Capítulo 1.
Recuerdo como si fuese ayer la primera vez que lo vi. Me encontraba terminando la tarea de Educación para la sexualidad asignada para ese día cuando él entró a mi salón, dejándome sin aire, nublando mis pensamientos y haciéndome sentir extraña.
No recordaba haberlo visto en ningún lado, pero él se dirigía hacia mí, mis manos temblaron, mis labios se resecaron, no podía obviar lo hermoso que eran sus ojos, a pesar de ser cafés, lo cuadrado de su mandíbula, sus labios sensuales, su sonrisa traviesa y su aspecto tan varonil e intimidante. Dejé de respirar en cuanto sentí su perfume y casi me hizo cerrar los ojos, me miró con intensidad y pasó de mí, se dirigió a la persona que tenía detrás.
Me voltee y se saludó con mi mejor amigo, se abrazaron con tanto cariño que me hizo fruncir las cejas.
¿Éste quién es? ¿De dónde se conocen?
Mi mejor amiga se me acercó y dijo en voz baja para que no escuchase el recién llegado
—Es tan guapo, es el amigo de la infancia de Lucas.
Para mí fue como si me hubiese dicho que cielo era verde.
No recordaba haber escuchado de él.
No recordaba en absoluto su cara.
Cuando me lo presentaron quise abrir un hueco en la tierra y meter mi cabeza como los avestruces.
Me encontraba toda despeinada, ese día ni siquiera me apliqué un labial, solo salí corriendo de casa para no llegar tarde y poder terminar la tarea. Me arrepentí de eso en el momento en que volvió a posar sus ojos en mí.
—Mucho gusto Gabriel Uzcátegui —dijo con esa sonrisa atrevida que no se borraba de su rostro, estiró su mano derecha, la tomé con inseguridad al principio y después hice un agarre firme.
No puedo ni describir las mil emociones que me embargaron en ese entonces, como todavía no puedo explicar el hecho de que me siga afectando de la misma manera, después de dos años sigo reaccionando igual a él.
Me pone nerviosa estar a su alrededor, me enferma verlo reír con las demás chicas, y me enoja notar que le encanta coquetear con todas y nunca conmigo.
Tal vez uno que otro piropo y por educación, porque ante todo se ha portado como un caballero con nosotras.
Lucas y él me tratan como si fuese una muñeca de cristal que en cualquier momento puede romperse, y eso me hace hervir la sangre, ya no tengo 14 años, he madurado, además estoy a punto de cumplir 16 años en unas semanas.
Disimuladamente lo veo pasarse las manos por el cabello y quiero suspirar, es tan guapo, tan alto, pelo castaño claro y largo y sus ojos cafés todavía son mi debilidad. Me encanta como le cae por la frente, lo hace ver tan sexy, tan niño mimado, parece que fuese sacado de las historias que leo por Wattpad.
—Alexa no dejes de correr —me grita el profesor de educación física, no sé en qué momento me detuve, me enfrasqué tanto en mis pensamientos, que todo mi alrededor pasó a un segundo plano.
Sigo trotando y siento que en cualquier momento me voy a desmayar, mi materia menos favorita es Educación Física. Odio hacer ejercicios, y más un día lunes, los aborrezco.
Sacudo la cabeza para dejar de pensar y no ganarme otro grito o peor aún unas vueltas más en la cancha.
Al terminar los minutos que nos mandaron a trotar, el profesor decide organizarnos en dos grupos para jugar voleibol.
Vuelvo a suspirar, y no es porque no me guste jugar ese deporte, por el contrario, es uno de mis favoritos y hasta he participado en competencias representando a mi colegio, es que siempre me separan de mis amigos y me ponen en el equipo contrario. Hoy no marca la diferencia.
Me estiro mientras los muchachos colocan la maya, mis compañeros me ponen a cubrir el centro porque saben que el balón no tocará el piso.
Después de media hora terminamos el juego 10-12, le ganamos al equipo de Gabriel.
Y sí, siempre lo escogen a él como capitán por lo bueno que es, Melanie se me acerca.
—Todavía no entiendo cómo puedes ser tan buena con la pelota, cada vez que la toco siento que mis uñas se van a partir. —se queja haciendo una mueca graciosa.
—Con ese comentario no puedes sonar más superficial —me burlo.
—Excelente juego Alex —mi amigo Lucas me da los cinco—. Buen remate el que le diste a la jugaba de Gabriel.
El dueño de mis pensamientos se acerca a nosotros.
—¡Felicidades Campeona! —dice con una sonrisa que me hace babear, trato de disimular ante mis amigos, solo Mel sabe de mi flechazo por Gabriel. Se me acerca y me da un abrazo, en un movimiento involuntario, envuelvo su cuerpo con mis brazos, y es tan reconfortante sentirlo de esa manera.
—Eh, eh tortolos —sisea Melanie—, nos tenemos que ir, se nos hace tarde —hace una pausa—. Además, hoy le toca a los chicos brindar los helados.
Desde que Gabriel entró en el liceo y se mudó al lado de la casa de Lucas, todas las tardes compramos helados y él nos lleva a casa. No es que vivamos muy lejos de San Juan Bautista, pero mi casi rubio tiene carro.
Es la ventaja de tener unos padres tan holgados con él, y unos abuelos sobreprotectores. A pesar de que aún somos menores de edad, el camino en carro no dura ni cinco minutos.
Al salir del colegio nos dirigimos a Copos, reviso mis redes sociales y sonrío al ver una foto de Elienny, la prima de Mel, se la enseño y ésta me cuchichea:
—Tenemos que hablar, cuando llegues a tu casa me llamas. Lucas no puede enterarse.
Pienso... Pienso y no sé de qué me tenga que hablar.
—Ok —respondo sin darle mucha importancia, con Melanie nunca sabe que esperarse, muchas veces me hace pensar que es un clon de mi hermana Andrea.
—Eh. Par de brujas apúrense o se quedarán sin puesto —grita Gabriel.