocido llega unos minutos después a nuestros lugares, repasa a Amber de pies a cabeza y también hace lo mismo conmigo. Amber se une a los apostadores y juro por el cielo que, si he tenido líquido en mi boca, seguro escupía al tipo de las apuestas.

—Estás loca, Amber. ¡Apuesta menos!

—Tranquila, dicen que el del carro negro es el mejor, todos apuestan por él, y es de quien todos hablan en la universidad. Mi razón de estar aquí, mira, es aquel. —Señala hacia el frente.

El tipo está recostado justamente sobre un auto color negro, no tengo idea de qué clase de auto sea ese, no estoy familiarizada a las marcas de vehículos, mucho menos a los que usan para este tipo de cosas.

Su conductor, para desgracia de Amber, está de espaldas hacia nosotras, así que no tenemos acceso a su rostro, a lo que sí tenemos acceso es a su compañía, dos chicas, una en cada brazo, y como si no fuera suficiente estar con dos mujeres lamiéndote el rostro, son dos rubias despampanantes, igual de altas que él.

Me basta ver eso para entender que el chico del que todos hablan Ăşltimamente es un mujeriego y eso es lo que le llama tanto la atenciĂłn a mi amiga, porque estoy segura de que tiene planeado conquistarlo.

El corredor besa a una de las chicas y luego a la otra, no puedo evitar sentir asco, odio a los tipos así, qué pérdida de tiempo, y pobres chicas, creen que el tipo terminará enamorado de ellas, como si eso pasara en la vida real. Que me parta un rayo el día que termine involucrada con alguien así. Me río de mí misma porque, aunque internamente estoy deseando que alguien detenga sus muestras de cariño públicas, al mismo tiempo no puedo parar de ver tales muestras de cariño.

Mis nervios vuelven a aparecer cuando la carrera parecer dar inicio, los corredores suben a sus autos y los ponen en marcha hasta la línea blanca que indica la salida. Los motores hacen un ruido ensordecedor. Un tipo casi desnudo se pone frente a ellos y con un pedazo de tela blanca en sus manos cuenta hasta tres y deja caer el pañuelo al suelo.

Los autos arrancan enfurecidos, como si fueran el diablo mismo, un profundo hueco se instala en mi estómago, van tan rápido que me imagino toda clase de posibles accidentes, muertes y demás. La gente a mi alrededor, al contrario de mí, están emocionadas; brincan, se empujan unos con otros, y la mayoría ha salido corriendo hacia la carretera, muchos han seguido a los autos como si eso fuese posible.

<< Zed, Zed, Zed, >> Corea la mayoría como si se tratara de un súper héroe. Y así entendemos que, el famoso Zed Allen es el tipo del auto negro, el que toda la universidad admira.

En cierto momento los autos salen de tu campo visual, no quiero admitirlo, es la parte más emocionante y temerosa porque no tienes idea de qué esté sucediendo, todos miran la meta final sin dejar de repetir ese nombre y yo ya estoy con los nervios de punta. Se escucha el sonido de las llantas derrapar, quiero pensar que es por las curvas, ¡Dios! ¿Cómo pueden controlar el auto a esa velocidad? El sonido que provocan los autos es cada vez más fuerte y entonces todos se callan al fin, es como si todo dependiera de quién gana.

El coche negro llega primero, con una diferencia de medio minuto. La gente corre enloquecida hacia donde se ha aparcado el triunfador. Amber iba entre ellos, pero la detuve a tiempo. Mi amiga se ha apiadado de mĂ­ y ha decidido no dejarme sola en ese remolino de personas que corren de un lado a otro.

Le ruego por un rato que nos marchemos, intenta convencerme de lo contrario. Se rinde porque sabe que ya me ha convencido de venir aquí. Nos acercamos al mismo tipo de las apuestas, tiene tremendo lío devolviendo el dinero a los ganadores y dando explicaciones a los perdedores. Amber ha ganado el doble de lo que apostó, ¡el doble! Ahora entiendo todo, si eso ganan los que apuestan, la cantidad que debe recolectar el corredor debe ser bastante grande, eso es lo que los anima a arriesgarse a perder la vida, claro.

