Capítulo 2
- ¿Todo?- Jimin miró a Jungkook fijamente- ¿estás seguro? Entonces no sabe que te aburres si estás en la cama con una sola mujer y...
- ¿Un trío? Esto es verdaderamente enfermizo- Elizabeth agarró su bolso y lo mantuvo en alto igual que un escudo- voy a llamar a un taxi.
- Es mi hermano, ¡Por amor de Dios!- dijo Jungkook.
- ¿En serio?- dudo la mujer.
A pesar de su impresionante cuerpo, la mujer era mal pensada y tenía una risa muy desagradable. Jimin la miró con cierto desprecio y Elizabeth le devolvió la mirada.
- Tienen apellidos distintos- apuntó Elizabeth.
- Somos de distinta madre- señaló Jungkook, al tiempo que jimin replicaba.
- ¡Distinto padre!
- Es mi hermanastro- Jungkook avanzó hasta la cama y sujetó con firmeza la mandíbula de Jimin- somos hermanos ¿verdad, Jimin?
Jungkook movió la cabeza de Jimin arriba y abajo en señal de asentimiento.
- Así es- afirmó Jimin mientras miraba a Elizabeth y fingía que aquella puñalada no había atravesado su corazón- Soy su hermano.
- Eso resulta todavía más enfermizo- dijo fríamente Elizabeth, abandonando la habitación hecha una furia.
Jimin sujetó con más fuerza la sábana contra su cuerpo. Tenía un nudo en la garganta y no podía apartar los ojos de Jungkook. Y estaba tan sofocado que maldijo en silencio su piel tan pálida. Había dicho que era su hermano.
Desde los seis años Jimin había soñado y había rezado para que Jungkook lo aceptará como parte de su familia. Al crecer, ese sueño se había hecho realidad. Pero entonces ya no suspiraba por ser tan sólo su hermano. A menudo era sensato y pragmático y por primera vez se había atrevido a dar un paso gigante para llegar al corazón de Jungkook. Pero su plan no había empezado con buen pie.
- Voy a acompañar a Liz a su casa y regresaré en veinte minutos.
- Aquí estaré- replicó Jimin, siempre que no decidiera saltar por el balcón antes.
Jungkook se volvió desde el umbral de la puerta y miró a Jimin con severidad.
- No te acuestes. Tenemos que hablar esta misma noche. Y vístete- añadió.
Tenían que hablar. Jimin lo miró a los ojos y comprendió que no podía eludir esa charla. Saludo igual que un grumete travieso.
- ¡Sí, mi capitán!- afirmó, y se llevó la mano a la frente.
Jungkook agarró el pomo de la puerta con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos. Un segundo después, cerró con rabia y desapareció.
***
Jungkook pensó que estaba metido en un auténtico lío mientras conducía de vuelta a su casa, una hora más tarde. No se veía con fuerzas para olvidar la visión de Jimin desnudo sobre su cama. Aferró el volante con determinación y suspiró.
Su padre se había casado con la madre de Jimin hacía diecinueve años. No había una sola gota de sangre en sus venas que los emparentara, a diós gracias. Pero Jungkook no podía olvidar el trato tan desagradable que había dado a Jimin a lo largo de los años y aún le había llevado más tiempo que él comprendiera el daño que su crueldad le había infligido a Jimin. Y desde entonces se había prometido amarlo y protegerlo para compensar de alguna manera el tiempo en que su comportamiento diario había sido diametralmente opuesto. Los sentimientos que lo embargaban en esos momentos no contradecían la promesa del pasado.
Había jurado a su padre, poco antes de su muerte, que cuidaría de Jimin. Pero más importante todavía, le había prometido a Jimin que sería siempre su hermano mayor. Le había asegurado que siempre estaría a su lado en todo momento, para que el pudiera depender de él en cualquier situación y bajo cualquier circunstancia. Y Jungkook consideraba esa promesa innegociable e inamovible, sacrosanta.
Era una lástima que libido no resultará tan ético como su cerebro. A medida que Jimin fue creciendo no pudo dejar de observar en lo hermoso que se había vuelto, prácticamente se había transformado de patito a cisne. De mala gana entró con su viejo jaguar en el garaje de su edificio. Pese a que sus sentimientos habían cambiado con respecto a Jimin, esa no era una razón válida para desilusionarlo. Tenía que tener muy presente que para Jimin no era más que su hermano mayor. Un hermano con el que se sintiera seguro y protegido. Nada más.
***
Todavía sofocado por lo ocurrido, Jimin se vistió a toda prisa tan pronto como Jungkook y su acompañante salieron. Su objetivo le había parecido sencillo y directo cuando lo había planeado en su casa. Sólo quería parecer ante los ojos de Jungkook como alguien deseable y actuar en consecuencia. Claro que su estrategia no pasaba porque Jungkook lo viera desnudo en su propia cama. Al menos de momento.
Jimin entró sin hacer ruido en el salón y se arrebujó en la silla de cuero negro que le había regalado a Jungkook, después de las gastarse hasta el último peso de sus ahorros, cuando él y su amigo Nick habían ido a Nueva York para estudiar arquitectura. La silla le recordaba el olor del propio Jungkook. Apoyó la barbilla contra el cuero blando y suave, y cerró los ojos. Durante años no había dejado de pensar en él ni un solo minuto. Sabía que podía lograrlo. Tenía que hacerlo.
Quizás no había sido tan terrible que Jungkook obtuviera, de modo totalmente fortuito, un aperitivo de lo que Jimin quería entregarle.
***
Jimin, vestido con unos vaqueros y una camiseta de su antiguo instituto, seguía acurrucado en la silla de cuero cuando Jungkook regresó. Estaba hecho un ovillo y apenas se notaba su estatura. Jungkook dio las gracias al cielo porque estuviera vestido y porque hubiera domesticado su pelo. Jimin tenía el cabello rubio y más salvaje que hubiera visto. Era una verdadera tentación, y a veces era como si tuviera vida propia.
Al verlo desnudo en su cama, con su melena suelta y alborotada por el sueño había estado a punto de sufrir un infarto. Quizá si se concentraba durante los próximos trescientos años sería capaz de olvidar la forma en que la luz había caído sobre su figura desnuda atrapada bajo las sábanas de satén, y había dibujado sombras detrás de cada parte de su cuerpo, y hasta sería capaz de olvidar la visión del chico sexy sobre su cama.
Se metió las manos en los bolsillos y entró sin prisa en el salón.