Park Jimin se despertó sobresaltado de un profundo sueño. Inmediatamente tuvo conciencia de tres hechos incuestionables. En primer lugar, estaba completamente desnudo en la cama de Jeon Jungkook. En segundo lugar, él estaba a punto de entrar al dormitorio. Y, por último, Jungkook no estaba solo.
Una risa ahogada de mujer se entremezcló con la voz de barítono de Jungkook en el vestíbulo. Se suponía que no regresaría a San Francisco hasta en un par de días. Jimin procuró guardar la calma. Pero sabía que Jungkook estaría enojado, muuuuy enojado.
Se incorporó sobre un codo y escrutó la oscuridad. Entonces recordó que había dejado sus boxers sobre el reloj despertador para tapar su luz. Jimin se dejó caer nuevamente sobre la almohada. Trató de sopesar las alternativas, pero estaba demasiado dormido para pensar con claridad. Ninguna opción parecía satisfacerlo. La idea de esconderse debajo de la cama mientras dos cuerpos rebotaban sobre el colchón era, sencillamente, repugnante. Y tampoco contemplaba con buenos ojos que los bomberos lo rescataran mientras guardaba el equilibrio en el alféizar de la ventana del dormitorio de Jungkook, a una altura de veintidós pisos.
Escuchó un golpe suave. ¿Acaso se trataba de un zapato?. A pesar del latido de su corazón, que parecía hacer un ruido infernal, volvió a escuchar un segundo golpe. Al momento reconoció el leve roce de la ropa al caer, seguido de un suspiro teñido de deseo. El contacto de unos labios sobre la piel desnuda. A través del marco de la puerta que daba al pasillo se podía distinguir la camisa blanca de Jungkook y las manos presurosas de una mujer que se afanaban por desnudarlo.
La camisa cayó al suelo como un manto blanco. De pronto escuchó un sonido metálico. ¡Dios santo! Jimin comprendió que estaba quitándose el cinturón. Intentó convencerse para hablar en voz alta, pero ni siquiera llegaba a suspirar. Entonces reconoció el inconfundible sonido de una cremallera antes de un beso lujurioso y profundo.
- ¡Jungkook!
La mujer había protestado en un tono provocativo y había reído con picardía. Después continuaron los jadeos breves, los murmullos y los juegos. Jimin sintió como le ardían las mejillas, mientras la sangre bullía por sus venas. Anticipó en su cabeza el espectáculo que estaba a punto de comenzar y notó una risita histérica creciendo en su interior hasta detenerse justo antes de llegar a la garganta.
- Hazme el amor, Jungkook. Oh, sí...me encanta cuando me tocas de esa forma...sí.
Era demasiado tarde. Jimin trató de deslizarse fuera de la cama antes que la mujer se dejara caer, pero no le dio tiempo. El peso de dos personas adultas sobre la cama dejó sin aire a Jimin. Entre gruñidos, intentó escabullirse por debajo. Pero las sábanas de satén dificultaban mucho el movimiento. La mujer se dio vuelta sobre la cama, golpeó los pies de Jimin y lanzó un grito aterrador. Jungkook cayó al suelo, junto a la cama, alarmado por el repentino grito de su compañera y soltó una maldición entre dientes.
- ¿Qué demonios te...?
- ¡ Hay alguien más en tu cama!- chilló la mujer.
Jimin tanteaba en la oscuridad hasta encontrar el interruptor de la lámpara del velador. Era hora de hacer las presentaciones.
Jimin se sentó sobre la cama, se cubrió el cuerpo con la sábana y procuró adoptar un aire despreocupado. Pero lo más probable es que se pareciera a un indígena. Tenía el pelo alborotado y le caía desordenadamente sobre la cara. Se había encendido la luz en el momento que trataba de apartarse de los ojos un mechón especialmente rebelde. Bizqueó un poco hasta adaptarse a la luz y su mirada no tardó en encontrar un par de ojos negros que, clavados en él, lo miraban con furia.
