Capítulo 1
Ese trágico suceso rompió nuestros corazones y almas, no podía ser de otro modo. Sin embargo, ¿por qué ya no hablas conmigo? Te encierras en tu habitación o en la oficina a trabajar tras haberme dedicado un corto saludo, de acuerdo con el momento del día.
Te extraño muchísimo, no me permites decírtelo con palabras, he tratado de enviarte señales mediante mis actitudes y detalles, pero, por más que intentes fingir lo contrario, no hay una pizca de afecto en tu mirada ni en tus gestos.
¿Has empezado ya a olvidarme? ¿A pesar de que sigo aquí? Porque yo no. Aún tengo grabada a fuego en la memoria cada cosa del día en que nos conocimos, de los días que vinieron después e incluso de la boda y los tiempos felices que tuvimos con la llegada de los hijos.
¿Los recordarás todavía? ¿Pensarás en mí, aunque sea un segundo de tus ocupados días? Sé que es más fácil refugiarse en alguna actividad cotidiana para intentar mitigar el dolor que nos carcome. No obstante, te necesito cada día más, pero haces oídos sordos y te vas, pasas de largo como si yo no estuviera presente.
Muchas veces ni siquiera vuelves a dormir, como si no supieras el camino a casa.
Mi cerebro no cesa de reproducir la imagen de tu rostro cada día, como una poesía perfectamente aprendida, pero que debe repetir constantemente para no olvidarla. Me siento como un fantasma recorriendo cada pasillo y rincón, encontrándolos vacíos, la casa ya ha empezado a quedárseme demasiado grande.
Te busco por todas parte sin éxito, solo escucho el sonido mudo de mis pies descalzos sobre el frío suelo. Incluso tu olor se ha desvanecido de las sábanas, tu voz comienza a desaparecer de mis recuerdos.
Las lágrimas hicieron acto de presencia durante los primeros días, después me obligué a mí misma a no derramar más. Tengo que ser fuerte para afrontar lo que venga en el futuro, por ahora solo tengo clara una cosa: por más que me duela, es evidente que existe una división, cada uno en extremos opuestos.
No me quedan fuerzas para resistir por ambos, estoy consciente de mi cobardía, se me ha hecho cuesta arriba, como subir el Everest. Se ha agotado el oxígeno, mis brazos y piernas han fallado también, solo quedan dos cosas: soltar todo, caer.
Ver tus ojos verdes inundarse de calidez cada vez que retornabas al hogar, tus besos sobre mi piel, tu forma de pronunciar mi nombre.. A veces me pregunto si no lo habré soñado, ¿me estaré volviendo loca? Luego apareces y me doy cuenta de que no es así, todo fue real.
¿Qué nos pasó?
— Espero que esta carta te haga abrir los ojos. Hasta siempre, Agustín — salgo de la casa sin mirar atrás, espero no arrepentirme de esto algún día.