Esta vez, esperamos más por un taxi. Finalmente, alguien se apiada y nos lleva, en el camino, en el campus y en la habitación, Amber no para con el parloteo, me ha dicho unas trescientas veces que tiene que conocer al corredor del auto negro sí o sí.

—Tenemos que volver otro día, Clari, estuvo genial, ¿sentiste la adrenalina? Ese tal Zed es el rey de las carreras.

—¡Duérmete ya, Amber!

La verdad, no quiero aceptar que he sentido la adrenalina porque conociendo a Amber, hará todo lo que esté en sus manos para que la acompañe, otra vez.

—Deberíamos volver y pedirle un autógrafo, seguro que está como para comérselo enterito.

—Si dejas de hablar te juro que volvemos —le miento sabiendo que hacer que Amber se calle es caso perdido, sin embargo, guarda silencio de inmediato. Volveremos a aquel lugar, no me dejará en paz hasta que acceda.

Por la mañana tengo las ojeras más extensas en todo el campus de la universidad. No se me da bien eso de no dormir mis ocho horas. Amber sigue dormida como una leona. No la despierto porque odia la clase de literatura contemporánea y yo siempre termino pasándole todos los apuntes. Ni siquiera sé por qué ha tomado esa clase. Camino por el pasillo que me lleva hasta mi salón de clases y me encuentro a Marcus con cara de pocos amigos.

—Última conexión en WhatsApp... dos de la madrugada, Clarisa, dijiste que irían a cenar no a una maldita fiesta. —Marcus no está celoso, solo odia que los planes no salgan tal y como se supone deben de salir, si dije que cenaría, tenía que cenar y tardarme el promedio que tarda una persona normal en cenar. Es especial, pero es muy bueno conmigo.

—Se nos ha ido el tiempo.

—Toma. —Me extiende un café gigante—, para que te despiertes. —Me da un beso y toma mi mano, caminamos así hasta llegar a mi salón.

—Gracias por el café, Marcus.

—Nos vemos en la noche.

Entro a clases y saludo a algunos compañeros. Aunque la ponencia del profesor de literatura es interesante, no puedo quitarme de la cabeza la imagen del conductor del auto negro pavoneándose como todo un rey entre la multitud. Muchos dicen que no puede ser alumno de esta universidad, otros dicen que es mejor mantenerse alejado de él, unos cuantos aseguran que es estudiante de artes y que está en último año, la mayoría de las mujeres coinciden en una sola cosa: Es guapo hasta rabiar.

Por desgracia no puedo coincidir, ya que no había podido verle la cara. Es ridículo que esté pensando en eso. Salgo de clases aturdida, tanto, que no me he fijado en el sujeto con el que he chocado. Le he tirado su bebida encima. Ha sido demasiado rápido como para haberlo podido evitar.

—Lo siento —se disculpa y niego con mi cabeza, yo debería de disculparme, no él. El susto me pone un tanto nerviosa, más de lo que se pondría la mayoría.

—No te preocupes —contesto tartamudeando y nos quedamos ahí sin movernos.

—Soy Dante —se presenta, como si alguna expresión en mí lo ha hecho creer que quiero saber su nombre.

—Clarisa —respondo tímidamente.

—¿Estudias literatura? —pregunta y me llevo la mano al pecho, me doy unos cuantos toques con el dedo. ¡Vamos Clarisa! Responde con normalidad.

—Escritura creativa, ¿y tú? —sonrío y me sorprendo, no es muy propio de mí hacerles preguntas a extraños.

—No, pero el pabellón de psicología está muy cerca de literatura. Quizás nos veamos más seguido. —Ahora sonríe él.

—Quizás.

Es lo último que digo antes de retomar mi camino o más bien salir corriendo. Sonrío todo el camino hacia la residencia, no todos los días conocía a chicos y no es porque se trate de un chico, más bien, estoy sonriendo porque le he tirado el café encima y no he corrido asustada. O tal vez es que mi vida es tan rutinaria: Marcus, Amber y el miedo…, que cuando consigo hablar con alguien más fuera de ese pequeño círculo me emociono demás.

Lo veo como pequeños avances en esta lucha diaria, en mi lucha personal.

♥️♥️♥️♥️♥️

Gracias por leer đź’ś

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