- ¡Jimin!
Jungkook volvió a abrocharse la cremallera de los pantalones y se mesó el cabello. Tenía el torso desnudo y su pecho tonificado se movía al ritmo de su marcada respiración irregular. A regañadientes, Jimin apartó la mirada de la espléndida figura de Jungkook y aguardó en silencio el inminente estallido. Aparentaba mucho más altura que su metro noventa. Y desde luego parecía infinitamente más irritado que cuando, años atrás, Jimin había estrellado su nuevo deportivo contra el buzón del correo.
- Tendría que haberlo supuesto- dijo Jungkook y levantó el bóxer de la lámpara- ¿es tuyo?
El bóxer negro colgaba de la mano fuerte y grande de Jungkook. Jimin se inclinó justo para alcanzar su bóxer sin que se le soltara la sábana firmemente enrollada en su figura.
- Gracias.
El roce de los dedos de Jungkook sobre su piel provocó una descarga eléctrica que se desplazó a lo largo de su brazo. Se aclaró la garganta y decidió jugar fuerte en vez de acobardarse. Parpadeó con coquetería y lo miró a los ojos.
- ¿Debo entender que quieres que me vista, cariño?
Jimin dedicó una amplia sonrisa a la amiga de Jungkook, pero la mujer no respondió. Cubierta apenas con un modelo de ropa interior ligeramente más ancho que un cinturón, la mujer quitaba el hipo. Tenía unas piernas largas y un generoso pecho que resaltaba todavía más aprisionado en una jaula de seda tan pequeña. Una larga melena color miel se deslizaba en cascada sobre un hombro. Era una mujer elegante, acostumbrada al dinero. Otra diosa de la belleza sin el menor sentido del humor. Eso no extraño a Jimin en lo más mínimo, que suspiró con resignación. Decidió continuar con la farsa a pesar de la tensión que se respiraba en el ambiente.
- ¿Es tú cumpleaños?
- ¿De qué demonios estás hablando?- preguntó la rubia, que sostenía con la mano el vestido de marca, apretándolo contra su pecho.
Sin apartar la vista de Jimin, la mujer se puso el vestido y se giró para que Jungkook pudiera abrocharle la cremallera. Miraba con tal fijeza que corría peligro que la fina línea que unía sus perfectas cejas se quedaran petrificadas en su rostro para siempre. Además, en opinión de Jimin , el labio superior de la mujer apuntaba al cielo, y eso le recordaba un hámster que tuvo en su infancia. La mujer tenía la misma expresión furiosa que su mascota adoptaba justo antes de morderlo.
- ¿Qué está pasando?- preguntó Jungkook, que intentaba matar a Jimin con la mirada, sin ningún atisbo de humor.
- ¿No la has traído a casa, Jungkook, para jugar?- preguntó Jimin y abrió los ojos hasta el punto que sus pestañas rozaron sus cejas.
- Jimin...- le advirtió Jungkook.
Jimin le dedicó una sonrisa despampanante y procuró hablar con normalidad.
- Creí que estabas fuera de la ciudad. De haberlo sabido, yo jamás...
- ¿Quién demonios es éste chico?- preguntó la mujer mientras se calzaba nuevamente unos exagerados zapatos de tacón y hacía pucheros- ¡Nunca supuse que también te acostabas con hombres!
Jungkook caminó a grandes zancadas hasta la cómoda de la pared opuesta y los miró a ambos por encima de su hombro.
- No. No me acuesto con hombres. Éste es Park Jimin. Te presento a Elizabeth- dijo Jungkook y abrió un cajón de donde sacó un Jersey verde. Jimin adoraba como se veía ese color en su piel.
- Hola- saludó Jimin a la amiguita de Jungkook sin tenderle la mano, para no soltar la sábana- escucha, no tienes que marcharte, ¿ no es cierto, Jungkook? Quiero decir que...
- Déjalo ya Jimin- intervino Jungkook mirándolo serio- explícale a Elizabeth quien eres y después cierra el pico.